21/11/2024 20:08
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El pasado martes 28 de septiembre a las 18:30 se celebró la presentación de dos libros de Ignacio Gómez de Liaño: Filosofía y Ficción y Mi tiempo de confinamiento (2020-2021). El acto fue acogido generosamente por la Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón (FOM), cuyo noble edificio lucía remodelado tras finalizar sus obras.

Aunque el calendario ya señalaba el otoño, la tarde era espléndida y primaveral. Tanto es así que un pequeño grupo de personas se había reunido frente a la puerta principal antes del evento y alguien —profesor de Estética para más señas—, se lamentaba por la desaparición de una enredadera abrazada a una de las columnas que adornan la fachada. Todos miraban un poco consternados la apariencia del edificio y sus alrededores después de las citadas obras que ha sufrido: sin ser feo ni mucho menos, el resultado tampoco resultaba especialmente bello, y eso ya es decir demasiado. Mientras tanto, Ignacio Gómez de Liaño había hecho su aparición con puntualidad y todos nos deslizamos con él al interior del recinto franqueando una puerta lateral.

Aunque en un principio la presentación iba a ser al aire libre en el jardín, un problema técnico obligó a realizarla en el interior. Con las sillas dispuestas para mantener la protocolaria distancia de seguridad, no cabía un alfiler. A pesar de la inevitable mascarilla, entre el público se podía reconocer al historiador José Varela Ortega, Presidente de la Fundación Ortega-Marañón y nieto del filósofo con el que comparte apellido por parte materna. También había numerosos curiosos —entre los que me incluyo— y no pocos ilustres amigos del protagonista de la sesión, Ignacio Gómez de Liaño —por brindar una muestra, bastará citar a Tomás Pollán, Ilia Galán o Guadalupe Luceño—. Junto al autor de Mi tiempo de confinamiento se encontraban el editor de EDA libros —Francisco Javier Torres—, el editor de Ediciones Usal —Jacobo Sanz Hermida— y el Catedrático jubilado —además de especialista en el Barroco— Fernando Rodríguez de la Flor. Francisco Javier Torres comenzó contando la historia editorial de Filosofía y Ficción; Fernando Rodríguez de la Flor continuó leyendo un interesante texto acerca del poder simbólico de la mirada de Gómez de Liaño sobre la actualidad; y Jacobo Sanz Hermida repasó los mejores títulos publicados por la editorial de la Universidad de Salamanca —la más antigua de España— en los últimos años.

Finalmente habló Ignacio Gómez de Liaño y todos escuchamos con expectación el detallado relato del nacimiento de los dos libros que se presentaban. De Mi tiempo de confinamiento dijo que era su primer texto escrito por encargo, que había sido “escrito a borbotones” y que en él rememora, por un lado, su experiencia particular del encierro domiciliario colectivo al tiempo que narra su viaje por Wuhan —epicentro de nuestra pandemia durante no poco tiempo y, sobre todo, primer punto de origen conocido— en la década de los 80. A caballo entre el diario, el ensayo, las memorias y el libro de viajes, no cabe duda de que Mi tiempo de confinamiento será uno de los libros más interesantes del año y una de los textos de mayor profundidad intelectual escritos a propósito de la pandemia y sus múltiples consecuencias sociales. Las interesantes preguntas —sobre las concomitancias  entre el 11S y el espectáculo mediático del coronavirus; sobre el mundo universitario y sus numerosas lacras contemporáneas; sobre el lenguaje, la comunicación y la imaginación— que se plantearon al término de la intervención del autor evidencian que el suyo es un libro que no va a dejar indiferente a ningún lector.

En su intervención, además, Ignacio Gómez de Liaño anunció a modo de exclusiva cultural otro ensayo en marcha que, según dijo, ya había entregado a una editorial tras años de trabajo y cuyo título provisional sería algo así como El eclipse de la civilización. Dicho libro comenzaría con una semblanza de Cicerón, Séneca y San Pablo para terminar en nuestros días —tras recorrer algunas figuras históricas como Mahoma, Lutero o Sabino Arana que contrapondría a los sabios de la Antigüedad—, diferenciando dos conceptos mencionados brevemente por el autor de Filosofía y Ficción durante su alocución: eticocracia y tiranocracia; que marca distancia frente a categorizaciones más pedestres que solo saben distinguir democracia y dictadura como si ambos términos fueran transposiciones directas del Bien y el Mal.

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Finalizado el acto, el autor dedicó ejemplares a todos los presentes que quisieron acercarse a saludarle. Al salir a la tarde y volver al clima primaveral en su ocaso, no pude evitar mirar al cielo despejado como si fuera el último cartucho de una pistola que se queda sin munición; pronto arribará la lluvia y las hojas de los almendros todavía en flor inundarán las aceras.

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