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Durante la I Guerra Mundial hubo disparidad de posicionamientos en el seno del Carlismo. Don Jaime se inclinó hacia el bando aliado. Ahora bien, la amistad y el parentesco que tenía con los Habsburgo, hizo que se declarara neutral. La posición de don Jaime era lógica. Era de origen francés, había recibido el apoyo de los legitimistas franceses, era pariente de Enrique V, conde de Charmond, y, finalmente, su servicio de armas en el ejército ruso, son claves para comprender que fuera francófilo y no germanófilo. A excepción de un reducido grupo de carlistas, el resto de la Comunión Tradicionalista se posicionó del lado germanófilo.

 

Como consecuencia de la guerra, don Jaime quedó incomunicado, no pudiendo ejercer sus funciones. Fue la Junta Suprema la que llevó, durante esos años, la dirección del Carlismo.

 

Una vez concluida la guerra, don Jaime publicó un manifiesto donde, entre otras cosas, pedía cuentas a los dirigentes que, de forma pública, habían defendido los Imperios Centrales, esto es, se habían posicionado germanófilos. Don Jaime quería depurar responsabilidades contra todos aquellos que habían traicionado su confianza.

 

Ante aquella reacción de don Jaime, un grupo de carlistas lo fueron a ver a París. Don Jaime no los recibió, pues estaban en la lista negra. Ante la reacción del pretendiente, Juan Vázquez de Mella publicó un manifiesto en el cual, a parte justificar su posicionamiento germanófilo, atacó abiertamente a don Jaime. El ataque se centró en acusarle de absolutismo, cesarismo y en reprocharle su actitud europeísta, muy contraria a la que hubiera tomado Carlos VII. Don Jaime reaccionó disolviendo la Junta Suprema -partidaria de los postulados de Vázquez de Mella- y nombrar a Pascual Comín Moya como secretario general. El peso, dentro de la Comunión Tradicionalista, de Vázquez de Mella era muy fuerte pero, la obediencia al rey hizo que muchos, aunque partidarios de las tesis mellistas, se mantuvieran fieles al monarca.

 

Siguieron a Vázquez de Mella el duque de Solferino, el marqués de Valdespina, el marqués de Cerralbo, Tirso de Olazábal, Luis Lezama Leguizamón, Pedro Vives Garriga, Ricardo Oreja o Víctor Pradera, entre otros.

 

Como ocurrió con la escisión integrista, varios periódicos siguieron fieles a don Jaime. Estos fueron El Correo Catalán, El Correo Español y El Pensamiento Navarro. Los mellistas fundaron un periódico, El Pensamiento Español, que tenía que servir como plataforma para dar a conocer sus ideales. Dirigido por Miguel Fernández Peñaflor, el primer número apareció el 16 de septiembre de 1919 y dejó de publicarse en 1922.

 

El mellismo en poco varió de los postulados marcados por don Jaime. Eran dos partidos cuya única diferencia radicaba en ser o francófilo o germanófilo.

 

Una vez finalizadas las elecciones de 1919, los mellistas se presentaron ante la opinión pública como Partido Católico Tradicionalista. Como escribió Jaime del Burgo: “su separación de don Jaime fue puramente ocasional y no lo condujo, como a otros, a aberraciones de conducta ni a oposiciones contradictorias con su manera de pensar no con su pasado”.

 

Durante este periodo convulso un grupo de jóvenes, pertenecientes al Círculo Tradicionalista de Barcelona decidieron organizar un Congreso de Jóvenes el 18 de noviembre de 1917. La idea era encaminar el tradicionalismo catalán hacia una actuación normalizada según reglas y conclusiones que posteriormente serían objeto de aprobación por parte de todos. Durante el Congreso se estructuraron cuatro comisiones:

 

1.- Organización que debería darse al Tradicionalismo catalán.

2.- Procedimientos a seguir por el Tradicionalismo en su actuación.

 

3.- Puntos del programa tradicionalista que han de ser objeto de una revisión y modo de llevarlos a la práctica.

 

4.- Organización del Congreso de Jóvenes tradicionalistas.

 

¿Qué objetivo perseguían aquellos jóvenes carlistas? Según la nota oficial publicada por la prensa, no era otra que “no hacer obra exclusivista no partidista, sino satisfacer las masas por todos los tradicionalistas oídas, establecer normas de conducta política y orientación señalada por la actuación, sustituir omisiones, sacar el partido de la inercia con que vive”, entre otras cosas.

