23/11/2024 10:47
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Hace unos días asistí a un foro organizado en Torrevieja por ESdiario que se llamaba termómetro Sanitario del Sur de Alicante, en el que se analizó la situación caótica de la asistencia sanitaria que comprende una población que durante el verano supera los seiscientos mil habitantes.

Deberíamos recordar que en España la asistencia sanitaria es un bien cuya provisión es pública, a través de los presupuestos del Estado, pero que se puede dispensar por el sector público o privado y que la economía pública debe aplicar el principio de la racionalidad económica, según el cual se debe elegir el método de producción de cualquier bien o servicio público que minimice el coste, garantizando la mejor calidad.

La libre elección del prestador en el servicio sanitario existe en España desde hace más de 50 años, aunque solo para unos pocos colectivos que incluyen los funcionarios, las fuerzas de orden público, los militares y empleados de ayuntamientos. En estos grupos, a través de sus mutualidades, pueden elegir que la prestación sanitaria la realice bien el sistema público o compañías de seguros privadas. Más del 95% de esas personas eligen la prestación del servicio sanitario a través de una aseguradora privada y además a las mutualidades les resulta mucho más barato contratar con empresas privadas que con la sanidad pública, tal como en el año 2.010 demostró  Price Waterhouse Coopers  en un estudio realizado durante cinco años, encontrando que, como promedio, fue un 50% más caro la gestión pública que lo abonado a las compañías privadas por las empresas aseguradoras de las mutualidades de funcionarios, policías y jueces, para la misma población.

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         En Torrevieja durante quince años se pudo disfrutar de una experiencia novedosa: un modelo de gestión privada manteniendo la propiedad pública del hospital, que se impulsó en Alzira, Torrevieja y Elche y en algún hospital de Madrid, con un contrato de gestión y reversión de este al cabo de los años, conocido como “modelo Alzira” ya que fue allí donde primero se implantó.

Hace unos tres años revirtió Alzira a la gestión pública al llegar los socialistas al gobierno, y el mismo hospital, con igual población adscrita hoy día es un 40% más caro y la calidad tanto asistencial como la percibida por los pacientes produce pena y rabia a los que entonces nos pareció un hospital de otro planeta.   Hoy sigue siéndolo, pero del planeta comunista, como los hospitales de Cuba, Nicaragua o Venezuela.

Hace un año y cuatro meses el hospital de Torrevieja, a pesar del antecedente de lo ocurrido en Alzira, se revirtió a gestión pública, sin un plan estratégico y teniendo la experiencia previa del desastre producido en Alzira. El hospital de Torrevieja, mientras fue gestionado por una empresa privada, consiguió más de 40 premios nacionales e internacionales a la calidad.

         Fueron tan llamativas estas distinciones que a lo largo de esos años recibió más de 100 visitas de directivos de otros hospitales, siendo puesto como ejemplo en la Universidad de Berkeley y en la Harvard Business School. La Sindicatura de Cuentas de la Generalitat Valenciana lo calificó el departamento más eficiente y con los mejores indicadores de calidad, menos listas de espera, más inversión por habitante y mayor esperanza de vida.

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         El sistema público de asistencia sanitaria no solo es mucho más caro que el privado, sino que tiende a desincentivar a los profesionales, al recibir el mismo sueldo y trato los más brillantes como los que en lugar de trabajar pasean su cuerpo por el hospital y entorpecen a los pocos profesionales que trabajan con dedicación, eficacia y vocación.

         La única forma de garantizar que la sanidad sea un bien universal y gratuito para los españoles en los próximos años es que la gestión de este recurso pase a ser privada, y que la administración controle y garantice la calidad del servicio, en lugar de ser un lugar donde hacer demagogia e ideología partidista.

         Eso es lo que reclama un grupo de personas que de forma espontánea se han unido tras sufrir en sus propias carnes, en algunos casos con resultado de muerte de familiares, y el próximo día 2 de febrero se producirá una gran protesta a las puertas del hospital, aunque seguramente pasará desapercibida a la mayor parte de los medios de comunicación.

Autor

Salvador Ruso Pacheco
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