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En la mañana del miércoles catorce de septiembre de 1960, el Jefe del Estado  Generalísimo Francisco Franco y su esposa Carmen Polo, presidian la solemne ceremonia de inauguración de la abadía de Samos, después de las importantes obras de reconstrucción que en ella se habían realizado.

El Caudillo de España y su esposa,  llegaron a Samos a las doce y cuarto de la mañana. Todos los pueblos del recorrido desde la capital, Lugo, se hallaban profusamente engalanados con banderas y los vecindarios tributaron calurosos vítores y mostraron pancartas  al paso del Caudillo y su esposa.

La villa de Samos presentaba un aspecto bellísimo, exornada con banderas y gallardetes. De las ventanas del monasterio colgaban  tapices y reposteros con el escudo nacional. El entusiasmo de la multitud se desbordó al llegar ante el monasterio el Generalísimo y su esposa,  momento en que la banda de música interpretó el Himno Nacional y todas las campanas del monasterio repicaron, echadas al vuelo.

Miles de campesinos, llegados desde los más alejados lugares de la comarca, aplaudieron sin cesar al Jefe del Estado, que vestía de paisano, y a su esposa, a los que acompañaban el jefe de la Casa Civil, marqués de Casa Loja, jefe de la Casa Militar Teniente General Asensio Cabanillas, y los segundos jefes de las Casas Civil y Militar, señores Fuertes de Villavicencio y General Laviña, respectivamente

En el atrio del monasterio, el Jefe del Estado y su esposa, fueron recibidos y cumplimentados por los ministros de Justicia, señor Uturmendi; de Gobernación, Teniente General Alonso Vega; de Obras Públicas, señor Vigón; de Comercio, señor Ullastres, y Secretario General del Movimiento, señor Solís Ruiz, así como por los capitanes generales de la VIII Región, Teniente General Menéndez Tolosa; del Departamento Marítimo de El Ferrol del Caudillo, Almirante Pedro Fernández; General jefe de la zona de la Guardia Civil, señor Vázquez Menéndez; gobernadores militar y civil de Lugo, señores Alonso y Otero Aenlle; gobernadores civiles de las restantes provincias gallegas, con los presidentes de las Diputaciones y demás autoridades provinciales y regionales; general jefe del Estado Mayor de la VIII Región Militar y todas las autoridades provinciales; Consejo Provincial del Movimiento; corporaciones de Samos y Monforte de Lemos, bajo mazas. Una Centuria del Frente de Juventudes y otra de la Guardia de Franco, rindieron al Caudillo de España honores de ordenanza.

El Jefe del Estado y  su esposa, subieron  la escalera que desde el atrio conducía al monasterio, siendo recibidos a la puerta del mismo por el abad mitrado, doctor Gómez Pereira, revestido de pontifical, que le ofreció a besar el “Lignum Crucis” y al que acompañaban una comisión de monjes benedictinos del monasterio. De seguido el Caudillo y su esposa fueron saludados por el cardenal arzobispo de Santiago, doctor Quiroga Palacios; los obispos de Palencia, Albacete, Tuy, Orense, Mondoñedo y Lugo, abades de la Santa Cruz del Valle de los Caídos y de Santo Domingo de Silos, y priores de El Paular y Estival

Seguidamente el Generalísimo Franco y su esposa entraron en el monasterio, bajo palio, dirigiéndose al altar mayor, donde ocuparon sitiales bajo un dosel en el lado del Evangelio, mientras el cardenal arzobispo de Santiago se situaba en el lado de la Epístola. Frente al altar mayor, en lugares preferentes, se situaron los ministros y detrás las restantes autoridades y jerarquías, así como un grupo de damas. La “Schola Cantorum” del monasterio interpretó la antífona y seguidamente dio comienzo la Misa, oficiada por el abad mitrado de Samos, Padre Mauro Gómez.

Monasterio de Samos.

Durante la celebración eucarística,  pronunció un sermón el padre Capón, rector del seminario de Santiago de Compostela y antiguo alumno del Monasterio de Samos. Se refirió a la titánica obra realizada por el abad mitrado en la reconstrucción del monasterio y  al apoyo y ayuda fundamentales, que en todo momento tuvo, por parte del Jefe del Estado y su Gobierno. Terminada la Misa, se cantó un Te Deum, con la intervención de la “Schola Cantorum”, de la abadía.

