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De entrada quiero dejar claro que yo no voy a hablar del Rey Émerito Don Juan Carlos de hoy, ni evaluar su largo reinado desde la muerte de Francisco Franco, ni del futuro de la Monarquía. En este reportaje de elcierredigital.com voy a hablar de Juan Carlos de Borbón como persona. Al entonces príncipe que yo conocí en 1970 y con el que hablé después en más de una ocasión. Por tanto, será una versión muy personal que iré desgranando en sucesivos reportajes para elcierredigital.com.

Conocí a don Juan Carlos por primera vez siendo Príncipe de España en 1970 (y no Príncipe de Asturias), cuando tan sólo hacía un año antes había sido declarado heredero de Franco con el título de Rey.

Sucedió estando yo en el diario “Pueblo”, en 1970, donde ejercía de subdirector. Una tarde la eficiente secretaria del jefe Don Emilio Romero, Cristina, nos llamó por teléfono y nos dijo que subiéramos urgente al despacho del director, que estaba en la planta séptima, la Redacción estaba en la planta quinta. Allí estaba junto a él Juan Carlos de Borbón, el Príncipe, que iba acompañado por el General Alfonso Armada. Don Emilio nos fue presentando uno a uno y el Príncipe se mostró cariñoso y sonriente. Sólo dijo una cosa entre risas:

– Así que estos son los culpables… Los culpables de que yo me beba el periódico todas las tardes.

Merino saluda al Rey Juan Carlos en presencia de Emilio Romero.

Acababa de cumplir 32 años y era la imagen perfecta de un atleta. Era algo más alto que todos los presentes y vestía un traje azul con una corbata roja y una camisa rosa.

Don Emilio nos pasó a la pequeña sala de juntas que tenía en su propio despacho (aquella famosa mesa redonda de la calle Huertas en la que diariamente nos sentábamos para configurar el periódico del día siguiente) y allí durante una hora larga pudimos hablar ampliamente con el que ya era segundo hombre de España. El director de “Pueblo”, don Emilio Romero, que años antes ya había publicado su libro “Cartas a un Príncipe” (Premio Nacional de Literatura 1963), se explayó recordando los consejos que ya había expresado por escrito. El Príncipe, en realidad, intervino poco, por lo que deduje que era hombre de pocas  palabras, pero que sabía escuchar.

Después bajamos a la Redacción y Don Emilio le fue presentando a los Redactores allí presentes. Fue una reunión amistosa y simpática y les aseguro que todos quedamos gratamente sorprendidos por la simpatía del ya Príncipe Heredero a título de Rey.

Torcuato Fernández Miranda da la mano a Adolfo Suárez en presencia del Rey Juan Carlos I.

Pasaron varios años antes de volver a verle y a hablar con él. Mi segundo encuentro con Don Juan Carlos fue cuando Franco ya había muerto y él ya era Juan Carlos I Rey de España. Sucedió a finales de junio de 1976 y cuando ya estaba cantada la salida de Carlos Arias como Presidente del Gobierno. Fueron aquellos días de rumores y correveidiles entre la clase política, porque ya se había convocado el Consejo del Reino y aunque no se dijo hasta última hora se sabía que era para elegir la terna que el Presidente Fernández Miranda le tenía que llevar a su Majestad el Rey.

El viernes día 25 me llamó por teléfono Don Torcuato y me soltó de sopetón que el sábado tenía que ir a la Zarzuela porque el Rey quería hablar conmigo (yo ya sabía que el Rey llamaba con frecuencia a personas o personalidades fuera de la clase política e institucional para conocer mejor la opinión de la calle en los problemas de más relevancia). Y allí me presenté, vestido con el traje de rayas de las grandes ocasiones y algo inquieto por no saber para lo que se me requería.

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Al llegar aquí, no tengo más remedio que hacer un paréntesis para decir que no era la primera vez que yo entraba en el Palacio de La Zarzuela, porque la primera vez fue en 1972 con motivo de la publicación en España de las “Memorias de la Reina Federica”. “Pueblo” había comprado a la editorial inglesa “MacMillan” los derechos de la edición española para prensa y libros y don Emilio me encargó a mí que redactara y supervisara los textos en español y las fotos. Los derechos de libro los revendimos a la “Editorial Gregorio del Toro”.

Una vez lista la edición la Reina Federica quiso supervisar lo que se iba a publicar y se trasladó a Madrid al Palacio de la Zarzuela y allí fuimos convocados el editor y yo para mostrarle la maqueta y las primeras pruebas de imprenta. Durante 8 ó 10 días fui leyéndole algunas páginas del libro, pero como la Reina no sabía español suficiente ni yo inglés nos sirvió de intérprete, la hija, doña Sofía, todavía Princesa de España. Ello nos hizo acudir esas mañanas al Palacio de La Zarzuela, hasta que tanto la madre como la hija le dieron el visto bueno definitivo a la edición española, incluso añadiendo algunas fotos familiares que no habían sido incluidas en la edición inglesa. La edición española se presentaría en octubre de 1972 en el Club del diario “Pueblo”.

La reina Federica y doña Sofía.

