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Los negocios de las mafias de traficantes humanos y las complicidades de las ONG con organismos oficiales e intereses políticos se acentúan en Italia frente a las elecciones generales del 25 de septiembre.
Según los datos publicados por el Ministerio del Interior italiano, el número de ilegales desembarcados desde 1 de enero al 31 de agosto de 2022 fue de 57.168. En el mismo período de 2021 fue de 39.410 y en 2020 de 19.340. Las cifras son contundentes y escalofriantes.
¿La inmigración clandestina a Europa puede revertirse y ser evitada? ¿El control efectivo de las fronteras es posible? ¿Pueden los Estados recuperar su soberanía y seguridad en defensa de su gente, de su tradición, cultura y costumbres frente al fracaso más que evidente del llamado multiculturalismo?
Como parte de la respuesta a estos interrogantes nos remontamos a un momento del pasado reciente en Italia que sirve de contraste. A poco más de un mes de asumir el cargo de Ministro del Interior, Matteo Salvini consiguió el cambio de tendencia. El por entonces ministro comunicó ante las comisiones de Asuntos Constitucionales de la Cámara y el Senado que el número de los desembarcos había caído en picado: 4.677 frente a los 34.220 del año anterior, es decir una reducción del 86%. Los datos fueron elocuentes y sin lugar a dudas han resultado de la determinación, voluntad y acción política del gobierno. En la comparecencia dio las pautas para resolver la compleja situación: “Hay que interceptar primero los flujos en los11 países de salida y de tránsito. Las fronteras italianas deben considerarse seriamente, ya no sólo como fronteras nacionales, sino como fronteras de toda Europa y, por tanto, defendidas colectivamente por las instituciones de la UE”.
A la salida del gobierno de Matteo Salvini, en septiembre del 2019, sus hechos y palabras cayeron en saco roto con la derogación de los decretos de seguridad aprobados durante su mandato y el cambio de dirección de sus políticas migratorias y de seguridad. Sorprendentemente, y a pesar de los excelentes resultados por la aplicación de sus medidas en el marco de la Ley y la Constitución, Salvini hoy sufre la persecución judicial acusado de secuestro de personas por evitar los desembarcos clandestinos y con la petición de 15 años de prisión.
El candidato y líder de Lega en un tuit del 28 de agosto mostró con un gráfico que los desembarcos en agosto de 2019 fueron 1.268, mientras que en lo que va de agosto de este año son de 14.103, es decir un 1012% de incremento comparativo, unos datos estremecedores en estas fechas que son la antesala a la convocatoria electoral más importante de las últimas décadas en Italia. Una marea humana de ilegales desembarca a centenares día a día y es utilizada como instrumento político por parte de la izquierda y el progresismo ante el temor de la llegada inminente al gobierno del tándem Meloni-Salvini-Berlusconi.
La izquierda, viendo las encuestas y el apoyo popular hacia la alianza de centro-derecha, pierde los nervios y recurre a argumentos peregrinos para deslegitimar a sus adversarios: “Quien nos vota a nosotros vota a Europa, quien vota a los otros está con Putin”, esgrimió Enrico Letta del Partito Democratico, y fue más allá aún, sugiriendo que la centroderecha no podrá gobernar porque serán vetados por la comunidad internacional.
Giorgia Meloni, la candidata que encabeza las preferencias en la alianza del llamado centrodestra y líder de Fratelli d’Italia, apuesta por la urgencia de medidas tajantes: “Un Estado serio controla y defiende sus fronteras. Nunca me cansaré de repetir que la única manera de detener la inmigración ilegal es un bloqueo naval”. Por su parte Matteo Salvini se centró en el objetivo de recuperar y reintroducir sus decretos de seguridad que dieron excelentes resultados para frenar a inmigración ilegal. “Stop sbarchi. Più sicurezza” (Basta de desembarcos. Más seguridad) es uno de los lemas de campaña que escuece a la corrección política, ya que sin complejos puso sobre el tapete dos tabúes como la inmigración clandestina y la inseguridad en las calles, algo insoportable para el progresismo.
El 29 de agosto Salvini y Meloni coincidieron en campaña en Messina, Sicilia, y el secretario federal de Lega tuiteó en su cuenta “Dejamos las divisiones, la ira y las polémicas para la izquierda. Unidos ganamos” con una significativa foto junto a la presidente de Fratelli d’Italia donde puede apreciarse el cariño mutuo y la cercanía que ambos profesan. Meloni retuiteó con el comentario: “La mejor respuesta a las mentiras de la izquierda sobre supuestas divisiones”.
Si ambos dirigentes y fuerzas políticas coinciden con determinación en el cambio de rumbo de los asuntos trascendentes de Italia -no solo en la cuestión migratoria y de seguridad- que acaben con la nefasta gestión de la izquierda y el progresismo, Italia recuperará muy pronto su dignidad y Europa el mejor rostro de su cultura milenaria.
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