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Hace algún tiempo, la edición de sobremesa de uno de los telediarios daba cuenta de la noticia del estreno en Londres de la nueva película del famoso Agente 007 del Servicio Secreto de su graciosa Majestad, James Bond, un personaje que, por la magia del cine, se ha convertido ya en una auténtica leyenda y un icono del siglo XX.
La «premiere», celebrada con toda pompa y circunstancia, como mandan los más rancios cánones británicos, a la que asistió uno de los hijos del Príncipe de Gales acompañado de su esposa, debió constituir, a tenor de lo visto en las imágenes, todo un hito en la vida social londinense, con alfombra roja incluida y todos los asistentes vestidos de etiqueta como corresponde, o debería corresponder, a un acto que se precie si somos capaces de quitarnos de encima estúpidos complejos y esnobismos de nuevo cuño que no nos llevan a ninguna parte salvo a perder las señas propias de identidad y de saber estar.
Sea como fuere, al ver aquellas imágenes, me di cuenta, en una rápida reflexión, que el más famoso de los Agentes Secretos de la historia del cine lleva acompañándome, casi como un fiel amigo, desde mi infancia; es decir, la mayor parte de mi vida.
Fue en otoño de 1962 cuando por primera vez oímos hablar, de una forma vaga y un tanto distorsionada, del Agente 007. Su primera película «El Agente 007 contra el Dr. No», se había estrenado en Londres el 5 de octubre de aquel año y en España todavía tuvimos que esperar para verla hasta el 13 de mayo del año siguiente, fecha en la que varias salas cinematográficas de Madrid, entre ellas el Capitol, colgaron las carteleras en sus fachadas.
Por lo que respecta a nuestra ciudad, La Coruña, la película fue estrenada el 13 de septiembre de 1963 en el Teatro “Rosalía Castro” que supongo se pondría a reventar para asistir a sus pases. La temporada de estrenos acababa de empezar y los coruñeses estarían ávidos de ver novedades cinematográficas tras un verano plagado de reestrenos y de estrenos estivales –“pasillos veraniegos” como se llamaban en nuestra querida y denostada Zarzuela- que casi nunca aportaban nada, así que la ocasión se antojaba inmejorable.
Para el estreno, el “Rosalía” habría colocado en su exterior aquellas carteleras en las que destacaban los fotogramas, montados sobre cartón, recogiendo los instantes de más tirón de la película, invitando a los indecisos a entrar a la sala a presenciar su proyección; igualmente, sobre su puerta de entrada colgaría el habitual bastidor con algún dibujo, hecho sobre tela, alusivo a la película. También era costumbre por aquellas fechas en los días previos al estreno, si este era de «campanillas», que algún chaval repartiese por las calles, especialmente por las del centro, octavillas y prospectos anunciándolo.
Es de suponer que bajo los soportales del antiguo Teatro Nuevo -así se llamaba antes de ser rebautizado con el nombre de la escritora gallega- se formasen largas colas para hacerse con un lugar de privilegio desde el que presenciar la proyección; muchos de los asistentes aprovecharían para comprar golosinas, pipas o tabaco de estraperlo en los dos puestos que se colocaban frente a la puerta de entrada a la sala y, una vez debidamente pertrechados, acceder al Teatro para darse de narices con aquel gran tapiz, a modo de sobre telón, lleno de anuncios publicitarios de Firmas coruñesas entre las que se encontraba “Fernández y Vedmar S.L.” de la que era propietario mi padre.
Por supuesto que la clientela que ocupase las localidades de butacas se sorprendería, al menos aquellos que no fuesen habituales del teatro, al ver aquel bien mantenido y lustroso gato que, propiedad de la Empresa, se enseñoreaba de la sala, ajeno a lo que en ella se ventilaba como si la cosa no fuese con él.
Volviendo al año del estreno mundial, 1962, lo recuerdo cargado de evocaciones; tenía diez años y acababa de aprobar el Ingreso al Bachillerato, primera prueba seria a la que había que enfrentarse en la larga carrera por alcanzar la meta de la Universidad y, tan solo algo más de cuatro meses antes había participado, con éxito, en la organización de nuestra primera Hoguera de San Juan, aquella que dio origen a la actual Noite da Queima.