Terminada la ceremonia, el Jefe del Estado, acompañado por su esposa, ministros, autoridades civiles y militares, prelados y abades, realizó una detenida visita por todas las instalaciones del reconstruido Monasterio, alabando el arte y buen gusto que presidian todas las obras. E] Caudillo felicitó cordialmente al autor de las pinturas murales, el pintor coruñés José Luis, y el Padre Mauro le fue explicando detenidamente el proceso que se siguió en la reconstrucción del monasterio, que había comenzado en agosto de 1953.

En la sala capitular, presidida por un severo crucifijo, flanqueado por los retratos del Padre Santo Juan XXIII y del Jefe del Estado, y con un fondo de banderas nacionales, tuvo lugar un acto, en el que en ocuparon la presidencia, acompañando al Jefe del Estado, el cardenal arzobispo de Santiago, el abad mitrado de Samos, Padre Mauro y miembros del gobierno.

El abad mitrado pronunció unas palabras y después el gobernador civil señor Otero Aenlle, impartió la  lección de la apertura del primer curso de sociología y economía rurales, del patronato  del mismo nombre, organizado por la Jefatura Provincial del Movimiento de Lugo.

Finalmente el Jefe del Estado cerró el acto con las siguientes palabras: “ Solamente unas palabras para mostrar mi satisfacción por ver terminada esta obra, que el señor abad emprendió con tanto afán, y por haber tenido la suerte de poder ayudar al renacimiento de este foco de fe y cultura que he visto, por las palabras del señor gobernador, que va orientado no solamente al servicio de Dios y a la expansión del Evangelio, sino también a la mejora social y al perfeccionamiento de la vida rural en esta provincia

Es de gran interés la estadística, como muy acertadamente señalaba el señor gobernador. La carencia de datos estadísticos, la malicia, con que muchas veces, temiendo el aumento de la contribución, ni los campesinos ni los ayuntamientos responden a la realidad para estas estadísticas, hace que la ignorancia de estos datos, que han de ser la base, perjudican a la obra de reforma social y económica de nuestro campo.

Yo recomiendo. a cuantos van a asistir a estas conferencias y coloquios que se pongan en la realidad de los campesinos, en la realidad del campo español y, especialmente, en la realidad del campo gallego, en el atraso acumulado de siglos sobre la estructura de los patrimonios campesinos, el régimen de propiedad y el atraso en los cultivos. Porque muchas veces se ha orientado y mirado al campesino gallego como un simple agricultor.

Y, para mí, el campesino gallego no sólo es un agricultor, sino un granjero, y, por tanto, no solamente atiende al pequeño sector de la agricultura, sino a la cría de ganado, a la explotación ganadera, de cuyos productos vive. Se puede decir de él, que el ganado es muchas veces antes que la familia.

Así, pues, si nosotros logramos que el campesino gallego y todos los miembros de su familia saquen un fruto de su trabajo, asegurándoles un jornal a él y a toda la familia, a través de su explotación ganadera, habremos cambiado la suerte de la producción y de la familia gallega.

Por consiguiente, es tan particularísimo el caso de Galicia, que todas las reglas y las deducciones internacionales hay que acomodarlas a nuestro caso, como la terapéutica de las enfermedades. Hay enfermedades, sí, pero, sobre todo, hay enfermos, y el campesino gallego es un enfermo al que hay que estudiar.

Y nada más que felicitar a todos los que colaboraron en esta gran obra y principalmente al padre abad por el entusiasmo puesto, que ha superado todos los obstáculos. Muchas gracias“. Las palabras del Caudillo fueron acogidas con grandes y prolongados aplausos.

Finalizado el acto, el abad mitrado del monasterio de Samos obsequió el Generalísimo y a su esposa con un almuerzo, al que también asistieron miembros del Gobierno y demás personalidades y autoridades

Poco después de las cinco de la tarde, procedente de Samos, el Jefe del Estado Generalísimo Franco, acompañado por su esposa, doña Carmen Polo de Franco, llegó a Monforte de Lemos. Les acompañaban los ministros de Obras Públicas, señor Vigón, y Secretario General del Movimiento, señor Solís; jefes de sus casas militar y civil, Teniente General Asensio y conde de Casa Loja; segundos jefes de sus casas civil y militar, señor Fuertes de Villavicencio y General Laviña, y otras autoridades y jerarquías nacionales.

