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¿Por qué realizar una serie de artículos dedicados a los combatientes navarros y los tercios donde estuvieron encuadrados durante la guerra civil española? Por una necesidad histórica. Esta sería la respuesta más concluyente. Ahora bien, Luis Fabián Blázquez, seudónimo de Ángel de Lasala Perruca, escribe que “¿Quién, salvo Dios (que recogió amorosamente sus agonías premiando con la muerte del justo, en tantos casos, su invocación postrera), conocerá sus nombres y sus méritos? Muchos fueron. Y su anonimato, en tantísimos casos, dejará sólo de serlo ante Dios”.

Pues bien, con esta serie de artículos se pretende dar a conocer no sólo la intervención de Navarra en la guerra civil -lo cual no es preciso porqué es más que conocida la movilización total de la misma el 19 de julo de 1936-, sino poner nombre y apellidos a los requetés -anónimos hasta ahora ante nosotros, pero no ante Dios- que murieron en los diferentes cuerpos donde estuvieron encuadrados. ¿Estos artículos pretenden ser un martirologio? No. La pretensión es recopilar los requetés muertos en combate en cada uno de sus encuadramientos. Álvaro d’Ors, al respecto de lo que acabamos de decir, escribió que…

 

Solemos llamar “mártires” a los que dieron su vida luchando por la Patria y su Tradición. Éste uso muy convencional resulta impropio, como se explica a continuación. Se puede adelantar ya una prueba evidente de ello: que, aunque les llamemos “mártires”, nunca nos atreveríamos a decir que “sufrieron martirio”.

Es claro que, cuando se habla de “mártires” -que por su origen significa “testigos”-, entendemos que se trata de aquellos que sacrificaron su vida en testimonio de la Fe cristiana: los mártires de Cristo, que la Iglesia canoniza como “santos mártires”. Estos son los mártires por excelencia. También pueden serlo los que, aun sin estar bautizados, se dejaron matar por dar testimonio de su Fe en Cristo; su martirio les vale como Bautismo -es el llamado “Bautismo de sangre”-: quedan limpios de todos sus pecados y alcanzan la salvación gloriosa.

Por analogía con este sentido estricto y propio, se puede hablar también de “mártires” en relación con los que dan su vida por una causa noble, aunque no sea la de la Fe.

El martirio es la expresión más excelsa de la lealtad, del mismo modo que el dar la vida por un amigo es la más excelsa de la fidelidad. Lealtad y fidelidad se parecen, y muchas veces van unidas, pero es conveniente distinguirlos por su diferente aspecto.

La fidelidad es la virtud de cumplir la palabra dada a otra persona: a un amigo, al cónyuge, al rey… La lealtad es la virtud de cumplir una ley convenida o el deber aceptado que significa un símbolo como la bandera nacional, la corona real, la alianza nupcial… algo así, pues, que no se refiere a una persona, sino a una institución. Así, se es leal a la corona o al matrimonio, pero se es fiel al rey o al cónyuge, leal a la amistad y fiel al amigo; los “christifideles” son fieles a Cristo y a su Vicario como personas, pero leales a la Fe y a la Iglesia como instituciones.

El aspecto personal de la fidelidad y el institucional de la lealtad pueden muchas veces asociarse y hasta confundirse. La misma palabra dada a otras personas y aceptada por ésta constituye una ley privada entre las dos personas, de las que se derivan deberes que cumplir; esto es así, sobre todo cuando se entrelazan palabras recíprocas de una y otra. En este sentido, cabe hablar de lealtad a esa ley privada o convenio a la vez que de fidelidad a la otra persona por ellos afectada.

Siendo la Patria una institución y la Bandera un símbolo, la virtud de patriotismo consiste en lealtad y no en fidelidad, como podría ser, en cambio, la de cumplir el juramento de “servir al rey”. No muy distinta de la Patria es su Tradición, a la que podemos ser leales, más que fieles. Así pues, cuando la lealtad lleva a sufrir la muerte a causa de ella, ese testimonio de lealtad permite hablar de “mártires” de la Patria o de la Tradición de la Patria.

Sin embargo, no sólo el religioso, sino también éste otro uso análogo de “mártires” queda desplazado por el hecho de la beligerancia. Es decir: cuando se ha padecido la muerte por lealtad, pero en una confrontación bélica, no puede hablarse de martirio. La beligerancia, al ser bilateral, no resulta compatible con el martirio, que supone un padecimiento puro, sin recíproca agresividad. Dos enemigos, los dos heroicos, no pueden ser “mártires” de sus respectivas patrias o tradiciones. El martirio es siempre unilateralmente pasivo: no se puede ser “mártir” matando, aunque sea en una justa cruzada.

Si se trata de nuestra Cruzada del 36, aunque se luchara por la Fe a la vez que por la Patria y su Tradición, los beligerantes, por muy heroicos que pudieran ser, no fueron propiamente “mártires”. Sí lo fueron, en cambio, aquellos no-combatientes que murieron víctimas del terror rojo; algunos de ellos, que murieron sólo por la Fe, subirán a los altares, pero también pueden llamarse “mártires” a los que murieron, no sólo por la Fe, sino también por la Patria y su Tradición.