Dado que la calificación de la película era «mayores de 18 años» y supongo que con un montón de erres que, a modo de reparos, solían figurar en la calificación moral que, colgada en la puerta de alguna de las iglesias, se otorgaba a las películas que se proyectaban, no pude acudir a su estreno, acompañando a mis padres, como hubiera sido mí deseo. Pese a todo, estoy seguro de que los ecos tanto de la película como de su personaje, James Bond, no habrían pasado inadvertidos para nadie, convirtiéndose durante los días previos y posteriores al estreno en la gran comidilla de mi pandilla de amigos; no así de mis compañeros del Colegio ya que en aquellas fechas todavía seguíamos de vacaciones estivales.
Lo cierto es que, caso de haber podido asistir alguno de nosotros, nadie ocultaría este hecho, al contrario de lo que solíamos hacer cuando, de la mano de nuestros padres, acudíamos a ver una película de Marisol, tan de moda por aquellas calendas, que provocaba, al solo admitir nuestra presencia ante amigos y compañeros, que se nos subiesen los colores por el hecho simple de que, en el fondo, aquella chiquilla de rubios cabellos la habíamos convertido en una especie de paradigma e icono de la belleza infantil y, por descontado, en el ideal de niña que deseábamos como compañera en aquel despertar al amor de adolescencia.
Imagino que «el Agente 007 contra el Dr. No» la vi, años después, con ocasión de su reestreno; de esta suerte, aquel domingo o lo que fuese, me planté en el cine, en unión de algún amigo, para asistir a la proyección de la primera película de aquel personaje, un espía inglés al servicio de la Reina de la Gran Bretaña que, pese a no provocar en principio nuestra simpatía por el hecho de su origen, si despertaba nuestra curiosidad ávidos de vivir aventuras como las presentadas en el film.
Tras levantarse el telón y visionar el tradicional NO-DO -cuántas noticias conocimos por medio de aquella especie de telediario un poco «reseso» al mostrar hechos e imágenes acaecidas cuando menos una semana antes pero que, sin embargo, era capaz de abrirnos una gran ventana al mundo-, la película comenzó a sorprendernos con aquella careta de presentación que luego sería una constante en la totalidad de los films de esta larga saga.
Después, un joven y elegante Sean Connery, encarnando el papel de James Bond, el Agente 007 con licencia para matar, tenía que vérselas con una avieso y diabólico personaje, el Dr. No -una suerte de Soros, Bill Gates o cualquier otro globalitario de la vida-, que ansiaba hacerse dueño del mundo, plan que, evidentemente, desbarataba nuestro Agente tras mil peripecias a cada cual más peligrosa y comprometida.
En medio de ambos personajes, una mujer también de leyenda, Úrsula Andress, un auténtico «bellezón», con un cuerpo escultural que nos encandiló a todos, jóvenes y mayores, con aquella espectacular salida del mar, vestida tan solo con un biquini y un cuchillo a la cintura, y que durante años fue capaz de despertar nuestras más íntimas pasiones y nuestros deseos más eróticos, algo así como la musa de nuestros sueños más apasionados, ¡increíble!
Pero la cosa no quedó ahí. Al año siguiente, James Bond regresó con «Desde Rusia con amor» y al otro lo hizo con «Goldfinger» y, más tarde, con «Operación Trueno» y después con «Solo se vive dos veces», convirtiéndose en una constante que retornaba a nuestras vidas cada nueva temporada.
Como quiera que estas primeras películas se estrenaron en España, sucesivamente, en 1964, 1965, 1966 y 1968, y su clasificación sería también para mayores de 18 en aquellos años que para acceder al cine pedían el Documento Nacional de Identidad a los que ofrecían dudas sobre su mayoría de edad, tampoco pudimos asistir a su estreno, conformándonos con verlas, años después, en cines de segundo orden.
Debió ser con motivo del estreno de «007 al servicio de su Majestad», allá por los primeros meses de 1970, cuando pudimos, por fin, asistir a la presentación, en una de las salas coruñesas de estreno, de una de las películas de la saga. Otro año este de muchas evocaciones personales ya que unos meses después, en junio, proclamaríamos a la I Meiga Mayor, dando así el espaldarazo definitivo de la recuperación de la noche de San Juan de nuestra ciudad.
Tras estas primeras películas vinieron otras y después otras y así sucesivamente durante tantos y tantos años; también el protagonista fue cambiando y a Sean Connery lo sustituyó, a partir de 1973, Roger Moore con «Vive y deja morir». Diez años después, en 1983, Sean Connery retornó con «Nunca digas nunca jamás» aunque tan solo dos años más tarde, Roger Moore protagonizó la que sería su última película de esta prolífica saga, «Panorama para matar».
