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Entrañables Minions, la verdad, legendario spin-off (subproducto o trama subsecuente) de Gru, mi villano favorito. Desde ese momento, no sabes con quien quedarte: sin con los amarillentos bichejos o con el falso malvado sempiternamente vestido de negro. Recién vista la última, Minions el origen de Gru, cervantina vuelta de tuerca, de toda la excelente saga me sigo quedando con la tercera parte de Gru (el año que viene, la esperadísima cuarta) y, cerca, muy cerca, con la primera de este trío calavera tan simpaticón: Minions. Y les recomiendo vivamente su peculiar pugilato con El Grinch, Yellow is the New Black (2018).

Primera parte de Gru: dos rotundos besazos

La gran homo-polémica veraniega, otro spin-off, Lightyear (a años luz, nunca mejor/peor dicho, de la sublime tetralogía de Toy Story). Y emerge potente, interracial y lésbico ósculo. Hipercomentada hasta el hastío…

…Por ejemplo, en la primera película de Mi villano favorito, justo cuando Gru se ufana ante sus ayudantes por haber mangado la neoyorquina Estatua de la Libertad, en medio de la «celebración», dos minions deciden darse un entusiasta y vehemente besazo.

Otrosí, también primera parte. Mientras Gru consigue aproximarse con éxito a nuestro satélite con el objetivo de hacerla diminuto y, claro, cómo no, sisarlo para demostrar sus inicuísimas habilidades, toda la cuchipanda de minions vuelve a festejar el logro y sí, nuevamente, otra parejita decide darse algún que otro morreo en la mui.

Segunda parte de Gru: sin beso, pero…

Ahora, la segunda entrega donde se nos presenta cómo trabajan los minions en el ciclópeo cubil donde habita Gru. Aunque ocurren muchas cosas a la vez, en un determinado instante dos minions deciden… esconderse sospechosamente dentro de una habitación.

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¿Estarán arreglando las armas de su jefe? ¿Repasan un nuevo plan?  Como tal no existe beso gay alguno como sí los había en la primera, pero sí un guiño que nos deja cavilando…O no.

Última entrega

La última, estrenada en los cines españoles el pasado 1 de julio. Minions: el origen de Gru nos sitúa en el jipiesco y peculiarísimo decenio de los sesenta de Gringolandia.

Al igual que en Lightyear, aunque en otro nivel y contexto, en el novísimo filme aparece una pareja homosexual, dos hombres abrazados y compartiendo palomitas en una abarrotadísima sala de cine donde acaban de entrar Gru y “sus” minions.

 

Como los ángeles, ¿tienen sexo los minions?

Todos estos ejemplos demuestran que las entregas de Minions y Gru mostraron besos, caricias y algunas otras secuencias más sugerentes. Por ejemplo, el recurrente asunto del travestismo: pelucas y vestidos por doquiera.

¿El sexo? Si hay amor “todo está bien”, calculadísima ambigüedad erótica devendría una de las polisémicas lecturas de estas estupendas cintas. Pero brota improrrogable incertidumbre precisamente sobre el sexo: ¿Los minions poseen algún tipo de atracción erótica (hacia cualquiera de ambos sexos) o simplemente se dejan llevar por el momento?

¿Todos ahora son gais o lesbianas?

¿Epi y Blas, sarasas? ¿Mi amadísimo Bob Esponja zumbado por Calamardo? ¿Lo mismo que Leoncio el león y Tristón?, ¿el Oso Yogi y Bubú?, ¿ Winnie The Pooh y su panda de colegas montando orgías sodomitas? ¿El reno de Santa Clavos, Rudolf? ¿Elsa, la princesita de Frozen, icono lésbico?….Buff, qué latazo, al menos que no me toquen a mi Jack Skellington…

…A muchos, un poco menos de hipocritón histerismo “homofóbico”. Y, coño, disfruten de estas estas magníficas películas. Incluso de la menor, muy menor Ligthyear. En fin.

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https://elcorreodeespana.com/cine/662240744/El-sin-igual-Jack-Skellington-contra-todas-las-farsas-Por-Luys-Coleto.html

 

 

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.