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Introducción necesaria

La mejor manera de dar a conocer el sufrimiento que soportó el territorio controlado por los partidarios del Frente Popular en las provincias andaluzas es mostrar algunas de las salvajadas cometidas por los milicianos socialistas, comunistas o anarquistas en dicha región meridional, que alcanzaron tal grado de primitivismo que aún hoy causan espanto el recordarlas, siquiera se pretendan referir de modo técnico y neutral.

Como hemos comentado en otras ocasiones, una parte sustancial y novel de la dirigencia izquierdista en España está completamente narcotizada por escritos que el genial Cervantes catalogaría -si viviera- como “libros de caballería”; y que, en nuestro caso, tratan sobre la guerra civil y el posterior régimen político, los cuales tienen más de fantasía y propaganda política que de realidad histórica. Hasta tal punto es así que no pocos padecen una fuerte intoxicación propagandística, con confusión de ideas y conceptos altamente preocupante: mezclando hechos puntuales con eslóganes, falsedades y medias verdades. Y es que toda drogadicción, bajo la apariencia de un paraíso deseado, genera unos graves problemas sociales y personales. En nuestro país, por ejemplo, hemos llegado al extremo de que el mismo Gobierno pretende inyectar a la ciudadanía una fuerte dosis de su propia droga política o somnífero tendencioso, con los que desea adormecernos e, incluso, perseguirnos si no alcanzamos el éxtasis que implica el haber consumido previamente su dosis nociva de “memoria democrática”. Pero antes de quedar totalmente atontados o esclavizados con los estupefacientes del tipo “el Frente Popular fue una coalición electoral modélica”, “lo padecido en la zona republicana de la guerra civil fue una especie de limbo laico” -imprescindible para llegar al paraíso político del marxismo- o proposiciones similares, hemos de conocer los verdaderos efectos que comportaría tal adicción.

 

La crueldad más horrorosa de la Guerra Civil

Dicha barbaridad inaudita ocurriría en la localidad cordobesa de Baena, en julio de 1936. Por ello, vamos a transcribir en casi su integridad el informe que el servicio de Información e Investigación de FET y de las JONS de la provincia cordobesa elaboró en diciembre de 1942, a requerimiento de la autoridad judicial; organismo que, como se sabe, formaba parte del Movimiento Nacional, estando sujeto, por tanto, a reglamentación oficial. Pues bien, mostremos el contenido de dicho documento informativo:

El 18 de julio de 1936, las fuerzas de la Guardia Civil que componían este puesto, a las que se unieron varios paisanos amantes del orden, en número de unos ochenta, todos a las órdenes del teniente de la Benemérita, se sublevaron en contra del marxismo; a partir de este día, las organizaciones marxistas, provistas de toda clase de armamento arrebatado violentamente de los cortijos del término, iniciaron una fuerte ofensiva contra las mismas, obligándoles a refugiarse en el recinto de la plaza principal del pueblo, hospital y otros edificios en donde los defensores tomaron posiciones estratégicas y organizaron su defensa y la de la pequeña parte de la población que dominaban y en ella resistieron el asedio de los rojos hasta el día 28 del mismo mes que fueron libertados por las fuerzas que mandaba Saez de Buruaga; los marxistas huyeron con sus dirigentes a la cabeza hacia Castro del Río.

Durante su dominación en el pueblo, los marxistas cometieron infinidad de crímenes, siendo de resaltar los perpetrados en el convento llamado San Francisco, en donde establecieron una prisión, especie de “checa”; en ella fueron torturados, maltratados y por último muertos a hachazos hasta noventa y seis personas, algunas de las cuales sufrieron horribles mutilaciones.

Un sacerdote fue muerto y quemado con gasolina en las calles de la población. Una mujer fue muerta a hachazos en el momento que se encontraba dando a luz. Otro vecino del pueblo fue apaleado antes de morir y le fueron atados los testículos con una cuerda, tirando de ellos. Otros fueron arrastrados vivos; dos mandaderos del convento fueron muertos a hachazos y clavadas las medallas que llevaban en los ojos. A otro vecino, después de darle varios tiros, fue arrojado por un balcón y quemado su cuerpo aún con vida, etc., etc.

