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No, no se trata de hacer leña del árbol caído o de quien ya no está para poderse defender, puesto que todo lo que voy a escribir sobre él lo escribí en vida y cuando era «Dios» y hasta los periodistas demócratas de carnet le reverenciaban. Pero sí se trata de contemplar la otra cara del personaje que supo embaucar y conquistar al inocente pueblo español durante aquellos primeros años sin Franco.  ¿Fue Adolfo Suárez el hombre que ha pasado a la Historia?. Quienes le conocimos sabemos lo que fue y lo que no fue. Eso sí, no fue el que, incluso todavía hoy, la mayoría de los españoles creen que trajo la Democracia, ni sólo «el chico de Cebreros», como lo catalogaron muchos… Les aseguro que en mi ánimo sólo está el aclarar que sus dos grandes «triunfos» no fueron suyos, como se verá, (los Pactos de la Moncloa y la Constitución)  y que pudo cargarse la Transición por legalizar el Partido Comunista obviando los consejos del propio Rey Juan Carlos, de Torcuato Fernández Miranda, el que le había hecho Presidente del Gobierno y de  Sabino Fernández Campo, el hombre del Rey. Pero, antes de entrar en materia veamos cómo llegó a la Política

Adolfo Suárez aparece en la página política como “secretario personal” del Gobernador de Ávila, es decir, de Don Fernando Herrero Tejedor. Eso sucedía en 1955, cuando aquel joven licenciado en Derecho, apenas si tenía 23 años, y bajo el paraguas protector del padrino Tejedor fue subiendo los escalones que le llevarían hasta la Vicesecretaría General del Movimiento. Tanto que en esos años las biografías de ambos van casi unidas. En 1957 Herrero es nombrado Delegado Nacional de Provincias de la Secretaría General del Movimiento y allí aparece ya, en Madrid, como Secretario primero y luego como Jefe de Gabinete. En 1961 Herrero Tejedor es nombrado Vicesecretario General y a su lado está Adolfo Suárez. Pero en 1964 Herrero choca con su Ministro, a la sazón Solís Ruiz, y ambos dejan la Secretaría General. A los pocos meses Herrero es nombrado por Franco Fiscal General del Estado, donde permanece hasta 1975 que es nombrado Ministro Secretario General. Pero no abandona a su protegido Suárez y antes de dejar incluso la Vicesecretaría General consigue meterle en la plantilla de Televisión Española primero y luego hacerle Gobernador Civil de Segovia. En 1969, cuando el OPUS le gana la partida a la Falange y entra como Ministro de Información y Turismo Alfredo Sánchez Bella, un miembro del OPUS, Herrero Tejedor, que es un hombre muy próximo a la Obra de Escrivá de Balaguer, mueve los hilos desde la Fiscalía General para que el Ministro le nombre Director General de Radio Televisión Española, puesto en el que se mantendrá hasta 1973. En ese tiempo, y teledirigido por su padrino, que a su vez se ha ido ganando la confianza de los Príncipes de España, convencido de que a no tardar mucho serían los Reyes de España, es cuando el listo Suárez, “el chico de Cebreros” se aproxima y mima a Don Juan Carlos y Doña Sofía. Se estaba abriendo las puertas del futuro.

 

En Marzo de 1975 Arias Navarro nombra Ministro Secretario a Herrero Tejedor y a éste no le falta tiempo para nombrar a su vez a su “protegido” Suárez Vicesecretario General, o sea que alcanza la categoría de Subsecretario. Sin embargo aquel cargo le duró bien poco, porque tan sólo unos meses después Herrero moría en un misterioso accidente de tráfico y Suárez tuvo que abandonar la Secretaría General. Fue quizás uno de los periodos más tristes de su vida (el otro fue cuando murieron casi 100 personas en Los Ángeles de San Rafael, siendo él Gobernador de Segovia). En esos momentos toda la clase política creyó que Suárez estaba acabado, pero lo que no sabían es que el de Ávila ya se había aproximado y casi conquistado al que sería su nuevo “padrino”: Torcuato Fernández- Miranda. Y fue éste quien, en el momento crucial de la muerte del dictador y la llegada del Rey, consigue que en el cambio de Gobierno que hace Arias Navarro para adaptarse a la nueva Monarquía, le nombre Ministro Secretario General del Movimiento. Lo que sorprendió a muchos, que una mente sibilina como la del asturiano, un catedrático de Derecho Político, profesor y mentor del Príncipe protegiera a un hombre con tan escaso bagaje cultural.

