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‘Motomami’ es el tercer álbum de Rosalía, tras ‘El mal querer’ (2018) y ‘Los Ángeles’ (2017). Rosalía: una suerte de «empoderada» Lady Gaga o Taylor Swift con un toque muy hortera y muy quinqui y muy cañí, aproximadamente español. Versión oficialnoica: ‘Motomami’ significa fuerza (moto) y fragilidad (mami). Según contó Rosalía para una entrevista en El País, es en honor a su madre, que siempre iba en moto y, por tanto, ella también. Así se puede entender que una motomami es una mujer fuerte, luchadora y decidida, pero también con dudas e inseguridades. Una dualidad presente. Dizque versión oficial. Oficialnoica. Y con sus inexcusables y nada casuales referencias. Portada Motomami: El nacimiento de Venus, de Sandro Botticelli y la portada del disco de Prince (gran amante de las motos), Originals. O Arroz con pollo, del peculiarísimo Jean Michel Basquiat. Y con oportuno guiño a Lost in Traslation. O la flor de sakura.
MK Ultra, control mental planetario
Sus letras son un auténtico asco. Toda la simbología (manicura incluida) que la globalista élite le ordena decir y mostrar en su porquería de música, tonadas tan queridas por niñas, adolescentes y adultescentes varias.
Motomami, el videoclip de Saoko sobre todo, rito iniciático. Rosalía indisoluble fragmento de la elite oscura iluminatti: dos colores, pues. Blanco para mostrar al iniciado y rojo cuando ya es parte de la nigérrima élite, graznando «que se transforma» (transgresión, transexualidad, transhumanismo…) y, zas, aparece con un atuendo rojo confirmando que ha aceptado el pacto con el diablo (título, por cierto, de una canción del nuevo disco).
Se transformará a los deseos de la elite tenebrosa. «Una mariposa, yo me transformo». Control mental que ejercen sobre las celebrities: proyecto MONARCA. Mariposa Monarca, claro. Y vuelta de tuerca: rarísimos ojos azules. Para las élites (por ejemplo, los 300 o el Consejo Druida), los seres de ojos azules (annunaki/ hijos de Anu/ ¿aliens?) devienen raza gigante y nefilim y superior: Rosalía a su servicio.
La moto (mami) donde se sube Rosalía, antes de deglutir un pollón (“enamorada de tu pistola / roja amapola”). Y posterior y oportuno zoom a la chica que va a conducir. Allí podemos ver perfectísimamente que ella está viendo la iniciación de Rosalia, «transformándose» en uno de estos seres sumerios (y acadios y asirios y babilonios). Casco de moto imitando a animales, pues.
Motomami, de verdad
Simbología oscura al servicio de causas abominables, condimentado todo ello con frases y metáforas y melodías con múltiples significantes y significados. Rosalía, alquilada y/o vendida a Lucifer. Rosalía, cometarros transgénero MK Ultra, la mariposa que se transforma, el make up de drag queen, el ser las dos cosas(andrógino y mestizo y transexual y cyborg…): masonic puppet de manual. Rosalía, nueva diva MK Ultra que exhibe su esclavitud bajo miríadas de símbolos.
Por ejemplo, omnipresentes mariposas (ya sea en forma de tatuaje o como complemento incluso en los piños, hacen referencia directa al citado Proyecto MK Ultra Monarca de la CIA: simbología satánica en Motamami: las 3 ranas que salen de la boca de Satán, en el Libro del Apocalipsis 16,13). Felinos (tigres, panteras o gatos domésticos, vistiéndolo o rodeándose de estos animales, las MK Ultra demuestran al mundo sus desaforados y sicalípticos impulsos). Masónicos tableros de ajedrez en blanco y negro, en las logias por ejemplo: la citada dualidad (entre el bien y el mal). Espejos y cristales despedazados: tortura mental y quiebra mental de la cantante. Jaulas, cadenas, grilletes, bozales/máscaras/ mascarillas y otros símbolos de esclavitud y ‘prisiones’: sumisión física y psicológica hacia los Illuminati.
Y colores: rojo (sacrificio ritual), rosa (reforzar la programación mental), púrpura y colores del Arco Iris (mafia elegetebeíplus, creación de personalidades múltiples y ramalazos masónicos, Rosalía junto a Weekend en La Fama: columnas masónicas y agónicos y ebrios bermellones). Emular a Marilyn Monroe: manipulación y falta de individualidad. Ponerse unas orejas de Mickey Mouse, de conejita de Playboy o cascarse un look de Alicia en el País de las Maravillas: yugo e infantilización. Y lo de siempre, si no estás singularmente agudo ese día: pentagramas, pirámides (con o sin el ojo de Horus), calaveras y toda la simbología del cornuto.
Hentai, el porno que inspira a Rosalía
El lolicon o loli-kon (Lolita, Nabokov o Kubrick) es una de las subespecies hentai del animé nipón. Su imaginario y temática, pornografía infantil: a veces se dibuja a niñas en un acto sexual explícito, otras en actitudes incitantes o insinuantes. Es un fenómeno propio de Japón, su país de origen, aunque tiene seguidores y fans en todas partes del mundo, y toda una subcultura artística y mercantil que se ha forjado en su derredor. Inquietante mixtura: hentai y Kwaii, lo tierno: otra vez la susodicha “dualidad”.
La pornografía, entre otros espantos, es prostitución filmada y como tal, lleva a las mujeres de cualquier edad a situaciones límites que pueden acabar en suicidio. Ahora Rosalía las mercantiliza. Rosalía, peligrosa alienada que se mimetiza con el machismo más rancio y depredador. Rosalía usando una camiseta de mujeres prostitutas muertas, ya sea por suicidio o sobredosis. Olivia Nova (20 años), Yuri Luv (31 años), Sheyla Stylez (35 años), Amber Rayne (31 años), una de ellas habiendo denunciado una violación dentro del set de rodaje.
Lo peor de España
El video clip Malamente, sin ir más lejos. Los toros, la Semana Santa y el flamenco se ponen al servicio de la detestable y falsaria narrativa del totalitarismo de género. Las pelís de Bigas Luna, pues, pero sin el talento del directo catalán. La «patriota» Rosalía, la Marta Sánchez de la «izquierda» sin «cutre pachanga fachosas» de por medio.
Colores de la rojigualda, traje de torera, culto a la tauromaquia. Usa gestos de la cultura gitana. Se apropia de «lo latino» como identidad política y vive con ello los beneficios de su blanquitud. El toreo (esa salvaje tortura) como una forma de baile (¡¡¡ las corridas de los toros en los coños de las vacas!!!). El camionero como epítome de lo español. La Virgen, tatuada. Los poligoneros y toda su mística del aparcamiento al amanecer con sus tuneados carros…
Evacuando todo significante (España y pueblo gitano, por ejemplo) de cualquier significado. Usando símbolos calés como quien se cambia de bragas. La comunidad gitana se indignó en su día, con razón, por la utilización «vacía» de elementos calés y léxico andaluz. Yo soy La Juani, yo soy La Rosalía. En fin.
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