La convocatoria de elecciones de julio frena las leyes inicuas de la ingeniería social anticristiana

Eso dicen los judíos, los protestantes, los anglicanos, los ortodoxos, los musulmanes, los ateos de todo jaez, los agnósticos y toda una jauría de herejes y blasfemos enemigos de Jesucristo Nuestro Señor, rabiosos ellos porque se les hunde el negocio, pues lo suyo es puro negocio y política.

La «ingeniería» que salió y sale del Vaticano, desde la desafortunadísima Rerum Novarum (1891) y las conferencias espiscopales de las naciones, es la de la heréticamente denominada «doctrina social de la «Iglesia»», instrumentalización hereje de la Iglesia de Jesucristo en favor de influyentes y poderosos políticos mercaderes, doctrina esa falsa que ni viene del Espíritu Santo, ni de revelación divina ninguna, y sí de políticos y mercaderes según sus repugnantes y satánicos intereses, y en la que, desgraciadamente, han sido formados en décadas toda esa marabunta de políticos siervos del demonio que ahora padecemos, en colegios, institutos y universidades aparentemente católicas que en lugar de esa doctrina herética, debió formar a todos los españoles y poblaciones de otras naciones, en los Evangelios, el NT y las revelaciones de santos y santas de todos los tiempos, hoy excluidos de todo ámbito educacional, incluso el aparentemente «católico», haciendo cumplir de este modo la Palabra de Dios dada según su Apóstol San Juan, según la cual, cuando somos viejos son otros los que nos ciñen y nos llevan a donde no queremos. Hoy, por desgracia, falta autoridad de Dios en el Vaticano y los obispados de todo el mundo, pues esa autoridad de Dios ha sido sustituida por la mundana y diabólica de la política. El error del Vaticano, los papas y sus prelados no ha sido otro que confiar en quien no debían, en los que mienten de modo continuo, pues esa es su vida, la mentira, desconfiando de Dios mismo, que es la Verdad, exactamente igual que hizo Eva antes que Adán. Eso explica, por ejemplo, el desprecio y desobediencia al mensaje de Fátima hasta que ya muy tarde lo asumiera san Juan Pablo II y actuase en consecuencia, se desconfió de Dios y su Santísima Madre, y se confió en la diplomacia y la política. Y las consecuencias han sido y son aterradoras. Y lo peor, se sigue desconfiando de Dios, que es el único que puede detener ese infierno desatado por los políticos. Se sigue desconfiando de la oración al Señor y a la Virgen María, que todo lo pueden por la Infinita Bondad de Dios. Y con desconfianza persistente a Dios mientras se confía en los mentirosos, el infierno está asegurado.