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14º En la España de Franco, surgió una maravillosa sanidad pública, con construcción de los mejores hospitales de los que hoy gozamos (entre los mejores de Europa), con los mejores profesionales salidos de entre las mejores facultades de medicina y enfermería. Una sanidad, en consonancia con la de aquél período, pública, eficiente, moral y responsable, financiada con los ingresos públicos de empresas estatales o públicas. Una sanidad de todos y para todos, independientemente de dónde se viviera. Una sanidad en la que los cirujanos y médicos se dejaban la vida en salvar la de los demás y en curar a los enfermos, fueran estos quienes fueran, viniesen de donde viniesen. Era una sanidad que no era ajena a la investigación médica que generó bastante para los pocos recursos con los que entonces se podía contar. Una sanidad en la que las ETS, las enfermedades mentales, las intoxicaciones etílicas y los afectados por sobredosis de drogas, y otras muchas más enfermedades hoy comunes, por desgracia, suponían un porcentaje ínfimo de los pacientes tratados. Una sanidad en la que la negligencia médica era muy poco frecuente debido a la alta exigencia que requería el ejercicio de la profesión. Una sanidad que contaba además con una demanda mucho menor a la actual por parte de la población, pues los hábitos de vida de los españoles de entonces eran de los más sanos, sino los más sanos, del planeta (alimentación sana y equilibrada propia de la «dieta mediterránea», ejercicio habitual en todos los niveles de población con mucho menos sedentarismo, mucha mayor castidad, ausencia total de drogas al margen del tabaco y alcohol (que tenían claramente menor incidencia que hoy), medio ambiente mucho más limpio de contaminación, mayor seguridad a todos los niveles, salvo quizá en el de los accidentes de tráfico o laborales, mayor comunicación y alegría entre las personas en todos los ámbitos, soledad mucho menor, stress mucho menor, muchísimo menor incidencia e enfermedades mentales y depresiones, etc.). Una sanidad moral completamente ajena al aborto, la eutanasia, la manipulación de embriones, los «vientres de alquiler», la «planificación familiar», los anticonceptivos o abortivos, etc. Una sanidad ajena a las multimillonarias industrias de la muerte asociadas a lo anterior. Una sanidad en la que no se abusaba de los medicamentos, porque se necesitaban menos que hoy, y en la que no se mercadeaba con ellos y las farmacéuticas a cambio de incentivos monetarios, aunque sean mero placebo. Una sanidad que aprovechaba las economías de escala en el aprovisionamiento de material médico y quirúrgico (costes medios decrecientes con el volumen de provisión), en el aprovisionamiento de material sanitario y de suministros, etc. Una sanidad con información sobre el historial médico del paciente reservada y para emplear con fines sanitarios en exclusiva, que no se vendía ilegalmente para financiar la sanidad. Una sanidad que curaba sin hacer esperar en la mayoría de los casos. Una sanidad en la que el médico (don o doña) no solo era querido, respetado y admirado en todo lugar, donde se le consideraba autoridad, como se debe, sino que siempre recibía regalos de personas agradecidas dados con todo el corazón y humildad de quien se sentía realmente beneficiado por su impagable labor.
En la España democrática son norma en la actual sanidad pública: las listas de espera gigantescas y crecientes, los pacientes que se mueren esperando en urgencias y esperando operación, los profesionales médicos buenos hiper-estresados, el despilfarro de recursos sanitarios y médicos, el trapicheo con medicamentos entre farmacéuticas y profesionales en centros sanitarios y hospitalarios, a cambio de comisiones, los servicios sobresaturados (con atención a extranjeros ricos ingleses, alemanes, escandinavos, franceses, etc., sin pagar un puñetero euro, y con atención a extranjeros pobres que pagan aún menos y que proceden mayoritariamente de África, éramos pocos y parió la «aguela»), las huelgas de personal sanitario, mortales para muchos pacientes, los pleitos por negligencia médica (hasta el punto de que no operan si el paciente no firma un «cheque en blanco» que exime de responsabilidad a cirujanos y demás personal, cosa que jamás existió antes ante ninguna prueba y mecanismo de señalización claro de la degradación de la calidad de la atención pública sanitaria, la de los pobres que no pueden financiarse una sanidad como Dios manda, la privada en competencia por el mejor servicio), la solidaridad impuesta que implica: que el casto ha de sufragar en igual medida los gastos de los tratamientos por ETS en igual medida que el putero, la puta voluntaria, el promíscuo, el adúltero, el homosexual y el degenerado de todo tipo; el abstemio que no fuma ni consume ningún tipo de droga ni ha consumido jamás, ha de sufragar en igual medida esos gastos multimillonarios que, ceteris paribus, y en base al incremento de probabilidad de padecer quiebras en la salud, incrementan la factura sanitaria por drogadicción, tabaquismo, alcoholismo, etc.; el conductor prudente ha de sufragar los gastos millonarios de los hospitales que tratan a los accidentados locos y locas fumados y con la nariz de