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Publicamos hoy el tercer artículo de Franco, que se publicó en el Diario «Arriba» el 1 de febrero de 1947 con el título «Lo político, lo económico y lo social». «Ni la doctrina liberal puede llenar la función social que la equidad aconseja y las masas demandan, ni menos la doctrina marxista, destructora de los principios en que el orden económico se basa y aniquiladora de su progreso», escribe el Caudillo con gran visión de lo que estaba pasando a su alrededor, y añade «Las pasiones de la guerra han hecho surgir muchos gritos, pero muy pocas ideas. Gritan los marxismos encaramados en el Poder, más no ofrecen ni pueden ofrecer dentro de su doctrina ninguna solución a los problemas. No han sido nunca las pasiones las que han regido las grandes empresas, sino la inteligencia, la serenidad y la experiencia las que siempre las que siempre se han buscado como rectoras». Pero es mejor que lean su texto:
«Lo político, lo económico y lo social están íntimamente ligados. El sistema liberal, que aparentemente aspiraba a lograr estos fines, progreso económico de la nación y bien social de los administrados, por medio de sus libertades acabó siendo el mayor propulsor de los males y de las miserias sociales que la sociedad padece. Su economía fue más capitalista que social, y sí produjo un cierto beneficio con la multiplicación importante de los bienes y de las fuentes de trabajo, no supo, en cambio, distribuir los beneficios equitativamente entre los que contribuyeron al esfuerzo.
Contra esta injusticia distributiva se levantó la doctrina del materialismo marxista entre las clases más numerosas, que amenaza el destruir los principios en que el orden económico se asienta. Siempre que un orden de este género ha intentado gobernar en un país ha sido acompañado de las catástrofes económicas más grandes. Ni la doctrina liberal puede llenar la función social que la equidad aconseja y las masas demandan, ni menos la doctrina marxista, destructora de los principios en que el orden económico se basa y aniquiladora de su progreso.
Las pasiones de la guerra han hecho surgir muchos gritos, pero muy pocas ideas. Gritan los marxismos encaramados en el Poder, más no ofrecen ni pueden ofrecer dentro de su doctrina ninguna solución a los problemas. No han sido nunca las pasiones las que han regido las grandes empresas, sino la inteligencia, la serenidad y la experiencia las que siempre las que siempre se han buscado como rectoras. Y si esto ocurría en todos los órdenes de las sociedades, hay que imaginarse lo que requerirá la gran empresa del gobierno de las naciones, que afecta nuestra propia existencia y que es mucho más compleja y difícil que ninguna otra.
¿Puede concebirse a un ser enfermo sobre la mesa de operaciones sujeto a un coro de seres profanos e ignorantes, que dictaminasen sobre la operación: pues eso es la gran tragedia en estos momentos, y muchos los pueblos en que su cuerpo lacerado y agonizante, es objeto de la ignorancia de los unos y de la barbarie de los otros.
Nosotros reconocemos en esta hora de sufrimiento del mundo la razón que asiste a quienes demandan el pan y la justicia, y comprendemos la buena fe con que la mayoría sigue a quienes le prometen lo que no pueden ni podrán cumplir, el abandono e ignorancia de las clases más humildes suele ser tan grande, que no es extraño que participen de lo que viene siendo ceguera general. La ignorancia que se acusa sobre los principios del orden económico en las sociedades modernas es verdaderamente aterradora, y en ello reposa el divorcio entre las clases y esas luchas inciviles alrededor de la mesa de operaciones del agonizante.
La política, la economía y lo social tienen tan íntima dependencia que no pueden concebirse separadas. Una política que consigue el renacimiento espiritual de un pueblo garantiza la moral en los tratos, la equidad en la justicia, la satisfacción en el dolor, el consuelo en el infortunio, es fuente de bienes para todos. Si lo que propugna es el progreso material de la Patria, de su prestigio entre los pueblos, sólo bienes se derivan para los naturales de la política de este signo. Si persigue el progreso económico, el resurgimiento industrial, la intensificación científica, la elevación de la cultura o la mejora de la sanidad, sólo provechos obtienen los ciudadanos con su realización. La mejora económica es la única base en que puede fundamentarse la mejora social, y la mejora social de los individuos el aumento más firme del progreso económico.
Política, economía y acción social no pueden marchar separadas. Y lo mejor que podemos hacer en su servicio es ilustrar al pueblo sobre las verdades económicas, formar un estado de conciencia que nos haga a todos solidarios en la gran empresa de la Patria, convencidos de que sólo puede tener realización bajo el imperio de una moral cristiana en un estado social y católico como el que nuestra Revolución nos ha alumbrado.»
Por la transcripción
Julio MERINO
Autor
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Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.
Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.
Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.
En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.
En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.
Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.
Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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