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Junto con otros pocos camaradas y seis guardias civiles, los hermanos De la Riva fueron destinados a defender la posición de La Manjoya (ver reseña anterior), y en esos combates Antonio, que entonces solo contaba con 17 años, fue herido de gravedad por primera vez.
Al finalizar el cerco de Oviedo, Antonio aprobó el curso de Alférez Provisional y siguió combatiendo, ascendiendo por méritos de guerra a Teniente.
El 24 de enero de 1939, Antonio de la Riva al frente de su sección, inició la operación del paso del río Llobregat en el marco de la ofensiva final de Cataluña.
Como punta de lanza del asalto, Antonio, no obstante la profusión de armas automáticas, artillería y carros de combate del Ejército Rojo, logró cruzar el río con el agua hasta las rodillas, y en un ataque impetuoso y casi suicida, frente a un enemigo mucho más numeroso y mejor armado, se apoderó del caserío de Santa María de Villalba, logrando conquistar y retener una «cabeza de puente» en la otra orilla del río, que las unidades que le seguían en el ataque pudieron ensanchar posteriormente.
Por esta acción de guerra se le concedió al Teniente Antonio de la Riva la «Medalla Militar Individual», recompensa que unió a la «Laureada Colectiva de San Fernando» que ya lucía como defensor de Oviedo, y además se le ascendió a Capitán.
Pero las condecoraciones que tenía en más estima el ya Capitán de Infantería Antonio de la Riva eran las tres cicatrices de las tres heridas que había sufrido, la primera como voluntario falangista en La Manjoya, la segunda como Alférez Provisional y la tercera como Teniente en la 83 División, en la que fue herido por última vez.
Al finalizar la Guerra Civil, Antonio siguió la carrera militar y por ello estuvo en la Academia de Transformación de Infantería de Zaragoza, pero al poco tiempo volvieron a sonar clarines de combate, la Falange quería devolver al comunismo la visita en su propia tierra y para ello se abrieron los banderines de enganche de la gloriosa División Azul.
El Capitán De la Riva, uno de los capitanes más jóvenes, fue de los primeros en presentarse voluntario, y el 1 de agosto asumió el mando de la 6ª Compañía del II Batallón del Regimiento 262.
El 16 de enero de 1942 por la noche, Antonio de la Riva cayó en Novgorod en la posición denominada «El Alcázar», cuando un golpe de mano de la infantería rusa, apoyado por fuego de morteros, intentó tomar dicha posición muriendo gran parte de los asaltantes, uno de los morterazos acabó con la vida del Capitán De la Riva muriendo también otros dos españoles.
Antonio fue enterrado al día siguiente en el Cementerio de Novgorod-II en la fosa 12, justo al lado de la tumba del alférez Astruga, caído con anterioridad siendo también oficial de su compañía.
Antonio María de la Riva es el claro ejemplo del compromiso y heroísmo de los miles de voluntarios, que siendo casi unos niños se afiliaron a la Falange para luchar contra el comunismo en la Guerra Civil Española y seguir su lucha años después en las estepas rusas con la División Azul, la mayoria de ellos encontraron la muerte en los combates callejeros de antes del 18 de julio, en las cárceles y checas rojas, en los campos de España en nuestra Guerra, y no contentos con ello, muchos de los supervivientes, cayeron «cara al sol» en la nieve rusa.
Para que nunca quede en el olvido su gesta, hoy recordamos al falangista y Capitán de la Infantería Española ANTONIO DE LA RIVA GARCÍA, caído con tan sólo 23 años en la defensa de los ideales que soñara Jose Antonio.
( foto inedita del camarada Antonio de la Riva, de Capitan poco antes de marchar a Rusia, del archivo de los Guardianes de la Memoria Azul)

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REDACCIÓN
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