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Aunque es totalmente exagerado decir que toda la Revolución Francesa fue debida a la Masonería, pues en ella participaron influencias de varios tipos y circunstancias externas a la masonería, es evidente que un gran número de masones fueron decisivos en este acontecimiento, pero hay que evitar ese error del reduccionismo, reducir algo solo a un tema u origen, sobre todo en acontecimientos complejos.

Ni los judíos comunistas fueron los únicos responsables del triunfo comunista en Rusia, ni la masonería es el fundamento único de los complejos temas que llevaron al triunfo de la Convención francesa.

Como tampoco fue solo la habilidad de Hitler la que logró el triunfo de 1933 en Alemania.

Por supuesto en cada uno de estos casos la importancia de judíos, masones o Hitler fue muy significativa en cada caso, pero no la única, ni siquiera la más decisiva causa.

La decadencia monárquica y la miseria popular fueron esenciales también en Francia. La derrota de Rusia en la I Guerra Mundial fue fundamental en la caída del zarismo, y el Tratado de Versales junto a la crisis económica de 1929 fueron muy importantes para el triunfo electoral del NSDAP.

En cambio en el tema de la llamada ‘Declaración de Derechos Humanos’ de 1789 si podemos decir que es una obra casi exclusiva de la Masonería.

El Gran Maestro del Gran Oriente de Francia, en el nº 155-1456 de la revista ‘Humanisme’ (1983-84) ya lo escribió: “La Declaración de Derechos Humanos fue elaborada por nuestras logias”.

Este documento totalmente incompetente, utópico, hipócrita hasta el infinito, inútil en todo, fue un producto intelectual de los masones.

Trata de establecer como ‘universales’, de obligada creencia y obediencia una serie de declaraciones salidas de sus utopías que nunca han sido refrendadas por la realidad.

Podría decir que su principal crimen es la hipocresía, con una envoltura azucarada de buenas intenciones esconde principios masónicos nefastos en la realidad y, para colmo, negados ya en el propio texto, como veremos.

Un ejemplo de la hipocresía se puede comprobar recordando que cuando se dictó, apoyando y copiando los preámbulos de la ‘Declaración Americana de Independencia’ de 1776 (ya redactados por masones en su totalidad), no les importaba saber que en Francia y USA estaba legalizada totalmente la esclavitud. El primer presidente de USA, George Washington tenía esclavos y legalizó la esclavitud. Y su embajador en Francia, Benjamín Franklin, masón, apoyó y participó en la redacción del lamentable documento, sin reparo alguno.

Esta declaración es una total farsa, que pretende establecer como ‘absolutos’ principios totalmente falsos como “todos los hombres son creados iguales”, lo que es evidentemente falso, y de la misma forma se opone a la realidad a base de utopías y falsedades masónicas.

Combatir estas ideas no es aceptar la barbarie o la tiranía sino oponer a ellas principios naturales acordes a la realidad. Una de las tácticas de la masonería en este tema es hacer creer que una crítica a ese documento es apoyar la dictadura.

Claro que, en Francia tras firmar este papelito, los mismos que firmaron y aplaudieron, generaron y crearon el Tribunal del Terror, exterminando a todo disidente.

Podría parecer que eso fue solo un ‘error’ pero no es así. Hay un ejemplo aun más jocoso, cuando se aprobó en la ONU la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París, el 10 de diciembre de 1948 en su Resolución 217 A (III), donde en esa Asamblea y redacción participaba la URSS con Stalin a la cabeza.

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Ni uno solo de los firmantes tenía la intención de cumplir las utopías firmadas.

Cuando firmaban que “Considerando también esencial promover el desarrollo de relaciones amistosas entre las naciones” estaban ya declarando guerras en medio mundo, invasiones y matanzas sin fin.

Y en ese mismo año que firmaban:

“Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”, se prohibía en casi toda Europa cualquier opinión contraria al pensamiento único, y desde entonces se han prohibido aun más opiniones simplemente históricas.

Y en los países comunistas estaba prohibido todo. Incluso esa otra declaración “Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.

Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país”, que nunca se ha cumplido en ningún país comunista.

Alguien creerá que estas hipocresías ya se han corregido, craso error, se han endurecido aun más las prohibiciones.

Y luego esa utopía jamás cumplida, que aparece para escarnio de cualquier lector de la Declaración:

“Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo”.

