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Yo entré en la vida de la emperatriz Mesalina, la ninfómana más grande al decir de todos los historiadores, cuando escribí «La tragedia de Séneca» (que fue Premio Nacional de Teatro en 1973) y ya entonces quedé impresionado por la vida y ¡su muerte!. Luego, más tarde, en 1975 me volví a encontrar con ella cuando en el discurso de ingreso en la Real Academia de Córdoba («El Viacrucis de un moralista metido a político») escribí estas palabras:

PRIMERA ESTACIÓN:

SÉNECA ENTRA EN UN MUNDO CORROMPIDO Y AMORAL

 

La «rentreé» política de Séneca en aquella Roma que todavía seguía siendo el centro del mundo conocido, es verdaderamente para echarse a temblar. La descomposición domina las clases altas y amenaza con ahogar al propio pueblo. El poder pasa de cama en cama y se arrastra por el arroyo. En la cúspide, el joven Calígula vive «conyugalmente» con su hermana Drusila, a quien ha obligado a casarse con el bello lépido para «cubrir» las apariencias y no enfrentarse a las exigentes leyes romanas. Pero, al mismo tiempo, el Emperador comparte el lecho con sus otras dos hermanas, Agripina y Julia; aunque «como buen príncipe se las cede también sucesivamente, a sus amigos». Muerta Drusila, la ambiciosa Agripina, que a su vez estaba casada con Domicio, quiere ocupar el lecho imperial, cosa que no consiste de manera oficial. Lo que la arrastra a entregarse al bello Lépido, que tras la muerte de Drusila ha caído  en desgracia; si bien, a cambio de su cuerpo y de una futura promesa de matrimonio, le obliga a comprometerse en un atentado contra el Emperador. Enterado Calígula, mandó ejecutar a Lépido y a sus «queridas» hermanas las envió al destierro. Obligando, eso sí, a Agripina a hacer el viaje con las cenizas de su amante entre los pechos.

Poco más tarde una conspiración acaba con Calígula y aparece en escena Claudio y Mesalina. Claudio es un cincuentón que se ha casado dos veces y las dos y las dos se ha tenido que separar por «los libertinajes» de ellas, Mesalina, la mujer más amoral que ha existido, y que sólo tenía quince años al casarse, había heredado de su madre, según cuentan los clásicos romanos, el «gusto por las aventuras amorosas»; hasta el punto hasta el punto de que siendo ya Emperatriz, gustaba de  hacer salidas nocturnas en busca de «hombres fuertes» que supieran hacer el amor con «garra». Justo Lipsio, uno de los mejores comentadores de Séneca, dice de Mesalina que encubría sus cabellos negros con la peluca rubia para meterse en el burdel y «en el más infecto de sus cubiles, cuya puerta ostentaba escrito en yeso el apodo de Licisca (nombre de perra), a la luz de una lámpara contusa, fatigada,, pero no saciada, descubría, a los mozos de cuerda de Roma, el vientre que había llevado a Británico». A este respecto, quizás convenga recordar los versos de nuestro Quevedo que tan bien reflejó el carácter de la joven Emperatriz y que dicen:

 

                   ¿Cuándo insolencia tal hubo en Sodoma

                   que, en viendo el claro emperador dormido,

                   cuyo poder el mundo rige y doma,
                  

                  la emperatriz, tomando otro vestido,

                  se fuese a la caliente mancebía

                  con el nombre y el hábito fingido?

                  Y entrando, los pechos descubría

                   y al deleite lascivo se guisaba,

                   ansí que a las demás empobrecía.
                  

                   El precio infame y vil regateaba

                   hasta que el taita de las hienas brutas

                   a recoger el címbalo tocaba.

                   Todas las celdas y asquerosas grutas

                   cerraban antes que ella su aposento,

                   siempre con apariencias disolutas.