Podemos recordar siempre el heroísmo de tantos que murieron en aquella Cruzada, pero, al ser beligerantes, no fueron propiamente “mártires”, ni de la Fe ni de la Patria y su Tradición. Es más, alguno podemos recordar cuya vida era tan ejemplarmente virtuosa, que no nos hubiera sorprendido su canonización, pero nunca hubiera figurado en el santoral como “mártir” sino como “confesor”. Tampoco Santa Juana de Arco, la tan admirable santa-soldado, figura como “mártir”, ni de la Fe ni de Francia, pues también ella, aunque muerta fuera del campo de batalla, había sido beligerante, sino como virgen.

“Mártires” son los testigos, y tampoco en un juicio pueden hacer de testigos los adversarios que litigan entre sí, aunque sí pueden deponer una “confesión”.

 

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Si bien es cierto que algunos de los requetés navarros muertos durante la guerra de liberación pueden ser llamados mártires, la mayoría de ellos murieron como consecuencia de un enfrentamiento bélico. No se puede ser mártir estando en el frente, aunque sea por una causa justa. Como comentaba Maria Rosa Torras – hermana del requeté del Tercio de Nuestra Señora de Montserrat Juan Torras Llopart, muerto en Villalba de los Arcos el 19 de agosto de 1938-, debemos diferenciar las víctimas de la guerra civil. Los que fueron al frente, enrolados en el Requeté, fueron por voluntad propia y sabían lo que les podía pasar. En cambio, los asesinados en la retaguardia sí que recibieron la palma del martirio porque fueron pasivos y murieron por diversas causas nunca justificadas ni justificables. Por eso preferimos decir que esta colección de artículos sacará a la luz sobre el nombre de los requetés navarros y deberíamos dejar aparcado el término mártir, en líneas generales, y usarlo única y exclusivamente en aquellos casos en los cuales las circunstancias nos demuestren lo contrario. Por ejemplo, el Tercio de Nuestra Señora de Montserrat es nombrado como glorioso y laureado. Nadie dice el martirizado Tercio de Montserrat. Por lo tanto, aunque se puede hablar de mártires, la expresión no es correcta cuando estamos hablando de alguien que ha perdido en el frente, aunque la causa sea justa, dentro de una contienda bélica.

En el momento de investigar y escribir esta colección de artículos, uno se da cuenta del baile de cifras que existe con relación al número de combatientes navarros muertos durante la guerra civil. Tampoco hay unanimidad en el número de requetés que formaron parte de la Milicia Nacional en julio de 1936. Por ejemplo, Ramón Salas Larrazábal cifra un total de 35.000 voluntarios en julio de 1936, de los cuales 8.500 eran navarros, según el Estado Mayor de Burgos. En Cómo ganó Navarra la Cruz Laureada de San Fernando, Madrid, 1980, escribe Salas que “yo me inclino a creer que el número de combatientes llegó a los 43.000, y que en Pamplona acudieron a filas unos 3.000 más de los que arroja la estadística del Archivo General de Navarra”.

Por su parte Julio Aróstegui – en Política y milicias del Carlismo en la guerra de liberación española– sobre un total de 345.883 voluntarios llega a la conclusión que de Navarra se contabilizaron 40.461 combatientes, de los cuales 21.950 fueron soldados, 7.068 de falange, y 11.443 requetés. Estos últimos estarían distribuidos de la siguiente manera: Pamplona capital, 2.485. Por lo que respecta a Pamplona merindad: Sangüesa, 1.984; Estella, 2.644; Olite, 2.155; y Tudela, 1.178.

Tampoco hay analogía en el número total de bajas que sufrieron cada uno de estos tercios, ni del número de combatientes que murieron en otras formaciones. Tengamos en cuenta que muchos carlistas no fueron encuadrados en un tercio específico, sino que quedaron integrados en el Ejército Nacional. Por lo tanto, aunque pertenecientes al requeté, fueron contabilizados como soldados.

Por lo que se refiere al número global de requetés muertos en combate, las cifras oscilan y no son definitivas. Si bien existe una cierta similitud, no hay unanimidad. Lo mismo ocurre con las cifras de los tercios navarros. Existe demasiada variación para poder dar una conclusión exacta no ya sólo del número de muertos, sino del número de heridos. En el siguiente gráfico hemos comparado los datos aportados por la Jefatura provincial del encuadramiento de Navarra en el libro Caídos por Dios y por España y Rafael Casas de la Vega en La guerra de España. El Requeté.

