20/09/2024 12:51
Getting your Trinity Audio player ready...

Creo que para saber exactamente lo que fue aquel “Desastre de Annual” que le costó la vida a más de 12.000 soldados españoles lo mejor sería reproducir integro el famoso “Expediente Picasso” que instruyó el general don Juan Picasso por decisión del Gobierno y de las Cortes Españolas, pero como eso es imposible, dado que son 10 piezas y 2.418 folios, hoy me limito a reproducir la introducción a las conclusiones definitivas que solo son 300 páginas.

Eso sí “del informe en cuestión – escribe en ACV el cronista Van den Brulen– crucial, exhaustivo, meticuloso y determinante se derivan claras responsabilidades penales a tenor de la postura de la fiscalía. El golpe de estado de Primo de Rivera con la anuencia del rey, zanjó la cuestión ad infinitum. Cuando el agua le llegaba al cuello a Alfonso XIII por su innegable intervención en la dirección y control de las operaciones sobre el terreno, lo que podríamos llamar “teledirección” de la guerra en detrimento de otros competentes oficiales que configuraban un mero decorado alrededor de la figura regia y que eran ninguneados por la testa coronada; el Expediente Picasso se enterró en el más sepulcral de los silencios y las cerca de 20 copias desaparecerían con los años. De aquel audaz y comprometido informe para su redactor, hoy solo quedan menos de 300 folios de los cerca de 2.400 que tenía aproximadamente el informe final.

Todavía hoy se recuerdan las cínicas palabras de aquel monarca melifluo, insensible y de bigote atusado, ante la solicitud de rescate (4.000.000 de pesetas) a requerimiento del Abd el Krim por la cabeza de 600 soldados capturados en un barranco, ateridos, extenuados, deshidratados, agotados y hartos de beberse sus propios orines y comer lagartijas,(sic) …”Que cara se paga la carne de gallina”…Aquellos desgraciados habían sido cazados a lazo (no podían pagar la exención de obligatoriedad por no disponer de medios) para ser llevados al matadero africano a defender los intereses económicos del Rey, del Conde de Romanones, de Juan March y de otros innombrables. Huelga decir que, tras la negativa, pasaron a mejor vida.

Y ahora leamos la introducción que hace el general Picasso a la hora de emitir sus conclusiones:

INTRODUCCIÓN

 ORDEN DE PROCEDER. Dispuesta por Real Orden de 4 de agosto último la instrucción de la presente información de carácter gubernativo, dirigida a esclarecer las circunstancias que concurrieron en los sucesos de orden militar acaecidos en el territorio de la Comandancia General de Melilla en el mes de julio del año anterior, y facilitados por el Ministerio de la Guerra los antecedentes que como elemento inicial del juicio fueron estimados pertinentes, unos en copia y otros para examen, hubo este Juzgado de tomar como punto de partida de la información prudencial de sus investigaciones aquel momento en que el Comandante general de territorio2, propasando el límite racional de la capacidad de sus medios de acción, sin exacta apreciación de las circunstancias políticas regionales y distanciándose, a lo que puede juzgarse, de las miras del alto mando, en cuyos proyectos no entraba intensificar por entonces la acción por la parte de Melilla -telegrama de 13 de noviembre de 1920- se aventura en arriesgada incursión en la cabila de Tensaman, sobre la izquierda del río Amekrán, raya virtual por entonces de la zona sometida, en demanda del áspero contrafuerte de cabo Kilates, con decidido propósito de alcanzar el río Nekor y la bahía de Alhucemas, y que en su primera etapa se traduce en efímera ocupación de monte Abarrán, sin preparación ni medios adecuados, prólogo de la catástrofe provocada en aquel territorio.

PROYECTOS EXISTENTES SOBRE ALHUCEMAS. No es de suponer, atento a su proceso, la entera aquiescencia del alto mando a la ejecución perentoria de tales designios. Es cierto que existía un plan de operaciones encaminadas a dicho objetivo, como se alude en diferentes comunicaciones, y el cual entraba en el concierto de operaciones posibles para el pasado año, y aun fue tratado en la conferencia que en aguas de aquella bahía celebraron los dos generales en los primeros días de abril. Mas, aparte de otras razones esenciales que a su tiempo podrán colegirse, hallábase a la sazón el Alto Comisario empeñado en la ardua empresa de dominar a los Beni Arós, en Yebala, para que formal y simultáneamente entrara en sus proyectos el que se emprendieran operaciones de desconocido alcance en Tensaman, en parte refractaria a nuestra acción y alentada e impulsada su resistencia por la harca de Beni Urriaguel, establecida en Iguelman -planos folios 452 y 1166-, que todas las confidencias hacían suponer numerosa y bien armada, amenazando a los tensamanis y tratando de arrastrar a los bocoyas, «pero que todo hace creer que están aislados en su intransigencia» -carta de 27 de marzo de 1921-; por más que del examen hecho del problema de la ocupación de la bahía, en la precitada conferencia, cual expresa el Alto Comisario en carta de 17 de abril, no se había considerado empresa de gran monta en su aspecto militar.