Pero hay más, hoy el progresismo democrático, que tanto adora esa Declaración de Derechos Humanos, odia y combate totalmente este otro tema:

Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos”.

 

Pero es que los que firmaron aquel papel escatológico de la Declaración de Derechos ya tuvieron la precaución de anularlos todos en el último punto, que dice (lo mismo pone nuestra infecta Constitución):

En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley…·”

Perfecto, así pues, basta establecer leyes que anulen esas ‘libertades’ de expresión o de lo que sea, y ya está solucionada toda la hipocresía. Así lo han hecho todos los países.

 

LOS VERDADEROS PRINCIPIOS

No se trata de negar todo derecho humano y así establecer una tiranía o mostrar un desprecio por la dignidad humana. Pero esta Declaración tiene tres errores de base que la hacen infecta.

Son errores individualistas, o sea no hay Derechos de la Comunidad. Para nosotros el bien común es superior al bien particular en caso de conflicto grave.
No es aceptable definir ‘Derechos’ sin definir ‘Deberes’. Debe haber una correlación entre deberes y derechos. Es muy típico de la demagogia ignorar los deberes.
La Hipocresía de esta declaración que, como hemos visto, en la realidad no tiene valor alguno y además se firmó ya con plena idea de incumplirlos totalmente. Nosotros somos totalmente contrarios a declaraciones utópicas, y más si son hipócritas. Hay que declarar lo que se va a cumplir sin mentir ni engañar. El punto 30 es una demostración más de mala fe y de hipocresía.

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Una Declaración aceptable debería llamarse: Declaración de los Deberes y Derechos de las Personas y las Comunidades.

Aun así, no somos los nacionalsocialistas muy partidarios de documentos teóricos, sino de actuar en la práctica de forma que sea correcta éticamente y para mejorar la comunidad popular.

En los casos donde hay conflicto o decisiones sobre derechos y deberes, entre individuos y comunidad, cada caso debe ser analizado y tomadas las decisiones correctas. Aunque en principio el bien común es superior al individual, eso no implica que por temas comunes se deba siempre ignorar los derechos de una persona, hay que equilibrar en aquellos casos en que la gravedad individual es importante y valorar el beneficio común en su necesidad.

Podríamos citar la maravillosa obra “El enemigo del pueblo” para ver un caso donde es preciso actuar equilibrando los derechos individuales, los colectivos y sobre ellos la ética.

 

LA MASONERIA COMO ENEMIGO

Cuando uno lee los principios de la Masonería puede plantearse si realmente es una secta peligrosa, pues parecen totalmente inocuos, utópicos y liberales, pero no tan malignos como decimos que es la Masonería.

Es evidente que la Masonería no es tan peligrosa por sus planteamientos teóricos como por su actuación real en finanza, política, medios, etc…

Para convencerse de su tremendo poder y su implicación en el Sistema no es necesario siquiera dar nombres de la cantidad enorme de masones en puestos importantes, basta una observación mucho más sencilla y directa.

Si repasamos la prensa del Sistema, sea de derecha o izquierdas, de un año entero veremos que no se habla nunca de la Masonería, curioso pues siendo una ‘secta’ semi secreta, de otra cualquiera se hablaría y criticaría, ya fuera por los conservadores o por los progresistas.

Un ejemplo es el Opus, una pseudo masonería católica que es acusada continuamente por la prensa progresista, y donde salen libros de las editoriales importantes con denuncias y acusaciones.

Para encontrar algo denunciando a la Masonería hay que ir a libros casi prohibidos y editados por pequeñas ediciones marginales.

Pero hay más, nunca se denuncia o se indica como ‘masón’ a un cargo importante, ya sea de derechas o izquierdas. Y si alguien lo dice, se le considera como un ‘fascista’. En cambio cuando un ministro del PP era del Opus salía denunciado como tal en toda la prensa progresista.

La Masonería, pese a estar compuesta por grandes capitalistas y políticos en cargos importantes, nunca es denunciada por nadie, y si un día sale una noticia sobre ella es siempre en plan favorable.

Ni siquiera es denunciada por los ‘populistas’ que se llaman anti-sistema. Y cuando los progres protestan ante una reunión de Bilderberger nunca denuncian la cantidad de masones reunidos allí.

Todo ello nos demuestra mejor que cualquier otra prueba, como la Masonería es una fuerza importante del Sistema.

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REDACCIÓN