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Ensayo histórico sobre

EL PENSAMIENTO POLÍTICO DE FRANCO realizado por un equipo que formaron José María Gallardón, José Manuel Ortí Bordás, Fernando Vizcaíno Casas, Ángel López-Montero, Fernando Latorre, Agustín del Río Cisneros y Julio Merino.

 

Fue con motivo del número 100 del “Heraldo Español” y se publicó en un número especial que alcanzó la semana del 14 al 20 de julio de 1982 (tan solo hacía 7 años de la muerte del Caudillo y 43 que había finalizado la Guerra Civil). Julio Merino, director del “Heraldo” reunió a sus columnistas y colaboradores fijos para que cada uno de ellos hiciese un estudio de la obra política de Franco y el resultado de aquellos estudios fue el que se publicó en las páginas del semanario.

 

Naturalmente, y por su extensión “El Correo de España” lo publicará en varias entregas, según se publicó en el “Heraldo Español” en 1982.

 

 

EL PENSAMIENTO POLÍTICO DE FRANCO

(3ª parte)

 

«Es para mí un anhelo el reforzar la independencia de la Justicia española, el elevar, dotar y dignificar a nuestra magistratura para que esta sea cada vez más fuerte e independiente y hacer que la Justicia pueda llegar suficientemente prestigiada a todos los lugares de España, convencido de que la elevación del crédito de nuestra justicia interior no sólo favorecerá a todos los españoles, sino que contribuirá también a aumentar el respeto y acelerar nuestra grandeza fuera de nuestras fronteras».

(3-I-1946: Madrid. Tribunal Supremo).

 

«Nosotros hemos definido el Régimen español como un Estado social, y un Estado social entraña unas gravísimas responsabilidades. Si nosotros aspiramos a la justicia y a la mejora social, tenemos que enfrentarnos con los grandes problemas de la Patria, porque justicia social no es cambiar el signo de la producción española, beneficiando a unos y perjudicando a otros. La mejora social que podemos obtener de una comunidad no está en la simple distribución de la renta nacional entre los que componemos España. Si esta renta nacional es baja, ya podemos entregarnos a lo que sea, que seremos incapaces de producir la mejora social. La mejora social ha de venir por la multiplicación de los bienes, por la multiplicación de la renta nacional, por la multiplicación del rendimiento, y este rendimiento, en los tiempos modernos, no reside en el mayor esfuerzo ni en el mayor trabajo, sino en la aplicación mejor de la ciencia y de la técnica, en la utilización del crédito, en la racionalización en todos los sentidos de la producción española, que si España es en sus tres cuartas partes campesina, en sus tres cuartas partes han de ir los esfuerzos a la organización, el impulso y el estímulo del campo…»

(22-II-1953: Madrid. Asamblea Nacional de Hermandades del Campo).

 

«La vida política de un pueblo civilizado y culto reclama igualmente un régimen de Estado de Derecho y no de cualquier sistema de normas, sino precisamente de un Derecho concebido para la realización y servicio de los valores morales del cristianismo. Ahí está incoada y a punto para más altas realizaciones nuestra democracia orgánica y nuestro sindicalismo nacional, dando un mentís experimental y de hecho a quienes han pretendido poner en entredicho nuestro sistema político».

(29-Xll-1960: Mensaje de fin de año).

 

«El sindicalismo necesita penetrar y establecerse directamente en la plataforma de las decisiones y de las iniciativas políticas del Estado, responsabilizarse, si ha de ser capaz de servir y no defraudar la confianza que se deposita en él y las ilusiones y las esperanzas que despierta. Sólo así podrá cambiar la fisonomía de la vida social moderna y, además, ganará esas modalidades de acción del máximo rango político».

(29-XII-1960: Mensaje de fin de año).

 

«Desde los primeros momentos de nuestro Movimiento señalamos claramente a los españoles cual era el ideario por el que luchábamos: por Dios y por España; por la Patria, el pan y !ajusticia. En plena guerra promulgamos el Fuero del Trabajo, que constituye la carta magna de nuestro ideario y ordenación sociales, y administrando la paz hemos venido construyendo sobre aquellas bases el Estado social de que disfrutamos: Seguro de Enfermedad e instalaciones sanitarias, que han logrado el estado óptimo de la salud pública; Instituto de la Vivienda, hoy Ministerio, que atiende a dotar de hogares salubres a la familia humilde española; salario familiar, mutualidades, vacaciones pagadas, salarios de los domingos y festividades, Seguro de Paro y tantas y tantas obras de carácter social que han mejorado notablemente el estado de justicia de nuestra Patria».