OPERACIONES SOBRE LA IZQUIERDA DEL AMEKRÁN. Conoce este Juzgado por los documentos indicados librados a su examen, que el Comandante general de Melilla había sido autorizado -carta referida del 17 de abril- para realizar una pequeña operación para pasar a la otra orilla del río Amekrán y ocupar también en la cabecera de este río, en contacto con Beni Tuzin, un par de posiciones, a fin de colocarse en situación ventajosa para acciones futuras; pero que en la antedicha fecha se desconocía si el Comandante general seguiría en la misma idea, pues que, alterado el equilibrio entonces existente con Beni Urriaguel, era muy posible que algunos contingentes hubiesen penetrado en la fracción refractaria de Tensaman—Trugut para tomar posiciones contra dicho avance en el contrafuerte de sus montes, en que era de esperar que hiciesen resistencia a nuestras tropas si la labor política no conseguía apartarlos de dicha dirección, labor que, por lo demás, no se consideraba haber progresado lo suficiente en dicha región.

Es por tanto de inferir, por natural deducción que dicha autorización estuviese condicionada a la discreción de coyunturas favorables que se ofreciesen en el desenvolvimiento de la acción política. Mas de cualquier modo era concesión peligrosa para una voluntad tan resuelta en sus determinaciones como la del Comandante general, obsesionado con el decidido empeño de llegar a todo trance a Alhucemas, como se reflejaba en sus manifestaciones, de que las declaraciones se hacen eco.

PETICIONES DE ANTECEDENTES. Fue, pues, primer cuidado de este Juzgado tratar de inquirir a base de los planes en principio concertados, el margen de tales autorizaciones y las iniciativas que hubiesen conducido a las fracasadas operaciones de la izquierda del Amekrán en el territorio de Tensaman, fronterizo a Anual, dirigiendo, al efecto, al Alto Comisario de Marruecos la comunicación de 15 de agosto, que se inserta en el folio 194, en demanda de su autorizado juicio y comentario para auxiliar la acción investigadora encomendada; así como se dirigió al Ministerio de la Guerra, en igual fecha, con la que figura al folio 193, en petición de documentos que, examinados con anterioridad, se consideraban del mayor interés aportar al actuado para esclarecer la génesis de los sucesos.

ÓRDENES DICTADAS PARA REGULAR LA ACTUACIÓN. No fueron contestadas estas pretensiones sino de manera indirecta por la Real Orden de 24 de agosto expresado -folio 411- en la que se resuelve que la información encomendada a este Juzgado no debía extenderse a los acuerdos, planes o disposiciones del alto mando, sino circunscribirse a los hechos concretos realizados por los jefes, oficiales y tropa en las operaciones que dieron lugar a la rápida caída de las posiciones del territorio para deducir responsabilidades consiguientes en aquellos casos en que no se hubieran cumplido las obligaciones impuestas por las Ordenanzas militares; y como esta resolución, limitando el campo de acción del Juzgado, sustraía al conocimiento del mismo la investigación de las causas primordiales que estimaba habían conducido a la catástrofe en relación con la orden de proceder, hubo de expresarlo así en respetuosa representación al señor Ministro de la Guerra en su primera visita al territorio, que atendiendo favorablemente estas indicaciones, proveyó a que fuese dictada la Real Orden de 1 de septiembre -folio 525- aclarando el justo alcance de la investigación judicial, despejando así, en lo estimado esencial, la atribución del Juzgado y precisando que aun cuando la información en nada debía relacionarse con los acuerdos y planes del Alto Comisario, general en jefe del Ejército de África, se contraería a los hechos realizados por el personal del mismo, sin excepción alguna, en los sucesos de referencia.