 

“Mira, Merino    — me diría un tiempo después Don Torcuato — a esas alturas de diciembre del 75 el Rey y yo ya habíamos mantenido varias conversaciones sobre lo que había que hacer ,partiendo de la única sugerencia que su Majestad me había hecho: “Torcuato, sólo te pido que me transformes la Monarquía de Franco en una Monarquía Democrática al estilo de las europeas”. Con eso en mi cabeza me puse a trabajar en cuanto aterricé en las Cortes. Yo ya sabía que la batalla del Cambio iba a ser eminentemente política y por tanto había que hacerla desde la Secretaría General del Movimiento, que a pesar de todo era todavía el motor de la política y el refugio del franquismo falangista. Pero, los hombres importantes de aquel franquismo no me inspiraban confianza, tal vez porque ya eran mayores y no sería fácil modelarlos. Así que pensé en un hombre que viniendo de ese sector fuese más dúctil y manejable en los imprescindibles cambios que habría que hacer en los próximos meses. Y ahí surgió en mi cabeza el nombre de Adolfo Suárez, con el que ya había tenido algún trato en su etapa de Vicesecretario General. Suárez era un hombre inculto, eso es verdad, sin convicciones firmes, sin principios inmutables, pero listo, muy listo y muy ambicioso. Era la cuña de la madera perfecta. Además, y pensando ya en el relevo cantado de Arias Navarro, quise probarlo y foguearlo como Ministro y comprobar cómo se desenvolvía en la tribuna de oradores de Las Cortes por sí pensábamos en él para la Presidencia. Claro está, que sabiendo su escaso bagaje cultural le puse a su lado dos hombres de mi entera confianza y grandes escritores políticos (Eduardo Navarro y Gabriel Cisneros) para que le escribiesen los discursos y le asesoraran en los borradores de las Leyes que obligadamente habría de presentar como Ministro Secretario General del Movimiento. Y así se hizo y así lo aceptó el propio Suárez con quien mantuve alguna conversación antes de hacerle Ministro. Quería comprobar hasta qué grado llegaba la ductilidad política de aquel ambicioso Suárez.”. 

 

Y así llegó a la Presidencia del Gobierno, de la mano de «Don Torcuato» y porque éste prefirió ser Presidente de las Cortes y del Consejo del Reino,… y a tener que enfrentarse  al primer reto serio y decisivo que había que salvar: La transformación de una Dictadura en una Democracia. ¿Estaba Suárez preparado para tamaña odisea? Afortunadamente allí estaba, estuvo, el «cerebro», que sí lo estaba y gracias a él, que se sacó de la manga el primer borrador (el huevo de Colón)  de la «Ley para la Reforma Política»  pudo hacerse el milagro. Pero, de cómo salió  adelante hablaremos otro día, porque hoy toca, siguiendo lo ideado por el guionista repasar lo que sucedió con el Ejército… ¡y aquel Ejército era todavía el de los Generales de Franco!.  O sea, el grupo fundamental que tenía que dar su apoyo para sacar adelante el «gran cambio» que encubría la Ley Torcuato .     (» Desde la Ley a la Ley  a través de la Ley») Como también había que ganarse a los políticos (Consejo Nacional y Cortes), grupos de Oposición, empresarios y sindicatos.