Todo el recorrido, desde Samos hasta Monforte de Lemos, se hallaba profusamente engalanado con banderas Nacionales y del Movimiento. Se hallaba tomado por una ingente cantidad de vecinos  que aplaudieron  sin cesar y vitorearon con gritos de ¡Franco! ¡Franco!,  el paso del Jefe del Estado,

Al llegar a la calle del Cardenal Rodrigo de Castro, adornada con banderas y colgaduras, el Jefe del Estado y esposa, fueron recibidos por el alcalde de Monforte, señor Fernández Otero; Corporación municipal en pleno y otras autoridades, presididas por el gobernador civil de Lugo, señor Otero Aenlle, entre las aclamaciones incesantes de la multitud, Tras los saludos, el Caudillo y su esposa regresaron al vehículo que a marcha lenta y entre constantes aplausos y gritos de ¡Franco! ¡Franco!, se dirigió hasta el monasterio de San Vicente del Pino, cuyas inmediaciones ocupaban también miles de personas que vitorearon de nuevo al Jefe del Estado.

Monasterio de San Vicente del Pino. Monforte de Lemos.

Desde una atalaya natural del monasterio, el Caudillo contempló el valle de Lemos, que desde allí sé dominaba. El ministro de Obras Públicas, señor Vigón y el director general de Obras Hidráulicas, señor Briones, explicaron minuciosamente al Generalísimo diversos pormenores relacionados con las obras de regadío del valle. El Caudillo, que contemplaba el panorama con unos prismáticos de campaña, hizo diversas preguntas sobre el estado de las obras, alcance de las mismas, producción,  realizando también  diversas comprobaciones sobre unos mapas instalados en el lugar, en unos caballetes. La obra de regadío del Valle de Lemos,  eran para la puesta en riego de 4.500 hectáreas que afectaban a Monforte, Distriz, La Vid, Mañente y Guntín, dentro de los Ayuntamientos de Monforte, Sober y Pantón.

La obra estaba proyectada con un canal de 75 kilómetros aproximadamente, y que, una vez  finalizada, tendría un coste 161.000.000 de pesetas.

El regadío lograría una superproducción de 9.200 pesetas por hectárea más que lo que  producía en ese año de 1960,  con un total anual de 41.000.000 de pesetas. El regadío del Valle de Lemos se convertiría, como así se produjo, en una de las realizaciones agrícolas más rentables de la se habían realizado en España.

El proyecto había sido redactado por los Servicios Hidráulicos del Noroeste de España, dependientes del Ministerio de Obras Públicas. Las presas a construir tendrían una altura de 29 y 44 metros, y los embalses se denominarían de Biduedo y Belesar.

El Caudillo Franco pudo comprobar, ya finalizado, un canal, en la margen izquierda, del rio Cabe. Tal y como se desarrollaban las obras, el año próximo entrarían en riego unas 1.000 hectáreas, correspondientes a los dos primeros trozos de esa margen izquierda del río. Hasta la fecha de la visita del Jefe del Estado  se llevaban invertidos en las obras unos 18.000.000 de pesetas. La gran obra se completaría  con las presas y el canal de la margen derecha del rio Cabe.

Una vez terminada la visita al valle de Lemos, el Caudillo, acompañado por su esposa, ministros y demás personalidades, penetró en el interior del monasterio de San Vicente del Pino, donde fueron recibidos por el padre prior, Gaspar Illanes. El monasterio de San Vicente de Monforte de Lemos, fue, junto a Samos, una de las primeras fundaciones que había llevado a cabo la Orden Benedictina en Galicia en el siglo VI, aunque el monasterio se había levantado en el siglo XVI.

A continuación, fue entonado un Te Deum, en el que actuó la escolanía del histórico cenobio. Terminada la ceremonia religiosa el Caudillo, su esposa y demás personalidades se dirigieron nuevamente a la calle del Cardenal de Monforte, donde los vecinos prorrumpieron nuevamente en incesantes aclamaciones y vítores.

Después de despedirse de las autoridades locales y personalidades el Generalísimo y su esposa abandonaron Monforte de Lemos, entre los grandes aplausos del público,  que llenaba las calles, y que hizo patente al Generalísimo su adhesión entusiasta por medio  de vibrantes demostraciones y  continuados vítores.

La capital, Lugo, también engalanada con banderas, colgaduras y reposteros, hizo objeto al Jefe del Estado de un cariñosísimo y cordial recibimiento a su paso por las calles lucenses.

En el límite de la provincia de Lugo con la de La Coruña, el gobernador civil, señor Otero Aenlle, se despidió del Caudillo y de su esposa, y la comitiva continuó viaje de regreso al Pazo de Meiras

La Real Abadía de Samos, inaugurada ese día por el Jefe del Estado, fue fundada en el siglo VI  por la orden Benedictina. A mediados del siglo VII el obispo de Lugo Ermefredo lo restaura. Con la llegada de los sarracenos a  tierras gallegas, a principios del siglo VIII, el edificio quedó convertido en ruinas, cesando entonces todas sus actividades, que volverían  a resurgir en el siglo siguiente.