En este punto hace constar este Juzgado que, como quiera que los informes confidenciales que solicitara, por haber sido puestos preliminarmente a su disposición y examen y considerarlos de interés principal a los fines de su actuación, por dar razón más íntima de los hechos acaecidos y de su preparación, así como explican la situación política y militar del momento en que sucedieron, han tenido publicidad en la prensa periódica -«Heraldo de Madrid» del 22 de octubre- y en el Parlamento -Extracto oficial de las sesiones del Congreso de los Diputados del 21 y 25 de octubre-, se cree por ello autorizado a hacer uso de dichos antecedentes, aun cuando de un modo oficial no le hayan sido facilitados, para que le guíen en el camino de sus investigaciones. Finalmente, por Real Orden telegráfica de 6 de septiembre -folio 688- se dispone que tan luego los hechos producidos con ocasión de la defensa de las posiciones y operaciones militares que dieron por resultado la evacuación del territorio y pérdida del personal y material de este Ejército, aparezcan definidos con caracteres de «delito», se sometieran seguidamente a instrucción judicial, formándose tantos procesos como hechos pudiesen ser deslindados por la solidaridad de su acción. Así lo ha hecho el Juzgado, aunque interpretando dicha soberana disposición extensivamente; con respecto a todos los hechos originarios de responsabilidad armonizándola con la del 4 de agosto; y por considerarlo de estricta justicia, amplió en concepto a los actos laudables que conocidos del Juzgado, estimó no debieran quedar sin recomendación de sus merecimientos; dando, en suma, cuenta de todos ellos al general en jefe del Ejército, con testimonio de lo pertinente, en ejecución de dicho mandato, precedido en cada caso de razonada exposición particular, estimada necesaria para recapitular los hechos una vez que el estado de actuación del expediente no permitiera unir la parte del resumen final correspondiente, no ejecutado hasta el presente momento por no estar concluso el procedimiento. Por su parte, el general en jefe, en orden telegráfica del 20 de agosto -folio 277-, previene al Comandante general del territorio que todos los prisioneros rescatados y cuantos se presenten en la plaza procedentes del campo enemigo comparezcan inmediatamente, antes de conversar con persona alguna, ante el Juzgado a hacer las consiguientes manifestaciones de sus vicisitudes. En la imposibilidad material de recibir declaración inmediata en conformidad con lo que se prevería a tan crecido número de individuos, entorpeciendo la marcha regular de las actuaciones, en diligencia de 21 del precitado mes de agosto, del folio 174, hubo de habilitarse al teniente coronel de Estado Mayor Don Vicente Calero Ortega, ayudante del inspector, para que les recibiese información preventiva, y cuando por la importancia de sus deposiciones se consideraban de interés a los fines del procedimiento, se formalizaban en declaración jurada. Dichos atestados se unen en cuerda floja a este actuado.

DIFICULTADES DE LA ACTUACIÓN. Dificultades de otro orden encontró también este Juzgado en el desenvolvimiento de su actuación. Caído el territorio, desaparecidas, prisioneras o muertas guarniciones y columnas y unidades enteras, librado de la catástrofe contado personal, que en el curso del procedimiento ha ido aumentando con las representaciones sucesivas de libertados, no se ha contado en todos los casos con medios directos o autorizados de información, ni todos los testigos llamados a declarar por otra parte, lo han hecho con la espontaneidad, sinceridad e independencia de juicio que de desear hubiera sido. Parcos, unos, en sus manifestaciones por invocados respetos; otros, más atentos a poner de relieve su intervención en los sucesos, relevando el mérito que pretenden haber contraído; y los más tendiendo a cohonestar su actuación con relatos que encubrieran o velaran las abstenciones u omisiones, la responsabilidad o ineptitud del proceder que el hecho colectivo hacía difícil, cuando no imposible, personalizar, todo ello ha entorpecido la labor de investigación con prolijidad innecesaria; porque como era obligado, debía reservarse a los testigos el derecho de dictar sus manifestaciones a tenor de los artículos 454 y 455 del Código de Justicia Militar, aun procurando fuesen ceñidas al marco de lo esencial. Y algunos testigos han llevado su circunspección al punto de que para obtener de ellos alguna declaración explícita sobre determinado hecho o juicio personal sobre cierto extremo, han querido ampararse en la formación de una pregunta concreta a fin de que no se entendiera como opinión espontáneamente emitida, en el curso de sus manifestaciones o relatos, sino forzada por el apremio ineludible de la pregunta.

Se ha seguido el criterio, cuando han existido medios directos de información, de llamar a declarar a aquellos testigos que por su intervención principal en los sucesos se han considerado más capacitados para dar razón de ellos y por su autoridad o grado tuvieron participación más inmediata en su desarrollo, sin perjuicio de contrastar sus aseveraciones con otros informes de calidad, siguiendo en orden descendente el examen de los testigos disponibles de cualquier categoría, e incluso funcionarios civiles en los contados casos que ello ha sido posible, y paisanos vecinos de los poblados y cantineros de los campamentos que pudieran dar noticias, siquiera episódicamente, de los acontecimientos que presenciaran; y compulsando referencias, noticias, episodios y comentarios sueltos, manifestaciones libres de su sentir, tratar de asentar el juicio, cosa no siempre lograda en el grado de precisión que hubiese sido de desear y requería el esclarecimiento de hechos tan trascendentales; aun en casos no ha sido dable obtener noticia fidedigna alguna, desaparecidos todos los autores o no presentado ninguno hasta el presente, en lo ignorado de sus vicisitudes.

ANTECEDENTES APORTADOS. Interesado este Juzgado en allegar cuantos antecedentes y medios indirectos de información pudiese recoger para guiar su indagación, trajo a manos del mismo el celo familiar los antecedentes que ha estimado oportuno incorporar al expediente, y obran unidos a los folios 229 a 241, instructivos por extremo para el conocimiento de la situación que precediera al desgraciado suceso de Abarrán, y que, por figurar en autos, será obligado referirse a ellos. Dichos antecedentes proceden del malogrado coronel de Estado Mayor Don Gabriel Morales Mendigutía, jefe que fue de la Oficina Central de Asuntos Indígenas y de las tropas de Policía del territorio de Melilla, y que han tenido muy posteriormente parcial publicación en el Congreso de los Diputados -sesión del 24 de noviembre-.

