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CARTA AL DIRECTOR DE CARLOS ANDRÉS

Continuamos con el capítulo X (septiembre 1936-marzo 1939) del libro, del que adelantábamos que tiene alguna anécdota memorable de Franco que está a la altura del famoso “Usted haga como yo, no se meta en política”, y que es muy significativa sobre lo que pensaba de la Falange de antes de la guerra.

Para empezar, unas pinceladas que retratan el ambiente efervescente y heroico que se vivía en la España Nacional durante el primer trimestre del 37. 

“El 24 de enero, Hedilla pronunció un discurso radiado acentuando la vertiente social de su posición y en la cual, la frase intencionada, creo recordar, era: «quedo aguardándoos camaradas trabajadores de la España roja”. A continuación vino el lío del reparto del texto y emisión en la radio del discurso de José Antonio del 2 de febrero 1936 (etapa colectivista de José Antonio) que había sido prohibido por los servicios del incipiente Estado desde Salamanca, prohibición que Dionisio Ridruejo, cumpliendo órdenes de la Junta de Mando de Falange, incumplió. Unas detenciones a voleo y la subordinación de todas las milicias de partido al general Monasterio fueron las consecuencias de aquella rebelión de tono menor.” (pp. 107 y 108)  

“Dionisio Ridruejo, en aquella época, era políticamente un producto típico de la Falange madrileña, mezcla de poetas preocupados por el estilo, de milicianos miméticos de lo que Europa ofrecía entonces como nuevo, y de políticos nacionalistas dispuestos a fórmulas sociales colectivistas a cambios de la “grandeur”. Por eso, hizo buenas migas desde el principio con los “centuriones” vallisoletanos que desde la fusión de las JONS con la Falange habían quedado arrebatados por esa mezcla de lo elegante, de lo brutal y de lo de avanzado”. (p. 108) 

“Y puesto que acabo de hacer una referencia a los sucesos de Salamanca me limitaré a decir que a mí no me extrañaron, puesto que el ambiente directivo de la Falange me recordaba al que yo, con tanta alegría y paz, había voluntariamente abandonado en la calle Marqués de Riscal de Madrid en enero de 1935, es decir, dos años antes” (p. 109)   

“… apareció Ramón Serrano como una versión de ultratumba: pálido, canoso, macerado, vestido de luto riguroso. Era un alma doliente que enseguida nos habló de sus dos hermanos sacrificados en la zona roja y cuyo recuerdo le acompañaba siempre.” (p. 110)

 “Pocos días más tarde conseguimos nuestro objetivo y Mercedes apareció nombrada delegada Nacional de Auxilio Social, como servicio independiente y con sus fines bien señalados y reconocidos. Había acabado la etapa de Auxilio de Invierno con las interferencias de la Sección Femenina.” (p. 110) 

El Auxilio Social centrará la actividad de Bedoya y Mercedes viuda de Onésimo Redondo en el 37. Para recaudar fondos para recurren a amigos y conocidos de todo el mundo: Buenos Aires, Manila, Nueva York, Londres. El equipo era “transversal” en cuestiones ideológicas,  dicho en palabras de hoy en día:

“En este equipo se daban ya todas las características que nos permitieron realizar una obra profundamente nacional por encima de la lucha partidista: había dos con jonsistas (Ercilla y Román), un republicano de Miguel Maura y muy amigo del Doctor Marañón (José Pardo), un republicano de Lerroux (Martínez Tena), un republicano de la FUE (Eduardo Lozano), un hijo de socialista ferroviario (Argote), una monarquía alfonsina (Carmen de Icaza) y independiente muy independiente (Pérez Delgado)” (p. 112)

“En el caso de Blas Pérez, este procedía del grupo político de su maestro en derecho civil don Felipe Sánchez Román, y por cuestiones electorales y de paisanaje canario era muy amigo del Doctor Negrín. Le había sorprendido la rebelión del 18 de julio en León e inmediatamente fue controlado por sus compañeros los aviadores militares, dejándole en un régimen de vigilancia, pero él no se sentía seguro y en cuanto pudo conectó con Nicolás Franco, quién le protegió, en aras -creo yo- de la fraternidad masónica, llevándole consigo al Cuartel General del Generalísimo en Salamanca. También Blas Pérez fue premiado con un ministerio por su labor depuradora, como veremos más adelante” (p. 115)  

Incluso se recicló algún masón. 

