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El arte que tenemos ante nosotros (pensando en el pictórico, que suele tomarse como paradigma) se basa en una idea de novedad, o ruptura, u originalidad a veces rodeada de nihilismo o incluso bufonería…

Es un dato pacífico, que aparece en cualquier tratado de arte. El fenómeno se produce desde principios del siglo pasado, fruto de un proceso de descomposición o recomposición de ideas que han explicado muchos. Se destaca la ruptura con el pasado, la trasgresión, la novedad, o culto a lo nuevo, la novedad del nihilismo o de la broma, la búsqueda de la originalidad etc. (por todos, Jacques Barzun, Del amanecer a la decadencia: 500 años de vida cultural en occidente, Editorial Taurus, 2001; Philipp Blom, Años de vértigo. Cultura y cambio en Occidente, 1900-1914, Edit. Anagrama 2010, etc.).

Se pretende el montaje y desmontaje, la improvisación y lo efímero, como si esta actitud, por sí misma, de rechazo fuera más arte que el arte representado. El punto de arranque está en Duchamp de 1917 (su “urinario” etc.). Explica Alain Badiou que por un lado el arte moderno parte de la idea de la novedad de las formas y por otro lado acentúa una crítica del arte mismo, una crítica artística del arte. Y esta crítica artística del arte crítica afirma la noción finita de la obra; surgen como características de lo contemporáneo la performance y la instalación («Las condiciones del arte contemporáneo», en Varios Autores, editor Alejandro Arozanena, El arte no es la política; la política no es el arte, Brumaria ediciones, 34, 2014).

Destaca Mario Perniola, El arte y su sombra, Edit. Catedra 2002 “la democratización del arte, con todas sus ingenuidades y banalidades, con su mezcla de estupidez y de fatuidad”. Por su parte, Danto prefiere configurar lo contemporáneo como periodo de información desordenada y libertad. Y Juliane Rebentisch critica que el término arte contemporáneo designa solo aquello que se produce ahora mismo, sin indicar ninguna dirección de desarrollo histórico; ejemplifica una inmanencia del presente (Juzgar el arte contemporáneo, Judging contemporary art, Univ. Pública de Navarra, 2012). Conecta -con estas tendencias- la idea de improvisación, estudiada entre otros por David Toop, En el Maelstrom música improvisación y el sueño de la libertad antes de 1970, 2018 edit. Caja negra. Las citas serían interminables.

            Pues bien, yo me planteo si tras esta tendencia, en su momento posiblemente justificada, animada por estos factores (en esencia, que el nuevo cuadro ha de ser nuevo en cuanto concepto), está acabada.

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Voy a contar una experiencia en un museo; un museo de no grandes dimensiones sino más bien algo domésticas, el MUSAC de León, estás Navidades. Una vez accedí a sus exposiciones, pude ver las obras «nuevas».

Como de costumbre, no dicen nada.

Sin embargo, en una de las Salas, se repetía un autor; cuyas obras no habían sido desmanteladas. “Sala” que este verano había visitado, incluso en varias ocasiones, a propósito, porque quería observar, precisamente, ese efecto que estoy contando, de si el ”valor repetición” de la imagen provocaba una forma distinta de apreciar estas formas de arte. En esa Sala, en Navidades, se daba una cierta familiaridad, un «conocimiento», solo por el hecho de que las obras las había visualizado reiteradamente, primero semanalmente e incluso a diario, y después (cuando escribo estas líneas) dejando pasar un lapso de tiempo de varios meses.

Quizás por ello, en dicha Sala, estos rostros pintados (de Kami) me «gustaban más». Y me dije si una obra de arte, en realidad, no presupone sino simple reiteración de la imagen. El arte se aprecia cuando se repite la imagen, cuando pasa un tiempo, cuando se consolida la imagen, cuando se “conoce”. Es decir, todo lo contrario a los principios del nuevo arte.

Cierto, este efecto puede no estar dentro del propósito del arte (incluso puede afirmarse la actitud de rechazo a la perdurabilidad misma).

Sin embargo, en conclusión, creo que una obra de arte pasa a ser arte cuando un medio nos la pone en pantalla una y otra vez, y pasa así a ser conocida. La palabra “conocida” me parecía clave.

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Si Duchamp hizo arte por la novedad, ahora ocurre lo contrario.

Solo hace arte quien no hace nada nuevo. Quién consigue que su obra sea imagen. Hace falta “un poder”. Hace falta un poder que seleccione y repita imágenes. Solo así hay o habrá arte. Un poder que abandone la neutralidad y que intervenga en la creación.

Autor

Santiago González-Varas Ibáñez
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