INFORME DEL 16 DE FEBRERO DE 1921: Necesidad de consolidar los avances. Con referencia al informe del 16 de febrero de 1921, puede decirse que el expresado coronel, con clara visión del problema, se anticipa a los sucesos, sin que sus predicciones adelantaran, sin embargo, cosa alguna en el ánimo del Mando territorial. Con conocimiento palpable de la realidad, entendía dicho jefe -y este sentir, por lo demás, se refleja en las declaraciones de muchos testigos- que la rapidez de los avances realizados en el territorio a fines del año 1920 y comienzos del anterior de 1921, que habían conducido a la ocupación de las cabilas de Beni Said y Beni Ulixech, asentado nuestro frente ofensivo en la zona fronteriza de la de Tensaman, exigía consolidación. Manteníase aún en esta irreductible y refractaria la fracción de Trugut, en contacto con los beni-urriagueles, que sostenían el foco de la resistencia, y aquella cabila, con Beni Tuzin, constituían a la sazón el objetivo inmediato de nuestra atención y acción progresiva; y prevista la ocupación de Sidi Dris -efectuada en el mes de marzo- y extendida entonces nuestra línea desde el mar, desde aquella posición por Anual e Izúmar hasta Azrú, en el Midar, consideraba «que se había llegado al Límite de elasticidad de las fuerzas de la Comandancia» de que el Mando disponía, señalando aquel punto de la costa la base de los futuros avances en Tensaman para abordar en Nekor. Da esto indicio de las dificultades materiales que se apreciaban en el escabroso territorio fronterizo a nuestra línea, falto de caminos, no solo en el Yebel Iferm, en Beni Tuzin, a que se alude en el informe, sino en todo el macizo montañoso que se desprende hacia Kilates; aparte de la carencia de medios proporcionales al esfuerzo, como más adelante corrobora al esbozar los intentos preliminares que debían realizarse cerca de dicha cabila de Beni Tuzin para el necesario aseguramiento de nuestro flanco izquierdo contra la amenaza que constituía el entrante de su territorio, que pudiera ser motivo de inquietud en el proyectado avance sobre la bahía de Alhucemas.

CRITERIO DEL COMANDANTE GENERAL SOBRE ESTE PUNTO. Y que se había llegado al límite de extensión de fuerzas lo acredita la propia manifestación del Comandante general en su carta de 15 de julio último -folio 574- aunque haciendo esta declaración bastante a destiempo y como invocación de sus presentimientos ante la eventualidad de un «hecho desgraciado»; hecho que, por lo demás, nada le obligaba a cometer en la persuasión de dicha falta de medios. Pero es de advertir que, a tenor de la declaración del capitán de la 13ª mía de la Policía, Fortea -folio 471 vuelto- no estaba el Comandante general muy persuadido de dicha insuficiencia de medios, por lo menos, relativamente a fuerzas; antes bien, reputaba aquellos sobrados, a falta solo de material y otros elementos, que decía no le eran enviados, al objetar las prudentes observaciones del expresado capitán ante el alcance de los proyectos que le explanara, en relación con las dificultades materiales que apreciaba, puesta, en suma, la garantía del éxito en «no será abandonado por su estrella».

Y es que, como oportunamente apunta el coronel Morales en su informe antes citado, las fáciles operaciones que habían conducido a la sumisión de Beni Said y Beni Ulixech, determinando la de Tensaman, con excepción de la fracción disidente de Trugut, y el ambiente de paz que se disfrutaba en la zona, pudieron hacer confiar en que las marchas hasta las proximidades del Nekor se realizarían asimismo sin formal resistencia; versión que igualmente recoge el coronel de artillería Massaller -folio 975-, reconociendo que la facilidad de los anteriores avances realizados, casi sin resistencia, podía explicar se rebasasen los límites de la prudencia y se extendiese la ocupación a adelantados territorios sin prevención de medios adecuados, no pareciendo sino que el enemigo -por su abdicación más que por su vencimiento- dejaba de serlo al hacer sumisión, entregándose resignado a nuestro dominio. Mas, con toda esa apariencia favorable de demisión, continuando la glosa del informe del coronel de la Policía Morales, calculaba dicho jefe que la sola ocupación Fecha probable de entrar en Beni Urriaguel, pacífica, políticamente preparada, de las dos cabilas de Tensaman y Beni Tuzin, ocuparía todo el verano, y aun verificada en dichos probables términos, no creía pudiese estar concluida hasta agosto, cuando menos, en que se llegaría entonces a entrar en contacto con Beni Urriaguel, y fecha en la cual no consideraba pudiera todavía pensarse en traspasar el Nekor.