Este fue uno de los pueblos, en donde la bestia marxista se ensaño más y cometió más crímenes en toda la provincia. Componían el comité que dirigió y ordenó estos asesinatos los siguientes individuos (…) Todos estos individuos, a la mayor parte, les ha sido aplicado la Ley y otros cumplen condena y otra parte se encuentra huida en el extranjero.

La masacre de 84 de las víctimas tuvo lugar el día 28 de julio, a punto de ser liberada la ciudad por las tropas de Queipo, siendo asesinadas las restante pocos días más tarde, precisamente el cinco de agosto. Todas ellas fueron muertas a golpes de hacha, excepto trece que fueron matadas de forma menos inmisericorde (disparos, quemaduras, etc.). Pues bien, por el modo tan brutal de acabar con la vida de estos prisioneros y por la magnitud de tales muertes, esta matanza debiera ser considerada como la mayor brutalidad cometida en la Guerra de España y quizás como una de las que más, en lo que concierne a las guerras civiles de su tiempo.

Con todo, el análisis completo de este holocausto adolece de referencias importantes, por imposibilidad de consultar todos los documentos generados en su tiempo, pues faltan de los archivos. Precisamente, de la Causa General, faltan las estadísticas específicas de todo el partido judicial de Baena y Castro del Río, adonde se refugiaron los jefes del comité. Por ello, se ha esfumado la posibilidad de conocer las declaraciones de las familias afectadas y  testigos de tales masacres, así como los informes de las respectivas alcaldías[1].

La documentación desaparecida

De la misma manera que está desaparecida o destruida una parte importante de la Causa General, me ha resultado imposible el consultar algunos rotativos andaluces que detallaron en su día las barbaridades cometidas por los rojos en la ciudad cordobesa de Baena, como el diario cordobés Guión o La Unión de Sevilla.

No obstante, el contenido de los avances del Informe Oficial de 1936[2] permite salvar este contratiempo, así como el auxilio prestado por algunas referencias recopiladas en la Causa General, los estudios precisos del general Casas de la Vega[3], ciertos periódicos nacionales (tomados con la debida precaución) y lo publicado en la prensa francesa y portuguesa. De lo expuesto, se infiere que la izquierda andaluza adoptó una estrategia cruelísima durante los primeros compases de la guerra, consistente en arrasar a sangre y fuego todo lo que consideraba ajeno a sus intereses: los edificios, las obras de arte, los bienes privados y, por supuesto, las vidas de las personas… hasta el punto que las tropas marroquíes que entraron en Baena se preguntaban irónicamente si, en verdad, los españoles estaban capacitados para civilizar la zona del Protectorado de Marruecos, al descubrir los terribles tormentos y asesinatos cometidos en dicha localidad andaluza…

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En el mediodía peninsular, la proximidad de las tropas liberadoras provocó que los rojos castigaran de forma atroz a los detenidos y prisioneros derechistas, siguiendo un plan preconcebido, mediante el empleo de tormentos inconcebibles. La rapidez con que actuaron las tropas nacionales impidió que se cometieran masacres en masa en las prisiones de Huelva o Villafranca de los Barros, pero lamentablemente en varios lugares las tropas no llegaron a tiempo y el horror se adueñó de tales localidades, como ocurrió en Arahal, Granja de Torrehermosa o Baena. No fueron casualidades bélicas ni tampoco desastres sobrevenidos, sino la constatación de una planificación perfectamente diseñada, como demuestra la documentación portuguesa. En definitiva, fueron castigos harto terribles que arrojan pestilencias sobre la conducta moral del ser humano, independientemente de su ideología política.

