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El lunes a mediodía llegué a Budapest, invitado por el Matthias Corvinus Collegium, para cubrir las próximas elecciones generales y el referéndum sobre la ley de protección de la infancia que se celebrarán el próximo 3 de abril. No es mi primera visita a esta bella ciudad del Danubio, en mi opinión la más hermosa de las tres capitales imperiales, pero tras dos años de pandemia, de restricción de libertades y de medidas en muchos casos absurdas, recorrer Budapest ha sido, literalmente, volver al mundo que nos fue arrebatado en marzo de 2020. Desde que puse un pie en Hungría, es decir, en el aeropuerto, volví a sentir la normalidad. Sólo unas tres horas antes esperaba en la cola de embarque con la mascarilla reglamentaria y los altavoces de Barajas repitiendo una y otra vez “mantengan la distancia de seguridad”. En Hungría, ese país que al parecer carece de “estado de derecho”, la vida transcurre con la más absoluta normalidad.
Esa normalidad también se percibe en la calle y el único indicio de la inmediatez de una cita con las urnas son los numerosos carteles de los distintos partidos políticos. La invasión rusa de Ucrania ha alterado todas las campañas políticas y la oposición se esfuerza en convertir a Viktor Orbán en un hombre de Putin, algo parecido al mensaje repetido en el Congreso por Podemos y el Partido Socialista que señalan a VOX como el partido de Putin en España, un intento bastante patético. Así, muchos de los carteles de Fidesz aparecen garabateados con la letra “Z” o con pegatinas con la cara del presidente ruso. Es también un intento bastante burdo, aún más teniendo en cuenta la enorme labor humanitaria que está realizando el gobierno de Viktor Orbán, que ya ha recibido a más de 400.000 refugiados ucranianos.
A muchos puede no gustarles la postura húngara en este asunto, pero Orbán está pensando ante todo en las necesidades de los húngaros y, evidentemente, en el hecho de que se celebran unas elecciones generales. En una entrevista con Visegrad Post, la ministra de Justicia Judit Varga señalaba que la razón fundamental es que Hungría aún no ha llegado a la ansiada independencia energética: “Siempre hemos hablado con los polacos con franqueza y sinceridad sobre las áreas en las que la unidad de nuestros intereses aún no es total. Nuestros socios polacos son muy conscientes del hecho de que, por nuestra parte, sufrimos una dependencia real de los combustibles fósiles. Durante los últimos diez años, hemos trabajado mucho para diversificar nuestras fuentes de energía, y esto también es bien conocido en Varsovia, como también es bien sabido que no podemos transformar de la noche a la mañana otras características de nuestra geografía física y humana”. Por tanto, esa acusación se ha convertido en el eje de la campaña de la oposición. No tienen mucho más salvo repetir las criticas de la Comisión Europea contra su país. De hecho, el texto de uno de los carteles de la oposición es muy significativo, “no cambiaremos las cosas buenas, pero traeremos otras nuevas”, parece que los logros de Orbán son innegables hasta para sus más feroces adversarios.
Dentro de las actividades programadas por el MCC he podido asistir a varias charlas el martes por la mañana. La primera, a cargo del Dr. Zoltán Szalai, director general del MCC, sobre la realidad de los medios de comunicación en Hungría. En España, donde todos los grandes medios reciben cuantiosas subvenciones del gobierno, se vende la noticia falsa de que los medios húngaros están controlados por Orbán. La realidad es que un 60% de los medios de comunicación húngaros son de izquierda liberal, mientras que el 40% restante es conservador. La televisión es el medio más visto (los húngaros se pasan dos horas al día frente a la pantalla) y el canal de mayor audiencia, con un 35%, es contrario al gobierno. La televisión pública sólo alcanza el 10% de audiencia. Respecto a Internet, el segundo medio más utilizado para informarse, cuatro de los cinco digitales principales son de izquierdas. Por último, en la prensa escrita, que cada vez tiene menos lectores, el primer lugar lo ocupa de nuevo un medio contrario al gobierno, seguido por los conservadores Magyar Nemzet y Magyar Hírlap. Los partidarios del gobierno están en franca minoría, un hecho que desmiente el control de los medios. Para mas inri, el pasado lunes “Anonymous” atacaba las páginas de los medios conservadores, algo que no ha “escandalizado” a los supuestos defensores del “estado de derecho”.
La siguiente charla, a cargo del Dr. Sándor Gallai, director del Centro de Historia y Ciencias Sociales, profundizó en el sistema político húngaro y en la evolución política de los partidos. Uno de los asuntos más interesantes fue la evolución de Jobbik, el partido ultranacionalista húngaro, a una formación de centro progresista. Esa transformación ha permitido a Jobbik sumarse a la coalición de izquierda liberal dirigida por el supuesto conservador Péter Márki-Zay que, en una de sus habituales salidas de tono afirmaba que en la coalición opositora todos tenían cabida, “desde fascistas a comunistas”, todos salvo Orbán.
Por último, en la Oficina de Elección Nacional, su presidente, el Dr. Attila Nagy, explicó el funcionamiento de su departamento en unas elecciones que cuentan con la presencia de 894 observadores internacionales y de 638 traductores para facilitar su trabajo. Todo un ejemplo de transparencia frente a los que definen a Orbán como un tirano. El domingo, a partir de las 21:00, empezarán a conocerse los primeros resultados, confiemos en que los húngaros sepan apreciar el valor de la normalidad
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