19/05/2024 08:05
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Creo que quienes confían en que un cambio de tendencia o, más allá, la regeneración de la situación española se pueda reducir a términos políticos, es decir, mediante reflexiones y concesiones mutuas entre la casta partidocrática, no alcanzan a comprender la constancia y virulencia de la maldad, ni la costra de intereses creados que hay formada, ni el entramado cultural, económico y político del Sistema, ni, incluso, el significado de la palabra «dogma», y temo que se confundan las ideologías, los intereses y los abusos, como si se tratase de una misma cosa: de ahí nacen toda clase de equívocos en las discusiones y posiblemente también en las opiniones.

Los votantes del PP siguen creyendo o aparentando creer que su partido puede reconducir la situación, sin querer advertir que la debilidad moral, cultural o ideológica de la gaviota, además de la servidumbre en todos los aspectos a los frentepopulistas y, por supuesto, a los amos del NOM, le hacen un partido absolutamente amortizado de cara a una opción restauradora.

El PP no quiere, no puede y no sabe. No quiere y no puede porque, al igual que los demás partidos de la casta, es un instrumento del NOM y secunda sus proyectos. Y no sabe porque la inoperancia intelectual y la penuria moral de sus miembros les incapacita para cualquier reacción regeneradora. El PP es, pues, una indecorosa inutilidad y, en las actuales circunstancias, una rémora que imposibilita toda verdadera purificación.

El caso es que, a la vista de esta banda de mohatreros blanditos, con discursos y conversaciones de sórdidos filibusteros de segunda categoría, resulta fatigosa y vacua la enorme cantidad de literatura polémica que se escucha y publica acerca de los asombros de la gente de derechas ante las abominaciones de las izquierdas, y en la cual se utilizan siempre los mismos argumentos, sin llegar nunca a los hechos, es decir, a la oposición y a la purificación real de lo degradado.

Tertulianos pertenecientes a yeguadas de la derecha que no dejan de rasgarse las vestiduras en sus programas mediáticos, pero que, integrados en las más duras tendencias del capitalismo liberal, nunca ponen en marcha o progresan en los estudios sociológicos o históricos, ni tampoco en el espíritu crítico. Las derechas españolas alzan ojos y brazos al cielo, se mesan los cabellos con hipócrita sorpresa, critican con impostada gravedad a las izquierdas, pero en la práctica las permiten hacer a su gusto, dejándoles el campo libre.

Por eso la mayoría de los votantes del PP -o de los complacientes con él- nos recuerda a aquel que metía ratas en su casa para acabar con los ratones. También las derechas se evaden de la realidad mediante la figuración de una mitografía obsoleta, tratando de ignorar que si vuelven a ponerse en camino con unos aventureros les impondrán su ley. Eligen y reeligen a este grupo de políticos que aparenta o quisiera ser temerario, pero que carece de valor; que es voraz, sin audacia, y malévolo, sin habilidad ni osadía. Un querer y no valer, en definitiva, sobre todo en comparación con sus enemigos y colegas de la casta; aunque, eso sí, unos y otros dedicados a disputarse cuál es más codicioso y aprovechado.

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¿Sería mucho pedir, entre tanta doblez y alienación, un poco de sensatez? Se anuncian nuevas mayorías absolutas de la derecha, porque es lo que conviene al Sistema cuando los frentepopulistas han arruinado por enésima vez a la nación, y de forma paralela se hacen declaraciones indulgentes y pringosas, o se forman reuniones, malestares, intrigas, congresos de partido entre la casta, sin saber ya muy bien quién es quién, ni con quién pacta, ni a qué pared se arrima. Pero todos esos topetazos y precipitaciones, más aún que una tramoya, parecen un entierro. Y no se entiende tal forcejeo para, por fin, acabar descubriendo quién va a tener el honor de ser el muerto, o los muertos.

Estos que a base de trompicones y por su turno se vienen empujando -a veces hacia arriba- para salvarse de caer en la fosa, debieran tener un mínimo de cortesía con la patria y, envainando la tranca, no olvidarse de apagar la luz al salir para siempre de nuestras vidas. Porque, dejándonos de mandangas, hasta que los electores del PP y de los frentepopulistas quepan todos en un taxi y sus políticos convivan al degüello en una mega cárcel, España no podrá pensar en ningún modelo de regeneración ni volver a ser una, grande y libre.

El caso es que todos ellos son parte de una inagotable confabulación contra España, que ha de ser erradicada por el bien de la verdad. Sí, es cierto que son necesarias una fe, una ley y, tal vez, un rey. Pero no una fe, una ley y un rey cualesquiera; y menos si están en manos de insolventes o delincuentes. En cuyas circunstancias es justo y lógico invitar a los ciudadanos a la desobediencia. Muchos caminos hay en la vida y algunos de ellos derechos. Que cada cual tome el que más le guste, sabiendo que si va por el torcido y embrollado se perderá en él. Y que, una vez perdido o postergado, no se queje ni lloriquee.

Autor

Jesús Aguilar Marina
Jesús Aguilar Marina
Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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