Pues bien, quizás haya sido el periodista francés Émile Condoyer quien relataría de forma más fiel el látigo terrible con que la izquierda española azotó el territorio andaluz; y de modo sistemático. Así, el 18 de agosto de 1936, escribía este corresponsal de guerra la siguiente crónica para el rotativo parisino Le Journal[4]:

Gasolina, Gasolina (…) He visto por todas partes iglesias caídas. Cada pueblo posee más de una en esta triste situación. Ante la noticia de la insurrección militar, y también antes, contra las iglesias se han desencadenado todos los odios. Los andaluces rojos llevaban bidones de gasolina a las naves, esparciéndola y prendiéndole fuego. Maravillas artísticas, de las que se hará algún día el elogio debido, han desaparecido así. Yo sé de pueblos donde se ha cortado, de un golpe de hacha, la cabeza de una Virgen de madera del siglo XV, y de otros, donde se ha fusilado las imágenes santas y los crucifijos artísticos. Se sacaban los cuadros, las estatuas, todos los ornamentos, para hacer hogueras (…) El proceso de esta guerra puede establecerse en cuatro períodos. Primero, ante la insurrección militar, los rojos aprisionan a todos los ciudadanos sospechosos de simpatizar con el movimiento nacional, y, simplemente, a todos cuantos tienen algo de dinero. Segundo, las tropas nacionales atacan la ciudad. Tercero, los marxistas retroceden; pero antes de retirarse matan a todos sus prisioneros. Cuarto, las tropas entran en la ciudad, y ante estos horrores, no conceden cuartel. En la mayoría de los casos, la batalla en sí hace pocas víctimas. Lo que cuenta son las matanzas que la preceden y las que la siguen. El recuerdo de la Inquisición se desvanece ante las atrocidades que fácilmente pueden constatarse (…) En Arahal he visto un subterráneo sórdido provisto de gruesos barrotes de hierro. Los marxistas habían encerrado allí 23 personas, hombres, mujeres y niños. El subterráneo mide seis metros de largo por tres de ancho. Cuando las fuerzas nacionales se acercaron, los marxistas echaron gasolina, prendiéndole fuego, y todos los prisioneros perecieron (…) En Utrera, al sur de Sevilla, ataron un hombre a una silla y quemaron a sus hijos sobre las rodillas. Es absolutamente cierto que a una mujer le pusieron una guata empapada de gasolina en la boca; y por un sadismo alucinante, le prendieron fuego. Pues bien ¿quién puede negar que al párroco de Puente Genil le cortaron los pies a golpe de hacha sobre los adoquines o que a un clérigo de San Jerónimo le dieron un golpe de gracia en el cráneo, tras haber sido herido con arma de fuego, mientras agonizaba en los brazos de su madre? ¿Quién puede negar que al cura de Baena le quemaron vivo? ¿Quién puede negar que, en Campana, catorce prisioneros han ardido en espantosa hoguera?  Y es que no cito más que los casos terribles que se hallan perfectamente testimoniados (…).

 

La descripción casuística del terror

Se sabe quiénes constituían el comité izquierdista de la localidad cordobesa, responsable principal de la masacre, pero se ignora quiénes cometieron tales crueldades abominables, por hallarse la documentación perdida o mutilada. No todos los directivos republicanos fueron fusilados, como se desprende del resumen confeccionado en 1942 por el servicio de Información e Investigación de Falange; y eso que el hallazgo de crímenes tan monstruosos sorprendió hasta el mismísimo general Queipo de Llano, quien ni siquiera se atrevió a comentar tales barbaridades en extenso, como solía hacer por la radio durante las primeras semanas de la contienda: (…) Baena, en donde los marxistas han cometido verdaderos horrores, crímenes monstruosos que no se pueden citar por no desprestigiar a nuestro pueblo…[5]. De hecho, habían sido los oficiales de las tropas liberadoras quienes comunicaron al corresponsal de ABC las barbaridades perpetradas: Hemos podido conversar con algunos de los oficiales que fueron a conquistar dicho pueblo, y nos contaron cuadros de tal criminalidad, que no pueden contarse (…) Es seguro que el pueblo de Baena no olvidará ni el cuadro de horror con tantos asesinatos allí cometidos, ni tampoco la actuación de la fuerza llegada al mismo[6].

