20/09/2024 08:04
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La hegemonía planetaria e interplanetaria está en manos de unas potencias o coaliciones de países, donde los principios democráticos brillan por su ausencia. En los otros países son inestables, como pasa con americanos y europeos, frente al régimen totalitario y dictatorial chino, que hace lo que le da la gana sin ningún respeto a los derechos humanos y que es lo propio de los regímenes comunistas. 

Nadie dijo que la pandemia vino de China donde crearon el virus, a la sazón la mejor arma para destruir la humanidad. Esos eran sus propósitos: el crear una gran arma vírica. ¿Qué hubiera hecho la izquierda -para la que no existe la dictadura cubana- si el virus hubiera venido de EEUU? El Foro de Davos y el Grupo de Puebla, son de extrema izquierda, y no critican nada de esto y menos al capataz jefe de China, que es el que manda en ellos. 

Xi Jinping, presidente de la República Popular de China y secretario del Partido Comunista Chino (PCCh), ha sido el invitado de honor en la 51º Edición del Foro Económico Mundial, también conocido como Foro de Davos.

Pese a que el gobierno chino ocultó el virus desde principios de enero de 2020 a la comunidad internacional, dejó que volarán aviones durante dos meses desde China al resto del mundo, transportando enfermos contagiados, y desabasteció de mascarillas a numerosos países europeos y americanos, mientras la covid-19 se expandía, ninguno de los líderes mundiales le ha recriminado nada a Xi Jinping. Es más, algunos casi se ponen de rodillas ante el presidente chino, como es el caso del fundador del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab.

Xi Jinping ha concluido su sermón en el Foro, dando un aviso. La senda a seguir es un nuevo gobierno mundial en el que China tendrá un gran peso. El objetivo, marcado en la Agenda 2030 del Foro Económico Mundial es instaurar un socialismo global, tal y como apuntan las campañas propagandísticas del Foro: «En 2030 no poseerás nada y serás feliz».

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Por otra parte, China amplía su presencia en el sistema solar. Además de haber posado robots en la Luna y en Marte, el gigante asiático comenzó recientemente la construcción de su nueva estación espacial y planea ambiciosas misiones al espacio profundo y una base lunar en una alianza con Rusia.

Así ocurrió el 4 de octubre de 1957 cuando el «bip-bip» radial del primer satélite artificial –el Sputnik– lanzado por la Unión Soviética paralizó al mundo («ningún evento desde Pearl Harbor provocó tantas repercusiones en la vida pública», escribió el historiador Walter A. McDougall), un nuevo miedo recorre especialmente Estados Unidos, y el resto del mundo sensato.

El avance rojo se produce rodeado del mayor secretismo. En contraposición al marketing desaforado de la NASA, la agencia espacial china no transmite en vivo sus lanzamientos. Como en cualquier otro tema, la comunicación es controlada férreamente. La Administración Espacial Nacional de China (CNSA) no postea las fotos y comunicados en Twitter, sino en la red social local Weibo y en la prensa estatal. Y la barrera lingüística tampoco ayuda mucho y el ocultamiento es a placer.

El gobierno de China considera los derechos humanos como una amenaza existencial. Su reacción podría representar una amenaza muy grave a los derechos de las personas de todo el mundo.

El Partido Comunista Chino está preocupado por el hecho de que permitir la libertad política pueda poner en riesgo su poder, y ha creado un estado de vigilancia orwelliano de alta tecnología, también un sofisticado sistema de censura de Internet, para monitorear y eliminar la crítica pública. En el extranjero, utiliza su creciente influencia económica para silenciar a críticos y llevar a cabo un intensísimo ataque al sistema global para el reconocimiento efectivo de sus derechos.

Durante mucho tiempo, Pekín dedicó sus esfuerzos a construir una «Gran Muralla Electrónica» que impidiera que las personas en China estuvieran expuestas a las críticas que, desde el exterior, se le efectuaban al gobierno. Ahora, el gobierno ataca cada vez más a los propios críticos, que representen a un gobierno extranjero, que formen parte de una empresa o universidad del exterior, o que participen en canales reales o virtuales de protesta pública.

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Prueba del tipo de su comunismo es que ningún otro gobierno mantiene detenidos a un millón de miembros de una minoría étnica para impartirles un adoctrinamiento forzado y, al mismo tiempo, ataca a cualquiera que se atreva a cuestionar su represión. Y si bien otros gobiernos cometen graves violaciones de derechos humanos, ningún otro gobierno hace sentir su fuerza política con tanta energía y determinación con el objetivo de debilitar las normas e instituciones de derechos humanos.

Nadie le pone el cascabel al gato y la falta de rechazo a las medidas de Pekín, pueden presagiar un futuro distópico en el que nadie escapará de los censores chinos y donde el sistema internacional de derechos humanos se encontrará tan debilitado que ya no funcione para contener la represión gubernamental comunista. Al final de todas las armas chinas para el dominio del mundo, la principal es de la que menos se habla: su sistema político comunista, donde la mentira y la ocultación, o todo lo contrario, la ostentación, amenazan, atemorizan y reducen a sus pies al mundo, cosa que están consiguiendo con sus cohetes que dan la vuelta a la tierra en un pispas, sembrándola de miedo y asesinando la libertad.

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REDACCIÓN