(17- VI-1962: Valencia).

 

«Por último, en el terreno político, hemos creado un Estado constitucional, provisto de sus órganos fundamentales. Hemos aprobado una legislación previsora y adaptada a nuestras necesidades. Tenemos una Administración capaz, honesta y organizada. Disfrutamos de unos preceptos y de un ideario que la inmensa mayoría de los españoles comparten, y vemos con satisfacción que el resto del mundo, lejos de apartarse de nosotros, tiende, por el contrario a soluciones y doctrinas que, salvando las peculiaridades históricas de cada uno, vienen siendo cada día más próximas a las nuestras».

(30-XII-1962: Mensaje de fin de año).

 

«Autoridad política y progreso social son los recios pilares de la organización de nuestro Estado. Hemos de demostrar cada día al mundo que puede avanzarse por el camino de la justicia social, de la igualdad de oportunidades, de la nivelación de clases, sin una sola concesión a la demagogia y al desorden; sin consentir que las llamaradas de odio abrasen el bosque nacional sin tolerar que los españoles se vuelvan unos contra otros convertidos en hermanos enemigos. Hemos de demostrar también con la misma nitidez, con la misma contundencia de los hechos, que un moderno Estado con autoridad no es un Estado arbitrario, ni un Estado brutal, ni un Estado policiaco, ni un Estado dictatorial. Un moderno Estado con autoridad puede ser, y España lo es, un Estado de Derecho, en el que los ciudadanos sientan garantizados sus derechos civiles, protegida su vida, su hacienda, su familia, su trabajo, su deseo de vivir como les acomode, dentro del respeto al bien común y al de cada uno de sus compatriotas. Un Estado con autoridad plena sobre los intereses individuales y de grupo, de los que no depende su existencia y da a cada uno lo que es suyo, esto en cada momento en condiciones de decir «no», tanto a las irresponsables reclamaciones de la demagogia, como a las solicitudes de los grupos de presión de los poderosos. Todo ello es posible gracias a un Poder Ejecutivo que ha sido y seguirá siendo vigoroso y eficaz y a un Poder Judicial de una integridad e independencia absolutas que castiga o absuelve al particular o al Estado, a la corporación o al individuo, sin otro norte ni otra mira que la recta aplicación de la ley».

(17-XI-1967: Madrid. Cortes españolas).

 

«Nuestro Estado social de Derecho encuentra su garantía en una doble vertiente: de un lado, en la naturaleza permanente e inmutable de sus principios, unida al carácter de superley de nuestras leyes fundamentales, que sólo con determinadas condiciones pueden ser modificadas; de otro lado, en la suprema garantía del cumplimiento de la ley con una justicia independiente «.

(18-Xll-l971: Madrid. Cortes españolas).

 

 

Frente a los separatismos UNIDAD

«La principal conquista de estos años ha sido la unidad de un país dividido antes por los separatismos y por la lucha de clases convirtiéndole en un pueblo unido y en orden que se afana por su prosperidad espiritual y material. Con esto se cumple el fin primordial de toda comunidad política: el de asegurar la colaboración de sus miembros y no el enfrentamiento de unos contra otros. Por eso, las Cortes, supremo órgano representativo, no aparece dividido en partidos, sino que refleja la unidad dentro de la variedad y diversidad dentro de la comunidad de ideales».

(3-VI-1961: Madrid. Cortes españolas).

 

«Señores procuradores: estoy seguro de que seréis fieles custodios de la unidad de la Patria, continuadores del esfuerzo de vuestros predecesores que tanta gratitud os merecen y sé que desde vuestra responsabilidad haréis honor a la confianza que en vosotros acaba de depositar la Nación a través de sus auténticos y legítimos cauces representativos».

(18-XI-1971: Madrid. Cortes españolas).

