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¡Hay un sublime lugar allí, en la lontananza, entre una espesura boscosa, en dónde yergue una hermosa cruz, alta, espigada, firme, fuerte, única, …, que se divisa, por encima de las nubes,  desde decenas de kilómetros, como el faro de la cristiandad, a la que todo católico está obligado a peregrinar, rezar, meditar y arrodillarse. Una Cruz Santa, que emite destellos de amor, recogimiento y que con los brazos abiertos, nos pide ser acogidos en su seno, nos suplica acudir a ella, abrazarla y rendirse a sus pies, para rezar una oración por todas las almas de los que dieron su vida por Dios y la Patria y por aquellos de corazón duro, mente dislocada y sin alma, para acogerlos también y enseñarles el Evangelio, mostrarles el milagro de los hombres, en la construcción más bella, de cuántas existen.

Hay un lugar en el mundo, en dónde existe una hermosa ciudad, dedicada a la oración, a la meditación y a la fe verdadera en Cristo.

Una ciudad, con inmensos y emblemáticos edificios de piedra granítica, dura, fuerte e indestructible, que componen un Patrimonio único, maravilloso, bello, genial, que está en la Excelencia, para toda la humanidad, cristiana o no. 

La ciudad mítica y mística, con: Basílica Pontificia. Monasterio. Colegio. Hospedería. Restaurantes, Funicular, Poblado. Cementerio Benedictino medieval, a la sombra de la Cruz más alta y espléndida de todo el orbe. Ermitas que circundan el mayor Vía Crucis del mundo, …. Todo bien compuesto por el hombre, dentro de una naturaleza paradisiaca, que la embellece más aún.

Una Ciudad que tendría que estar dentro de los 10 Monumentos más importantes, como Patrimonio de la Humanidad, que dispone de decenas de récords inigualables, si no fuera por los hombres de mala fe, sin fe y con la maldición en sus degeneradas mentes.

Una ciudad dedicada a la Oración, a la austeridad, a la humildad, a la Paz, a la meditación, al Sagrado cumplimiento, con devoción,  con la verdadera fe en Cristo.

Allí, moran los Santos monjes Benedictinos, una Congregación de la Orden de San Benito, que con austeridad, humildad, resignación, fortaleza y virilidad, rezan por la verdadera fe en Cristo, por la salvación del hombre, dispuestos a dar batalla, con una Cruz, en el pecho, un misal en la mano izquierda, una bendición con la mano derecha y con la palabra en su boca, que les hace poseedores de la justicia, contra todas las alimañas, que quieren echarlos, denostarlos, separarlos de su casa, su propiedad espiritual, con  sus gudaris bien armados, su Guardia de Asalto, armada hasta los dientes, mientras que ellos reivindican, que solo ellos son propietarios y moradores, espirituales, ante los hombres y ante Dios.

Allí, moran, estudian y cantan, unos Ángeles, los niños cantores de las “voces blancas”,  “La Escolanía del Valle de los Caídos”, unidos a sus monjes en la fe, en el canto gregoriano, en el estudio, en la enseñanza de instrumentos, para con sus cánticos celestiales, esas bellísimas voces, que alzan sus educadas cuerdas vocales, para alabar a Dios, procurando elevar el corazón y la mente de los peregrinos católicos, que al cerrar sus ojos y oír sus cánticos, los elevan a un precioso sonido a una música celestial, que parece venida del más allá, bajada del cielo.

Allí, está el inmenso monumento central, dentro de la montaña horadada, marcando muchos records que son insuperables, por ingentes, únicos y geniales, con su inmensa cúpula realizada con 5,5 millones de teselas, con sus capillas, sus Ángeles Custodios, con su Virgen  Nuestra Señora del Valle,  con su Coro, …, todo rodeando al Santo Cristo Crucificado, crucificado en un enebro que el General Invicto, eligió y cortó personalmente.

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La Ciudad de la Fe, dentro de un paraíso místico y rodeado de un inmenso bosque de 1.365 hectáreas, con montañas, valles, riachuelos, que circunvalan la montaña solitaria, en dónde yergue la inmensa Cruz a Cristo y a la fe mundial.