                   Hecho había arrepentir a más de ciento,

                   cuando cansada se iba, más no harta

                   del adúltero y sucio movimiento…

 

      A tal extremo llegaría la atrevida Mesalina que estando casada con el Emperador, y en ausencia de éste, se atrevió a contraer nuevas nupcias públicas con su amante C. Silio,  «el más bello de los jóvenes romanos» segu´n el propio Tácito. Y del propio Tácito recojo  este párrafo que refleja lo que fuera esta boda: no dudo de que parecerá cuento fabuloso el escribir que ha sucedido entre los hombres una temeridad semejante, como que en una ciudad donde todo se sabe y nada se disimula, se haya visto un hombre, y ese nombrado para Cónsul, que se case con la mujer del príncipe, llamados testigos para verificar y firmar de sus nombres cómo se juntaban por causa de tener hijos; y que ella oyese las palabras de los sacerdotes llamados arúspices, prestase su consentimiento, sacrificase, asistiese entre los convidados, pasase el día entero en circunstancias y actos lascivos y la noche en todo aquello que se acostumbra entre marido y mujer».

¿Debe extrañar, pues, que Lucio Anneo Séneca, a la sazón hombre de virtudes e intenciones honestas, chocase con esta sociedad corrompida y amoral? El caso fue que en una de estas fiestas, celebrada en casa de Agripina, nuestro séneca, a quien ya admiraban todos por sus escritos, por su don de palabra y por su simpatía natural, conoció a la hermana menor de Calígula, Julia Livila, más joven que él, pero, sin duda más atrevida que él. Según los contemporáneos, Julia era una de las mujeres más bellas de la sociedad romana. Entre ambos, surgieron rápidamente unas relaciones adulterinas. Relaciones que ella no ocultaba y que a la postre acabaron comprometiendo al filósofo. Porque fueron precisamente estas relaciones de alcoba las que motivaron la primera caída de Séneca y como consecuencia el destierro a Córcega. Porque un día, Mesalina, que tenía grandes celos de Julia, ya que ésta perseguía descaradamente al emperador Claudio, sorprendió a éstas intentando hacer el amor con su marido y la denunció públicamente. Julia fue juzgada sumariamente y condenada a la deportación. Séneca, denunciado como cómplice, fue enviado a Córcega, donde pasaría ocho largos años. El vía crucis ha comenzado. Séneca abandonó Roma con el corazón roto y destrozado. La calumnia, desgraciadamente, no respeta ni a los hombres puros.      

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Pero, antes de seguir adelante con su terrible aventura sexual no hay más remedio que decir algo de su biografía:

Valeria Mesalina fue la tercera esposa del emperador Claudio. Era hija del cónsul Marco Valerio Mesala Barbado Mesalino y de Domicia Lépida. Tuvo un hermano llamado Marco Valerio Mesala Corvino, que fue cónsul, y un medio hermano menor llamado Fausto Cornelio Sila Félix. Con Claudio tuvo un hijo y una hija: Británico y Claudia Octavia.

Mesalina tuvo gran influencia política en las decisiones que tomó su marido durante gran parte de su periodo como emperador romano; en este sentido, se le ha comparado con otro personaje de la historia romana, Livia.

Pese a estar emparentada con la familia imperial, Mesalina no gozaba de la condición económica que debía tener: su hogar estaba en decadencia, su padre no era un político prominente y su madre era una mujer poco virtuosa que había derrochado la fortuna familiar.

Al no poseer una dote digna de atraer a un funcionario de renombre, Mesalina tuvo que conformarse con aceptar el cortejo del hazmerreír de la corte, Claudio, el tío del entonces emperador Calígula, cuya atención había captado por su juventud y belleza. Ella decía amarlo y esto bastó para que Claudio, quien había tenido dos fracasos conyugales anteriormente, reconsiderara su posición respecto al matrimonio.

Seguidamente se arregló el enlace que, a ojos de su madre Domicia, era ventajoso para su familia, en lo cual no se equivocó, pues después de la caída de Calígula, Claudio fue proclamado emperador, de modo que Mesalina y los suyos recobraron su posición social. El nuevo emperador estaba ciegamente enamorado de su esposa, lo que motivaba que se dejara manipular por ella. Mesalina se valió de este poder que ejercía sobre su consorte para lograr sus objetivos personales, que iban desde simples caprichos hasta ejecuciones.