AFIANZAMIENTO PREVIO DE LA SITUACIÓN A RETAGUARDIA. Estimaba indispensable consolidar la situación establecida por nuestros rápidos avances para que se pudiera «pensar, sin riesgos de hallarse con una sorpresa desagradable, en dejar desguarnecido todo el territorio ocupado, y llevar las fuerzas a vanguardia al emprender las operaciones, y esta consideración ha de imponerse con mucha fuerza al tratarse de Tensaman y de Beni Tuzin. Es seguro que en ninguna de esas cabilas ocurriría nada al encontrarse las fuerzas más allá del Nekor mientras las cosas marchasen bien; pero, si hubiera algún combate, no digamos desgraciado, sino duro, que nos obligase a hacer un alto, pudieran las cosas variar.»

FECHA PRESUMIBLE DE LLEGADA AL NEKOR. Para no ser prolijos no se citan sino aquellos lugares principales; pero no puede menos de llamarse la atención sobre las consideraciones que se siguen en dicho informe para comprender que el Mando se hallaba asistido de órganos que tenían una percepción clara del alcance de la empresa planteada, condensado su juicio en la conclusión razonable de que no convendría «aun en el caso más favorable, pasar el Nekor antes del próximo otoño, si queremos fiar el éxito más a la prudencia que a la audacia», afirmándose, finalmente, en el criterio de considerar como límite, entonces, de elasticidad de las fuerzas del territorio, el asentamiento en la raya de Tensaman con la ocupación de Sidi Dris y una posición intermedia entre ésta y Dar Buimeyán.

EXISTENCIAS DE HARCAS Y SU ACTITUD EN EL TERRITORIO FRONTERIZO. Planteada en estos términos materiales la solución racional del problema, en minuta de carta política de 29 de mayo último, comprendida en los antecedentes que se comentan, al folio 238, se traza por voz del Comandante general el estado político del territorio, señalándose la inquietud que suscita con respecto a la zona ocupada, la secta Alauía, y en cuanto a las cabilas de Tensaman y Beni Urriaguel la presencia, manejos y propósitos de Si Mohand Abd el Krim que, a juicio de aquella autoridad, «acrecienta notablemente las dificultades de una actuación armada y dificulta en grado sumo la política». Señala la existencia de harcas enemigas en Yub el Kama -en el paso al Nekor de la estribación de Kilates-, con guardias avanzadas en el frontero Azrú Yibal -al SO de Abarrán- y Sidi Chaib, ejerciendo directa amenaza sobre Tensaman, influyendo en su vacilación, y aun con propósito de ocupar el monte Abarrán, cosa que, «de lograrlo, haría más difícil la situación de la cabila y podría aumentar las comunicaciones entre Dar Buimeyán y Sidi Dris», y, aparte la indecisión de los Beni Tuzin del Norte, acusa el refuerzo de la harca de Iyarmauas, condiciones en las cuales «hay que pensarlo mucho -dice- antes de efectuar un avance, y por eso he mandado al comandante Villar a Dar Buimeyán, para que sobre el terreno trate con los jefes de Tensaman; y si logramos la seguridad de su franco y decidido apoyo, operaré por aquella zona; en caso contrario, lo pensaré, porque tendríamos una serie de combates sangrientos, muy distintos de los que hasta ahora hemos sostenido en este territorio»…

HARCAS DE AZILAF. Se hace también mención en la misma carta de la harca de Azilaf, en Gueznaya, y de su propósito de dirigir hacia Midar -Beni Tuzin- sus primeros movimientos como preparación de las fuerzas y aseguramiento de la situación en el frente ofensivo; indicación que se recoge para acreditar la existencia de los diversos núcleos enemigos levantados en armas e inteligencia de las alusiones que incidentalmente a ellos se hacen en algunas declaraciones con respecto a las operaciones en dicha marcha dirección de Midar, y que no pudieron ser realizadas por la precipitación de los sucesos.

CONSULTA AL ALTO COMISARIO. Sentados estos preliminares, considerados como preparación necesaria, sea permitido insistir en este lugar acerca de los términos de la comunicación que este Juzgado dirigiera al Alto Comisario en 15 de agosto pasado, folio 194. En este escrito, con la presunción de los designios que guiarán las acciones emprendidas en el sector de Buimeyán, se solicitaba a dicha autoridad, por estimarlo de mayor interés a los fines del expediente, como atento a la trascendencia que dicha malograda operación inicial de Abarrán ejerciera en el proceso de los sucesos del territorio, se sirviera deslindar las iniciativas que tales operaciones habían propulsado y la amplitud de la autorización que por su parte hubiese concedido al Comandante general para llevarlas a ejecución, con el parecer autorizado que los sucesos le hubiesen sugerido.

Como a esta comunicación no se ha dado contestación, bajo la reserva de las Reales Órdenes citadas de 24 de agosto y 1 de septiembre último, se ha visto compelido el Juzgado a entrar en el terreno de las inducciones, falto de tan valioso auxilio, y explique por ello, por lo tanto, los errores de apreciación en que incurra en su mejor deseo de ahondar en la génesis de los sucesos.

