23/11/2024 12:39
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Tarde, mal y arrastras, así es la gestión de la crisis del coronavirus por parte del gobierno. Un estado de alarma por capítulos, como si de una telenovela se tratase. El domingo 8M, lo del virus era lo de menos, la manada se tenía que juntar para celebrar el triunfo de la ideológia de género y berrear sus mamarrachadas feminazis. Como si lo que pasaba en Italia no fuese con nosotros. Cuando las barbas de tu vecino veas pelar…, pero ya se sabe, la sabiduría tradicional no va con estos giliprogres. Eso sí, en el capítulo del lunes, la cosa ya empezaba a ponerse dramática. El guion del culebrón, tras pasar la semana en Babia, ocupado en qué personajes habían cogido el virus, sube de tono el viernes para crear expectación. Don Pedro nos anuncia que en el siguiente capítulo nos va a declarar el estado de alarma. No se lo pierdan ustedes. La verdad es que el episodio del sábado tuvo miga. Celos y todo. Pablo Iglesias tenía que ir al Consejo de Ministros saltándose la cuarentena, no iba a permitir que sólo Pedro Sánchez chupase cámara, él también es prota. En el auténtico “juego de tronos”, la imagen es esencial y Podemos no podía quedar como un cero a la izquierda. Así que escenita en el Conejo de Ministros, retraso de la rueda de prensa del presi y tras el suspense, aparición estelar del galán principal, Don Pedro. Ya nos habían adelantado el Decreto del estado de alarma y la cursilería circulaba desaforada por las redes. Como si de la telenovela Cristal se tratase, todos juntos acabaremos siendo felices y comiendo perdices, mientras el malvado coronavirus es derrotado.

Pues no. Miles de personas van a morir, como está ya pasando en Italia. España es un punto negro de la epidemia. Proporcionalmente, computando número de afectados y población, Italia y España son, hoy por hoy, los dos países con peor situación. Y aún no sabemos nada con certeza sobre remedios efectivos, sobre si se va a repetir el año que viene o si habrá vacuna efectiva. El virus nos ha dejado groguis a los países europeos, imaginen cuando se extienda por el tercer mundo. Afortunadamente viendo lo que ha sucedido en China, que parece ha conseguido controlar el brote, la mayoría vamos a salir de esta. Otra cosa serán los efectos sobre nuestro nivel de vida. Pinta mal. Para que se enteren los imbéciles a los que tanto les molesta el turismo, en España el sector con más peso en el PIB es precisamente el turístico. Le sigue el sector público y luego el industrial. No hay que ser muy listo para adivinar la catástrofe económica que se nos viene encima a corto plazo. Y nos pilla con las lumbreras del siglo en el poder. Pero claro, la peña, acostumbrada a que la pastoreen desde los medios, está más preocupada por si podemos o no ir a la peluquería y sacar a pasear a los galgos, en vez de preguntarse por qué, con la cantidad de impuestos que pagamos, atender a los mayores de 70 años no va a ser prioritario por la saturación de nuestros servicios médicos, o no hay material de protección suficiente para sanitarios. A lo mejor es todo lo que se puede esperar de una sociedad que hace unos meses declaraba en su 85 % que no estaba dispuesta a defender por la fuerza su patria, de un país en el que los jubiletas se han creído que sus pensiones son sagradas, en el que los funcionarios como un día sacaron una oposición piensan “aquí me las den todas”, en el que se subvenciona a troche y moche a cualquier ganapán, y en el que cualquiera puede llegar a ministro, diputado o asesor si sabe arrimarse a un buen árbol y cae en gracia.

El gobierno español sabía desde enero de la virulencia del Covid-19. Pero en vez de hacer las pruebas diagnósticas confirmatorias, –esas que tan rápidamente se hacen ahora los políticos– para impedir la entrada o aislar a los contagiados provenientes de países donde se había desatado la epidemia, no adoptó ningún tipo de medida preventiva. Cuando se ha actuado, ha sido demasiado tarde y encima la actuación es desordenada y escalonada. Todo un recital de negligencia, que en el caso de las manifestaciones del 8M cae dentro del dolo eventual.

¡Si al menos nos sirviese para aprender la lección¡ Aprender que de las cosas serias se debe ocupar el gobierno de España, porque la eficacia y la coordinación están reñidas con el Estado de la Autonomías, muy útil para despilfarrar recursos públicos y crear redes clientelares, pero no para velar por el bien común de todos los españoles. Aprender que esta Unión Europea o la ONU, empeñadas en abolir fronteras, no sirven para proteger a las personas, con identidad y sin ella, sino para velar por el interés de las élites globalizadoras. Aprender que la sobre-información, el postureo y la teatralidad de las sociedades occidentales no conduce a la selección de los mejores en los ámbitos político, económico o cultural, sino a aupar a los que mejor saben agradar y manejar el comportamiento bovino de la masa. Aprender que la auténtica solidaridad consiste en cumplir con el deber y en ser responsables de nuestros actos, trabajar honradamente, velar por nuestras familias, ayudar a nuestros amigos y echar una mano al que tenemos al lado, no en volver sola y borracha de juerga, ni en comer lechuga y quinoa para que las vacas no tiren tantos cuescos, ni aplaudir que abran fronteras para que desde 5.000 km más allá venga a la aventura cualquiera. No, la solidaridad no es compartir chorradas por las redes sociales, ni mandar un sms a una ONG, ponerse una camiseta o ir a un concierto benéfico promocionado por la tele. La solidaridad es pertenecer a una comunidad donde los beneficios y sacrificios se reparten entre todos y el individuo piensa en lo que puede aportar, en vez de en lo que puede satisfacer su fortuna y su reputación.

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Ojala esta calamidad nos sirva para algo. Sin duda volverán los del ruido superficial, los del sentimentalismo simplón, los que para seguir su camino egoísta no dudan en sacrificar la patria, los que no querrán reconocer errores ni asumir responsabilidad alguna y encima nos darán lecciones, los que querrán cargar la factura una vez más a la clase media. Por ello no basta conformarnos con la patrulla águila soltando humito rojigualda, hay que recuperar el sentido de comunidad nacional como empresa común y dejar las “telenovelas” con que nos distraen, para ser los dueños de la realidad y construir nuestro futuro como españoles.

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