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El 20 de abril de 1937 se llevó a cabo la unificación de la Falange y el Tradicionalismo encarnado por los requetés. Aquella Falange que arrancó ante una sociedad cansada y desilusionada tenía el reto abierto ese histórico 29 de octubre de 1933, de ser el banderín de enganche de una nueva forma de entender al hombre fuera del materialismo en el que estaba sumido.
 
Eso que José Antonio llamó «valores eternos», para algunos camaradas de antes y de ahora esa forma de pensar la política fue diluida por no decir traicionada por Franco en el momento de la unificación. Yo no lo veo así. Teniendo en cuenta que en 1937 estábamos inmersos en una cruzada de liberación y que además tanto la Falange como los requetés se pusieron a luchar en el bando nacional era lógico aglutinar en un solo cuerpo político toda la sustancia ideológica de ambas formaciones.
 
José Antonio ya no estaba y Franco entendió perfectamente que en una España devastada por la guerra se necesitaba edificar un andamiaje de ideas que estaba sobre todo presente en la Falange. Con la unificación se conseguiría evitar luchas entre las tendencias que ganarían la guerra. La polarización de partidos en el momento de empezar a reconstruir la patria hubiera sido un tremendo error y el caudillo lo sabía muy bien.
 
Hubo malestar entre camaradas de la primera hora y hubo consecuencias para aquellos que dentro del nuevo estado se inclinaron por una disidencia basada en un romanticismo que en ese momento no era lo más oportuno En la España de los años cuarenta no existió nada que hiciera necesaria enarbolar el concepto de » revolución pendiente», porque dentro del Estado y en sus ministerios hubo representación real del ideario falangista.
 
La obra social y laboral del franquismo tuvo como protagonistas a muchos camaradas que desde el gobierno levantaron con su trabajo una España que fue grande y libre. Muchos de los que como yo hemos vestido y seguimos llevando en el alma la camisa azul sabemos que » la T » añadida a nuestras siglas fue un acierto político que dio sus frutos en una dinámica de trabajo y progreso, por ello todo ese esfuerzo real de una sociedad viva e ilusionada se encarnó en algo llamado Movimiento Nacional.​ 

Autor

Alejandro Descalzo
Alejandro Descalzo
Nace en Madrid en 1958. Estudia en Los Escolapios de San Antón. Falangista. Ha publicado 4 libros de relatos. Apasionado del cine y la lectura. Colaborar en este medio lo considera un honor.