aquella manera de esnifar coca que no les importa matar a una familia entera poniendo su coche a 200 km/h por las autovías; los responsables y prudentes, los que no arriesgan su salud estúpidamente, han de sufragar los gastos millonarios sanitarios de aquellos que no hacen otra cosa que poner en riesgo su salud irresponsablemente sin ningún tipo de consideración para con los demás, incluso para los que los quieren (padres, esposa o esposo, hijos, amigos, etc.); y un larguísimo etcétera. Pero, claro, señores, esto es una democracia, no vayamos a hacer lo que los «fascistas» «capitalistas» de USA, cuya sanidad es privada y cuyos seguros privados mandan a tomar por saco a todo aquel que no cuida su salud responsablemente (como debería ser para corregir su comportamiento, disciplinar a la población en la responsabilidad y cuidado personal y desincentivar hábitos nada saludables para uno y para los demás, familia incluida, individualizando la responsabilidad y no haciendo pagar a justos por pecadores). No vaya a ser que logremos una sanidad privada que esté a la cabeza en investigación médica y farmacológica, como esa «malvada» y avariciosa sanidad useña que gana miles de millones (aunque se nos oculta que la mayoría de tratamientos y fármacos que salvan miles de millones de vidas vienen de allí, y no de la ex-URSS ni de los países escandinavos semi-soviéticos, eso no interesa decirlo). ¿Y qué decir de los gastos de aprovisionamiento? Pues que se los quedan una legión de enchufados de las 17 sanidades que hay en España, que esos cobran nómina sin esperar listas ni urgencias ni nada, aunque no den palo al agua. 17 «ministros» de sanidad con sus «equipos» cada vez más numerosos, que dan votos, ¿no era como para fusilarlos a todos?. En fin, Misericordia, Señor, Misericordia y Paciencia sin fin. El despilfarro administrativo y la corrupción, no tiene parangón. Y si presumen de que tenemos una sanidad de las mejores del mundo, mienten como hijos de perr…. Lo que tenemos es la mejor población paciente del mundo, la menos insana aún (en porcentajes) respecto a los demás países salvo alguna excepción, por los hábitos que hemos heredado del pasado, que si no… Pero la situación se degrada cada vez más. Y respecto al aborto, eutanasia, manipulación de embriones, «vientres de alquiler», operaciones de transexuales con cargo a todos los normales y demás desgracias, para qué hablar. El respeto al personal sanitario ha desaparecido en buena medida. Las agresiones a médicos, enfermeros, cirujanos, etc., son algo habitual. Los profesionales gozan de una confianza en caída porque ya no hay certeza de que defiendan la vida. Muchos parecen defender su nómina y no dudan en colgar la bata en hospitales e irse a remunerativas clínicas a exterminar bebés nonatos. Y en cuanto a la psiquiatría, vergonzosa en democracia. Los psiquiatras demócratas eliminaron la homosexualidad entre la lista de enfermedades por presión de poderosos lobbies invertidos y antinatalistas y no por consideraciones científicas. Cada día más parecida a esa psiquiatría que en la democrática Alemania comunista, la RDA, encerraba en manicomios a los no comunistas declarados, y en la URSS tildaba de locos a todos los disidentes como Sajarov, Solzenitsin, etc. Y si a las consideraciones morales en favor de la vida o criminales en favor de la muerte, añadimos las políticas, ¿para qué hablar de la intoxicación enloquecida de odio en la región catalana o vasca, que afecta también a los centros de salud y hospitalarios?¿Podemos confiar en que si tenemos la desgracia de padecer allí un accidente o enfermedad, nos curarán?¿O debemos sospechar que se nos practicará una eutanasia forzosa silenciada y promovida por los políticos rojos y antiespañoles, por ser «maketos» de «raza inferior» nietos de los que penetraron su cinturón de hierro «de castidad antiespañola» obligándoles a sus abuelos impotentes en Villareal (Álava) ante los contados de Alonso Vega, a rendirse tras su «valiente» defensa de Santoña, o por hablar la «lengua de las bestias», de los que entraron en Barcelona con Te Deum y Cara al Sol generalizado incluidos, liderados por Yagüe, García Valiño, Moscardó, Muñoz Grandes, etc., obligándoles a huir con diarrea generalizada al otro lado de los Pirineos, o por ser partidarios de no dar la independencia a su región o por no poder entendernos con ellos por no hablar su lengua regional y ellos obstinarse en no atendernos si no lo hacemos? En fin, como estamos en democracia todo esto es normal. La democracia es la prostituta de Babilonia del comunismo y fruto de su amancebamiento surge el anticristo. Si estuviésemos en una dictadura como la de Franco ó Hitler, los que hoy mandan y han provocado todo esto estarían en el exilio lejano de un gulag siberiano (como «El Campesino» y los pilotos rojos allí entrenados y encarcelados), en uno de esos campos de reclusión de bestias infrahumanas rojas bajo el título «Arbeit macht Frei», en un campo de concentración a la intemperie y comidos por los piojos en el sur de Francia, en hospicios de hambrientos como los del corrupto huevón comemierda y marxista mejicano ladrón de críos Cárdenas, etc. La democracia premia al malvado y castiga sin límite al bueno, porque la mayoría prefiere a Barrabás.