Y ahora, ya vayamos al encuentro de la NINFÓMANA y para ello no hay más remedio que seguir lo que escribió Edmundo Fayanas Escuer:

«Mesalina era una mujer bella, tenía el cutis fino, el cabello negro azabache, las caderas sinuosas y redondeadas y poseía una sonrisa muy sugerente que volvía locos a los hombres»

En la conocidísima obra titulada «Yo, Claudio» de Robert Graves, así describía a su esposa Mesalina: «Mesalina era una muchacha hermosísima, esbelta y de veloces movimientos, de ojos tan negros como el azabache y masas de rizados cabellos negros. Apenas pronunciaba una palabra, y tenía una sonrisa misteriosa que casi me enloqueció de amor por ella. Se alegró tanto de escapar de las manos de Calígula, y se dio cuenta con tanta rapidez de las ventajas que le reportaría el casamiento conmigo, que se comportó de un modo que me hizo sentirme seguro de que me amaba tanto como yo a ella. Esa era prácticamente la primera vez que me enamoraba de alguien desde la juventud, y cuando un cincuentón no muy inteligente y no muy atrayente se enamora de una muy atrayente y muy inteligente muchacha de 15 años, por lo general tiene muy malas perspectivas«.

El senador Claudio era un hombre rico, viejo, desgarbado, enfermizo, cojo y tartamudo. Su propia madre consideraba a su hijo como «un aborto que la naturaleza había dejado inconcluso».

Tenía la fama de ser idiota pero era el tío del emperador Calígula. Por todo ello, era el candidato perfecto para ser un títere bajo los caprichos de la joven. Sin embargo, muchos pensaban que era idiota, pero en realidad era un hombre culto y un buen historiador. Era brillante cuando alguna vez había ejercido de juez.

El matrimonio se realizó en el inicio del año 40 d.C. El matrimonio de Claudio y Mesalina estuvo rodeado de grandes ceremonias y festejos. Enseguida Mesalina descubrió el feo cuerpo de Claudio, su prominente cabeza calva y su enorme barriga. Al principio de dicho matrimonio Mesalina llevaba una vida plácida y tranquila como esposa de un senador romano. Fruto de este matrimonio fue una hija, Octavia que será la futura esposa del emperador Nerón y el segundo hijo del matrimonio será Británico.

Mesalina fue descrita como una mujer despiadada y ambiciosa y desarrollo una gran influencia sobre el emperador Claudio, que favoreció a determinados personajes romanos con puestos de gobierno a cambio de fidelidad total.

 

Fue en el año 41 d.C., cuando se produce el asesinato del Emperador Calígula de su esposa y de la hija de ambos a manos de la guardia pretoriana. Claudio era el único familiar directo de Calígula y en consecuencia aspirante al trono de Roma. Cuando se produce el asesinato de Calígula, Claudio se esconde temiendo por su vida, convencido estaba de que el Senado no le va a permitir ser emperador y eso significaba en aquellos momentos históricos en Roma su muerte.

Una vez Claudio fue nombrado emperador de Roma, como vemos, los deseos de la emperatriz se hacían irrechazables y dio rienda suelta a su lujuria, manteniendo relaciones con soldados, gladiadores, nobles y todo aquel que fuera de su apetencia.

El poeta Décimo Junio Juvenal escribiría en sus Sátiras: «Tan pronto como creía que su marido estaba dormido esta prostituta imperial vestía la capa que llevaba por la noche y salía de la casa acompañada de una esclava, puesto que prefería un lecho barato a la cama real. Disimulaba su cabello negro con una peluca rubia y se dirigía al lupanar de tapicerías gastadas, donde tenía reservada una cámara. Entonces tomaba su puesto, desnuda y con sus pezones dorados, atendiendo al nombre de Lyscisca …«

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Entre sus amantes cabe destacar el criado Narciso, que lo fue solamente una noche, pero Mesalina acabó burlándose de su escasa capacidad sexual, lo que provocara un odio sin fin del criado hacia Mesalina, que tendría posterior repercusión en un futuro como veremos.

También mantuvo contactos sexuales con Lucio Vitelio pero no tuvo una relación satisfactoria, dada la excesiva humillación y adoración que mostraba ante la emperatriz, hizo que la relación se acabará. Lucio Vitelio mostraba constantemente una sandalia usada por Mesalina, llevándola colgada continuamente de su cuello.

Palas fue otro de sus amantes y esto fue debido al fuerte interés de Mesalina, debido a que era el administrador de las arcas del Imperio, y se había hecho rico con el saqueo de la hacienda romana. Como vemos, Mesalina también usaba el sexo para enriquecerse.

