21/11/2024 20:33
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El odio de la anti España se incrementa  paralelamente al crecimiento exponencial de la desidia, la indiferencia,  la indolencia y la claudicación de buena parte de pueblo español ante el empuje del sectarismo de la izquierda. Una tristeza infinita me embarga el corazón ante lo uno, pero sobre todo, ante lo otro. Solamente se puede defender a quien se ama, a lo que se siente como parte de uno mismo. Con la mirada con  los ojos enjuagados por las lágrimas del dolor de un amor incontestable, inconsolable e incontenible, confieso orgulloso, que amo a mi Patria y que hoy, como siempre, soy un enamorado de España.

La Patria es como una madre, a la que hay que dar lo mejor de uno mismo, haciéndola objeto los empeños individuales, en lo personal y en lo social, en lo íntimo y en lo público, en lo profesional y en lo vocacional, pero entendiendo que somos una familia con una comunidad de intereses y afectos,  recíprocos y compartidos, con un sentimiento de  devoción profunda, leal y sincera a nuestros ancestros y a nuestros herederos, pero también en una fratenidad de intereses en el destino de todos. La ruptura y la división es causa de una tragedia, a veces irreparable, que sacude el presente y el porvenir de todos. El drama está servido y la deriva a merced de las circunstancias acabarán por destruir el pasado –olvidándolo-, el presente –arrasándolo- y el futuro –arruinándolo-.

Es momento, siempre lo es, de rearmarnos moralmente y actuar en consecuencia. De nada sirve la nostalgia de tiempos pasados, si nos quedamos sumidos en la melancolía y el abatimiento, en el ensimismamiento, o practicando el escapismo sin mirar hacia delante. Sentados confortablemente en nuestros sillones, postrados ante nuestros televisores, hundidos en nuestros recuerdos, perdemos el tiempo y asumimos una derrota anticipada. En esto no hay edades, no es cuestión de generaciones de abuelos y jóvenes, no se trata del conflicto generacional que señalara Augusto Comte, es algo mucho más sencillo y, precisamente por eso, más complicado. Es vivir a la luz de una creencia, unos principios y unos valores. La fuerza del ejemplo es incontestable. Se puede enseñar lo que se ha aprendido a través del testimonio, sólo así se puede trasmitir a lo largo de los tiempos, a lo largo de la historia la lección aprendida. Es la micro revolución y la regeneración personal, germen de la verdadera revolución social necesaria e imprescindible.

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El duelo está servido, en su doble sentido. De una parte, la aflicción de quienes asistimos al deseo de enterrar a España, desde el rencor, el odio, el revanchismo, la venganza y el negacionismo a la Patria común; de otra parte, al combate dispuesto ante el desafío insolente y el reto, cobarde y miserable, de los enemigos declarados de nuestro destino común. Esta es nuestra tierra y hay que defenderla. No cabe la ambigüedad, o la timidez  del timorato que tiene miedo ante el riesgo evidente, mientras se escandaliza indeciso, irresoluto, vacilante, encogido, apocado y pusilánime, por la amenaza inminente. La palabra, el combate dialéctico está muy bien, pero la acción nos define. Somos lo que hacemos, no lo que declaramos de forma discreta o grandilocuente.

Decía Voltaire, fíjense ustedes, que “La idiotez es una enfermedad extraordinaria, no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás”, o “Cualquiera que tenga el poder de hacerte creer idioteces, tiene el poder de hacerte cometer injusticias”.  Esto lo planteaba quien frente a la religión proclamó el poder de la razón y de la ciencia. Es, sin duda, un punto de partida y referencia obligada para quienes se han empeñado en cercenar nuestras tradiciones, costumbres y  las esencias de  nuestra identidad nacional. La estrategia es clara: primero se desmonta, triturando, los pilares identitarios nacionales y, luego, con enorme éxito –hay que decirlo-, desde la sospecha, la falsificación de la realidad y la manipulación de la verdad, se siembra la mentira y las posturas negacionistas para ocultar una evidencia, una certeza.

Así pues,  los enemigos de España la fuerza la tienen en un proyecto y una estrategia diseñada. Saben lo que son, saben lo que quieren y están dispuestos a conseguirlo. Disfrutan, con grandes ventajas y réditos electorales, de la falta de un verdadero pensamiento crítico; de la ausencia de un rearme moral e ideológico del adversario; de la endeblez y la fragilidad de un pueblo anonadado incapaz de ofrecer resistencia; de la miserable complicidad de los melifluos y los ambiguos; en definitiva, de un rebaño de ovejas dóciles, sumisas e idiotizadas. Para custodiar a esta masa despersonalizada y manipulada, verdadera vara de alcándara, utilizan tres cayados muy eficaces a modo de bastón: la garrota de la educación; la cachava de los medios de comunicación y, el báculo de la tribuna garantizada por el sistema partidocrático que padecemos, aceptamos y apoyamos. Con esta conjugación de factores y elementos la suerte está echada y la comida servida. Una auténtica bazofia indigerible.

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La postura de los que amamos a nuestra Patria, España, no debe ofrecer dudas, debe ser contumaz, es decir, firme en la actitud , decidida en el comportamiento, valiente en la defensa de las ideas y responsable en las intenciones. El arrojo, a pesar de los castigos, a costa de las advertencias malintencionadas y las amenazadoras sanciones, es la condición que se presume a quienes nos declaramos en abierta y franca rebeldía en nuestra porfía. La capacidad de intimidación con su enorme arsenal disuasorio no puede acobardarnos, nuestra convicción y amor incontestable a nuestra españolidad y patriotismo, bien entendido, debe inhibirnos de todo miedo y temor. Somos menos, muchos menos, pero si estamos inspirados en nuestro amor y estamos seguros de nuestra fe, el combate por España está asegurado.

 

Muchos referentes personales tengo desde mi acervo familiar individual. Nací con la distinción de ser español y me enseñaron mis mayores a amar a mi Patria.  Me lo testimoniaron y lo aprendí. Yo se lo he intentado y sigo intentando transmitir a mis hijos y alumnos, pese a mis sienes plateadas y frente cada vez más despejada.  Junto a este rico patrimonio familiar, inmaterial e incuantificable, con enorme valor, que es muy distinto que el precio, siempre me ha inspirado una fuerza y un vigor revitalizante, la figura de un hombre excepcional, exponente de las virtudes ejemplares que siempre he admirado. Un hombre de juventud criminalmente arrebatada, de  talla inigualable y pensamiento maltratado, mancillado y tergiversado. Ese hombre irrepetible sigue siendo el capitán de mis anhelos y mis sueños patrios. Su nombre es José Antonio Primo de Rivera. Su mensaje de Pan, Patria y Justicia sigue siendo actual.

Autor

José María Nieto Vigil
José María Nieto Vigil
Historiador, profesor y periodista. Doctor en Filosofía y Letras. Director de Comunicación Agencia Internacional Rusa