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El bando conocido como “republicano” que fue el gobernado por la coalición de izquierdas denominada Frente Popular durante la Guerra Civil suele ser presentado por sus defensores como el paradigma de la libertad y el respeto a los derechos humanos. Sin embargo, esto dista mucho de ser así. El bando frentepopulista se lanzó en manos soviéticas desde casi el principio de la guerra y no dudaron en importar sus métodos de tortura a España. Estos eran aplicados en las checas o cárceles que los diferentes partidos políticos organizaron en numerosos municipios, especialmente en Madrid, Barcelona o Valencia.

Enumeramos a continuación alguno de los métodos de tortura más habituales y el nombre con el que eran conocidos por los carceleros de izquierdas, que no contentos con el dolor que causaban a los detenidos, ironizaban al establecer las denominaciones:

 

Técnicas psicológicas u alucinógenas

Los chequistas soviéticos fueron los primeros en aplicar las técnicas de presión psicológicas sobre sus detenidos. Para ello crearon unas celdas individuales en las que se montaron diversos elementos para “minar la cordura de éstos”. La celda era un lugar espacioso de unos seis metros cuadrados en los que había un murete inclinado, a modo de cama, adosado a una pared. Éste estaba inclinado en un ángulo de 20 grados. Inclinación suficiente para que el preso pudiera mantener el equilibrio mientras que permaneciera despierto, pero que en cuento que se quedase dormido caía al suelo. En el suelo había ladrillos colocados en arista para evitar que pudieran tumbarse allí a descansar y dificultar los paseos. Además, en las paredes había colocadas zonas con diferentes pinturas: el techo era negro y las paredes grises. En una de las paredes se pintaban también líneas amarillas oblicuas a las otras dos paredes; en otra de las paredes, círculos de colores llamativos y diferentes tamaños; y en otra, cuadros de colores llamativos. La habitación estaba totalmente oscura, pero en el techo había focos muy luminosos de distintos colores que impedían el descanso y cansaban la vista. Sobre la puerte, en la cuarta pared, que también estaba pintada de gris, había un reloj cuya hora era alterada desde el exterior para evitar que los presos pudieran tener la más mínima noción del tiempo.

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El tribunal de la silla eléctrica

Se instalaba en una sala amplia. En ella se colocaba, como todo mueble, un podio de madera de medio metro de altura y, sobre él, el armazón metálico de un asiento de coche que estaba conectado a unos cables eléctricos. En ese armazón se sentaba al prisionero para interrogarle y si sus respuestas no eran del gusto de los milicianos, se le aplicaba una corriente, que aumentaba en intensidad a voluntad de los torturadores, hasta que confesaba.

La carbonera

Eran pequeños espacios en los que se cubría el suelo con virutas y polvo de carbón. Allí se trasladaban a los presos después de haber sido mojados con agua muy fría, y se les arrojaba sobre ese lecho de carbón. El efecto era que quedaban totalmente impregnados y el efecto de las virutas era que les provocaba picores insoportables.

 

La verbena

Era el nombre dado a un armario de metro y medio de alto, por medio metro de ancho y cuarenta centímetros de profundidad. A una altura de unos sesenta centímetros se colocaba un saliente de quince centímetros en el que se obligaba a apoyarse al preso que debía mantener una postura encogida y sin poder mirar hacia adelante. Allí se le obligaba a permanecer horas hasta que sus piernas dejaban de sujetarle.

El pozo

Era un depósito de agua fría colocada en los patios de las checas. Sobre el depósito se colocaba una polea de la que se colgaba al preso. En ocasiones se le colgaba de los piés y se le bajaba, cabeza abajo, para provocarle periodos de agnea en un agua gélida. En otras ocasiones, se le colgaba de los brazos y se le mantenía sumergido en el agua gélida durante varios minutos, hasta terminar sumergiéndole la cabeza para impedirle respirar. En algunos casos los presos morían por asfixia antes de confesar.

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La ducha

Era una celda con desagües y con orificios en al menos dos de sus paredes. Por esos orificios se introducían mangueras que lanzaban agua muy fría a gran presión. La fuerza de los chorros era tal que llegaba a causar heridas y cortes a los presos.

La nevera

Era una celda pequeña forrada de cemento poroso sobre la que se vertía despacio agua muy fría en pequeñas cantidades. El resultado era que se iba bajando la temperatura poco a poco hasta hacerla inaguantable. Los presos eran introducidos en ropa interior que, por efecto de la humedad, quedaba pegada al cuerpo de los detenidos aumentando la sensación de frío.

La campana

Era un cilindro de cuatro metros de diámetro y algo más de dos metros de alto. Las paredes estaban forradas de alquitrán que recubrían paredes metálicas. En la parte superior un potente foco térmico daba una luminosidad insoportable y calentaba la estancia hasta superar los cincuenta grados de temperatura. A la vez, se introducían sonidos agudos y chirriantes que eran incrementados por el efecto de las paredes metálicas hasta hacerlos insoportables.

Autor

REDACCIÓN