Con «Alta tensión», estrenada en 1987, el personaje de James Bond lo protagonizó Timothy Dalton hasta 1995 en que, con «Goldeneye», apareció Pierce Brosnan encarnando al Agente 007 papel que desempeñó hasta 2006 en que Daniel Craig encabezó el reparto de «Casino Royale».
En cuanto a los personajes femeninos de la saga fueron muchos y muy variados, aunque siempre con un denominador común, ser, incluso las malas, auténticas bellezas del panorama cinematográfico internacional. Mujeres que nos hicieron envidiar, una y mil veces, al Agente Secreto creado por Ian Fleming.
De una u otra forma, todos fuimos creciendo al lado de este personaje de leyenda y con él, a su lado, jugamos a la ruleta en el Casino de Montecarlo; esquiamos en la mítica estación de Saint Maurice; nos bañamos en las cálidas aguas de Jamaica; cortejamos a las mujeres más hermosas y atractivas del momento y, por supuesto, bebimos Martini mezclado, no agitado.
James Bond, el Agente 007, fue como un impenitente compañero que nos acompañó a lo largo de toda nuestra adolescencia, nuestra juventud y nuestra vida; junto a él vivimos sus trepidantes historias a cada cual más fantástica e imposible, enseñándonos que el valor, la audacia y el éxito, son valores que nunca están al servicio de los mediocres.
Habrá quien trate de afear a este personaje. Supongo que la estúpida pijoprogresía, feminazis y podemitas incluidas, le achacarán que es un individuo machista y misógino, prototipo de la sociedad capitalista y decadente, cuando en realidad igual de decadentes y pasados de moda están ellos, aunque crean lo contrario, y encima no se dejan acompañar por los «bellezones» que viven las aventuras con nuestro protagonista ya que, aunque la mona se vista de seda, mona se queda; pero en fin…
Para mí, James Bond fue un compañero de viaje por los senderos de la vida a lo largo de los años que, de momento, Dios me ha querido dar de vida.
¡Gracias Bond, James Bond!
Autor
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José Eugenio Fernández Barallobre, español, nacido en La Coruña. Se formó en las filas de la Organización Juvenil Española, en la que se mantuvo hasta su pase a la Guardia de Franco. En 1973 fue elegido Consejero Local del Movimiento de La Coruña, por el tercio de cabezas de familia, y tras la legalización de los partidos políticos, militó en Falange Española y de las J.O.N.S.
Abandonó la actividad política para ingresar, en 1978, en el entonces Cuerpo General de Policía, recibiendo el despacho de Inspector del Cuerpo Superior de Policía en 1979, prestando servicios en la Policía Española hasta su pase a la situación de retirado.
Es Alférez R.H. del Cuerpo de Infantería de Marina y Diplomado en Criminología por la Universidad de Santiago de Compostela.Está en posesión de varias condecoraciones policiales, militares y civiles y de la "F" roja al mérito en el servicio de la Organización Juvenil Española.
Fundador de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña, del Museo Policial de la J.S. de Policía de Galicia y de la Orden de la Placa y el Mérito de Estudios Históricos de la Policía Española.
Premio de narrativa "Fernando Arenas Quintela" 2022
Publicaciones:
"El Cuerpo de Seguridad en el reinado de Alfonso XIII. 1908-1931" (Fundación Policía Española)
"La uniformidad del Cuerpo de Seguridad en el reinado de Alfonso XIII 1887-1931 (LC Ediciones 2019)
"Catálogo del Museo Policial de La Coruña". Tres ediciones (2008, 2014 y 2022)
"Historia de la Policía Nacional" (La Esfera de los Libros 2021).
"El Cuerpo de la Policía Armada y de Tráfico 1941-1959" (SND Editores. Madrid 2022).
"Policía y ciudad. La Policía Gubernativa en La Coruña (1908-1931)" (en preparación).
Otras publicaciones:
"Tiempos de amor y muerte. El Infierno de Igueriben". LC Ediciones (2018)
"Historias de Marineda. Aquella Coruña que yo conocí". Publicaciones Librería Arenas (2019).
"El sueño de nuestra noche de San Juan. Historia de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña". Asociación de Meigas (2019).
"Las Meigas. Leyendas y tradiciones de la noche de San Juan". Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña (2011).
"Nuevas historias de Marineda. Mi Coruña en el recuerdo". Publicaciones Arenas (2022). Ganadora del premio de ensayo y narrativa "Fernando Arenas Quintela 2022".
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