El monasterio fue varias veces pasto de las llamas, pero siempre, cual ave fénix, resurgió de sus cenizas, realizándose lentamente, la configuración de las edificaciones monacales, hasta lograr su actual disposición y simetría. En el siglo XV, uno de sus incendios lo dejó materialmente derruido, perdiéndose la valiosísima documentación que guardaba dentro de sus muros.

Samos fue desde sus inicios un importante centro de estudios y formación de monjes, y también en muchas ocasiones sirvió para que se formaran ilustres hijos de nobles familias. Reyes como Fruela I,  Rey de Asturias del 757 al 768, que dedicaría un gran esfuerzo a reconstruir el monasterio tras las razias de los musulmanes.  O  Alfonso II, “El Casto”, Rey de Asturias del 783 al 842, en cuyo periodo de reinado fue hallado el santo sepulcro de Santiago Apóstol, en el lugar del “Campus Stellae”, hoy Compostela. “El Casto” tuvo al monasterio como lugar de refugio, primero, y de formación, después, a la abadía de Samos,  prestándole una atención preferente, al igual que lo harían otros reyes como  Alfonso I “El Batallador” Rey de Navarra y Aragón del 1104 al 1134, o su esposa, Doña Urraca, Reina de León  del 1109 al 1126.

Claustro Mayor del Monasterio de Samos. Estatua de Fray Benito Feijoo, obra de Francisco Asorey.

Uno de sus más relevantes huéspedes fue el gran estudioso, consejero favorito de los Reyes de España, ensayista, primera figura  de la ilustración española, Fray Benito Jerónimo Feijoo  y Montenegro(1676-1764), el Padre Feijoo, autor entre otras obras del “Teatro crítico universal”, donde incluyó  «Defensa de mujeres» el primer tratado español en defensa de la mujer. Su estatua, obra del escultor gallego Francisco Asorey, preside el claustro mayor de la Abadía, inaugurada en 1947, tras suscripción popular, coordinada por un comité presidido por el eximio doctor Gregorio Marañón.

El 24 de septiembre de 1951 y como consecuencia de la explosión de un gigantesco depósito de alcohol, debido a la imprudencia cometida por uno de los monjes,  mientras fabricaba Licor Pax, las llamas arrasaron todo el interior del monasterio, salvándose sólo la iglesia y las paredes exteriores.

La voluntad de hierro, la constancia y la fe del padre Mauro, le llevaron a reconstruir de nuevo el monasterio, Con un pequeño grupo de monjes-a los demás los trasladó de forma temporal a otros lugares regidos por la orden-, entre los que destacaba el padre Juan Monleón, arquitecto e ingeniero industrial, decisivo en la reconstrucción, se puso sin descanso manos a la obra. Visitó en el palacio de El Pardo,  al Caudillo de España con planos, implicando de forma decisiva al gobierno de la nación, que incluso iniciaría una suscripción popular a nivel de toda España, que tuvo una enorme acogida,  dando comienzo las obras en 1953. Por su parte el padre Mauro recorrería varias naciones de Hispanoamérica, visitando a gallegos residentes en aquellos países, que también contribuirían económicamente, de forma muy generosa, a fin de  allegar fondos para la reconstrucción de San Julián de Samos, que tras siete años de obras y después de invertir más veinticinco millones de pesetas, era inaugurado ese 14 de septiembre de 1960 por el Caudillo de España, Francisco Franco.

El único recuerdo que se conservó de la abadía, tras aquel pavoroso incendio, fue la gran chimenea de piedra del salón capitular, cuyos sillares quedaron visiblemente erosionados por las llamas. La decoración del nuevo monasterio se basaba en la sobriedad y en la sencillez. En el medio punto de las armadas de las puertas de las celdas, se colocó, el nombre de algún personaje famoso por su santidad, su ciencia o su virtud.

En la escalera principal, realizada en granito de Parga, y de enorme valor monumental y que destacaba y asombraba por no tener ningún tipo de sostén, se colocó una placa de mármol que recordaba el incendio y las obras de restauración. La crujía que unía la sacristía con la Iglesia fue pintada al fresco, y sus lienzos representaban los hechos más importantes de la vida del Señor. También al fresco serian pintados dos de los ánditos de la primera planta alta sobre el claustro grande, realizados por el pintor coruñés José Luis y donde se representaban varias escenas y milagros de la vida de San Benito. En aquella reconstrucción del monasterio trabajaría el popular Carlos Moyá “el barbas” o “el Bohemio”, magnifico  escultor y propietario de la taberna bohemia, situada en la coruñesa calle de Orillamar. En ella realizaba un esperpéntico y procaz conjuro de la queimada, donde en una de sus invocaciones se acordaba y no precisamente de forma muy cariñosa del abate de Samos, rogándole a Odin que conservase en letrina infernal el nombre del abate que decía, se había muerto sin pagarle lo que le debía.