15º En la España de Franco, y para que no se diga que todo fue bueno, teniendo en cuenta la época y lo que entonces se sabía a nivel científico económico, surgió, como contrapartida para ganar el aprecio de la población y del exterior, esa estafa piramidal que se ha dado en llamar erróneamente Seguridad Social (SS) (porque ni es segura, puede quebrar, ni es social, sino socialista, despilfarradora, arbitraria por generar privilegios, chantajista y, por lo tanto, mala). No obstante, ésta, jamás se convirtió en un fondo para sostener corruptos, vagos y maleantes y jamás presentó déficit en tiempos del católico caudillo. Se reducía, aparte de la sanidad, a otorgar prestaciones muy modestas, pero generalmente suficientes, a personas accidentadas o enfermas (desincentivando prolongar artificialmente las bajas laborales), viudas, personas incapacitadas y jubilados (con una esperanza de vida al nacer de las más altas del mundo o la que más, pero asimilables después de trabajar hasta los 65 años, pues, entre otras cosas, entonces nacían muchos más niños y niñas y se formaban muchas más familias católicas, pilar de todo lo bueno del mundo). La SS fue una concesión que los poderosos hicieron a los pobres a partir de finales del s. XIX, para evitar que estos, dada su gran ignorancia generalizada, se dejasen engañar por los marxistas, pero también fue un engaño en sí, porque lo que los jubilados ganaban, era lo que perdían sus hijos (sistema de reparto), no la bondad aparente que querían hacer ver los poderosos sobre su actitud hacia los demás. Fue y desgraciadamente es la institución más representativa de lo que se conoció falazmente como «Estado de Bienestar» (mal y estafa solo eludida parcialmente por USA, donde no cuajó hasta bien entrado el siglo XX, con FDR). Sus efectos sobre familias no han sido, para nada, netamente positivos, ha fomentado el desentendimiento con respecto a los mayores, un chantaje intergeneracional continuo y coactivo (llamado por progres y liberal conservadores, no de modo desacertado: «solidaridad», esa palabra farisea, materialista y de políticos que ha contaminado incluso a la Iglesia Católica sustituyendo a la cristiana Caridad que Jesucristo nos enseñó y que ahora produce vergüenza pronunciar a los falsos creyentes), una bomba de relojería para las finanzas públicas, una puñalada para el crecimiento de la renta per cápita a largo plazo, crucial para salir de la pobreza, una mayor deshumanización materialista que ha enfrentado a padres e hijos desviando la agresividad fuera de los causantes reales de este mal socialdemócrata y liberal conservador, los políticos, una mayor actitud irresponsable y despilfarradora por parte de los individuos, un egoísmo creciente, una estúpida confianza en el paternalismo estatal (letal para todos) que ha llegado a hacernos creer que el Estado lo ha de «solucionar» todo, incluyendo nuestro ahorro («el gobierno debería,…»), que ha venido a «sustituir» a Aquél en quien deberíamos confiar en exclusiva, Jesucristo Nuestro Señor (Sí, Jesús en Ti Confío), el que aún maldiciendo el suelo por nuestra causa nos manda buenas cosechas y ganado para que comamos en abundancia, que ahora resulta incómodo para muchos.