Y sigo con la entrevista con el Rey. Nada más entrar en su despacho, en la planta primera (un despacho que a mí me pareció modesto, pues sólo tenía una mesa pequeña donde se sentaba Su Majestad y una mesa de reuniones también pequeña en un ángulo de la habitación) don Juan Carlos dijo de entrada:

– Amigo Merino, por Torcuato (se refería a don Torcuato Fernández Miranda, por entonces Presidente de las Cortes y del Consejo del Reino) sé que eres un periodista bien informado, independiente y que dices las verdades del barquero a quién se te ponga por delante. Y por eso he querido hablar contigo. Quiero que me digas con sinceridad tu opinión sobre algunos personajes de la vida política española actual.

– Señor, no sé si estaré a la altura de las circunstancias, pero le aseguro que voy a ser todo lo sincero que pueda.

– ¿Qué opinión tienes de Manuel Fraga?

– Majestad, don Manuel Fraga es un torbellino político, un hombre impredecible, con unas dotes de mando increíbles. Yo le conocí como Ministro de Información y Turismo y le aseguro que fue un grandísimo Ministro. Después le seguí su peripecia política y hasta su evolución. Le aseguro que el Fraga de hoy no es el Fraga de ayer. Tal vez su estancia como Embajador en Londres le sirviera para hacerse demócrata y suavizar sus formas y maneras. En resumen, creo que es uno de los activos más importantes del actual mapa político español.

– ¿Y tú crees que podría entenderse con la Izquierda?

– No lo sé Señor, porque ya le digo que Fraga es impredecible y como Ministro del Interior lo está demostrando. Hoy dice la calle es mía y mañana se sienta a comer con Marcelino Camacho y Nicolás Redondo.

– Bien, señor Merino, háblame de Areilza ¿qué opina la calle sobre Areilza?

– Señor, sé que lo que le voy a decir acaso no sea políticamente correcto. Pero, si estoy aquí es para decirle mí verdad. Don José María de Areilza, en mi criterio, es uno de los políticos más cultos y más preparados de la actual clase política española… y a pesar de su viejo franquismo hoy se le reconoce como un gran demócrata. Sin embargo, hay algo que no se le perdona, ser un hombre de Don Juan, su padre. La clase política actual piensa que don José María representa la Monarquía de Don Juan, es decir la Monarquía que no acepta el Franquismo y mucho menos el Ejército.

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Y así fue interrogándome sobre otros políticos de renombre, entre ellos López Bravo, Federico Silva, Laureano López Rodó, Girón, Gutiérrez Mellado, Fernández de la Mora, etc. Y sólo al final cuando ya llevábamos casi una hora hablando, me sacó el nombre de Adolfo Suárez.

– ¿Y Adolfo Suárez? ¿qué opinión tienes del actual Ministro Secretario General del Movimiento?

– Pues mire, Majestad, conozco muy bien a don Adolfo, entre otras cosas porque durante un tiempo, cuando yo fui director de “Pyresa” él era Vicesecretario General del Movimiento y por tanto casi Jefe mío. Además le tengo por amigo. Mire, Señor, Suárez es un político nato y muy ambicioso. Y además no tiene en su cabeza unos Principios Inmutables. Suárez es un hombre que quiere estar en la política a toda costa, pues como dice Torcuato no tiene “cuarteles de invierno”.

– Pero, ¿qué opinión tienen de él la clase política actual y la calle?

– Pues, si le digo la verdad Señor, la clase política, los hombres importantes, le miran por encima del hombro, no le consideran, mejor dicho le tienen encasillado como un político de segunda o tercera división, y un hombre inculto. Sin embargo, es un hombre que en la calle cae bien, es simpático, siempre con la sonrisa en la boca, abierto y capaz de conquistarse con un apretón de manos al portero o al pescadero de su barrio.

– Cambiando de tema, amigo Merino, ¿conoces “El error Berenguer” de Ortega?

– Por supuesto, Majestad, lo he leído muchas veces y lo he reproducido otras muchas en mis libros.

– ¿Y crees tú que Ortega llevaba razón?

– Pues sí, Señor, fue un gran error de su abuelo nombrar a un general “de los de antes” y además implicado en el desastre de Annual.

– Estoy de acuerdo contigo, mi abuelo, caída la Dictadura de Primo de Rivera, tuvo que nombrar a un hombre nuevo y joven. Tal vez así hubiera evitado la llegada de la Segunda República. ¿No lo crees tú así?

– Pues, Majestad… yo creo que ni así. La Monarquía se había suicidado con la Dictadura. Entonces don Juan Carlos se levantó y dio por terminada la entrevista. Aunque ya de pie y en la puerta me dijo:

– Pues, te aseguro querido Merino, que yo no cometeré “El error Berenguer”.

Lo cual, y cuando salía de La Zarzuela en mi coche, me hizo ver claro que Adolfo Suárez tenía todas las papeletas a su favor, como pocos días después se demostró. Adolfo Suárez fue elegido en la terna que el Presidente del Consejo del Reino le presentó al Rey (“Estoy en condiciones de ofrecer al Rey lo que me ha pedido”) y fue nombrado Presidente del Gobierno la tarde del sábado día 3 de julio de 1976.

PUBLICADO EN EL CIERRE DIGITAL

Autor

REDACCIÓN