Bosque repleto de flora de: Pinos silvestres, pinos negrales y pinos rodenos. También, de; Arizónicas, alerces, piceas, hayas, tilos y abedules en la ladera noroeste. En las riberas y cauces hay choperas, sauces, fresnos, tejos y acebos. En las zonas llanas del fondo del valle, hay algunas encinas, enebros, jaras, helechos y retamas.

Bosque silvestre, con una fauna diversa, con mamíferos, como el corzo, ardilla roja, zorro, liebre, garduña y jabalí. También, las aves frecuentan esa maravilla verde, tales como el: Zorzal común, papamoscas cerrojillo, curruca mosquitera, mosquitero común, reyezuelo sencillo, roquero rojo y collaba gris. En el medio ripiario encontramos; El chochín, petirrojo y curruca capirotada. Con aves rapaces; Águila calzada, azor, águila culebrera, halcón peregrino y busardo ratonero.

Hay, un maravilloso lugar, en la tierra, que el hombre ha dedicado a la fe, a la veneración de sus muertos, en una cruenta guerra. Un remanso de paz, de sosiego, de amor. Allí escondido, se alza la Santa Cruz, que se divisa desde kilómetros, como Faro de Occidente, con una luz intensa que ilumina los corazones y santifica las almas.

Hay, un lugar único y maravilloso, que el hombre construyó en la Excelencia y unos engendros satánicos, herejes, diabólicos seres, que quieren destruir, porque ellos salen del infierno y se niegan a ver el cielo, a los Santos y a los Ángeles.

Para los católicos, los que nunca hemos dejado la fe y nuestras obligaciones como cristianos, padecemos la persecución, más criminal, desde la República Bolchevique de 1936, desde la República romana, desde las Catacumbas, …, por creer en Cristo. Ahora nuevamente perseguidos,  por unos vándalos, unos talibanes incultos y criminales, que ante la rendición de los católicos cobardes y sin agallas, emergen y destruyen a su placer, sin que nadie se oponga a ellos, puesto que  la Cobardía es el mal, que nos arrastra hasta las tinieblas.

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Allí, aquí, en nuestra España marchita, demonizada, arrastrada, vituperada, ofendida y despreciada, hay un lugar, que se quiere destruir, cuando todos los Países envidiosos y ávidos, darían inmensas fortunas, para que estuviera en su territorio, restaurarlo, protegerlo y hacer de él, el lugar más importante del turismo mundial y de la peregrinación de católicos, como un camino, paralelo al de Santiago, al de nuestro Patrón de España, al que ya han quitado como Festividad Nacional,  por lo católico y sagrado que representa para esta Nación, separada de la fe, caminando por veredas de zarzas y ortigas, saliéndose del Camino a Dios y a la Esperanza de los hombres.

¡ANTE TANTAS ATROCIDADES SUFRIDAS, LO ÚNICO QUE NECESITA EL MAL, PARA TRIUNFAR, ES;

“QUÉ LOS HOMBRES BUENOS, NO HAGAN NADA”!

¡VIVA CRISTO REY!

¡VIVA EL SANTO VALLE DE LOS CAÍDOS!

¡ARRIBA ESPAÑA!

Autor

Miguel Sánchez

Empresario. Licenciado en Marketing y en Dirección de Ventas. Escritor de varios libros, sin publicar, aún.  Aficionado a la escritura y a la historia de España.


Caballero Legionario que fue del  IV Tercio Sahariano Alejandro Farnesio, en dónde estuvo en Mando Bandera. Escogido para portar al Santo Cristo de la Buena Muerte, representando a la Xª Bandera.


Congregante del Santísimo Cristo de la Fe, Cristo de los Alabarderos y María Inmaculada Reina de los Ángeles, en la Catedral de las Fuerzas Armadas


Luchador nato por el  Valle de los Caídos y sus monjes Benedictinos, por nuestro Cristo Redentor, la Familia, contra el Aborto y la Patria Grande, Unida y Gloriosa, desde la muerte del General Invicto.


Amigo, seguidor y admirador de la figura más transcendental y entrañable del siglo XX español, D. Blas Piñar, mi Caudillo, siempre junto a él, tuve el honor de aplaudirle, ovacionarle, dialogar y abrazarle, porque era mi ídolo y lo seguirá siendo por toda la eternidad. Y tengo el orgullo, que de  sus magníficos libros escritos, poseo unos diez, dedicados, con cariño y con su pluma de oro, como escritor en la excelencia.