P/D: El abad mitrado Mauro Gómez Pereira había  nacido en Samos, en 1895. Provenía de una familia de labradores compuesta por sus padres Manuel Gómez Neira y Juana Pereira García y seis hermanos más. Su vida siempre estuvo ligada al monasterio de Samos, donde recibiría la primera enseñanza y en sus aulas estudiaría Humanidades y parte de Filosofía.

En 1915 viaja a Chile, donde residiría seis años y donde se ordenaría sacerdote. De nuevo en Europa, su destino es Roma, en la universidad romana de San Anselmo, donde se doctoraría en derecho Canónigo y Civil. Secretario de la curia benedictina de la ciudad eterna, es destinado como prior al monasterio de San Salvador de Villanueva de Lorenzana, donde no cumplirá ni un año, al ser nombrado en 1930, abad mitrado del Real monasterio de San Julián de Samos, manteniéndose en el cargo  cuarenta y siete años, de 1930 a 1977, año de su fallecimiento.

El abad mitrado Don Mauro estaba en posesión  de la Gran Cruz de Isabel la Católica, concedida por el gobierno de la Nación, regalada por suscripción popular promovida por el General de división de Artillería, Constantino Lobo Montero, presidente del Centro Gallego de Madrid, e  impuesta en la sala capitular del propio monasterio, en agosto de 1965, por el ministro de información y Turismo Manuel  Fraga Iribarne. Emocionado Don Mauro aseguró que el día que no pudiese llevar ese preciado galardón sería colocado en la imagen de San Benito. Agradeció al Caudillo y a su Gobierno la condecoración, que aceptaba, más que como una distinción personal, como homenaje al esfuerzo hecho por todos los monjes de la abadía.

Otro si: Escribo este artículo, al amparo de la infecta, criminal, malvada, canallesca, mentirosa, llena de odio, de división entre unos españoles y otros; profanadora de cadáveres, manchada con la sangre de las víctimas del terrorismo, a quienes desprecia, un auténtico fraude de ley, que ataca la unidad de España, la verdad, la libertad, la historia de nuestra Patria, incluso ataca de forma ignominiosa al patrimonio cultural, histórico y artístico de España, siendo su único y malévolo fin deslegitimar un régimen, el del Generalísimo Francisco Franco, que llevo a España a convertirse en la novena potencia industrial del mundo y de él que emanó la actual Jefatura del Estado, llamada, de forma burda y grosera, ley de “memoria democrática”, de la cual me declaro beligerante, recientemente aprobada, que en un párrafo textual de su sectario preámbulo dice: “El conocimiento de nuestro pasado reciente contribuye a asentar nuestra convivencia sobre bases más firmes, protegiéndonos de repetir los errores del pasado. La consolidación de nuestro ordenamiento constitucional nos permite hoy afrontar la verdad y la justicia sobre nuestro pasado. El olvido no es opción para la democracia”. A ESO ME ACOJO. EN DEFENSA DE LA VERDAD.  ESTA ES MI MEMORIA. Y NO ME VOY A CALLAR.

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Autor

Carlos Fernández Barallobre
Carlos Fernández Barallobre
Nacido en La Coruña el 1 de abril de 1957. Cursó estudios de derecho, carrera que abandonó para dedicarse al mundo empresarial. Fue también director de una residencia Universitaria y durante varios años director de las actividades culturales y Deportivas del prestigioso centro educativo de La Coruña, Liceo. Fue Presidente del Sporting Club Casino de la Coruña y vicepresidente de la Comisión Promotora de las Hogueras de San Juan de La Coruña. Apasionado de la historia, ha colaborado en diferentes medios escritos y radiofónicos. Proveniente de la Organización Juvenil Española, pasó luego a la Guardia de Franco.

En 1976 pasa a militar en Fuerza Nueva y es nombrado jefe Regional de Fuerza Joven de Galicia y Consejero Nacional. Está en posesión de la Orden del Mérito Militar de 1ª clase con distintivo blanco. Miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco, es desde septiembre de 2017, el miembro de la Fundación Nacional Francisco Franco, encargado de guiar las visitas al Pazo de Meiras. Está en posesión del título de Caballero de Honor de dicha Fundación, a propuesta de la Junta directiva presidida por el general D. Juan Chicharro Ortega.