 

«Para que nadie pueda arrebatarnos los frutos de esta continuidad eficaz, una base fue, es y será siempre imprescindible: la unidad; unidad nacional, unidad religiosa, unidad social y unidad política; la unidad sentida, defendida y practicada; no simplemente proclamada como supuesto táctico desde el que operar impunemente al margen o contra aquellos postulados sobre los que descansa esa unidad y que para todos fueron ya definitivamente establecidos en la Ley Fundamental de los Principios del Movimiento Nacional.

 

Esos Principios han de ser aceptados en su integridad, forman un todo orgánico; ninguno de ellos tiene un carácter de provisionalidad. Nadie puede atribuir a alguno una vigencia transitoria ni puede limitar su extensión y alcance de acuerdo con interesados deseos y criterios puramente personales. En virtud de esa Ley Fundamental el Movimiento tiene el rango adecuado dentro de nuestro esquema institucional y de aceptación obligatoria para gobernantes y gobernados en el presente y para el futuro».

(3l-XIII-1958: Mensaje de fin de año).

 

«En los últimos tiempos se ha hablado bastante, como una necesidad del desarrollo político, del problema de la oposición institucionalizada. Tomando modelos que funcionan en otros países, se pretende puerilmente que sea el único sistema de lograr una crítica permanente de la labor del Gobierno. Los que tal cosa defienden, no recuerdan que, aun allí donde se admite se trata de la «Leal Oposición de Su Majestad». Oposición leal y no desleal, en primer término. Oposición dentro del sistema y no fuera de él, por otra parte. Pero, en esto, como en todo, lo que importa es el resultado y no los procedimientos. ¿Es que entre vosotros no se critica a la Administración? ¿Es que no hemos asegurado el relevo de los equipos directivos?… Por eso, yo digo que el verdadero valor cívico no reside en la oposición por sistema, en la algarada verbal, en la proposición de dificultades insolubles, sino en que el civismo se demuestra en la búsqueda de soluciones constructivas, en la cooperación, en lo razonable, y, en definitiva, en las aportaciones auténticas a la gran empresa histórica de la Patria».

(17-XI-1967: Madrid. Cortes españolas).

 

«El gran problema que muchos países sufren, y que afecta a casi todas las sociedades de nuestro tiempo es el de encontrar un orden político capaz de conjugar armónicamente las legítimas aspiraciones de libertad y de justicia con la necesaria autoridad, sin la que es imposible una libertad verdadera, garantizada en su ejercicio y limitada por el bien común. Alcanzar este equilibrio sobre el que se asienta el bien supremo de la paz ha sido nuestra tarea de estos lustros. Pero es necesario tener presente que no se logra de una vez para siempre. Es una meta por la que hay que trabajar esperanzadamente cada día, y esta tarea por la paz es responsabilidad de todos y cada uno de los españoles. Por ello es absolutamente indispensable que nos enfrentemos al futuro con el mismo espíritu de unidad y solidaridad que nos ha animado hasta ahora, con idéntica voluntad de poner el bien común de la Nación por encima de las conveniencias particulares».

(18-XI-1971: Madrid. Cortes españolas).

 

«La enfermedad que me afectó el pasado verano dio providencialmente motivo para poner a prueba la serena madurez del pueblo español y el seguro funcionamiento de la mecánica previsora de nuestras Leyes Fundamentales. He de agradecer a Dios la completa recuperación de esa enfermedad que me dio, por otra parte, la oportunidad de recibir tantas pruebas de interés por mi salud, adhesión y afecto, que el pueblo español manifestó de forma inolvidable y que mucho le agradeceré.

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Con este motivo, deseo hacer una mención especial el Príncipe de España, que en ese juego simple y seguro de las instituciones asumió durante mi enfermedad la Jefatura del Estado. Sus cualidades personales, su prudencia política, su preparación y, sobre todo, su alto sentido del deber, confirmaron, una vez más, las esperanzas en él depositadas».