PLAN PRECONCEBIDO SOBRE ALHUCEMAS. Existía, en resolución, en el ánimo del Mando el plan preconcebido de la ocupación de la bahía de Alhucemas, aunque supeditado a la espera de la reunión de elementos materiales necesarios, como de sazón y oportunidad, y con relación a los antecedentes conocidos del Juzgado y de que queda hecha referencia -carta política de 27 de marzo-, la ocupación llevada a cabo en las cabilas de Beni Said y Beni Ulixech, permitiendo asentar nuestro frente ofensivo en los bordes de la de Tensaman, y con la posesión de la playa de Sidi Dris, se estimaba tener en nuestro poder «el dominio de la llave de comunicaciones exterior de la cabila de Tensaman, y coloca, con la posición de Anual, en condiciones de abordar la única divisoria que separan nuestras tropas de las márgenes del Nekor, y por lo tanto, de las playas de Alhucemas», camino que consideraba el más fácil; como de otra parte no constituir la ocupación del contrafuerte divisorio serio obstáculo, debido en mucho a la situación ventajosa adquirida en los límites de Tensaman -carta de 17 de abril- que, de mantenerse en la actitud que observaba, aseguraría las comunicaciones por tierra; por más que se reconocía que el momento oportuno para el avance no había llegado por dificultades de diversos órdenes, y requería una previa labor política intensa para allanarla y la preparación de una comunicación más fácil que la entonces existente entre Dar Dríus y Anual.

TÉRMINOS INMEDIATOS DEL PROBLEMA. Se resumía, en conclusión, el problema entablado en la ocupación de pequeños puestos en Tensaman y Beni Tuzin para dar mayor apoyo a la operación sobre Alhucemas, actuaciones que podrían tener lugar en breve plazo, y, por último, la ocupación de dicha bahía, que se realizaría, a ser posible, marchando por tierra a través de Tensaman, y solo en caso necesario auxiliada por un desembarco; programa halagüeño, parte del plan de operaciones, del año, que se creía poder dejar cumplido para el pasado verano -carta del 27 de marzo-.

SITUACIÓN GENERAL DEL TERRITORIO EN VÍSPERAS DE ABARRÁN. Finalmente, en carta de 30 de mayo, se manifiesta que el Comandante general de Melilla no realizó al fin las operaciones sobre el valle del Amekrán, para que había sido autorizado, y que la situación seguía lo mismo; esto es, la mayor parte de Tensaman y Beni Tuzin en actitud amigable; los Beni urriagueles, rebeldes, neutralizando las buenas disposiciones de los del poblado de Axdir, a los que impedían comunicar con la plaza, aunque la rebeldía no fuese agresiva, lo que se consideraba buen síntoma, y los bocoyas, en su actitud amigable de siempre los de la costa, pero no así los del interior, propicios a la propaganda de Beni Urriaguel.

Tal es el cuadro de la situación, juzgado por las autoridades del territorio, como introducción a los sucesos declarados en el mismo.

 

LEER MÁS:  Hoy homenaje a Ion Mota y Vasile Marin en Majadahonda

PRIMERA CRÓNICA DE INDALECIO PRIETO

El socialista Indalecio Prieto fue enviado especial por el periódico “EL Liberal” de Bilbao y desde allí, “in situ”, envió 27 crónicas que se publicaron en el periódico vasco y después en “El Socialista”, el órgano oficial del PSOE. Hoy publicamos la primera a su llegada a Melilla:

 

LA VERGÜENZA DEL DESASTRE

 A las cuarenta y ocho horas de mi estancia en Melilla, persuadido de que es inútil confiarse al telégrafo, cojo la pluma para transcribir a toda prisa, desordenada y confusamente, las impresiones recogidas durante estos dos días. Y confieso que, por sonrojo, voy a apartarme de escarbar más en el fondo cenagoso del desastre iniciado en Annual, huida sin precedentes, dispersión alocada, torrente de pánico que lo arrolló todo y no respetó nada. A navajazos se disputó la posesión de mulos y caballos para huir. Deber de quien tenga una representación política es inquirir las causas que produjeron tan vergonzosos efectos.

Cuando en ellas se ahonde, podrá verse cuán funestamente irradian ciertas desmoralizaciones. Lo que pudiéramos llamar acción colonizadora española no tiene enmienda. Las tristes experiencias del pasado no nos sirven de lección. En cada nueva empresa los vicios de antaño, lejos de evitarse, se centuplican; el esfuerzo de la acción tutelar o protectora del Estado se pierde entre las mil corruptelas de sus agentes, y el contagio en estos casos no tiene límites.

 

¿CUÁL ES LA SITUACIÓN DE MELILLA?

He ahí lo que un espíritu curioso pretende afanosamente inquirir en cuanto aquí se aposenta.

Todos reconocen que Melilla estuvo, uno, dos, tres días, a merced de los moros. Estos no entraron porque no se les ocurrió o no se les antojó. No había en la plaza fuerzas materiales ni morales con que oponerles resistencia. Las fuerzas materiales estaban dispersas o en poder del enemigo; las morales habían sido derruidas por el espectáculo de los fugitivos que, no considerándose seguros en la ciudad, asaltaban los buques y pedían a los capitanes que encendieran las calderas y se hiciesen a la mar.