Los asesinatos afectaron a casi todas las profesiones y condiciones sociales. Así, los médicos José A. Mejías y Luis García fueron masacrados con sendos hachazos en la frente, a la altura de los ojos; el médico don Luis Alcalá, lo fue con tres hachazos y arma de fuego; y el practicante Francisco Torrico, fue muerto tras propinarle dos hachazos en la espalda. Por su parte, el farmacéutico Ramón de la Moneda fue muerto tras asestarle dos hachazos; el dependiente de farmacia, Esteban Bujalance, con un tiro en la nuca y varios hachazos en la espalda; y el practicante de farmacia, el jovencísimo Juan Pérez, fue muerto tras darle un hachazo en la nuca. Los profesionales del Derecho también sufrieron lo suyo: don José Mejías, el secretario del Juzgado, lo mataron con dos hachazos en la frente; el anciano abogado don Anselmo Cavas fue asesinado tras asestarle dos hachazos y dispararle un tiro; Vicente Caballero, abogado de 48 años, fue asesinado tras  ser apaleado, sufriendo varios hachazos; por su parte, el letrado Diego de la Moneda recibió un hachazo en la frente y otro en el pecho que le ocasionaron la muerte; y el abogado de cuarenta años José Gau Roldán sufrió un tormento terrible, pues fue colgado de los pies y rematado a hachazos. Los funcionarios municipales también soportaron martirio: a Manuel Cañadilla, depositario, los asesinos lo mataron tras darle tres hachados y un tiro; y a Juan Casani, escribiente del Ayuntamiento, los rojos le causaron la muerte tras cogerle los testículos con una cuerda. Dos mártires tienen el cuerpo de Telégrafos: Agustín Valverde, jefe de la oficina, fue muerto de dos hachazos y un tiro; y Luis Morales, celador, sufrió tres hachazos. Una decena de propietarios fueron asesinados de forma atroz, destacando el martirio de Antonio Lora, arrastrado vivo y muerto a tiros; el de don Eduardo Rosales, quien fue muerto con su hijo enfermo, estando postrado en cama; o el de don Antonio Belda, matado tras recibir cuatro golpes de hacha en la cabeza y la espalda. Por su parte, el personal religioso tendría seis mártires en este cadalso de sangre indescriptible, destacando la muerte del sacerdote Bartolomé Carrillo, quemado vivo tras ser tiroteado; la anciana religiosa Josefa González, que sería muerta a hachazos y a tiros; y dos mandaderos del convento Madre de Dios, que fueron asesinados clavándoles las medallas en los ojos.

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Con todo, aún quedan por mencionar los crímenes más espeluznantes cometidas por los partidarios del Frente Popular en Baena. Así, el carpintero Andrés Ordóñez fue asfixiado por ligaduras, recibiendo también varios golpes de hacha; el barbero, Natalio Albendín, fue asfixiado por cuerdas y tiroteado; el periodista Manuel Piedrahita fue atado a una ventana, propinándole varios hachazos para matarlo; y Antonio Galisteo Navarro fue despedazado en vida…

Pero donde llegó la sevicia a un punto inverosímil fue en el trato dispensado a ancianos, mujeres y niños, personas que, tradicionalmente, están protegidas por el derecho de la guerra. Y es que fue horrible lo que padecieron. Así, los pobres ancianos que se hallaban viviendo en el asilo del convento fueron muertos con terribles golpes de hacha. He aquí el nombre y edad de los mártires: Juan María Navarro (63 años); Vicente Tienda (82); Mateo Cantero (87); Antonio del Moral (82); Alejandro Melendo (82); Antonio Orejuelo (62); Carmen Ortiz (69); y Antonio Serrano (75 años).

En el convento también se hallaban encerrados algunos niños, cayendo contra su limpia inocencia el terrorífico golpe del hacha. Atiendan a la incalificable masacre: la niña Marina Cubillos Pérez, de seis años; su hermano Manuel, de siete, y su hermanito Rafael, de tres años ¡asesinados los infelices de forma pavorosa junto con su madre!