“A todo esto, la organización de Auxilio Social se complicaba hasta el punto de necesitar de la colaboración gratuita de 40.000 mujeres que cada vez con más dificultades (porque de todo se cansa la naturaleza humana) nos prestaba la Sección Femenina. (…) Mercedes, ni corta ni perezosa, se fue a ver a Franco, al que convenció fácilmente y el 11 de octubre de este año de 1937, estoy evocando, apareció un decreto de la Jefatura del Estado creando el Servicio Social de la Mujer y atribuyendo su organización y desarrollo a Auxilio Social. (pp. 116 y 117)

A principios de 1938 el ministro de Organización y Acción Sindical, Pedro González Bueno, le ofrece ser subsecretario de su departamento, para que organizara los sindicatos verticales. Renuncia porque precisamente no cree en los sindicatos verticales. Al final el ministro le lleva a hablar con Franco:

“Mi general, creo que, a estas alturas de la guerra, los jóvenes no podemos dar el espectáculo de aceptar puestos en el nuevo gobierno por el simple hecho de ser puestos del Gobierno; si no nos sentimos preparados para ello, si se trata de realizar -como en este caso- una tarea que no comparto (y me refiero a esos sindicatos verticales que siempre combatí), creo que lo mejor es no aceptar”. A Franco se le humedecieron los ojos, cosa que entonces me asombró y emocionó mucho, pues ignoraba que le sucedía con gran facilidad, y dijo: “Este gesto es una más de los que a diario justifican estas batallas (…). Váyase tranquilo y si no a Auxilio Social, donde tanto hay que hacer, y mañana, González Bueno, nos veremos un momento antes del Consejo de Ministros». (p. 119) 

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Se da cuenta su acercamiento a Mercedes:

“Y por el camino me sorprendió una sensación de alivio al pensar que no tendría que alejarme de Valladolid, que no tendría que separarme de Mercedes; por primera vez me di cuenta de que los días se me harían eternos y el trabajo desabrido si no tuviera la certeza de tener, de alguna manera, a Mercedes junto a mí, aunque fuese en el sentido más amplio es saberla implicada en el mismo quehacer. Me asusté al pensar que aquel sentimiento pudiese ser de amor…” (p. 120)

¿Y qué otra cosa pudiera ser? Le ofrecen la Dirección General de Beneficencia, que acepta:

“Haré ahora una alusión brevísima- para no volver a hablar de ello- a los otros puntos en los que concreté mi acción en los 18 meses que duró mi gestión como director general de Beneficencia. Mi primera preocupación fue dar una base sólida al Auxilio Social, incluyéndolo en los presupuestos del Estado a través de un sistema de subvenciones por plaza asistencial atendida; la segunda, dar una base legal a lo que veníamos realizando en el campo de la ocupación militar desde Auxilio Social y a lo que había iniciado Argillo desde el Estado, en el mismo sentido, mediante el establecimiento de un servicio de «Auxilio a Poblaciones Liberadas»; y, por último, creando, sin precedentes extranjeros ni españoles de ninguna clase, la Organización Nacional de Ciegos (p. 121).

En abril del 38 viaja a Roma. Se entrevistan con Mussolini y aprovechan para ver también a Alfonso XIII y a su hijo don Juan. Conocen también al hijo de este último, el que hasta hace poco fue el rey Juan Carlos. Conciertan una visita con Pío XI y van a Castelgandolfo, pero la curia vaticana les pone la cosa difícil con una excusa tras otra: que si el Papa está muy ocupado, que ahora hay un momento, que no puede ser, que quizás en una audiencia general…  Al final se enfadan mucho, con razón.

“Jesús Muro gritó: «Vámonos de aquí, no quieren vernos”. Monseñor repetía: “Están ustedes confundidos, van a ser situados en la primera fila de la audiencia pública. Juan Ignacio Luca de Tena precisó: “Esa no es suficiente distinción para los que representamos a quienes en estos momentos mismos están muriendo por Dios en los campos de batalla”. (…) El volterianismo de José Félix de Lequerica afloró: “Los lansquenetes, no los olvidemos, los lansquenetes están haciendo falta otra vez aquí”. (p. 124)

Típico resultado de servir a una Iglesia despojada de su poder terrenal: ni pagao, ni agradecido. Más de cincuenta años han tardado en reconocer a los mártires de la más dura persecución histórica de la Iglesia, por poner un ejemplo.

“En una entrevista que tuve como Franco -con motivo de su preocupación por la alimentación de la población civil de Cataluña, «porque militarmente va a caer toda ella a la vez”- me hizo ver su intimo enfoque político cuando me dijo: «No se cansan mucho de insistir en que lo fundamental es hacer la revolución y la revolución está hecha: ¿qué más revolución puede haber que el jefe de los “facciosos”, de los rebeldes está sentado en este sillón como jefe de Estado?” (p. 126)

 

Esta es una de esas frases antológicas del Caudillo, a la altura de “Usted haga como yo, no se meta en política”. Desconocida, menos graciosa, pero con muchísima mayor enjundia política. Es imposible no fantasear sobre lo que hubiera sucedido si el Caudillo hubiera tenido enfrente al Jefe… Independientemente del desenlace, independientemente de las simpatías que tengamos por uno o por otro, hubiera sido un duelo épico y tema sin fin para historiadores y viñetistas. La cachaza gallega frente a la exaltación andaluza. Hagan apuestas. 