Otros amantes que tuvo fue el jefe de los gladiadores de Roma que destacaba por su fuerza corporal. El sobrino de Claudio Vinicio. Sabino que se distinguía por su hermosa cabellera y sus olores debido a perfumes.

Junto a ellos también encontramos a otros hombres desconocidos que eran seleccionados por la emperatriz, porque le gustaba el color de sus ojos, por sus manos calientes, por ser muy velludos o por otros aspectos corporales que le llamaran la atención.

Dentro de sus amantes debemos destacar a Tito, joven bello de tan solo quince años y de gran vigor sexual, con el que tuvo una tórrida relación, pero que se propagó por toda Roma provocando un gran escándalo. Tito lucía de su relación con Mesalina y ante el escándalo levantado, la emperatriz decidió acabar con dicha relación y con la ayuda de su amiga Locusta lo envenenó.

Suetonio dijo de Mesalina que le gustaba el masoquismo puesto que se hacía azotar y le gustaba el sexo duro y decía «tasaba cada golpeo cabalgata haciéndose pagar, hasta el último sestercio, como un comisario que va tras los deudores«. El propio Suetonio indica que practicó sexo con mil hombres de la guardia pretoriana y tuvo varios abortos.

Con el transcurrir del tiempo y como su sexualidad no quedaba satisfecha decidió visitar el lupanar más conocido de Roma situado en el barrio de de Suburra. Su nombre de prostituta era Lycisca. Cada noche abandonaba el palacio, se ponía previamente una peluca y los senos cubiertos por panes de oro, iba al lupanar y ahí recibía a los clientes no importándole como eran físicamente.

Ejerció la prostitución e incluso retó a la prostituta más famosa de Roma, Escila, para ver quien se acostaba con más hombres en una noche. Claudio estaba entonces en la campaña de Britania

La prueba consistía en una competición para ver quién lograba satisfacer a más hombres en un solo día. En la historia queda escrito que mientras que la profesional tuvo 25 servicios, la emperatriz ofreció en total 200, aunque ese número sea exagerado por los enemigos de Mesalina. 

Tampoco sus «competidoras» se libraban de su influencia. Julia, la sobrina de su marido Claudio fue asesinada por los celos que le tenía. Popea, quien era su rival ante el amor del actor Mnester, como acabamos de ver fue acusada de adúltera y de mantener relaciones con el senador Décimo Valerio Asiático y como hemos visto obligada a suicidarse.

El matrimonio adultero con Cayo Silio

Fue en el año 48 d.C. cuando Mesalina se enamoró perdidamente del Cónsul Cayo Silio, quien era considerado uno de los hombres más apuestos del Imperio. Hizo que se divorciara de su esposa y no tuvo mejor idea que casarse con él. Estando Claudio en la isla de Ostia, Mesalina aprovechó para casarse con su amante.

La pareja organizó un grandioso banquete nupcial e invitó a cónsules, senadores e importantes miembros de la sociedad romana. Los fastos duraron todo un día. Pero mientras Mesalina estaba ocupada en celebrar sus nupcias, el liberto Narciso informó a Claudio de las acciones de su esposa y de su propósito, repudiarlo y acabar con él.

Se tramó una conjuración en contra del emperador, al cual esperaba derrocar para poner en su lugar a su nuevo esposo. Avisado por su liberto Narciso, Claudio descubrió la bigamia de su esposa y la trama que urdía contra él, por lo que hubo de condenarlos a ella que entonces tenía veintitrés años y a Silio a que se suicidasen.

Por una vez, Claudio no estuvo por la labor de ignorar o no ver las acciones de su imperial esposa, y dejó Ostia para dirigirse a Roma, y solucionar esta rocambolesca historia. Una vez allí, hizo matar al novio y tras emborracharse, hizo que llevaran a su mujer ante su presencia.

Mesalina ante la pena de muerte impuesta por su marido intento convencer al criado Narciso para que no se ejecutara la sentencia. Sin embargo, Narciso la hizo ejecutar y fue realizada en los jardines de Lúculo por medio de un centurión. Mesalina moriría a los 23 años tras una vida llena de excesos.

En resumen, en este caso los historiadores y hasta a intraHistoria se ponen de acuerdo: Mesalina fue la mayor ninfómana de su tiempo… y quizás de todos los tiempos.

Autor

REDACCIÓN