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Rafael de Llanza  y de Valls, nació en Can Mayans, en Vilassar de Dalt (Barcelona), en 1772. Fue el hijo mayor del matrimonio formado por Rafael de Llanza Perpintiey  y Catalina de Valls y Hurtado de Mendoza. En el año 1786, cuando contaba solamente catorce años, solicitó y obtuvo la plaza de cadete de infantería, ingresando en el regimiento de Guadalajara. En octubre de 1787 obtuvo el ascenso a subteniente de bandera. En agosto de 1791 ascendió a segundo teniente. En noviembre de 1793 ascendió a segundo teniente de granaderos del regimiento de Guadalajara.

 

Rafael de Llanza, con una columna de granaderos, operó en Cataluña durante la guerra con los franceses. Debemos destacar su ejemplar intervención en la acción de Bañuls, donde sostuvo la retirada de la columna, por lo que fue citado en la orden general del ejército. Ascendido a primer teniente con el grado de capitán, en el año 1795 fue ascendido a sargento mayor de un tercio de los voluntarios que se organizó en Berga, el cual mandó durante todas las operaciones emprendidas para recobrar la Cerdaña española y conquistar la francesa. El tercio comandado por Llanza se distinguió en la toma de Puigcerdá.

 

La paz de Basilea, en vez de pacificar los ánimos, provocó que Cataluña se enfrentara, en dos ocasiones, 1796-1801 y 1804-1808, con Inglaterra. El regimiento mandado por Llanza fue designado a incorporarse al ejército de Galicia, tomando parte en la defensa de El Ferrol. En 1801 pasó, con su regimiento, a Portugal donde, sucesivamente, ascendió a primer teniente de granaderos, ayudante mayor y, en noviembre de 1805, a capitán de granaderos.

 

Con el Regimiento de Guadalajara marchó, en 1806, hacia el reino de Etruria. En 1807 se unió a la división española del Elba mandada por el capitán general de los Reales Ejércitos Pedro Caro y Sureda, marqués de la Romana. Con ella tomó parte en la conquista de la Pomerania sueca y asistió al sitio de Stralsund, donde tuvo el mando de la tropa española que abrió la trinchera en la noche del 15 de agosto de 1807.

Napoleón Bonaparte formó un cuerpo de voluntarios, con la división española del Elba mandada por el marqués de la Romana, obligándolos a tomar parte en la campaña de Rusia. Finalizada la campaña de Rusia, con el grado de comandante, confirmado por real decreto de 6 de agosto de 1816 por Fernando VII, Rafael de Llanza decidió dejar las armas y volver a su hogar. En agosto de 1819 se le concedió el retiro militar. Como militar le fue concedida la Cruz de San Hermenegildo y la Estrella del Norte, distinción creada para premiar a todos los oficiales y soldados que tomaron parte en la expedición del marqués de la Romana.

 

De nuevo en Can Mayans contrajo matrimonio con María de los Dolores Esquivel y Hurtado de Mendoza. Rafael de Llanza heredó Can Mayans en el año 1820. Del matrimonio nacieron tres hijos: Rafael, Benito y María de los Dolores de Llanza y Esquivel. Su mujer falleció como consecuencia del tercer parto. Rafael de Llanza falleció en Can Mayans en 1833.

 

Rafael de Llanza marchó de Can Mayans el 3 de enero de 1806. Su destino era Florencia, donde llegó el 5 de marzo de ese mismo año. La marcha, con el Regimiento de Infantería de Guadalajara, de la ciudad de Florencia se materializó el 22 de abril de 1807. Su primer destino fue Absajen, en Suecia. De agosto de 1807 a marzo de 1808, el Regimiento de Infantería de Guadalajara, estuvo en Hamburgo y sus alrededores. El 15 de marzo de 1808, salieron, con el marqués de la Romana para la expedición que se proyecto contra Suecia, debiendo antes ocupar la tierra firme y las Islas de Dinamarca. Desde esta fecha hasta julio de 1808, marcharon hasta llegar a la isla de Zeelandia:

 