(30-XII-1974: Mensaje de fin de año)

 

Bases de la democracia española

 

«Se invocan en las propagandas rojas la democracia, la libertad del pueblo, la fraternidad humana, tachando a la España nacional de enemigas de tales principios. A esta democracia verbalista y formal del Estado liberal, en todas partes fracasada, con sus ficciones de partido, leyes electorales y votaciones, plenos de fórmulas y convencionalismos, que confundiendo los medios con el fin olvida la verdadera sustancia democrática, nosotros, abandonando aquella preocupación doctrinaria, oponemos una democracia efectiva, llevando al pueblo lo que le interesa de verdad: verse y sentirse gobernado, en una aspiración de justicia integral, tanto en orden a los factores morales, cuanto a los económico-sociales; libertad moral al servicio de un credo patriótico y de un ideal eterno y libertad económica sin la cual la libertad política resulta una burla».

(19-IV-1937: Salamanca. Discurso de Unificación).

 

«Los españoles amamos la libertad como el pueblo que más pueda estimarla; pero una libertad compatible con el orden, el progreso social de los españoles, el engrandecimiento de la Patria y el destino eterno de nuestra especie».

(20-VI-1945: Radio Nacional de España).

 

«Para nosotros tiene más importancia lo que acentúa el valor de la personalidad humana, la plena valoración del individuo, que la democracia formalista y garrula que lo explota. A esa democracia convencional, nosotros oponemos una democracia católica y orgánica que dignifica y eleva al hombre, garantizándole sus derechos individuales y colectivos, que no admite su explotación por medio del cacicazgo y de los partidos políticos profesionales, sino que les abre cauce libre, a través de las Hermandades, Sindicatos, Corporaciones u organismos provinciales y locales, en los que discurre su vida y en los que tiene pleno conocimiento».

(14-V-1946: Madrid. Cortes españolas).

 

«Nosotros no negamos la libertad ni las esencias de las democracias; nosotros no rehuimos la intervención del hombre en las tareas del Estado, que tiene entre nosotros más de un milenio de existencia. Nosotros lo que queremos es hacer compatible la libertad con el orden; lo que pretendemos es la seguridad social y la seguridad de España».

(1-X-1946: Burgos).

 

«Frente a la falsa democracia, anuladora del individuo, oponemos nosotros una democracia orgánica. Abominamos de los partidos políticos, porque habían reducido a España a su más simple expresión tras un siglo de luchas cruentas de unos contra otros. Para nosotros, la existencia de la Patria no puede ser sacada a discusión de hombres; hay cosas que están por encima de los derechos de los hombres. La fe de un pueblo y la existencia de la Nación son patrimonio inalienable que recibimos de nuestros mayores y que hemos de entregar a nuestros hijos y sucesores, si es posible aumentadas y engrandecidas. Aquella división artificiosa de derechas e izquierdas, nacida al calor del régimen liberal que nos trajo la independencia, forzosamente había de conducirnos a la ruina, como vivíamos antes del Movimiento Nacional: escindidos los pueblos, peleadas las ciudades, españoles contra españoles, menospreciadas las esencias de la Patria, paralizado el trabajo, atropelladas las conciencias, detenido el progreso, sin la menor mejoría del bien común, objeto de toda política honrada».

(4-XII-1952: Pamplona).

 

«Nosotros, a la democracia inorgánica le oponemos una democracia orgánica, en que los hombres discurren a través de los cauces naturales, de la familia, el municipio y el sindicato, y queremos que lo mismo los Municipios que los Sindicatos cumplan su misión y sean el medio por donde pueda llegar la voluntad del pueblo a las altas esferas del Estado. Pero no nos basta con esto. Y por eso hemos venido a los pueblos de España a comprobar sus necesidades y hemos ordenado en todas las provincias la confección de planes económico-sociales».

(7-X-1956: Valdelacalzada (Badqjoz). Inauguración de nuevos regadíos).

 

«No hay libertad individual ni política, sino dentro de un orden de seguridad social, nacional e internacional».

(31-XII-1957: Mensaje de fin de año).

 

«Nosotros no negamos la democracia; nosotros queremos ser fieles a la democracia. ¡Ah!, pero no queremos que las libertades se pierdan en la anarquía; amamos las libertades, pero una libertad compatible con el orden, porque en el desorden naufragan todas las libertades».

(23-III-1960: XXV aniversario de «Arriba»).