Aquello ya pasó. ¿Pero está hoy segura Melilla? Los técnicos dicen que sí y la tranquilidad del vecindario parece un síntoma excelente. He visto las líneas de defensa que la protegen, los blocaos, las baterías, las tropas alineadas. Sí, parece bastar; pero Melilla no puede considerarse jamás segura sin el dominio del Gurugú, de su cima y de esa serie de lomas pardas que son sus estribaciones y que se extienden sobre la ciudad como ondulaciones de una ola gigante.

Es inconcebible que el Gurugú no estuviese fortificado. Con unas medianísimas defensas y unas reducidas guarniciones en sus puntos más dominantes, aunque hubiera sido mayor el desastre —mayor no era posible—, aunque se hubiesen desmoronado como desmoronó el miedo todas las posiciones, la tranquilidad de la plaza estaría plenamente garantizada desde las crestas del Gurugú con unos cañones que barrieran los barrancos y breñales desde donde ahora hostilizan los moros, produciendo a diario una sangría en los convoyes, y dejando empotradas sus balas de fusil en las casas del barrio del Real.

Temo a la audacia mora. Si de aquellas crestas en poder suyo se lanzasen en masa contra nuestras alambradas, nuestras trincheras y nuestras baterías, ¿podría resistirse su ímpetu? Los técnicos dicen que sí, que la primera oleada, la segunda, la tercera y la cuarta las aniquilarían nuestros fusiles, nuestras ametralladoras y nuestros cañones. Así lo aseguran los técnicos. Pero mientras el Gurugú no esté en poder de las tropas españolas…

 

LOS CONTINGENTES MOROS

 Hay optimistas —aquí predomina el más reconfortante optimismo— que llegan a suponer la jarca en dispersión, y hasta entregada a luchas fratricidas por la posesión del botín, y que quienes hostilizan son una docena de merodeadores. Hay quien supone, en suma, que para el avance no se hallará resistencia. No tanto, no tanto…

En las cercanías de Melilla hay grandes contingentes moros. Ayer mismo hubo una gran concentración en Nador. Y están envalentonados, borrachos por su indiscutible victoria.

Francisca Sevilla y Francisca Díaz, dos ancianas habitantes en las casas de la mina Setolazar, llegadas ayer después de un cautiverio de mes y pico, han referido detalles interesantes.

En Nador, por las ventanas abiertas de las casas, se ve a los moros en descanso, tumbados como príncipes, sobre las muelles camas. Otros se solazan en el dulce vaivén de las mecedoras. Cuelgan jubilosos de sus cintos una pintoresca variedad de armas blancas; un machete, un sable, un espadín. Con las telas más ricas y vistosas que hallaron en las casas saqueadas han enjaezado nuestros caballos, en los cuales pasean jactanciosos, haciéndoles caracolear.

Pero la presa más codiciada para ellos, más que el fusil y el caballo, es la mujer española. Espanta la tragedia de Francisca Díaz, la más vieja de estas dos mujeres: vio degollar a su yerno y vio cómo un jefe de cabila, imponiéndose a otros cabileños que también la pretendían, se llevó a su hija, encinta, aterrada aún por la visión del asesinato del esposo, ¡y con una niñita de seis años!

Los moros, en sus ultrajes a las mujeres cristianas, no respetan ni su estado ni su edad.

Estas infelices cautivas, ante cuyos relatos parece partirse el corazón, cuentan cómo llegan de las más apartadas zonas del Rif legiones de cabileños que hablan de asaltar Melilla y llevan su delirio del triunfo al extremo de querer pasar el mar en busca de las tierras peninsulares que antes fueron sus dominios.

—Moros tener cañones para tirar Melilla y después coger fragatas y tomar Granada, que ser nuestra.

He ahí el ensueño de los vencedores.

¿Que es una locura lo que piensan? Sí; pero ¿a qué límites no eleva su moral de combatientes esa misma locura?

¿Y tienen acaso enfrente la misma febril idealidad que empuja con fuerza irresistible hacia la muerte?

 

LA ACCIÓN MILITAR

 El azar entra por mucho en la suerte de las armas. A veces es él, con sus caprichos, quien decide las batallas. Es demencia meterse a averiguar sus designios. Pero siempre, siempre, hay que prevenirse contra él.

Quizá el mayor acierto de Berenguer haya consistido en no intentar hasta ahora nada fundamental.

No han venido las tropas llegadas de la Península poseídas de bélicos ardores, no. Todo eso pertenece a los tópicos e idiotez de ministros lerdos y de periódicos jingoístas. Además, en eso no creen sino unos centenares de majaderos. Esta guerra ni ha despertado, ni despierta, ni despertará entusiasmos en España, Trabajo mando a quien se empeñe en demostrar lo contrario.

Pero esas tropas, sin espíritu bélico, tampoco venían deprimidas. Esta es lisa y llanamente la verdad.