A las tres de la tarde del 31 de julio de 1808, todas las tropas toman las armas, atacan el palacio del General, huye éste y quedan muertos sus dos edecanes, únicos franceses que se hallan con nosotros. Noticioso el Rey de este movimiento se rompe la generala en Copenhague y sale el Rey con 10.000 hombres y con artillería a una legua de la ciudad para recibir a los españoles creyendo que se dirigían a la capital. Enterado el Rey de la verdadera causa que levantó los espíritus, envía el 1º de agosto de 1808 un edecán a manifestar a las tropas que quedan bajo la inmediata protección y que, desde luego, daba su real palabra de que no se juraría a José Bonaparte; cesa al momento el disgusto y empiezan los aplausos al Rey y a todos los daneses. Nuestro campo se llenó de gentes de todas condiciones y renueva la alegría aunque con algún escozor, pues los hombres que reflexionaban no veían en ese Rey más que un satélite de la tiranía.

 

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En resumen, el Regimiento de Infantería de Guadalajara, se había revelado contra la orden del marqués de la Romana de jurar al nuevo rey de España. Esa rebelión podía tener sus consecuencias negativas para la tropa. Fueron destinados al palacio de Kresenburg. Mientras ellos estaban allí, el marqués de la Romana permanecía en Feonia. El 11 de agosto, el príncipe de Hesse, después de hacerlos formar, les pidió que rindieran las armas. No entendían el motivo de aquel cambio de actitud del rey de Dinamarca.

 

A continuación Llanza nos explica los motivos y la acción llevada a cabo por el marqués de la Romana: Por medio de algunos paisanos, supimos que efectivamente el Marqués de la Romana, había tomado la heroica resolución de valerse de las fuerzas británicas para volver con su ejército a España y que había pasado a la Isla de Langelandt en donde estaba con seguridad, la cual no tenía en la Isla de Feonia, pues que los últimos españoles salían de Nieborg, ya el ejército francés de Holstein había llegado en posta y pasaba el pequeño Belt con la resolución de batir a muerte a los españoles, pero la Romana burló su diligencia pasándose a la Isla de Langeland. En éste tiempo nosotros aún conservábamos alguna esperanza de mejorar nuestra suerte ya entregándonos el Rey a la Romana o ya éste acompañado de los ingleses intentando un desembarco en la Isla de Zeelandia. Todas estas quimeras se desvanecieron cuando supimos que la escuadra se había hecho a la vela abandonándonos a nuestra suerte.

 

El destino del Regimiento de Infantería de Guadalajara era ser entregado a los franceses. De esta manera se resarciría la traición del marqués de la Romana. El 4 de septiembre de 1808 embarcaron al Regimiento para cruzar el Gran Belt. Eran prisioneros y como tales fueron tratados.

 

El 7 de septiembre de 1808 llegaron a Colbing y, allí, ya los esperaban los franceses. El 20 de

octubre de 1808 llegaron a Dijon y, de allí, a Vesan, donde llegaron el 31 de ese mismo mes. Sobre Versan escribe: En su negra y derrocada ciudadela se reunieron todos los oficiales que la suerte hizo quedar en Dinamarca. El Gobernador del fuerte, era un grandísimo ladrón, pues jamás he visto hombre que se valiese de tantas vilezas para robar a unos infelices prisioneros. Nos libramos de sus rapiñas con la orden que vino de separarnos a diferentes castillos y fuertes del imperio. Yo cansado de andar y mi salud física y moral bastante decaída busqué medio para ir al castillo de Buillon, donde llegué con diez oficiales el 3 de noviembre de 1808. En éste derrocado fuerte, antigua morada del jefe de la primera cruzada fuimos encerrados muy lindamente. El gobernador decía que era ancien noble y que se compadecía de los desgraciados. Yo lo tuve siempre por un moderno hipócrita incapaz de tener compasión sino de aquellos que podían suministrarle dinero. Como nosotros no teníamos mucho, debíamos esperar hallar poco lugar en su alma cándida. Sin embargo yo no puedo quejarme de su generosidad, mediante ciertas pesetas que yo daba al cantinero y éste a él, me permitía leer y tener libros y alguna vez me solía dejar por cortos momentos alguna Gaceta, cosa que la deseaba mucho, en extremo, para ver si podíamos saber alguna noticia de nuestra desgraciada patria, pero jamás veíamos otra cosa que reveses y desastres. A menudo el señor gobernador nos instigaba para que jurásemos a José Bonaparte manifestándonos que esta resistencia había ocasionado nuestra desgracia. Nosotros resistíamos a esta solicitud, pretextando que unos hombres encerrados son lo mismo que muertos, y que tendríamos lugar de jurar cuando estaríamos en España.

