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He vuelto a leer el artículo de Mario Conde dedicado a «Las cuatro pandemias» y me he dado cuenta que por su mente, creo, se pasea la misma preocupación que yo tengo desde que estos señores que nos arrastran al abismo llegaron al Poder y «okupan» la Moncloa. Que aquí hace falta ya que alguien, o «algunos alguien», dice Don Mario, se acerque o se acerquen al sepulcro en el que ya reposan los restos de España y digan lo que Jesús dijo en aquella mortuoria escena: ¡Lázaro, levántate y anda!… o lo que es lo mismo: ¡España, levántate y anda!… y preocupado por ese milagro me fui al Evangelio de San Juan para recordar (lo que tantas veces habré leído en mi vida) cómo se habían producido exactamente los hechos… Y leí:

«En la última visita que Jesús hizo a la familia de Lázaro y sus hermanas Marta y María se encontró cuando llegó que su amigo ya estaba muerto y sepultado. Entonces Jesús, ante el dolor y el llanto de las hermanas, las tranquilizó y les dijo:

No preocuparos, vuestro hermano, mi amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo.

11 … «Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo».

12 Sus discípulos le dijeron: «Señor, si duerme, se curará».

13 Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte.

14 Entonces les dijo abiertamente: «Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo».

(…)

20 Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa.

21 Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas».

22 Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará».

23 Marta le respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día».

24 Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá:

25 y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?».

26 Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo».

(…)

32 María llegó adonde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto».

33 Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó: «¿Dónde lo pusieron?». Le respondieron: «Ven, Señor, y lo verás».

34 Y Jesús lloró.

35 Los judíos dijeron: «¡Cómo lo amaba!».

36 Pero otros decían: «Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir que Lázaro muriera?».

37 Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, y le dijo: «Quiten la piedra». Marta, la hermana del difunto, le respondió: «Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto».

38 Jesús le dijo: «¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?».

39 Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero le he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado».

40 Después de decir esto, gritó con voz fuerte: «¡Lázaro, levántate y anda!».

41 Y el muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: «Desátenlo para que pueda caminar». Y Lázaro caminó.»

 

Bien, pues ya tenemos la escena al completo. La oración ya tiene sujeto. verbo, predicado y complementos y ya podemos analizar. Dice el Texto: «Jesús resucita a Lázaro cuando ya está muerto y enterrado en un sepulcro de piedra con tres palabras  y en presencia de los fariseos». Pues, analicemos. ¿Cuál es el verbo? Resucita  (no hay otro) ¿Quién resucita? Jesús, naturalmente, el Sujeto. ¿A quién resucita Jesús? A Lázaro, no hay otro muerto, Predicado. ¿Cuándo? Cuando ya está muerto, Complemento circunstancial de tiempo. ¿Dónde está enterrado? En un sepulcro de piedra, Complemento circunstancial de lugar. ¿Cómo? Con tres palabras, «Lázaro, levántate y anda», complemento circunstancial de modo. ¿y quiénes están presentes? Los fariseos. Complemento circunstancial de personas.

 Ahora parafraseando creemos otra oración parecida. «España está muerta desde hace cuatro años y enterrada en un sepulcro de corrupción en un cementerio de ineptos y en presencia de los comunistas»… y entonces surgen las diferencias, porque de entrada aquí no hay sujeto ni se le espera y ese es el problema principal, ya que si no hay quién hable y pronuncie las palabras clave no puede haber milagro, y si no hay milagro el muerto seguirá muerto, o más muerto, en el sepulcro cerrado (o confinado, se dice ahora) y los ineptos seguirán en el cementerio y los fariseos comunistas se reirán de todos y abrirán otros sepulcros.

En resumen, que quien desee que se produzca el milagro y que España resucite no tiene más remedio que echarse a la calle y buscar, donde esté y como sea al «alguien» que pueda decir las palabras de Jesús: «¡España, levántate y anda!». ¿Pero dónde está ese «alguien»? ¿Y quién es ese «alguien»?… (a este propósito recuerdo algo muy parecido que sucedió el verano de 1980 cuando ya era insistente el «ruido de sables» y se hablaba descarada y públicamente de un Gobierno de concentración presidido por un general. Entonces por los mentideros de Madrid se preguntaba insistentemente ¿quién puede ser ese general?… y yo, insolentemente recogí la interrogante que circulaba y así hice la portada del «Heraldo Español» de aquella semana que aunque no se lea bien., reproduzco:

LEER MÁS:  Del Rey Juan Carlos, Catar y Sabino Fernández Campos. Por Julio Merino

 

 

Y al final resulta que sí apareció el general, que no fue otro que el general Armada. Aunque, afortunadamente, no llegó a montar el caballo blanco de Velázquez).

¿Estamos en la misma situación? Hace un tiempo el siempre triunfante Pedro J.Ramírez pedía, en una de aquellas «catilinarias», en «El Mundo» cuando era Director, que aquí hacía falta un sargento de hierro… y es que cuando este pueblo se duerme en los laureles y se olvida de todo lo que no sea «vivir la vida», aunque sea gracias a las subvenciones del Estado, «alguien» tiene que despertarlo.

Aunque yo, como mi admirado Mario Conde, dudo también que este pueblo sea ya capaz de despertar…si no es que lo despiertan y lo ponen firme.

 

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.