La depresión podía producirse aquí, al contacto con los restos de la guarnición de Melilla, aún bajo los terribles efectos de la debacle. A una mirada perspicaz, si se fija en la forma de acampar y distribuir refuerzos, no se le puede ocultar que se ha procurado el aislamiento entre quienes estaban aquí el 24 de junio y quienes vinieron después. Pero el aislamiento absoluto es imposible, y sin el aislamiento no cabe impedir el contagio.

Hasta ahora se baten con preferencia los legionarios —casta especial de combatientes— y los regulares de Ceuta, tropas todas ellas entrenadas en muy duras peleas. La víspera de mi llegada se perdió un blocao; para recuperarlo —se recuperó— fue movilizada una columna de 5.000 hombres. Pues bien; el día siguiente, sesenta legionarios se encargaron ellos solos de evacuar los heridos y relevar la guarnición.

Una fuerza peninsular que se bate también con gran arrojo es el regimiento de la Corona. ¿Quién conocía al regimiento de la Corona? Creo que es uno de esos Cuerpos constituidos últimamente, sin historia, sin leyenda, sin jefes laureados, sin cohesión, sin nada, en fin, de lo que constituye el prestigio de un Cuerpo. Estaba en Almería y fue el primer regimiento llegado a Melilla. Entró en fuego enseguida y no flaqueó un instante. Hoy hablan aquí todos con entusiasmo del regimiento de la Corona. En la guerra se dan muy raros fenómenos. Estados anímicos especialísimos y circunstanciales conducen lo mismo al heroísmo que a la cobardía.

Por eso importa mucho para el futuro de toda la acción militar el éxito rotundo del primer combate. El triunfo creará o levantará la moral de las tropas. Una derrota clara y hasta un resultado dudoso podría abrir de par en par las puertas a un nuevo e irremediable desastre.

He ahí, quizá, la razón de la cautela, de la parsimonia, de los aplazamientos en el comienzo de la ofensiva.

Mientras llega el material que se necesita, las municiones indispensables ante la cantidad enorme de que ahora disponen los moros, el mando atiende a hacer soldados de los hombres que se le han remitido, entrenándolos, fogueándolos. No hacen falta aquí más hombres. Por ahora, basta con los que hay. Incluso sobran mientras no se inicie con fruto la acción expansiva, porque no hay donde meterlos. Duermen a la intemperie en las calles, en los cerros no dominados por el fuego rifeño y en las tierras insalubres de la Restinga.

 

LOS PRISIONEROS

 En el ánimo del Mando debe pesar como losa de plomo la situación de los prisioneros. No hay cálculo aproximado de su número; pero todos los informes e indicios conducen al pesimismo. Entre los millares de desaparecidos de la guarnición de Melilla, son más —muchos más— los muertos que los prisioneros.

No parecen hallarse éstos mal atendidos a juzgar por lo que Francisca Sevilla y Francisca Díaz me han referido; pero los rífeños amenazan cebarse en ellos ante cualquier ataque aéreo, reputando inadmisible el empleo de los aviones como elementos ofensivos. Sin embargo, si los moros pudieran utilizarlos los utilizarían. Pruébanlo esos anuncios aparecidos en Le Matin, de París, y en los diarios del Marruecos francés solicitando aviadores a buen sueldo “para el ejército de la independencia del Rif».

 El espectáculo más angustioso que ofrece Melilla es el de los padres, madres e hijos peregrinando tras noticias de los seres queridos. Es la misma incertidumbre terriblemente dolorosa que aprisionaba el espíritu del hijo de Fernández Silvestre. Pero respecto al trágico fin de Silvestre, a pesar de las noticias de estos días, ya no cabe duda a juzgar por lo que me contó Abd-el-Kader, el moro amigo.

Un policía indígena vio caer muerto a Fernández Silvestre entre un pelotón de treinta a cuarenta soldados, jefes y oficiales. Este policía fue prisionero. Abd-el-Krim le puso en libertad, y al retornar a su cabila, pasó deliberadamente por el sitio en que vio caer a Silvestre, y, aunque desfigurado, con el rostro magulladísimo, pudo reconocer el cadáver del general, ya en franco período de descomposición.

Los rifeños se resisten al rescate de prisioneros. Saben que, conservándolos, tienen la mejor prenda, y aunque les corroe la avaricia, no la truecan por dinero.

¡Qué penalidades las de esos hombres, temerosos de que un éxito de sus compañeros de armas les cueste a ellos la vida!

El otro día —me lo contaba ayer Francisca Sevilla, testigo del hecho— un soldado de Artillería prisionero perdió adrede una pieza de un cañón emplazado en Nador. Los moros no admitieron sus excusas y le mataron en el acto.

Y la fuga es imposible. Cuantos desesperadamente la intentan caen atravesados por balazos o les siegan las cabezas las gumías.

 

LEER MÁS:  La revolución sindical agraria del franquismo y las leyes más vanguardistas de Europa. Por José Miguel Pérez

 

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.