 

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El 6 de febrero de 1809 todo el Regimiento es mandado a Flandes, donde llegaron el 10 de ese mismo mes. Allí se volvieron a repetir los mismos sucesos que en Vesan, eso es, que juraran a José Bonaparte: El gobernador también era ancien noble pero sus hechos no lo desmentían, tuvimos un fuerte por prisión y muy a menudo sus visitas, aconsejándonos siempre el juramento, asegurándonos que el Consejo de Castilla, los cuerpos civiles y militares del Reino ya lo habían prestado, que Zaragoza, último esfuerzo del valor español había ya capitulado y que por consiguiente todo estaba en pacífica calma. Nosotros lo oíamos, callábamos y nos dejaba hasta cuando le parecía tiempo de volver a la carga, que no tardaba mucho, pues contra el carácter francés, era el tal señor pesado como un plomo.

 

A mediados de marzo de 1809 recibieron un oficio del general Kindelán que decía: Que habiendo su majestad el emperador, decretado en 11 de enero en San Martín, delante de Madrid, la formación del Regimiento José Napoleón, de los dos de Guadalajara y Asturias; por lo que Su Excelencia el Señor ministro de la Guerra en nombre de Su Majestad, nos había nombrado para el empleo que antes teníamos, cuyos despachos se nos enviarían inmediatamente. Este oficio los devolvería, de nuevo, a España. Aquel oficio no fue seguido por los oficiales del Regimiento de Infantería de Guadalajara y continuaron confinados en Flandes.

 

A finales de marzo de 1809, Rafael de Llanza es llamado a París por orden del general Juan Kindelán. Al llegar allí, el general le dijo: Que me había llamado junto a otros cuatro pero que habíamos hecho un viaje en balde respecto a que todos debíamos pasar a Avignon a la formación del anunciado Regimiento, pero que en esta ocasión nos proporcionaría ver aquel pueblo, que si algo se le ofrecía ya nos llamaría. Aquella estancia en París fue perjudicial para Llanza pues, no tenía dinero: Al cabo de algunos días, le insinuamos que nosotros no teníamos dinero para poder vivir, que a pesar de tener la mayor economía gastábamos lo que no teníamos. La respuesta fue, que tuviéramos paciencia ya que pediría al Sr. Ministro que nos enviara a nuestros depósitos. Por fin logramos irnos a nuestros Depósitos, aunque distintos de los que antes teníamos. El mío fue Lila en donde estuve hasta recibir orden para ir a Avignon, a mediados de julio de 1809, lo que verifiqué inmediatamente.

 

En Avignon se reunieron todos los oficiales del Guadalajara y del Asturias, que habían quedado separados en Sedán. Allí supieron la verdad, esto es, que los asuntos de España no estaban tan resueltos como les habían hecho creer hasta ese momento. Estando en Avignon supieron que serían destinados a España. La alegría por aquella noticia se desvaneció bien pronto pues, en vez de venir la orden para España, vino para que un batallón fuese a Dalmacia y otro a Flandes. Éste fue un golpe verdaderamente mortal. Lo que dio lugar a la revocación de la orden no se sabe. Sólo sé que Bonaparte dijo a Kindelán en París: “El Regimiento Español me hubiera dejado las banderas solas en las cumbres del Pirineo”. Y en verdad que no se engañaba. El batallón de Rafael de Llanza fue destinado a Amberes. El peregrinaje del Regimiento de Infantería de Guadalajara no finalizó en Amberes pues, poco después, fueron encuadrados en los ejércitos napoleónicos que invadieron Rusia.

Autor

César Alcalá