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Santo Domingo de la Calzada (La Rioja)

Los monasterios siempre han mantenidas abiertas sus puertas al viajero, al peregrino que vive el recorrido del Camino de Santiago. Antes venían de los países cristianos del centro de Europa; ahora llegan de todo el mundo. Entonces, en las poblaciones diezmadas por la Reconquista, fueron sus repobladores, con la ayuda de los francos; hoy son visitantes esporádicos, pero constantes, omnipresentes en la Ruta Jacobea todo el año.

Las monjas bernardas que lo habitan por primera vez proceden del monasterio de Santa María de los Barrios de Abia de las Torres (Palencia), trasladadas a Santo Domingo de La Calzada en 1610, fecha en la que se inició la construcción del nuevo monasterio hasta que se concluyen las obras, en 1621. El impulsor de aquel traslado fue el obispo de Calahorra y La Calzada Pedro Manso Zúñiga; el sobrino de este prelado, y también obispo, Martín Manso Zúñiga, encargó a Juan de Naveda (1590-1638) la construcción de las dependencias conventuales y también la confección de un monumento funerario para Pedro Manso, el obispo fundador, él mismo y un hermano suyo (con el mismo nombre que el tío: Pedro Manso).

El monasterio dependió de la Abadía de las Huelgas de Burgos hasta la bula de Pío IX en 1873, fecha en la que quedó sometido a la jurisdicción del prelado de la diócesis riojana Calahorra y La Calzada.

La obra fue de Matías de Asteazu y Pedro de la Mata

La iglesia fue obra clasicista de los arquitectos Asteazu y de la Mata, y consta de una sola nave con forma de cruz latina, dividida en capillas por los contrafuertes laterales, en donde se sitúan los retablos.

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En la capilla mayor se encuentra una magnífica muestra del barroco riojano, un retablo datado a mediados del siglo XVIII, con hornacina central para la imagen de Nuestra Señora de la Anunciación.

El sepulcro en alabastro del fundador, Pedro Manso de Zúñiga y sus dos sobrinos, también obispos, constituye uno de los elementos artísticos más interesantes de la iglesia, que nos muestra las esculturas yacentes de los tres obispos ricamente labradas en alabastro.

El coro bajo, a los pies de la iglesia, ha servido de cementerio hasta 1960, donde reposan más de 200 monjas. Anexo a la iglesia está el claustro del siglo XVII que destaca por su austeridad, en línea con la espiritualidad cisterciense.

Hopedería anexa a la iglesia y a la abadía

El edificio anexo a la abadía y a la iglesia cuenta con una amplia hospedería dotada de 78 habitaciones, la mayoría dobles y con baño; también hay sencillas y con lavabo: en total, 111 camas. Está dotado de dos amplios comedores para residentes, peregrinos y público en general, en los que también se sirven comidas para particulares y grupos, o cualquier tipo de celebraciones. También dispone de un salón de actos con capacidad para 100 asistentes. La hospedería es también “casa de acogida» o «centro de espiritualidad», para quienes deseen pasar unos días de silencio y reflexión, como grupos de oración, convivencias juveniles, cursillos, retiros, ejercicios espirituales, etc.

El monasterio dispone igualmente de un albergue para peregrinos situado en la antigua Casa del Capellán, edificio del siglo XVIII, restaurado y acondicionado para los compostelanos, con capacidad para 33 personas. Destacar asímismo el equipamiento con todos los servicios propios de los albergues jacobeos: lavadora y tendedero, agua caliente, duchas, botiquín, inodoros, cocina con microondas, frigorífico, salón de reuniones, comedor, jardín, zona cerrada para bicicletas, etc.

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Otro servicio monacal es su taller de restauración y de impresión de libros. La madre abadesa se siente orgullosa de dar a conocer este servicio en el que tanto ha trabajado personalmente, servicio que presta a destacados centros documentales históricos y a los nuevos creadores literarios. Sin olvidarnos del obrador de repostería, donde elaboran una deliciosa dulcería: los borrachuelos.

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REDACCIÓN