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Considero un deber hacerle llegar a su conocimiento la gran inquietud que existe en el ejército por el avance del comunismo y la Revolución que ya está en marcha… como V.E. puede fácilmente comprobar si personalmente se informa de aquellos generales y jefes que, exentos de pasiones políticas, viven en contacto con la realidad española de hoy

 

Antes los derroteros que está tomando la actual política española y los ataques indiscriminados de los comunistas y socialistas-comunistas a la Monarquía, al Estado, al ejército, a la guardia civil y a todas las gentes de orden, a quienes tachan de “fascistas” o “franquistas”, me complace reproducir hoy la “Carta al Presidente del Gobierno Casares Quiroga”, que le envió el 23 de junio de 1936, cuando todavía pudo evitarse la sublevación del ejército, la contención de la Revolución en marcha y, por tanto, la Guerra Civil.

Por su interés, y para que los madrileños que el próximo 4-M se enfrentan a la encrucijada más importante que ha vivido Madrid en los últimos 50 años  no vayan a las urnas indecisos o miedosos. Si para los comunistas y demás ralea Franco fue un Dictador, y hasta un asesino,  para la Historia fue lo que fue: el hombre que mantuvo la paz desde la guerra a su muerte en 1975 y dejó a España en el puesto noveno de la economía mundial.

Pasen y lean y se convencerán de ello.

 

Respetado ministro: es tan grave el estado de inquietud que en el ánimo de la oficialidad parecen producir las últimas medidas militares, que contraería una grave responsabilidad y faltaría a la lealtad debida si no le hiciese presente mis impresiones sobre el momento castrense y los peligros que para la disciplina el ejército tienen la falta de interior satisfacción y el estado de inquietud moral y material que se percibe, sin palmaria exteriorización, en los cuerpos de oficiales y suboficiales. Las recientes disposiciones que reintegran el ejército a los jefes y oficiales sentenciados en Cataluña, y la más moderna de destinos antes de antigüedad y hoy dejados al arbitrio ministerial, que desde el movimiento militar de junio del 17 no se habían alterado, así como los recientes relevos, han despertado la inquietud de la gran mayoría del ejército. Las noticias de los incidentes de Alcalá de Henares con sus ante­ cedentes de provocaciones y agresiones por parte de lamentables extremistas, concatenados con el cambio de guarniciones, que produce, sin duda, un sentimiento de disgusto, desgraciada y torpemente exteriorizado, en momentos de ofuscación, que interpretado en forma de delito colectivo tuvo gravísimas consecuencias para los jefes y oficiales que en tales hechos participan, ocasionando dolor y sentimiento en la colectividad militar. Todo esto, excelentísimo señor, pone aparentemente de manifiesto la información deficiente que, acaso, en este aspecto debe llegar a V. E., o el desconocimiento que los elementos colaboradores militares pueden tener de los problemas íntimos y morales de la colectividad militar. No desearía que esta carta pudiese menoscabar el buen nombre que posean quienes en el orden militar le informen o aconsejen, que pueden pecar por ignorancia; pero sí me permito asegurar, con la responsabilidad de mi empleo y la seriedad de mi historia, que las disposiciones publicadas permiten apreciar que los informes que las motivaron se apartan de la realidad y son algunas veces contrarias a los intereses patrios, presentando el ejército bajo vuestra vista con unas características y vicios alejados de la realidad. Han sido recientemente apartados de sus mandos y destinos jefes, en su mayoría, de historial brillante y de elevado concepto en el ejército, otorgándose sus puestos, así como aquéllos de más distinción y confianza, a quienes, en general, están calificados por el noventa por ciento de sus compañeros como más pobres en virtudes. No sienten ni son más leales a las instituciones los que se acercan a adularlas y a cobrar la cuenta de serviles colaboraciones, pues los mismos se destacaron en los años pasados con dictadura y monarquía. Faltan a la verdad quienes le presentan el ejército como desafecto a la República; le engañan quienes simulan complots a la medida de sus turbias pasiones; prestan un desdichado servicio a la patria quienes disfracen la inquietud, dignidad y patriotismo de la oficialidad, haciéndoles aparecer como símbolos de conspiración y desafecto. De la falta de ecuanimidad y justicia de los poderes públicos en la administración del ejército en el año 1917, surgieron las Juntas Militares de Defensa. Hoy pudiera decirse virtualmente, en un plano anímico, que las juntas Militares están hechas.

 

Los escritos que clandestinamente aparecen con las inicia­ les de U.M.E. y U.M.R.A. son síntomas fehacientes de su existencia y heraldo de futuras luchas civiles si no se atiende a evitarlo, cosa que considera fácil con medidas de consideración, ecuanimidad y justicia. Aquel movimiento de indisciplina colectivo de 1917, motivado, en gran parte, por el favoritismo y arbitrariedad en la cuestión de destinos, fue producto en condiciones semejantes, aunque en peor grado, que las que hoy se sienten en los cuerpos del ejército. No le oculto a V.E. el peligro que encierra este estado de conciencia colectivo en los momentos presentes, en que se unen las in­ quietudes profesionales con aquellas otras de todo buen es­ pañol ante los graves problemas de la patria.

 

Apartado muchas millas de la península, no dejan de llegar hasta aquí noticias, por distintos conductos, que acusan que este estado que aquí se parecía, existe igualmente, tal vez en mayor grado, en las guarniciones peninsulares e incluso entre todas las fuerzas militares de orden público.

 

Conocedor de la disciplina, a cuyo estudio me he dedicado muchos años, puedo asegurarle que es tal el espíritu de justicia que impera en los cuadros militares, que cualquier medida de violencia no justificada produce efectos contraproducentes en la masa general de las colectividades al sentirse a merced de actuaciones anónimas y de calumniosas delaciones.

 

Considero un deber hacerle llegar a su conocimiento lo que creo una gravedad grande para la disciplina militar, que V.E. puede fácilmente comprobar si personalmente se informa de aquellos generales y jefes de cuerpo que, exentos de pasiones políticas, vivan en contacto y se preocupen de los problemas íntimos y del sentir de sus subordinados.

 

Muy atentamente le saluda su affmo. y subordinado, Francisco Franco.

Comandante Militar de Canarias

23 de junio de 1936

Por la transcripción Julio MERINO

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.