“Caídos por Dios y por España”

 

“La guerra de España. El Requeté”

 

 

 

 

 

Falange

1.074

Falange

1.068

Requeté

1.700

Requeté

1.713

Soldados

1.766

Soldados

1.743

Sacerdotes

5

Sacerdotes

22

 

 

Sin afiliación

6

 

 

 

 

Totales

4.545

Totales

4.552

 

 

Por lo que respecta al número de requetés, Casas de la Vega lo subdivide así: Pamplona (merindad), 397; Pamplona (capital), 117; Sangüesa-Aoiz, 317; Estella, 419; Olite-Tafalla, 288; Tudela, 175. Ramón Salas Larrazábal centra un poco más el tema al afirmar que: “en toda Navarra los soldados debieron ser unos 24.000; los falangistas alrededor de unos 6.000, y los requetés, 13.000, con un total general muy próximo a los 43.000, lo que supone la incorporación de un 12,42% de los navarros, de los que el 5,49% se alistarán voluntariamente en las milicias y el 6,93% en el Ejército. Los navarros muertos en combate tuvieron que ser del orden de los 4.700, es decir, unos 150 más de los que figuran en los datos oficiales, y éstos corresponderán, casi en exclusiva, a vecinos de la capital. Si esto fuera así, como supongo, los falangistas muertos habían sido 1.084, los requetés 1.800 y los soldados 1.820, con un promedio de un 7,59% del número total de combatientes del Ejército, y un 15,20% en el de los voluntarios, haciendo nuevamente la salvedad de que posiblemente los falangistas no llegaron a 1.000 y los requetés subieron hasta los 2.000”.

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Teniendo en cuenta estas cifras, se puede llegar a una primera conclusión. El número de requetés navarros muertos en combate durante la guerra civil osciló entre los 1.713 y los 2.000 hombres. En el siguiente esquema quedan resumidas las cifras publicadas hasta el momento presente sobre los requetés muertos en los diferentes Tercios formados en Navarra:

 

Tercios

Julio Aróstegui

Luis

Redondo

Antonio Lizarza

Cuartel Milicia

Ángel Lasala

Diario Campaña

José María Resa

Navarra

326

240

240

240

 

 

 

Lacar

 

720

720

720

720

473

 

Montejurra

331

430

430

430

 

 

 

San Miguel

 

370

370

370

 

 

370

San Fermín

 

60

60

60

 

 

 

Ntra. Sra. Camino

 

170

170

189

100

57

 

Roncesvalles- Mola

 

 

 

 

 

30

 

Rey

 

 

 

40

 

 

40

Abarzuza

35

120

120

120

 

7

 

Santiago nº 8

52

30

30

30

 

 

30

María de las Nieves

 

 

 

500

 

 

 

 

Si bien puede existir unanimidad en algunos autores al utilizar la misma información, no hay una paridad de cifras. Además, estamos hablando de cifras totales de muertos y, en ningún caso se hace una discriminación de cuantos de ellos eran requetés navarros y cuantos formaban parte de otras unidades no navarras o si eran o no requetés.

El Tercio de Navarra, Montejurra o Lácar sufrió un gran número de bajas, entre muertos y heridos, durante la guerra civil. No hubo un solo Tercio de Navarra, un solo Tercio de Montejurra, o un solo Tercio de Lácar, sino que, a lo largo del conflicto bélico, hubo varios. En primer lugar se tuvieron que refundar por causa de las bajas. En segundo lugar, por incorporaciones de soldados por la razón que ya no había incorporación directa a los Tercios, sino por llamamiento a filas. Y, finalmente, las incorporaciones de los campos de concentración. Así pues, las bajas se suplieron con otros soldados y los mandos por otros. Con lo cual, el Tercio que se levantó en armas en julio de 1936 no es el mismo que finalizó la guerra en 1939.

Éste hecho hay que tenerlo en cuenta en el momento de tomar como base estas cifras. De ser exactas, por ejemplo, la cifra dada por Antonio de Lizarza del Tercio de Montejurra, esto es, que murieron 430 requetés, no significa que todos ellos fueran navarros, sino que pudo haber de otras provincias españolas. Por lo tanto, los números facilitados son totales y no discriminan navarros de no-navarros.

Nuestra intención, en el momento de elaborar esta investigación no ha sido historiar los Tercios de requetés navarros. Hay interesantes libros al respecto. Si bien incluimos una breve explicación de cada uno de ellos, hemos omitido el detalle de las acciones en las cuales intervinieron. Esta es una investigación sobre los requetés navarros que combatieron en la guerra de liberación. Nuestra intención ha sido dar a conocer, con nombres y apellidos, a cada uno de ellos. Que queden reflejados esos nombres y encuadrarlos en los diferentes Tercios o formaciones en las cuales combatieron. No es una investigación sobre la evolución de los Tercios de requetés navarros en la guerra civil, es, sencillamente, un acto de homenaje a todos esos hombres que dieron sus vidas por los eternos ideales de Dios, Patria y Rey.

Finalmente debo agradecer a Alfonso Carlos Fal-Conde Macías, Javier Nagore, Francisco Javier de Lizarza y Jesús Tanco, el entusiasmo y la desinteresada ayuda que proporcionaron, en su momento, en el momento de poner negro sobre blanco el nombre de los combatientes navarros en la guerra civil.

Autor

César Alcalá