“Comprendí que en cuanto acabase la guerra, lo lógico y natural, sería que perdiésemos a Mercedes, que pronto recompondría aquella vida que creía tan rota cuando la encontré en septiembre de 1936. Y sentí, de nuevo, lo que sería mi soledad, quiero decir, mi vida sin Mercedes. Ya no dudé más sobre la naturaleza de mis sentimientos y busqué la ocasión de hablarle de mi propósito de casarme con ella. (…)

– Lo que propones, Javier, es una locura: primero, por los hijos que tengo, que son tres; segundo, por la campanada política que supondría la boda de la viuda de un héroe de la cruzada, recien terminada la guerra.” (p. 127) 

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Pero la cosa siguió a delante… Y fueron felices, y comieron perdices y a nosotros nos dieron con la puerta en las narices. No a nosotros, sino a los camisas viejas madrileños, que nunca se lo perdonarían. 

XI La guerra civil ha terminado (abril 1939- agosto 1939).

Acaba la guerra; los nacionales entran en Madrid. Se encuentra con su tío Ramón Carande que le invita a comer la última sopa de hierbas que preparaban en casa por el desabastecimiento.

Hay también varias anécdotas políticas y una referencia a los viajes de Serrano Suñer a Roma y Ciano a España, fascismo de tramoya y decorados.

Serrano Suñer le ofrece el puesto de Ministro de Trabajo:  

“… el general había pensado en mí para ministro de Trabajo en el nuevo Gobierno y, al mismo tiempo, delegado nacional de Sindicatos de la Falange; Franco quería desmontar el tinglado estatal del Ministerio de Organización y Acción Sindical. Yo me quedé pasmado, me parecían nada mis 25 años y media me limité a preguntarle: 

– Pero tú, Ramón, ¿crees, de verdad, que podré con esta tarea?” (p. 135)

Al final, no cuajó, por esto:

“El grupo joseantoniano de la Falange de Madrid, reconstituido – como sabes- por la aparición, al final de la guerra, de algunas de sus cabezas pensantes, como son Rafael Sánchez mazas, Manuel Valdés, José María Alfaro, y el refuerzo familiar de Miguel Primo de Rivera, están que braman con la salida de Fernández Cuesta de la Secretaría general, no por solidaridad personal con Raimundo, sino por la pérdida de la Secretaría para la Falange, y con que seas tú, el jonsista, el de la disidencia con Ramiro, el único ministro procedente de lo que ellos llaman grupo histórico. (p. 137) 

Pero aún hubo más: Le ofrecen en compensación la Subsecretaría y la Delegación Nacional de Sindicatos, pero también eso le quitan casi de la boca, para dárselo a Manuel Valdés. Enfadado, Bedoya presenta su dimisión de sus puestos de director general de Beneficencia y Obras Sociales y de Consejero Nacional. 

La Falange madrileña no le perdonó la deserción del año 1934. Nunca. 

XII Pasiones políticas (septiembre 1939 – junio 1940).   

Se anuncia el Pacto de No Agresión entre Alemania y la URSS. Estalla la Segunda Guerra Mundial. El 5 de septiembre se publica en el Boletín Oficial del Estado la política de estricta neutralidad.

“El día 3 de noviembre de este año 1939 nos casamos Mercedes y yo a las 19:00 h de la tarde en la capilla del Obispo. Asistieron solamente mis padres y los tíos de Mercedes, Acacia y Miguel López Bachiller, y los testigos, todos ellos del grupo de Auxilio Social. (p. 141) 

“Sin embargo, al grupo que vengo denominando “la Falange de Madrid” le sentó como un tiro nuestra boda; su alergia antijonsista se disparó de nuevo, sin conformarse con la pieza que en mí habían cobrado; ahora querían la cabeza de Mercedes” (p. 142) 

“Auxilio social inauguró su Congreso Nacional con un discurso correcto del general Agustín Muñoz Grandes como ministro secretario general del Movimiento. Ramón Serrano pidió que se le reservará la clausura. Ya tenía preparada la estrategia que le iba a entregar definitivamente a todo el grupo “primoriverista”, el cual bastante se le había resistido desde Salamanca. Todo iba a consistir en tratar de enviar a casa Mercedes y en reducir el papel de Auxilio Social al mínimo. 

(…) 

Los “enterados” estaban como siempre divididos: unos decían que el discurso de Serrano encerraba la bomba y otros, por el contrario, un apoyo decidido, porque el peligro había pasado. (…) En verdad el discurso del presidente de la Junta política y ministro del Interior fue muy calculado en sus efectos. Ante aquellos cientos de personas que representaban a miles que lo habían entregado todo por una obra de amor, vino a decirles que Auxilio Social no podía ser duradero, que su administración debía de reservarse al Estado, ya que en las actividades mixtas tenía que subordinarse a la sanidad pública, que los comedores colectivos tenían su antecedente en la URSS y que habían sido fustigados por el propio José Antonio.” (p. 143) 

Llevan el asunto a Franco a través del general Muñoz Grandes, que defiende al Auxilio Social. Franco intenta dar largas al asunto pero al final el Auxilio Social pasa a la Sección Femenina. Mercedes se queda solo con su cargo en el Consejo Nacional. 

Acaba aquí la Primera Parte del libro.

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