En la España democrática la SS no ha parado de crecer, hasta suponer la principal partida de ingresos y gastos del sector público en porcentaje del PIB, sobre todo en períodos de gobierno izquierdista. Aparte del gasto asistencial anteriormente citado, excepción del sanitario, hoy se pagan pensiones mucho más generosamente atendiendo a los hechos causantes (genera derechos para personas no casadas y amancebadas que sufren la muerte del otro (incluso aquél con el que se sodomizaban), aunque no genera derechos para hermanos o hermanas, tríos, cuartetos, bandas de rocanrol y Rita la cantaora, etc.) y a la corrupción generalizada en sus concesiones (como medio puramente electoralista). Ya no se premia la formación de familias católicas, verdadero motor de cotización, vía descendencia. Los antiguos cupones han sido sustituidos por crecientes y asfixiantes cotizaciones hábilmente disfrazadas por políticos socialdemócratas con la complicidad pasiva de liberales conservadores. A la cotización del trabajador hay que sumar la denominada engañosamente cuota patronal, aunque el coste laboral se traslada totalmente al trabajador vía salarios netos inferiores, o bien, menor contratación y mayor temporalidad en la contratación, o se traslada totalmente a los desempleados vía tasa de desempleo mayor y más persistente en porcentaje (histéresis) y menor porcentaje de población activa por efecto desánimo (todo según el poder de negociación terrorista sindical y patronal), pues como todo el mundo sabe, el coste al que el empresario demanda trabajo (la demanda de trabajo) es la suma del salario bruto, la cotización «patronal» y el coste esperado (estimado e incierto) de despido «improcedente», creciente este último con la incertidumbre y con la antigüedad del empleado en la empresa. La SS es verdaderamente ruinosa para el empleo, el crecimiento a largo plazo (efecto devastador sobre el ahorro), la paz entre personas, la generación de riqueza y si aún no ha quebrado es porque la población extranjera ha mantenido la recaudación por cotizaciones extras (especialmente, cuando a finales de los noventa, con la institución literalmente en quiebra, y tras promesa de salvación de este socialista sistema de ruina chantajista por parte del liberal conservador, siervo de mercaderes, Aznar, más de 4 millones de extranjeros empleados mayoritariamente en la construcción, vinieron con sus familias y lograron restablecer el equilibrio temporalmente, posponiendo al futuro la quiebra inevitable). Hoy la SS ha acumulado una hipoteca inasumible para las generaciones futuras (inflada por la irresponsabilidad demencial de políticos de uno y otro signo que pretenden incluso dinamitar anticipadamente el sistema con subidas de acuerdo al IPC del pasado, siendo la actitud del Banco de España a favor del sistema socialista de reparto no menos descerebrada y servil al político poderoso, proponiendo una edad de jubilación más tardía y menor generosidad en incrementos (base de cotización menos favorable para el jubilado, al incluir los años de desempleo y los de menor cotización), ellos, funcionarios corruptos, elegidos a dedo e ineptos que ganan mucho en A y en B y no se suben a andamios ni barren las calles. Hay que ser fariseo fiel a los banqueros irresponsables, incluso los «banqueros políticos de todo jaez» de las antiguas cajas de ahorros, sus protegidos, que en base al riesgo moral generaron la mayor crisis financiera de la historia, para defender el ruinoso sistema actual de pensiones), mucho menores cuantitativamente que las actuales y crecientemente conscientes de su no responsabilidad por el dinero saqueado a sus padres y abuelos, con una disposición cada vez menor a pagar la factura de la irresponsabilidad marxista y liberal conservadora en la democracia. Además, la SS difícilmente puede ser «salvada» mediante la «africanización» de España, por personas inmigrantes que ni saben hablar nuestro idioma, no saben escribir ni leer, no tienen cualificación alguna para desempeñar un trabajo serio más allá de los ilegales (narcotráfico, tráfico de personas, prostitución y todo tipo de delincuencia y crimen), no han adquirido disciplina laboral alguna en el pasado, no respetan la ley ni las costumbres ni a las personas, especialmente a las mujeres, ni a las propiedades y que además ponen en peligro aún mayor la convivencia que ya resulta imposible con antiespañoles, marxistas y liberal conservadores cómplices de los anteriores por razones electoralistas. Por su parte, la UE, dueña de buena parte de nuestra soberanía, dudosamente accederá a pagar pensiones de españoles, salvo a un coste completamente inasumible para quien aún defienda la poca dignidad internacional que nos queda, sobre todo en base a nuestra gloriosa e incomparable historia, herencia impagable. La quiebra ordenada de la SS debería ser asumida en Causa General en primer lugar por las pensiones de los antiespañoles vascos (los que más cobran de media y a los que hay que privarles de ellas por el daño hecho a nuestra patria) y catalanes (que deberían, todos ellos, sufrir la