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Pero, Fernández-Miranda, que lo tenía todo previsto, y como buen director de orquesta, repartió los papeles de la obra. A Suárez le encomendó que explicara el proyecto de Ley a la oposición de la “Ruptura” y a los Generales. Y él se comprometió a convencer a los del Consejo Nacional ( el Bunker más Bunker) y a los Procuradores de Las Cortes franquistas. Y se alzó el telón. Suárez inició los contactos necesarios con los grupos y grupúsculos que integraban la “Platajunta” (el Gobierno en la sombra de las izquierdas) y principalmente con los socialistas de Felipe González y los comunistas de Santiago Carrillo. Con los primeros le fue bien la cosa, con los segundos menos, ya que Carrillo exigía la legalización del PC y eso no lo aceptaba el “cerebro”, al menos de momento, a sabiendas de que los Generales de Franco no iban a pasar por esa piedra y podrían echarlo todo a perder.

 

Por ello cuando Suárez convocó a la cúpula de todos los ejércitos en la Presidencia del Gobierno (todavía en Castellana 3) el 8 de Septiembre a las 10 de la mañana , fue alertado por el propio Rey y por Fernández Miranda para que midiese sus palabras y actuase sin comprometer el futuro . Y allí, sentados frente a Suárez, el “chico de Cebreros” que descubrió Herrero Tejedor, se sentaron los oficiales que, con Franco a la cabeza, en 1936 derrotaron al marxismo internacional y especialmente a los comunistas. (Muchos de ellos, no contentos con la gesta española, se habían ido también a Rusia con la “División Azul”). Treinta generales y almirantes, incluyendo los Ministros militares, Ejército, Marina y Aire. Y durante la reunión, que duró tres horas, Suárez fue desgranando el Proyecto de la Ley, con la soltura y brillantez que a veces le acompañaban. Los Generales escuchaban en silencio y con gran atención. No interrumpieron en ningún momento. Sólo al final le hicieron algunas preguntas, en concreto querían saber lo que iba a pasar con los partidos políticos que defendían la “Ruptura”. Y en ese momento fue cuando Suárez se equivocó al responder rotunda y rápidamente: “Estaros tranquilos, que en ese punto yo pienso como seguramente pensáis vosotros.  Sí, habrá Partidos Políticos….. pero, no habrá Partido Comunista. Os aseguro que mientras yo sea Presidente del Gobierno de España,  NO SE LEGALIZARÁ EL PARTIDO COMUNISTA«.

 

Naturalmente, aquellas palabras que tranquilizaron a los Generales,  (aunque a decir verdad sólo uno de entre ellos aplaudió al finalizar la reunión. Fue el Teniente General Gutiérrez Mellado el que a los pocos días, curiosamente, sería nombrado Vicepresidente Primero del Gobierno para Asuntos de la Defensa, en sustitución del también Teniente General de Santiago, que se marchó dándole un portazo a Suárez por la legalización de los Sindicatos marxistas)  serían las que algunos meses después, al legalizarse por sorpresa el PCE, estuvieron a punto de hacer encallar la Reforma y el gran cambio, ya que los generales de Franco no sólo se sintieron engañados sino traicionados. Pero, veamos quiénes fueron los Altos Mandos presentes.

 

Lista de  los Generales que asistieron a la reunión con Suarez

Don Fernando de Santiago y Díaz de Mendívil
(Vicepresidente del Gobierno)
Don Félix Álvarez Arena
(Ministro del Ejército)

Don Manuel Gutiérrez Mellado
(Jefe del Estado Mayor Central)
Don Ángel Campano López
(Director General de la Guardia Civil)
Don Ernesto Sánchez-Galiano Fernández
(Jefe del Cuarto Militar del Rey)
Don Emiliano Villaescusa Quilis
(Presidente del Consejo Superior de Justicia Militar)
Don Carlos García Riveras
(Director de la Escuela Superior del Ejército)
Don José Vega Rodríguez
(Capitán General de la I Región)
Don Pedro Merry Gordon
(Capitán General de la II Región)
Don Antonio Tais Planas
(Capitán General de la III Región)
Don Francisco Coloma Gallegos
(Capitán General de la IV Región)
Don Manuel de Lara del Cid
(Capitán General de la V Región)
Don Mateo Prada Canillas
(Capitán General de la VI Región)
Don Federico Gómez de Salazar y Nieto
(Capitán General de la VII Región)
Don Ángel Suances Viñas
(Capitán General de la VIII Región)
Don Joaquín Valenzuela y Jáuregui
(Capitán General de la IX Región)
Don Emilio de la Cierva Miranda
(Capitán General  de Baleares)
Don Ramón Cuadra Medina
(Capitán General de Canarias)
Don Carlos Franco Iribarnegaray
(Ministro del Ejército del Aire)
Don Mariano Cuadra Medina
(Jefe de la I Región Aérea)
Don Francisco Martínez Vara del Rey
(Jefe de la II Región Aérea)
Don Antonio Sírvame Cagire
(Jefe de la III Región Aérea)
Don Francisco Galera Sánchez
(Jefe del Estado Mayor del Aire)
Don Antonio de Aios Herrero
(Mando Defensa Aérea)
Don Carlos de Castro Cavero
(Mando de Material)

