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El conocido hecho histórico como “Convoy de la Victoria” fue un enfrentamiento aeronaval en aguas del estrecho de Gibraltar, que tuvo lugar el 5 de agosto de 1936 durante la Cruzada de Liberación Nacional, entre fuerzas nacionales, que intentaron romper el bloqueo perpetrado por los rojos para que nadie pudiese pasar por el Estrecho y, mucho menos, transportar tropas y material desde el norte de África a la España peninsular, con las unidades de la Marina de Guerra de la República Española que bloqueaban el Estrecho.
Lo acaecido hace hoy 85 años en el Estrecho de Gibraltar, fue de tal importancia y categoría, que creo necesario sea recordarlo y difundido para conocimiento de las generaciones a las que se les está ocultando la historia con la losa engañosa de la Memoria histórica, y sepan que este hecho, entre otros muchos silenciados, fue decisivo para el desarrollo y culminación de la Victoria del primero de abril de 1936.
Situándonos en aquel 5 de agosto de 1936, en el que el Alzamiento Nacional estaba consolidado en el Marruecos español, y ante la división enfrentada y existente la nuestra patria, el General Franco insistió en la urgente necesidad de trasladar las tropas del norte de África urgentemente a la Zona Nacional de la península, a fin de consolidarla y avanzar actuando con refuerzos bien preparados y ordenados.
En principio, se planteó, a pesar de la diferencia existente entre la escuadra gubernamental y las escasas unidades, que ese momento, estaban disponibles a su favor del Alzamiento para llevar a cabo esa acción, que contaba solamente con el cañonero “Eduardo Dato”, el guardacostas “Uad Kert” y el viejo torpedero “T-19”, como única escolta del convoy. En tanto que, frente a estos tres buques se encontraban el acorazado “Jaime I”, los cruceros: “Cervantes” y “Libertad”, los destructores: “Sánchez Barcaiztegui”, “Almirante Ferrándiz”, “José Luis Díez”, “Churruca”, “Lepanto”, “Alcalá Galiano” y “Lazaga”, cinco submarinos y algunos patrulleros de poco valor militar similares al guardacostas Uad-Kert.
Pero, Franco basaba su confianza en el éxito de su proyecto en la hasta entonces desconocida eficacia de la aviación contra una flota de guerra en alta mar y en la ineptitud de las tripulaciones rojas, las cuales, según los entendidos, navegaban en quebrando los segmentos en dos líneas paralelar irregulares y huían en cuanto eran atacadas.
El General Kindelán, Jefe de la aviación nacional, tras entrevistarse con Franco, ordenó el apoyo aéreo de todas las fuerzas disponibles para ayudar o alertar con la vigilancia aérea al comandante del cañonero, a fin de que este pudiera tomar las decisiones oportunas que la acción requiriese. Y a tan fin, los dos hidroaviones, dos cazas y tres bombarderos trimotor fueron los elegidos para defenderse de las unidades de la flota roja.
Dado que el puerto de Ceuta estaba vigilado por los buques gubernamentales turnándose periódicamente, se realizó ocultamente el embarque de la tropa en la noche del 4 al 5 de agosto. En el “Ciudad de Algeciras” se embarcaron a 1200 hombres de la Legión; en el “Ciudad de Ceuta”, 350 soldados de Regulares, con 100 toneladas de explosivos y de municiones de diferentes calibres, seis cañones de 105 mm y dos ambulancias; y en el remolcador “Arango, lo hicieron unos 50 Regulares. En total, 1600 hombres, 6 cañones de campaña, 100 toneladas de munición y dos ambulancias.
El cielo amaneció cerrado y en mar an calma, y del aeropuerto de Tetuán despegaron varios aviones a fin de explorar el panorama e informar de la posición de los barcos enemigos que guarnecían y bloqueaban el paso del estrecho. Los aviones detectaron su localización a tanta distancia que, que informaron de que no les daría tiempo material de poder interceptar al Convoy, y a las 7,20 uno de los aviones informó de que el estrecho estaba despejado y libre de enemigos; pero por razones mayores no zarparon hasta las 16,30.
Una vez en el mar y saliendo en línea, sin formación previa y navegando a la máxima velocidad, fueron quedando descolgados los más lentos, por lo que el más rápido de los buques escolta tuvo que recorrer una línea cada ver más larga una y otra vez.
Desgraciadamente, el viento de levante aumento repentinamente y uno de los remolcadores, al anegarse de agua, tuvo que regresar a Ceuta. En tanto que apareció el destructor rojo “Alcalá Galiano”, que se había escapado de la exploración efectuada por los aviones de vigilancia, y dirigiéndose directamente al Convoy, pero tuvo que rectificar su rumbo para evitar el fuego de las baterías de la costa de Ceuta. En ese momento el cañonero “Eduardo dato”, que se encontraba a unas cinco millas de Punta Carnero, al oír los disparos de las baterías de costa, detectó al destructor que se acercaba a toda máquina y disparando sus piezas principales de 120 mm de proa desde la altura de Tarifa, sobre el buque “Ciudad de Algeciras, que encabezaba el Convoy, a unos diez mil metros, sin dar en el blanco. Razón por la que el “Eduardo Dato” girando a babor y saliéndose de la fila, pudo maniobrar e interponerse entre ambos, al tiempo que abría fuego con sus piezas artilleras; en tanto que, desde la costa, una batería, en defensa del “Alcalá Galiano”, lanzó dos obuses, afortunadamente sin acierto sobre el “Eduardo Dato”. Entre varias maniobras y disparos, el fuego abierto por el cañonero nacional se fue haciendo, cada vez, más preciso y certero, al ser más cortas las distancias, y aunque el “Alcalá Galiano” parecía que tenía la intención de entrar en la bahía de Algeciras, tras sufrir algún impacto, de repente y de improvisto y desde el aire dos de los aviones nacionales lanzaron al destructor 18 bombas, y el destructor al verse acorralado, dejo de disparar y puso pies en polvorosa a Málaga.
A pesar de este y otros contratiempos, el Convoy pudo arribar al puerto de Algeciras y desembarcar el contingente de hombres y material bélico de un solo golpe, y gracias a ello, este hecho de esperanza para unos y trágico para otros, fue gran éxito moral y propagandístico internacionalmente, que debe ser clasificado de tal importancia, que puede afirmarse, sin temor a equivocarse y con toda seguridad, que por su alta contribución al triunfo total de la Cruzada de Liberación, se llamó, con toda propiedad: el “Convoy de la Victoria”.
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