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Como todos los artificios del agitprop sistémico, el contubernio extremista de aislar a Luis Rubiales se basa en una gran mentira, en una vociferante falacia. Ni Irene Montero ayuda a las mujeres, ni Yolanda Díaz las defiende. Ni ellas, ni sus huestes. El feminismo LGTBI no quiere a las mujeres, a las verdaderas mujeres, antes bien, las odia. Lo que de verdad conviene a las feministas sectarias y despóticas es el negocio y la ideología, y Luis Rubiales, aunque sin prestigio personal alguno, les ha cogido con el pie cambiado y les ha obligado a sacar toda la artillería que el omnipotente Sistema ha puesto a su servicio.
Ni el Sistema ni su departamento feminista pueden aceptar una derrota, que es lo que acabaría siendo la salida del tiesto que el presidente de la RFEF, acosado sádicamente por las falsas mujeres, ha podido causar, sin de veras quererlo. Enfrentado de improviso al Poder Oscuro y a sus mandarines, al rubialismo le espera un calvario que constituye la única opción posible para las vividoras y vividores que maman de la teta, necesitados todos ellos de ganar tiempo para volverse a cubrir con esa máscara que, por unas horas, el acosado les había arrancado.
Se trata urgentemente de recomponer la figura, es decir, la careta y evitar que el gentío piense, analice y despierte, impidiendo el varapalo que la realidad, y más aún la razón produciría en el entramado embaucador. Todo esto lo sabe la dirección del lobby y por eso propicia y congrega a sus partidarios, que son todas las instituciones, con todos sus miles y miles de recogemigajas, sin olvidar a los medios venales, dispuestos a secundar la carnicería. Porque va en ello el pienso y el poder.
Pero es obvio que la protesta, teñida como siempre de victimismo, es otra patraña más de las innumerables que necesita el tinglado para sostenerse. Un engaño que, y eso es lo terrible, no sólo no se creen quienes lo han puesto en marcha, sino tampoco quienes lo vienen aceptando con repugnante mansedumbre. Se trata, pues, de un gigantesco y masivo enredo, una conspiración contra la verdad, un enorme ejercicio de estafa y de cinismo sociopolítico según el más puro manual estalinista. Una maquinación consentida al servicio de la democracia y en contra de la naturaleza humana. Un atroz y dramático entretenimiento de hipocresía nacional. Pero los españoles seguirán haciéndose trampas en su solitario.
Aunque lo más lógico es pensar que no pasará de un envite sin triunfos, ojalá fuese cierto lo que ha dicho el sentenciado y se decida a denunciar el atropello de quienes se han empeñado en defenestrarlo. Una denuncia que debiera ampliarse a toda esa ciénaga con apariencia humana dedicada a gritar que «la sociedad entera espera una respuesta», que no es precisamente la respuesta a su criminal liberación de los violadores, para que sigan violentando a las mujeres que ellas dicen proteger. Que no es la respuesta para establecer reformas que fortalezcan la seguridad de las mujeres frente al ataque combinado de irregulares bestiales y demás clase de alimañas en libertad consensuada con los benefactores globalistas y sus sicarios.
Como no será así -ojalá me equivoque-, es decir, como no habrá denuncias y si las hay caerán olvidadas en los cajones de nuestros tribunales de justicia, Luis Rubiales cederá bajo el peso de las amenazas y artimañas de los tiranos, y de su consiguiente agitprop. Y no sólo eso, sino que éste aprovechará la coyuntura para reforzar la farsa feminista y con ella la del Sistema que la impulsa y financia, en el cual las alianzas de los subvencionados seguirán siendo mucho más frecuentes y fructíferas que las de los rebeldes. Un desolladero para el hombre libre y una época ominosa para España y para la cultura occidental.
Este escenario siniestro nos lleva a recordar, no obstante, que desde el día que accedió al cargo hasta el día de hoy, como representante de una de nuestras instituciones, Luis Rubiales ha formado parte del Sistema, sin denunciarlo, al menos públicamente. Si ahora ese Sistema lo vapulea y devora no debe sorprenderse. No obstante, ya que no lo ha hecho antes, todavía está a punto de «morir» con dignidad, en estos momentos en que el «asesinato» -son sus palabras- se ha producido. Pero, de momento, aún no ha tenido el valor de acusar inequívocamente a su verdadero «asesino», el Sistema, limitándose a señalar a unos pocos esbirros del mismo, y ni siquiera a los más significativos.