 

Se creó un Consejo permanente formado por Vicente Carbó, Francisco Aizcorbe, Juan Bautista Roca, Ángel Marqués, Pedro Roma, Bernardino Ramonell, Pedro Salvá y José Bru Jardí.

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Vicente Carbó Oliveras, como periodista formó parte de la redacción de El Correo Catalán. En Lérida dirigió El Correo Leridano y del semanario La Trinchera. Murió el 13 de octubre de 1919, siendo aún muy joven.

 

Francisco Aizcorbe (1888-1967), colaboró en Ausetania, El Correo Catalán, Diario de Barcelona y la revista Barcelona.

 

Juan Bautista Roca y Caball (1898-1976), destacó en política. Fue uno de los fundadores de Unió Democràtica de Catalunya. Padre del político y abogado Miquel Roca i Junyent.

 

Ángel Marqués Batllevell (1887-1958), como periodista colaboró en El Correo Español, El Correo Catalán. Abandonó el Tradicionalismo y se afilió a Unió Democràtica de Catalunya. Después de la guerra civil fue presidente de Acción Católica. En 1952 colaboró en el Congreso Eucarístico Internacional que se celebró en Barcelona.

 

Pedro Roma Campí (1888-1970), dirigió el semanario Reacción. Terminada la guerra civil formó parte del Carlooctavisno, que defendía los derechos al trono de España de Carlos Pío de Habsburgo-Lorena y Borbón, nieto de Carlos VII. Fue concejal del Ayuntamiento de Barcelona.

 

José Bru Jardí (1893-1983), como periodista colaboró en La Trinchera, El Correo de Lérida, El Correo Catalán y La Protesta. Miembro del Carlooctavisno catalán.

 

Pedro Salvá, fue presidente de la agrupación Escolar.

 

Bernardino Ramonell Simonet, fue muchos años abanderado de la Juventud Carlista de Barcelona. Después de la guerra civil formó parte del grupo carlooctavista. Falleció en Palma de Mallorca en 1952.

 

También formaba parte de ese grupo Luis Gonzaga de Llanza y de Bobadilla (1884-1971), duque de Solferino, marqués de Coscojuela, conde de Centellas y dos veces Grande de España. Estudio la carrera de abogado, que no ejerció. Concejal jaimista de Barcelona. Se separó del partido para seguir la orientación de los Sindicatos Libres y luego de haber estado retirado de la vida activa política aceptó la unificación de Falange Española Tradicionalista y de las JONS. Casado, en 1913, con María Dolores de Albert de Peralta y de Despujol de Senillosa. Don Luis Gonzaga falleció en San Sebastián en 1971.

 

El periódico L’amic del poble, portavoz de la Juventud Carlista, en su edición del 24 de noviembre de 1917 sobre el Congreso escribe:

Nosotros felicitamos a los jóvenes tradicionalistas agrupados al Círculo Tradicionalista de Barcelona por su entusiasmo, por la buena voluntad que exponen en su nota y por la firmeza que se supone pondrán en sus deseos de renovación, de actuación de transformación.

 

Si, jóvenes tradicionalistas catalanes: “sacad el partido de la inercia con la que vive”, como decís en vuestra nota. Hacedlo revivir, pero fumigarlo, que está contaminado. Purificadlo, elevadlo, que se lo ha llevado por caminos pestilentes y extraviado.

 

La juventud puede hacer el milagro. La juventud, que es vida, puede inocularla al cuerpo del partido tradicionalista. La juventud que es movimiento, puede comunicarlo al partido, “que esta en la inercia”. La juventud, que es salud, puede darle a la sangre del partido, con gritos de entusiasmo y energía.

 

La necesidad de una transformación, de una reorganización de la Comunión tradicionalista era de todos oída, y de todos manifestada, particular y públicamente. Nuestro querido diputado provincial don Juan María roma la proclamó y la expuso y la concretó bien elocuentemente en el homenaje que se le tributó por los carlistas de toda Cataluña en el Mundial Palace. Aquel acto, por si solo, era toda una lección de derecho y del deber político, no aprovechada por desgracia.