Aparte de las ancianas mencionadas y dos mujeres más muertas violentamente por arma de fuego, los psicópatas izquierdistas terminaron con la vida de cuatro féminas indefensas: Dolores Valbuena, de 58 años; Carmen Bermúdez, 33 años; Concepción Pérez, de 30 … y la joven María Pérez Jiménez, que fue muerta a hachazos en el instante de dar a luz[7]

Milagrosamente, pudieron salvarse 25 detenidos de aquel infierno frente populista, si bien sometidos a vejámenes despreciables, pues parece que alguno fue obligado a comer carne humana, según comentaría posteriormente Queipo de Llano en una de sus charlas radiofónicas. Por lo demás, los marxistas perpetraron durante su breve dominio múltiples robos y despojos en ropas, alhajas y demás bienes particulares, siendo valoradas las pérdidas en unos ocho millones de pesetas.  Se sabe que fueron profanados e incendiados la iglesia parroquial de Santa María la Mayor, el convento de Madre de Dios, la iglesia del Hospital de Jesús Nazareno, la iglesia del convento del Espíritu Santo, entre otros edificios singulares.

La represión posterior del Ejército fue dura, qué duda cabe[8], en consonancia con el Reglamento de Campaña de 1882 y el Código de Justicia Militar de 1890; pero los delitos expuestos pueden conceptuarse como los crímenes más espantosos cometidos en una guerra civil del siglo pasado[9], los cuales pretenden ser preteridos por unas normas memorialistas redactadas por unos soberbios e incompetentes, que, sin saberlo, se colocan a la misma altura moral. Con razón escribía el 18 Tercio Rural de la Guardia Civil (118ª Comandancia), al informar a la Causa General sobres estas barbaridades, la siguiente conclusión: los rojos cometieron con los detenidos los actos más criminales que puede concebir el cerebro humano[10].

 

Fuentes: archivos y registros particulares; prensa histórica; Causa General.

Nota final: el autor, historiador y abogado colegiado, ha redactado el presente estudio, con pleno respeto por la normativa en vigor y con el ánimo de no ofender a nadie; pero reservándose, frente a denuncias desaprensivas, todo tipo de acciones en defensa de sus derechos.

 

[1] En la Causa General, por cada partido judicial donde habían ocurrido desmanes le correspondía un expediente particular, comprendiendo la estadística de tres estados por término municipal: número 1 (vecinos asesinados), número 2 (forasteros asesinados) y número 3 (tormentos, saqueos y destrucciones cometidas). 

[2]Avance del informe oficial sobre los asesinatos, violaciones, incendios y demás depredaciones y violencias cometidos en algunos pueblos del mediodía de España por las hordas marxistas al servicio del llamado Gobierno de Madrid (Primero, Segundo, Tercero, Cuarto, Quinto, Sexto).

[3] Cf. Masacre, 1ª Parte, Quirón Ediciones, 2006, Valladolid.

[4] Cf. “L’effroyable massacre des otages en Andalouise pendat la terreur rouge”, pp. 1 y 5.

[5] Cf. “El discurso pronunciado ayer por el general de la División; la barbarie marxista en Baena”, ABC, Sevilla, (01.08.1936), p. 7.

[6] Cf. “La columna que entró en Baena regresa a Córdoba”, ABC, Sevilla, (30.07.1936), p. 2.

 

[7] Cf. Avance del informe oficial sobre los asesinatos, violaciones, incendios y demás depredaciones y violencias cometidos… Imprenta de la Gavidia, Sevilla, 1936, pp.11-13.

[8] El general Casas de la Vega estima las represalias posteriores en un centenar de izquierdistas y el periódico socialista La Libertad en unos 326 sindicalistas (Madrid, [12.08.1936], p. 2). Queipo de Llano reconoce la represión desde la capital hispalense: (…) y produjeron después de ser tomada Baena el castigo que es natural cuando las tropas están poseídas de la indignación que producen estos crímenes (ABC, [01.08.1936], p. 7).

[9] Ni siquiera las atrocidades cometidas por los soldados mejicanos y los forajidos de Pancho Villa y Emiliano Zapata llegaron a tales extremos de inhumanidad.

[10] Archivo Histórico Nacional, FC-CAUSA_GENERAL, 1044, Exp. 41.

 

Autor

José Piñeiro Maceiras