 

«Yo afirmo que la mayor esclavitud está en la ignorancia y en la miseria. ¿De qué libertades disfruta el hombre que se encuentra en la miseria? De esas libertades disfrutará bajo el régimen liberal la minoría de los poderosos; pero para los que están sumidos en la ignorancia, tienen hambre y sed de justicia, ¿qué representan las pseudolibertades? Tendrán libertad y porvenir si no caen en el libertinaje, los instruidos y bien dotados; pero, ¿qué libertad le cabe a un pueblo analfabeto? ¿De qué disfruta un pueblo sumido en la ignorancia?

(28-IV-1961: Málaga).

 

«Repudiar el sistema de partidos por lo que tiene de disgregante y envilecedor no es desconocer la diversidad de opiniones, sino hacer que se expresen por sus legítimos cauces representativos en vez de enfrentarse de modo irreductible. Queremos libertad de opiniones, pero no al servicio del antagonismo permanente de los partidos, sino libertad para llegar a un entendimiento-solución. La razón de ser de los partidos políticos estriba justamente en lo que divide, no en lo que une. Nosotros, en vez de hacer crónicas las discordias, buscamos la unidad dentro de la libertad responsable y de la crítica fundamentada y solvente».

(3-VI-1961: Madrid. Cortes españolas).

 

«Todos hemos conocido, especialmente los que ya somos viejos, la ficción de los partidos políticos, en los que la relación entre representantes y representados se limitaba a la elección entre varios nombres que los comités de los partidos les presentaban, y que, en la casi totalidad de los casos, los electores desconocían; pero una vez lograda la investidura, obraban a su antojo, sin tener en cuenta los intereses y la voluntad de los votantes. A ello oponemos nosotros nuestra democracia orgánica, en la que la representación se hace a través de la familia, del Municipio y del Sindicato en los que el hombre vive y se encuadra, y en la que los elegidos mantienen vivo el vínculo con la asociación que les designó, sin que puedan traicionar los homogéneos y legítimos intereses de los representados, pero aun con ser esto tan sincero, no nos basta para satisfacer las verdaderas esencias de una democracia».

(18-VI-1962: Inauguración del Nuevo Hospital de Valencia).

 

«La democracia, que bien entendida es el más preciado legado civilizador de la cultura occidental, aparece en cada época ligada a circunstancias concretas que se resuelven en fórmulas políticas y varias a lo largo de la Historia. No hay democracia sin bienestar; no existe verdadera libertad sin capacidad del pueblo para la satisfacción de las necesidades morales y materiales; no hay representación auténtica sin verdadera ciudadanía, pues los hombres y las unidades naturales de la sociedad tienen que hacerse presentes ante el Estado, siendo plenamente dueños de sí mismos, única forma de que el Estado pueda mantener la autoridad al servicio del Derecho, sin imponer servidumbres so pretexto de liberar a unos y a otros de otras disciplinas artificiales».

(22-Xl-1966: Presentación de la Ley Orgánica

del Estado ante las Cortes Generales).

 

«La libertad, valor fundamental de la persona humana, no es, sin embargo, el único y, por lo mismo, no supone la independencia del bien común y de la ley. La libertad de cada uno ha de hacerse compatible con la de los demás, es decir, con la libertad y la dignidad de todos».

(17-XI-1967: Madrid. Cortes españolas).

 

«El hombre nace en el seno de una familia, vive en un pueblo y se asocia con otros para el trabajo: como miembro familiar, productor en un taller, vecino de un lugar, cuanto afecte al hogar, a la profesión o al pueblo es lo que directamente le interesa. Por esto, el negar el cauce natural por donde discurre la vida de los hombres para forzarles a encuadrarse bajo tinglados políticos y asociaciones artificiales, fue levantar el edificio sobre la arena, que, por lo movedizo de su base, estaba condenado a derrumbarse».

(23-I-1945: III Consejo Sindica/).

 

«Para nosotros, la familia constituye la piedra básica de la Nación. En los umbrales del hogar quedan las aficiones y las hipocresías del mundo, para entrar en el templo de la verdad y la sinceridad. No en vano sobre la fortaleza de los hogares se ha levantado nuestra mejor historia. Al correr los años, nuestra Nación ha sido, más que una suma de individuos, una suma de hogares, de familias con un apellido común, con sus generaciones y jerarquías naturales y sagradas, con la solidaridad que mueve a unos en servicio y ayuda de los otros y que hace sentir con más fuerza que si fueran propias las desgracias o los sufrimientos de los demás. Por la elevación de sentimientos que el orden familia entraña, por la solidaridad del común destino, por la red de efectos y tradiciones acumulados al correr los años, que de padres a hijos se transmiten con la antorcha del deber, de los honores, del trabajo o del sacrificio, no sólo es semejante a lo que puede establecerse entre la familia y la Patria, sino que la familia constituye un modelo, un arquetipo para una Nación».