Más los representantes de la Marina, encabezados por el almirante don Gabriel Pita da Veiga todavía Ministro de Marina.

 

Aquella misma jornada Suárez fue a Las Cortes a darle cuenta a Fernández Miranda del resultado de la reunión con los militares. Estaba en plan triunfal, tal vez por lo que había dicho días atrás: “A mí dejadme los Generales, que a esos yo sé cómo manejarlos”. Pero el “Padrino”, sin embargo, le tiró de las orejas. Por el propio Fernández Miranda, que lo escribiría mucho después, sabemos que entre ellos se produjo este corto diálogo:

 

– Torcuato, esto marcha, los Generales han dado luz verde al Proyecto.

– Sí -respondió el Presidente de Las Cortes- pero, al final sólo te aplaudió uno de ellos.

– Bueno, ya sabes que estos son de una raza aparte.

– Adolfo ¿has leído alguna vez “El Príncipe” de Maquiavelo?

– Joder, ya estamos, esa misma pregunta me la hizo varias veces Herrero Tejedor. No, no he leído “El Príncipe” ni creo que me haga falta leerlo.

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– Pues, creo que te equivocas, porque si hubieras leído a Maquiavelo no te habrías comprometido tan rotundamente en el tema del Partido Comunista.

– Pero, coño, si seguí tus instrucciones.

– Sí, pero no había necesidad de un compromiso tan formal. Ya conoces el refrán castellano: “No digas nunca de esta agua no beberé” y menos sin saber lo que va a pasar aquí. Adolfo, tienes que entender que estamos en un trapecio sin red y que cualquier fallo en la cuerda puede acabar con el artista.

– Bueno, bueno, ya lo arreglaré.

 

Y todavía más, El miércoles 22 de Diciembre el Rey invitó a una comida privada en La Zarzuela a Torcuato Fernández Miranda, Presidente de Las Cortes, y a Adolfo Suárez, Presidente del Gobierno, para celebrar el éxito arrollador del cambio. Los tres estaban eufóricos, pero algo inquietos porque por primera vez se había hablado de “ruido de sables” en los cuarteles. Según se supo entonces el Rey le tiró de las orejas a Suárez (“te equivocaste, Adolfo, y no sería porque no te lo advertimos”) por la reunión con los generales y le aconsejó que tratase al ejército si no con mimos si con respeto y diplomacia. También se habló de la legalización de los Partidos Políticos y ahí hubo discrepancias. Suárez defendió que había que legalizarlos a todos incluyendo al PSOE y al PC. Fernández Miranda aceptaba hasta el PSOE, pero tenía sus dudas con respecto a los comunistas.

 

-Mira, Adolfo, yo no me opongo a la legalización del PC, es más, creo que antes o después habrá que hacerlo- dijo más o menos Don Torcuato-. Pero, no sé si es el momento de traer a Madrid a Santiago Carrillo y a la Pasionaria. Ya sabes mi teoría del ritmo: en política se puede hacer todo, siempre que se siga el ritmo adecuado a las circunstancias. Te recuerdo que la II República fracasó por no saber seguir el ritmo de la España de los años 30.
-Adolfo, ¿has hablado con los militares?
-Yo no, pero Gutiérrez Mellado me ha dicho que no me preocupe y que eso es cosa suya.
-Pues, yo no estoy de acuerdo. Si tú en persona fuiste el que se comprometió en la famosa reunión de Presidencia a no legalizar al Partido Comunista tú tenías la obligación de haberlos vuelto a reunir para explicarles y razonar tu cambio. Y te aseguro que lo habrían entendido y te habrían apoyado aunque fuese a regañadientes, pero así me temo que a no tardar mucho tendrás problemas con los militares. Y ya te lo advertí entonces, que debías haber sido más prudente.