 

Pero el momento, quizás por fortuna, ha llegado. Parece ser que será buena garantía los entusiasmos y fervientes deseos de una cincuentena de jóvenes tradicionalistas unidos en sesión magna en el Círculo Tradicionalista de Barcelona”.

 

No todos estuvieron de acuerdo con aquel paso adelante de las juventudes carlistas. El periódico El Norte de Gerona publicó la siguiente nota el 22 de noviembre de 1917:

 

El Correo Catalán de ayer publica un escrito tratando de un ‘Congrés de joves tradicionalistes catalans’ sobre el cual sabemos que no sólo no cuenta con la aquiescencia de las autoridades jaimistas, sino que se ha convocado sin contar para nada con ellas. Además nos creemos obligados a llamar la atención de nuestros amigos para que no se dejen llevar por las apariencias, pues según las noticias que tenemos, se trata de manejos, ligueros para perturbar la unión y disciplina en nuestra Comunión”.

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Se les acusó de querer favorecer una alianza con la Liga Regionalista. Recordemos que con esta formación se presentaron, en 1907, a las elecciones conjuntamente bajo las siglas de Solidaridad Catalana. El mellismo -los seguidores de Juan Vázquez de Mella- se pusieron en contra de ese movimiento. Como hemos dicho, uno año después hubo una escisión de estos al ser germanófilos y Don Jaime partidario de los aliados.

 

Aquel Congreso no tuvo un largo recorrido. Posiblemente por la operación llevada a cabo por los mellistas y por los pocos apoyos. Lo cierto es que todos ellos siguieron fieles a Don Jaime, después de la escisión. Prueba de ello es esta carta publicada en El Correo Catalán, en 1919, poco antes de la muerte de Vicente Carbó. Firmada por este decía lo siguiente:

 

Muy señor mío y distinguido compañero. Con fecha de hoy he dirigido al ilustre señor D. Pascual Comín una carta de adhesión, en la que, entre otras cosas, le manifiesto lo que sigue:

 

Respetable señor: En estas hora difíciles para el Legitimismo español, elevo a usted, delegado de mi R…, mi más sincero testimonio de lealtad, sentimiento que desaparecerá de mi alma cuando ya no haya ‘Quien no convoque a sus leales’. Puestos al margen de la política estéril, al margen estamos de este pleito, en que tanto se habla y murmura del Caudillo.

 

Nosotros hablamos con el R…, es decir con nuestra consciencia monárquica y con el Jefe de la Casa de Borbón, al que tenemos prestado juramento de fidelidad.

 

Durante la guerra -¿por qué no confesarlo?- compartimos el sentir de la mayoría del Partido en política internacional.

 

No apartamos al corazón de España, sin embargo.

 

Tampoco hicimos de aquel sentimiento un dogma del Partido, ni mucho menos ‘objeto de embuste ni de lucro’.

 

Compañeros había en esta cada que no participaban de aquel criterio pero, tradicionalistas todos, mantuvimos la unidad espiritual de El Correo de Lérida, para vanagloria de esta familia sostenida en torno del diario.

 

Libres señor, vivimos. ¿Cómo unirnos o seguir ahora a aquellos de los que justamente y voluntariamente nos separamos?

Estaremos con el R… o… practicaremos la independencia”.

 

Los que marcharon y fundaron Unió Democràtica de Catalunya lo hicieron porque la Junta Regional de la Comunión Tradicionalista adoptó una posición ambigua con relación al Estatuto de Autonomía de 1931, formalmente favorable pero muy reticente por el carácter laico del texto. Su primer representante a Cortes fue Manuel Carrasco i Formiguera, que provenía de Acció Catalana. Los que abandonaron este partido lo hicieron por el voto favorable a la Constitución republicana, en especial a aquellos artículos que consideraban incompatibles con opiniones religiosas. Es decir, los fundadores y miembros de Unió eran católicos y catalanistas con ideas monárquicas y republicanas. De los que hemos hablado, José Bru Jardí, fue uno de los ocho catalanes que actuaron como testigos en el consejo de guerra instruido contra Carrasco i Formiguera, el 28 de agosto de 1937. Se le acusaba del delito de adhesión a la rebelión. Años después manifestó que “el proceso y la ejecución fue un terrible error político”.

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César Alcalá