suspensión del pago de sus pensiones lo antes posible, embargándoseles además todo tipo de activos inmobiliarios, empresas, activos financieros, cuentas, depósitos, fondos, joyas, obras de arte, etc., a modo de indemnización por daños a todos los demás españoles durante más de un siglo), siguiendo por los marxistas (socialistas y comunistas) y por los liberal conservadores afiliados y con responsabilidades políticas en los últimos 45 años. Los activos recaudados de este modo, han de satisfacer un pago a todos los cotizantes, jubilados o no, capitalizado en función de lo cotizado a fecha de liquidación y de la esperanza de vida media (y teniendo en cuenta una posible penalización progresiva, menos lesiva para los más pobres, así como los períodos de baja laboral, desempleo y subsidios de desempleo previamente cobrados, que restarían a la base para el pago por capitalización y liquidación del sistema), para desvincular definitivamente el ahorro personal de las decisiones públicas, catastróficamente irresponsables. Desde luego, aunque nos sigamos «suicidando» con una democracia, no es matemáticamente viable un sistema de reparto de pensiones (y tampoco un sistema de capitalización, aunque éste sea menos dañino para el crecimiento económico a largo plazo. Ninguno garantiza la gestión libre y responsable del ahorro personal, y mucho menos una gestión responsable de los políticos desquiciados en busca de votos. Aún si la quiebra afectase a los que vivan de aquí a 30 años, sería muy perverso cargar sobre ellos los desmanes de políticos de generaciones presentes y anteriores). Y tratar de mantener el actual sistema socialista de reparto de pensiones con eutanasia forzosa, como hoy se lleva a cabo en países como Holanda, es algo totalmente intolerable y que hay que evitar incluso con una sublevación armada como la llevada a cabo por los católicos en 1936 (la eutanasia forzosa para sus valedores comunistas, socialistas, socialdemócratas, liberales y conservadores, nunca para católicos).
Por su parte, el problema de la redistribución de la renta solo puede ser paliado de modo eficiente con libre y limpia competencia, sin privilegios. Negarlo es engañar. Ningún ser humano es inservible y todo el mundo puede ganarse la vida de sobra con su esfuerzo y valía naturales, prueba de ello es que hoy, más que nunca, los ciegos, los sordos, los que tienen que mantenerse en silla de ruedas, los mancos o cojos, las personas autistas o con síndrome de Down, etc., pueden ser excelentes profesionales en muchas actividades sin precisar el paternalismo estatal que solo conviene a políticos satánicos y desalmados a los que interesa la dependencia como modo de esclavitud electoralista. Para eso no les conviene aquello que aquí si es verdad y que tanto gritan entre sus secuaces: ¡Sí se puede!. No obstante, todo esto es muy difícil de lograr con democracia. Se requiere una auténtica dictadura católica de mano de hierro para revertir esta situación crecientemente catastrófica
16º En la España de Franco, los jueces gozaban de una independencia mucho mayor a la de hoy, pues no había política en el sentido de gobierno y oposición. Los tribunales procedían con una gran profesionalidad según reconocieron no pocos jueces, fiscales, abogados y juristas con posterioridad. La justicia no era mediática ni estaba politizada, sino profesionalizada. Los delitos eran mucho menos numerosos, y por tanto también los juicios, salvo al final del régimen por presiones exteriores violentas favorables al indulto de los asesinos etarras. Y los indultos totales o parciales a las sentencias judiciales fueron mucho más numerosos que las condenas. La corrupción era una excepción (insignificante en proporción a los escándalos actuales, con condena contundente de responsables, fueran estos quienes fueran, incluso ministros. Franco no se andaba con chiquitas en este sentido. La dictadura de extrema derecha hace temblar a los malvados, no a los inocentes). Además, los abogados asistían gratuitamente a las personas sin recursos con frecuencia, del mismo modo que los médicos curaban a veces sin cobrar. Pero era una España católica, amigos, no como hoy, que es atea a más no poder, como «buena» democracia. Y ese precisamente es el origen de todo tipo de males del mundo. Pero seguimos rechazando al Señor. ¿Hasta cuando? Por otra parte, la policía, tanto nacional, como local, y la guardia civil, tenían un nivel de eficiencia en el servicio enorme. Se les achacaba su implacabilidad, pero las personas honradas nada tenían que temer de ellos y sí los pocos delincuentes de entonces. Su actuación era especialmente dura en cuanto al tráfico, pero el hecho es que esa dureza redundaba en un mayor respeto por las normas de circulación y, claro está, en una mayor seguridad general. Y aunque algunos se extralimitaban en sus atribuciones legales, tampoco estaban exentos de duros apercibimientos cuando eran hallados culpables. Como se solía decir, Franco no se «casaba» con nadie, no tenía favoritos (les aseguro que esto lo oí de boca de mandos militares que vivieron en su régimen).