(31-XII-1953: Mensaje de fin de año).

 

«Nosotros no aspiramos a perpetuar un centralismo ni a multiplicar el viejo funcionarismo del Estado, no obstante, reconocerles sus grandes servicios a la Patria bajo el caos de las instituciones del pasado, en el que las sucesiones continuas de los Gobiernos y absurdas pugnas políticas de los partidos habían dejado abandonada la Nación en manos de sus funcionarios, y gracias a ellos, a su honradez y a su laboriosidad se salvó el Estado de su total derrumbamiento».

(18-VII-1943: Madrid. Concentración de productores).

 

«El Ayuntamiento, por ser la institución más antigua de la Nación, es donde deben estar mejor representados los intereses de los distintos sectores de los pueblos y la primera rueda en las tareas administrativas de la Nación».

(19-VIII-1944: Sada. La Coruña).

 

«Las instituciones municipales son la rueda más importante de la vida política de una nación, donde se lleva a cabo el contacto directo del hombre con las instituciones, entendiendo por vida política la vida constructiva y de trabajo. La política no ha querido decir nunca unos partidos, ni unos privilegios, ni unas posiciones de ventaja; la política, en el mejor sentido de la palabra, ha debido ser siempre al servicio y al sacrificio por la nación, el mejor servicio a los pueblos y el más puro servir a las provincias».

(27-V-1947: Barcelona).

 

«Por eso no puede haber buena política en un Estado, desconociendo la realidad política del Municipio. Ese punto de conjunción del hombre con la sociedad, en el que se han de lograr sus más inmediatas aspiraciones. Los Municipios son la realidad más viva de la política, las que más directamente interesa, su más clara expresión… No puede existir una buena política municipal, una perfecta administración que no responda a estas realidades, que no se levante sobre una base social, sirviendo al interés común, a los anhelos de todos, haciendo más perfecta la vida municipal y no divorciándola de las realidades del país, de esa convivencia de las familias, de los anhelos de todas las entidades donde el hombre, naturalmente, se asocia».

(19-VI-1955: I Congreso Iberoamericano de Municipios. Sevilla).

 

«El sindicato es el cauce natural por donde discurre la producción española; los hombres todos están adscritos a ella. Unos, directamente, como trabajadores, empresarios o técnicos; otros, indirectamente, en la universidad y en el servicio e investigación de la ciencia, o en su ordenación y servicio desde los puestos públicos; todos unidos en la gran empresa de multiplicar la producción en el servicio de la Patria. El sindicato no podía amenazar esta unidad indispensable para el progreso económico. Todas las clases españolas, no sólo las clases trabajadoras, sino las clases empresarias, las clases medias, las administrativas, los empleados, todos deben reconocer que son sujetos activos o pasivos de esa producción española. Porque si ésta es todo, si la nación no progresa económicamente, no podrá mantenerse el bienestar ni el nivel de vida ni mejorar la suerte de todas sus clases».

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(28-X-1955: Madrid. Inauguración de la Casa Sindical).

 

«Gobernar es tener en cuenta las realidades nacionales… Nacen los sindicatos horizontales para la defensa de sus intereses y son empleados como armas de combate por patronos y obreros para el mantenimiento de su lucha de clases… Había que evitar con la unidad la lucha fratricida entre organizaciones sindicales distintas. Su explotación política por aventureros y politicastros; el redimirla de agitadores extranjeros que pretendían aniquilar nuestra economía, y que se sacrificase lo social a lo político, convirtiéndolos en ariete para la destrucción de la Patria; impedir que se convirtiesen en escuela de activistas y de crímenes, y suprimir para siempre la traición y la venta de sus dirigentes, salvando lo social sin menoscabo de lo espiritual y de lo patriótico».

