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La verdadera y genuina pandemia, nuevas tecnologías. La otra, el coronatruño, patético y falsario pretexto. Las excusas sanitarias, trolas. Pero sus efectos, dolorosamente reales. Nuestra falsa pandemia proporciona un considerable acelerón a la historia de la vigilancia y el control poblacional. Por un lado, legitima, y, sobre todo, justifica (hacer algo justo) el despliegue de herramientas de vigilancia masiva en todos los países del orbe terrestre, incluso en aquellos que habían mostrado más dudas sobre el tenebroso asunto. Con la letal 5-G ya ni les cuento. Por el otro, normaliza la transición hacia tecnologías de vigilancia subcutáneas es decir, biométricas (¿a través de la nanovacunas?), que van desde el reconocimiento facial hasta la constante toma de temperatura o presión con dispositivos en nuestro propios cuerpos.
Digitalización, inicio del transhumanismo
La sacrosanta privacidad quedará como borroso recuerdo del pasado. La intimidad, definitivamente ida. La salud, pretexto siempre utilizado. Quienes llevan destrozando y expoliando durante decenios nuestra salud apelarán a ella para no dejarnos, siquiera, tirarnos un pedo en paz. Dicotomía falaz, obvio. Poco importará. El totalitario estado policial chino, con su sistema de crédito social y que cuenta al día de hoy con 200 millones de cámaras de reconocimiento facial en «monitoreo» continuo, modelo a seguir.
Cuando escuchen «digitalización» piensen en el fin de la especie humana. La primera fase, vigilancia y control totales. Rastreo, lo llaman. Ahora nuestros milicos españoles, tan «generosos» siempre, a la vanguardia del mal, rastreando a todo cristo. Creen que con tan burdo eufemismo nos la meterán doblada del todo. Digitalización: diversas fases hacia el transhumanismo tan apetecido por las élites psicópatas (además de la androginización e inmortalidad).
Transhumanismo, presunta «evolución» de la raza humana al superar limitaciones físicas y mentales con ayuda de la ciencia y la tecnología. Se trataría de explorar las posibilidades de digitalizar la forma de ser y los pensamientos de una persona, recopilarlos y transportarlos a robots. Nanotecnología al servicio de la «extensión» de la vida humana. Biomejoramiento, otro eufemismo de las élites.
Se acumularía una amplísima base de datos que contuviese los aspectos más «relevantes» de la personalidad de un ser humano, (inteligencia artificial) a través de un software más «inteligente» que pudiera duplicar o clonar la consciencia de cualquier persona. Biotecnología, criogenia (la física de las temperaturas frías) y ciberconciencia, tres puntos clave.
Algo muy feo ha dado comienzo
Entrevemos el inicio de algo feo, muy feo. El smartphone, nuestro sepulcro. Deviene principal intermediario que nos pone en contacto con el mundo. Prácticamente la totalidad de actividades humanas se encuentra en camino de realizarse a través de una serie de variadas «aplicaciones». Y a medida que la «digitalización» se expanda, la posibilidad de una existencia privada y, sobre todo, al margen, se hará cada vez más y más difícil.
Absolutamente sojuzgados por un entorno cada día más hostil (y castigador) de nuestra privacidad, propuesta personal: renunciar definitivamente al smart. En esta guerra tenemos las de perder. Al menos, resistencia. Digital, en este caso. Les dejo con un manual para que su victoria no se produzca tan abrumadoramente. Ponérselo muy difícil, en definitiva. O imposible. En fin.
https://www.criptica.org/material/resistencia_digital.pdf
Autor
- Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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