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El P. Xavier Català Sellés O.P. reflexiona sobre la pureza, la castidad y la virginidad y nos explica de forma sencilla en esta entrevista los beneficios de pertenecer a la Milicia angélica de Santo Tomás de Aquino.
¿Cómo nace la Milicia Angélica y con qué fines?
Los buenos estudiantes son el origen de esta asociación. Y no me refiero a los más preparados intelectualmente, sino a los que ponen todo su empeño en concentrarse y asimilar bien la materia, evitando distracciones y aprovechando el tiempo. Después de la muerte de Santo Tomás, se comenzó a venerar el cíngulo (cordón para la cintura) que los ángeles le impusieron para preservar su virginidad. Muchos, para preservar su pureza, se encomendaban al santo y vestían cíngulos idénticos tocados con esta reliquia. Los universitarios de aquel tiempo no tendrían tentaciones con sus compañeras de pupitre, pues las mujeres no fueron admitidas a los estudios superiores hasta época muy reciente, pero no era infrecuente que buscaran compañía femenina fuera de la universidad para sus desahogos. Fue en la Universidad de Lovaina (Bélgica) en donde se fundó la primera cofradía a mediados del siglo XVII. En 1727 Benedicto XIII funda definitivamente la Milicia Angélica de Santo Tomás.
¿Cuál es el compromiso que se requiere de sus miembros?
Los que quieren pertenecer a esta milicia deben inscribirse en el libro de la cofradía, llevar siempre el cíngulo o la medalla que se les impone, participar en las actividades que se programen y rezar cada día quince avemarías con las dos oraciones compuestas a tal fin.
¿Qué beneficios espirituales obtienen al pertenecer a esta cofradía?
Pertenecer a una cofradía es asociarse con otros para obtener un fin con mayor seguridad. El Señor ha dicho: «Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.» (Mt, XVIII, 20). De modo que el primer beneficio es una mayor eficacia para vivir la pureza con el patrocinio de la Santísima Virgen y la intercesión de Santo Tomás de Aquino. Hay concedida, además, indulgencia plenaria para los cofrades en algunas festividades del año.
¿Hasta qué punto es necesario que los fieles, en medio de una sociedad hedonista y pansexualizada, se cobijen en estos oasis de virtud?
Un oasis es un descanso, una tregua, pero nuestra intención no es ofrecer refugios, que parece algo clandestino y vergonzante. En los encuentros se ofrece formación, según la doctrina cristiana, para adquirir criterios, motivaciones, que ayuden a comprender y vivir con firmeza lo que hoy se llama una «sexualidad integrada».
La historia de la humanidad ha estado marcada siempre por el control de la libertad: unos que quieren someter a otros. Se puede hacer por la fuerza o, como vemos hoy, de un modo más sutil: a través de una guerra cultural. Una sociedad es tanto más manejable y controlable cuanto más se difumina su identidad. Por eso se ataca la identidad católica y se nos impone una fragmentación abusiva de la sociedad. Nos quieren identificar como machistas o feministas, homosexuales o heterosexuales, comunistas o fascistas … cuando en el cristianismo siempre hemos tratado al prójimo como «hermano», poniendo en primer lugar lo que nos une. Pero es más fácil y más rentable lucrarse con las debilidades.
¿Cree que es posible que ante una sociedad que ha tocado fondo en el vicio, la castidad vuelva a ser un valor en alza?
No sé si la castidad ha sido alguna vez un valor en alza. Es una conquista. Y las conquistas llaman la atención de la gente valiente y de ideas claras. Muchos dan por perdida la batalla de la castidad antes de empezarla. Están convencidos de que la castidad es algo imposible o dificilísimo, pero es un engaño. Necesitan que creamos eso para convertirnos en consumidores de sexo y abandonar el esfuerzo por dominar nuestros impulsos desordenados. Para eso hemos de confiar en Dios, que nos dará su gracia, pero también asumir responsablemente nuestra libertad.
¿Cómo la castidad y una vida ordenada en Dios contribuyen a la felicidad profunda del alma, aún en medio de las renuncias y sufrimientos?
Es fácil comprobar cómo, en el mundo de la canción, por ejemplo, donde se da voz y melodía a los sentimientos, el amor es siempre el tema recurrente: el amor imposible, el amor insatisfecho, el amor traicionado, el amor incomprendido, el amor olvidado, el amor gozado, el amor perdonado… Pero las canciones no solucionan nada. Más bien nos sumen en una melancolía que agrava el problema. Se provoca a los adolescentes un sufrimiento delirante lanzándoles a una jungla de sentimientos que no saben gobernar y llegan a adultos con carencias, a veces graves, de afectividad y de autodominio. En definitiva, no aprenden a ser libres. Y me temo que nadie les ha dicho dónde está la llave que abre paso a esa libertad. La Iglesia tiene que ser siempre el altavoz de las palabras de Cristo: «La verdad os hará libres» (Jn VIII, 32) Por eso es necesario reconocer la castidad como una virtud que ilumina la verdad de nuestra corporalidad. Los cristianos nunca hemos despreciado el cuerpo humano. Es un cuerpo lo que ponemos sobre la patena en la eucaristía y un cuerpo lo que adoramos en la custodia.
¿Por qué el heroico ejemplo de alguien tan sabio como Santo Tomás ante la tentación de impureza puede estimular a los jóvenes a buscar las cosas más altas y no enfangarse en torpes deleites que ennegrecen el alma?
La figura imponente de Santo Tomás puede asustar de entrada porque parece un hombre serio y reservado dedicado a producir grandes tratados de densa Teología. Y así es. Pero en los temas prácticos, como el que nos ocupa, son muy interesantes sus aportaciones. Al percibir que tenemos un defecto o debilidad que nos estorba, corremos el riesgo de no saber reconocerlo y definirlo, paso necesario para afrontarlo adecuadamente. Santo Tomás nos ayuda a ver las cosas desde la razón con una pasmosa precisión. ¿sabía alguien que santo Tomás identifica a las ocho hijas de la lujuria, con nombre y apellidos? Vale la pena buscarlo…
Aunque puedan parecer sinónimos, no es lo mismo castidad que pureza y que virginidad… ¿qué matiz los diferencia?
La palabra «virtud» significa «fuerza», «coraje». Santo Tomás la define como «un hábito esencialmente bueno». Lo contrario sería el vicio. La castidad y la virginidad son virtudes. La castidad gobierna y modera el deseo del placer sexual (¡atención! nadie dice que el placer sexual sea malo) de manera que la persona casta domina su sexualidad y la vive con madurez respetándose a sí mismo y a los otros. La virginidad es mantener la integridad de la carne (no tener contacto sexual) por un motivo sobrenatural. Es, pues, más perfecta que la castidad. La pureza es algo más general, como el marco en el que se debe desarrollar toda la vida del cristiano, reflejando la belleza de Dios.
¿Con qué otras cofradías cuentan en la Orden de Santo Domingo?
La Iglesia ha confiado a la Orden de Predicadores, como consta en nuestras Constituciones, las Cofradías del Rosario (con toda justicia, pues los dominicos las inventaron), las cofradías del Santísimo Nombre de Jesús, para fomentar la devoción al nombre de Jesús y la reparación por las blasfemias y la profanación de los días festivos (otra que no estaría mal retomar), que alguien recoja el guante, la Milicia Angélica de Santo Tomás y las cofradías de la beata Imelda (niños de primera comunión).
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