(1-V-1959: Declaraciones al director de «Pueblo»).

 

«El profesionalismo político ha de ser sustituido por la representación más genuina de los hombres, de la producción y del trabajo, por los más destacados hombres de la técnica, la ciencia, la cultura y la sociología; por los representantes más preclaros de las manifestaciones representativas espontáneas. Por eso nuestro sindicalismo está presente en nuestros municipios, en las diputaciones, en las entidades de seguridad social, en el Consejo de Economía Nacional, en las comisiones del Plan del Desarrollo, en las Cortes de la nación y en el Consejo del Reino».

(4-VII-1966: Acto de afirmación sindical en Barcelona).

 

 

Signo social del tiempo

 

«La justicia social necesita ser inicialmente, para no perdernos en rodeos, el saldo de más, previamente conocido entre los ingresos y gastos de tipo familiar de rango económico más modesto, saldo conocido por anticipado por la estabilidad de los salarios y de los precios de los artículos en un mercado suficientemente abastecido. La justicia necesita ser inicialmente la situación satisfactoria de esos saldos, con todo lo que ello pueda representar, y después, trabajo para todos y campo abierto para todas las vocaciones, escalas y rangos de la jerarquía social con los servicios e instituciones para ello necesarios.

 

No se trata del salario justo, ni de la Seguridad Social, ni de la previsión aislada, ni determinadas mejoras, ni de la ocupación permanente en el trabajo; se trata de todo eso a la vez en un sólo problema general y básico que constituye la razón de ser y uno de los fines primarios y fundamentales del Estado».

(31-XII-1972: Mensaje de fin de año).

 

«Nosotros hemos tendido desde el primer momento a encaminar nuestros esfuerzos para salvar al hombre Por eso, una de nuestras primeras leyes fue la del Seguro de Enfermedad, el asegurar a todos los españoles la misma asistencia que pueda tener la persona mejor dotada».

(30-IV-15164: Almería).

 

«Por otra parte, nuestro régimen de seguridad social garantiza a los españoles la certeza de amparo en infortunio y e1 haber llevado a sus vidas y hogares la confianza en un futuro, que les permita vivir sin angustias el momento presente, colocando al trabajador español en un plano de dignidad profunda y de libertad auténtica».

(8-VII- 1964: Madrid. Cortes españolas).

 

 

Lucha de clases

«Aceptado el principio del sacrificio del interés particular al interés general, no puede explicarse en forma alguna la aceptación de la huelga como instrumento coactivo para el logro de la justicia. Un estado moderno ha de estar totalmente impregnado de un sentido de justicia social y ha de tener sus magistrados, sus instituciones y sus medios establecidos de arbitraje. No puede ser indiferente a que la producción se pierda o se merme, que las industrias se arruinen o que la economía se menoscabe, que la libertad, de un sector ataque y dañe la libertad de toda la nación. La justicia por la mano es la ley de la selva, fenómeno de sociedades atrasadas y no de civilización».

(14-V-1946: Madrid. Cortes españolas).

 

«¿Qué es la huelga, señores? ¡Ah, la huelga, como el cierre patronal, es tomarse la justicia por la mano! Y la justicia por la mano es la ley de la selva, de las sociedades primitivas. ¿O es que cuando una persona hiere a otra o cuando hay un conflicto se le permite a nadie la justicia por la mano? ¿Es que no existen los Tribunales de Justicia, no hay un orden jurídico para restablecer el derecho; una autoridad que restablezca la Ley e imponga la justicia? ¿Es que en el orden civil o el mercantil no se acude a la justicia, aun cuando no rebase el interés particular o familiar? Mas cuando se trata de una cuestión social, cuando se trata de un problema que repercute en la vida de la nación, en su economía, en los hogares todos o en la libertad de los ciudadanos, ¿entonces se va a ir a la justicia por la mano, a la huelga que a todos afecta y arruina?».

(12-V-1951: Madrid. A los Congresistas de la IV Asamblea de Hermandades).