Por eso es de temer que su alarde se acabe diluyendo, porque la auténtica provocación, la que es susceptible de ser subversiva, siempre va acompañada de un discurso y de una postura moral que la alimenta y justifica; algo que, tras la exhibición despechada o narcisista del meritorio fugaz de turno, no existe. Por lo tanto, en la reacción del protagonista, no parece que haya nada -insisto, ojalá me equivoque- más allá del mero gusto por vender o defender sus productos, puestos circunstancialmente en peligro. Así, desprovisto de todo contenido subversivo, el desafío quedará en simple simulacro y se limitará a conectar con ese público superficial que sólo acude al morbo de los sucesos, incapaz de ver en ellos nada realmente crítico o amenazador.
No cabe duda de que la situación, si ésta fuera una sociedad prudente y civilmente organizada contra la tiranía, ofrece la oportunidad de rentabilizar este importante desenmascaramiento del chiringuito LGTBI, toda la pervertidora comedia que encierra en sí. Pero la disposición de la masa crítica, su desarreglo y su falta de iniciativa, volverá a dejar pasar otra ocasión. Sin percibir que, dada la relevancia de este caso, el recurso a la agitación y a la propaganda, origen de la opresión globalista y de la consecuente tiranía LGTBI, ha sido irremisible. La secta se ha visto obligada a acudir a él para encauzar la persistencia en la dominación y frenar toda posible frustración de sus objetivos desnaturalizadores, atajando o desvirtuando cualquier discrepancia que pudiera entrar por esa puerta de atrás que ha estado a punto de abrirle Luis Rubiales.
Sin embargo, aparte del tradicional y abyecto espectáculo de ver a las ratas abandonar el barco, las primeras las que más halagaban al ahora repudiado, porque ya se sabe que en sonando la alarma los traidores y los cobardes no encuentran agujero donde meterse; y aparte, como digo, de la no menos patética y vergonzante ceremonia de comprobar cómo se alancea al moro muerto y se dice «digo» donde se decía «Diego», hay en la agitación oficial algo más inquietante que una rabieta sobreactuada.
Y ello es el temor a que se cuestione el engaño y se ocasionen dudas sobre el relato globalista y su legitimidad representativa. Es el sobresalto por que se puedan abrir brechas en el despótico entramado LGTBI que el sionismo marxista y la psicópata plutocracia tienen en marcha y a punto de rematar, con la necesaria ayuda de las oligofrénicas machorras y de las cucañeras y cucañeros de rigor. Un lóbi que propone «asesinar» a un representante institucional, aunque forme parte del propio Sistema y que tilda de fachas a todos sus adversarios es un organismo que descree de sus postulados y, por supuesto, de su democracia.
El victimismo como programa, la mentira como instrumento, el escrache como arma… Se acabaron los disfraces, fuera máscaras, aunque ellas y ellos las vuelvan a recoger del suelo inmediatamente después de arrancadas, y a recolocárselas una vez más para ocultar su rostro putrefacto y poder seguir engañando a los imbéciles.
Autor
- Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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El comunismo mas zafio y radical se ha apropiado de todos los conceptos y movimientos sociales que pueden arrastrar a las gentes y los utilizan, pervertimientos, en su beneficio
No le falta a esta clase política títere normas, leyes e iniciativas de todo tipo para intentar dividir a la Sociedad. Así presenciamos estos, cada vez más frecuentes linchamientos, en este caso de las feministas enloquecidas y llenas de odio.
La Sociedad, que teóricamente les elige para que actúen muy diligentemente para el bien común de todos. Para hacer la vida más cómoda y fácil a todos de acuerdo a una buena relación y a la solidaridad humana.
Qué desvío de funciones y que traición a su Pueblo…!, Siendo el resultado, este Mundo en descomposición en el que vivimos y que podríamos superar si todos actuáramos con el coraje y la generosidad necesarias.
Así es. Pero en este caso en concreto – temo que no sea más que un ejemplo – la derecha «mediática» ha hecho exactamente lo mismo, pues lleva Ana Samboal desde que se produjo el… «hecho», dando cobertura al asunto, llevando a sociólogos, psicólogos y abogados a su programa, a tertulianos y tertulianas horrorizados e indignados y la propia Samboal con cara patibularia, más digna de quien denuncia un crimen atroz en un orfanato que un besito al parecer no demasiado forzado.