 

Pero, por lo que se vio después y ya subido a la parra no arregló nada… y el 9 de abril ,ya del 77, Sábado Santo, para más inri, por sorpresa total, legalizó el Partido Comunista de Santiago Carrillo y la Pasionaria, con tal escándalo que aquella misma noche dimitió el Almirante Pita da Veiga, como Ministro de Marina , y los más Altos Mandos Militares hasta llegaron al borde de la insubordinación general, con una nota-comunicado que prácticamente era una declaración de guerra contra Suárez y su Gobierno. «Repulsa general en todas las Unidades», «TRAICIÓN». «Engaño», movimiento de tropas y muchas palabras fuertes contra los traidores que están entregando España a los derrotados del 39… y muchos «¿y para esto hicimos la Guerra?»… Hasta el punto de que tuvo que intervenir, ya de madrugada. el propio Rey, para tranquilizar y frenar a los generales más exaltados… y el comunicado duro se cambió por otro menos duro, pero jamás le perdonaron el engaño-traición y, en realidad, allí arrancan las raíces del 23-F del 81.

 

Así describe Don Sabino en su gran obra «Escritos Morales y Políticos» lo que sucedió la noche de la legalización del PCE:

 

«Era yo entonces subsecretario del Ministerio de Información y Turismo, cuya cartera ostentaba Andrés Reguera Guajardo. El día 8 de abril de 1977 recibí una llamada del Ministro indicándome que aquella tarde debía trasladarme al Ministerio De la Gobernación para asistir a una reunión en sustitución suya –pues se encontraba fuera de Madrid- y que después le informara de lo tratado. Pensé, pues, que íbamos a acudir representantes de varios departamentos pero sin sospechar si quiera con qué objeto.

 

Llegué al Ministerio en la calle Amador de los Ríos, me recibió enseguida en un despacho el ministro, Rodolfo Martin Villa. Estábamos solos, sin el resto de asistentes que yo había imaginado.

 

-¿Sabes que mañana se legaliza el partido comunista? Te he llamado para que en vuestro ministerio se instrumente con rapidez la forma de dar el “notición”.

 

Mi sorpresa fue grande. Por eso me atreví a preguntar:

 

-¿Y los militares? ¿Se les ha dicho que cambiaron los planes y las promesas? … ¿no se les ha dicho a la cúpula militar?, ¿será prudente que se enteren por los medio de comunicación? ¿No es grave que llegue a su conocimiento, como un hecho consumado, algo tan radicalmente distinto de las promesas que se habían hecho?

 

Rodolfo Martin Villa se quedó pensativo. Me pidió que esperara un momento y dejó el despacho durante un rato. Cuando volvió se limitó a decirme:

 

-Ese tema ya está solucionado.

 

Y así se quedó el asunto. Lo que se demostró poco después es que no era cierto y que lo cierto era que un episodio tan decisivo, del que se derivarían importantes consecuencias, había quedado en el aire y sin solucionar.  

 

“No, aquello – al parecer de los altos mandos militares, añade Don Sabino- fue una traición en toda regla y jamás lo olvidaría. Desde aquella actuación de Suárez, los generales ya no estuvieron nunca a su lado mientras fue presidente. No se fiaban de él ni se creían nada de lo que decía”.

 

Bueno, pues hoy hasta aquí. Está claro que la Intrahistoria de la vida política de Adolfo Suárez no coincide en absoluto con la que pasó, ha pasado, a la Historia. El tiempo, a veces, no perdona.

Autor

REDACCIÓN