En la España democrática no hay jueces propiamente dichos. Se trata de políticos con toga que presiden auténticos tribunales populares con sentencias claramente políticas, exculpatorias o condenatorias según las presiones recibidas por parte del Ejecutivo y de la arbitrariedad generalizada de la ley, cuyas lagunas, solo los más acaudalados pueden aprovechar. Los principales órganos judiciales: Tribunal Constitucional, CGPJ y Tribunal Supremo, están liderados por políticos de libre designación, que no por juristas en base a mérito, profesionalidad e independencia política. Y los tribunales europeos e internacionales son mucho más corruptos aún. La corrupción es creciente y sin límite moral alguno. El indulto, la amnistía y la impunidad son norma para el corrupto, el criminal, el delincuente y el malvado. La condena y persecución judicial son norma para el honrado y aquél de recto proceder, especialmente si es católico y patriota español. Y los pobres ven cada vez más cerrado el camino al pleito aún con todas las de ganar por tener razón, pues entre otras muchas barbaridades, no es posible defenderse o acusar sin abogado, bastante costoso, por otra parte. Los juristas monopolizan el acceso a las causas sin que los no abogados no puedan demandar ni defenderse ante el juez por propia iniciativa en cualquier nivel judicial. ¿No son las leyes igual para todos? Como si no pudiera uno cambiar el enchufe o la llave de la luz de su casa sin llamar a un electricista, o cambiar de batería al coche sin acudir a un taller, etc.. Vergonzoso. Pero, claro, esto no importa, lo importante es que estamos en una democracia, manda el «pueblo», es decir la tiranía de la mayoría. Esta es la justicia de la democracia: ministros de justicia maricones (lo dicen sus compañeros), jueces puteros, «putas con información vaginal», enchufados, cocaína, cabarets, mariscadas, borracheras y hambre leninista como arma política que golpea la cabeza del enemigo, el pobre católico y español, el Lázaro de turno a la puerta de Opulón demócrata. Luego el llanto y el rechinar de dientes… Y en cuanto a la policía, primero constatar que en democracia han surgido unos policías autonómicos privilegiados (otra fuente de división) en cuanto a sueldos con respecto a sus compañeros nacionales y que siempre recurren a éstos ante las mayores dificultades, dada la mayor profesionalidad de los segundos. Las policías autonómicas no han pagado jamás el tributo en muerte y sangre de sus homólogos nacionales, guardias civiles y militares en su lucha (si es que en realidad han luchado, pues están completamente subordinadas a sus pagadores antiespañoles) contra ETA y otras organizaciones terroristas. Los policías nacionales, así como los guardias civiles, tienen que soportar en democracia la humillación continua de verse peor retribuidos que los autonómicos, de tener que hacer el trabajo más peligroso, de verse despreciados, agredidos, insultados, desprotegidos por las alimañas políticas regionales y nacionales, y amenazados en las regiones vasca y catalana fundamentalmente (donde no se le respeta ni a sus familias, pequeños incluidos), con las manos atadas para defenderse y acabar con el antiespañolismo y el terrorismo (que quizá nunca convino ni a unos ni a otros políticos, mientras la factura en vida la paguen los agentes), con la continua amenaza de ser llevados al tribunal acusados falsamente de torturadores ante cualquier violencia proporcionada o mínima y en defensa propia contra los delincuentes y asesinos, con la obligación de escoltar incluso a los políticos que les desprecian y maltratan continuamente, etc. No dan abasto ante tanto desorden, delincuencia, crimen, narcotráfico e ilegalidad. Y encima han de soportar a mandos completamente subordinados al poder político de turno y su correspondiente corrupción. Pero así es la democracia: guardia civil y policía nacional asesinado o agredido por terroristas y delincuentes al cementerio o al hospital, terrorista y delincuente, a la calle a beberse unos buenos zubitos en las herrikotabernas de subhumanos antiespañoles.
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