 

«Se ha especulado mucho en el exterior contra nuestro Régimen acusándole de falta de libertades, precisamente por defender la libertad del hombre ante la coacción del poderoso. Así ocurre frente a nuestra legislación sobre las huelgas cuando estas imprimen graves daños a la economía de la nación y, poniendo en peligro la existencia de las empresas, perjudican el bien común y dañan más a las clases menos dotadas. En la mayoría de los casos las huelgas constituyen una coacción intolerable sobre la mayoría de los trabajadores, que la repudian y que suelen mantenerse por acción coactiva de los piquetes de huelga. La huelga así atenta contra la libertad de los otros sectores y contra la propia vida del pueblo, dejándole sin suministros o privándole de los servicios. La verdadera libertad para nosotros descansa en que nadie puede ser coaccionado por minorías encumbradas en puestos directivos, obedientes en muchos casos a poderes extraños».

(9-III-1963: Madrid. Noveno Consejo Nacional).

 

Sucesión

 

«En estos últimos años, con la Ley Principios del Movimiento Nacional y la Ley Orgánica del Estado, se ha completado el proceso institucional y permitido formar un juicio exacto sobre las personas y las garantías de acierto para su designación. Así como el transcurso de más tiempo, dada mi edad, no ofrecerá ningún nuevo elemento de juicio que pudiera hacer cambiar mi decisión. A la hora de decidir sobre tan importante materia considero que no debo exponer a la nación a los azares y dilaciones que entraña la aplicación de la fórmula supletoria establecida en el artículo 8° de la Ley. Así, pues, consciente de mi responsabilidad ante Dios y ante la Historia, y valorando con toda objetividad las condiciones que concurren en la persona del Príncipe don Juan Carlos de Borbón y Borbón, que pertenece a la dinastía que reinó España durante varios siglos ha dado claras muestras de lealtad a los principios e instituciones del Régimen, se halla estrechamente vinculado a los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire, en los cuales forjó su carácter, y al correr de los últimos veinte años ha sido perfectamente preparado para la alta misión a que podría ser llamado y que, por otra parte, reúne las condiciones que determina el artículo 11 de la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, he decidido proponerlo a la nación como mi sucesor».

(22-VII-1969: Madrid. Proclamación del Príncipe de España. Cortes españolas).

 

«Acto trascendental de dicha Legislatura fue la sesión plenaria y extraordinaria celebrada los días 22 y 23 de julio de 1969, donde, tras la aprobación de la Ley presentada en razón del artículo 6° de la Ley de Sucesión, fue proclamado sucesor, a título de Rey, en la Jefatura del Estado, el Príncipe de España, don Juan Carlos de Borbón. Las Cortes, al sancionar la propuesta, consagraron el desarrollo normal de un proceso previsto en nuestras Leyes que, robusteciendo el principio de unidad, asegura con la continuidad la firme estabilidad de nuestro Sistema. De esta suerte; al cumplirse las previsiones sucesorias se instaurará en su día la Corona en la persona del Príncipe de España, entregado a nuestro Movimiento y que tantas pruebas de lealtad y servicio nos viene dando. Aquel hecho decisivo ha sido concretado por la Ley de la Jefatura del Estado de 15 de julio pasado, al determinar las funciones del Príncipe de España en los casos de ausencia o enfermedad del Jefe del Estado, que deja atado, y bien atado el futuro de nuestra Patria, irreversiblemente orientado en el camino de la grandeza, de la justicia y de la libertad».

(18-Xl-1971: Discurso en la Décima Legislatura de las Cortes).

 

«En estas horas, el Príncipe de España ha vivido con honda emoción, compartiendo el sentir general de la nación, con la discreción, prudencia y virtudes castrenses que le son familiares, mientras nuestras Fuerzas Armadas, sólido y supremo pilar de la unidad e independencia de la Patria, han sabido en todo momento hacer honor a su glorioso historial de dedicación y disciplina, del que nos queda como ejemplo el Capitán General de la Armada don Luis Carrero Blanco, que ha venido a engrosar el patrimonio castrense de entrega y de lealtades.

 

Después de treinta y siete años al frente del Estado, aquí me tenéis con vosotros, con la misma vocación de servicio a la Patria que siempre tuve, consciente de que la autoridad no puede ser nunca un privilegio, sino un deber que exige fidelidad y sacrificio».

(30-Xll-1973: Mensaje de fin de año).

 

Heraldo Español nº 100, 14 al 20 de julio de 1982

Por la transcripción Julio MERINO

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.