27/04/2024 10:37

Según el Doctor Marañón

EL PRESIDENTE SÁNCHEZ ES UN RESENTIDO QUE QUIERE SER PRESIDENTE DE LA III REPÚBLICA

(al precio que sea y a costa de lo que sea)

«El resentimiento va más allá que la ambición y la envidia)

o

«Auténtica entrevista falsa» con el autor de la «Teoría del Resentimiento»

Mi buen amigo, compañero y admirado Victor Márquez Reviriego, el mejor cronista parlamentario de la Transición, tuvo hace unos años la idea genial de entrevistar a grandes personajes muertos de la Historia, la Literatura y el Pensamiento y las Artes ( cansado, tal vez, de entrevistar a los vivos) y bautizó la serie como » AUTÉNTICAS ENTREVISTAS FALSAS» (al final hizo 40, desde Miguel de Cervantes a Federico García Lorca)

Pues bien, siguiendo su ejemplo, aunque no su estilo, que es muy personal, y estudiando la personalidad de Pedro Sánchez, el actual, y si no me equivoco eterno, Presidente del Gobierno, para la biografía de su vida y milagros que estoy escribiendo… (por cierto que estaba atrancado con su árbol genealógico hasta que descubrí que no, que no era el nieto del General Franquista don Antonio Castejón Hermosilla, sino bisnieto, como está demostrado en los archivos de registros familiares) se me ocurrió leer el famoso «Tiberio» de Marañón, donde expone y desarrolla su Teoría del Resentimiento, por ver si el Sr. Sánchez es o no un Resentido y por eso actúa de manera tan anómala como lo está haciendo ( y he dicho leer y en realidad es releer, porque curiosamente yo leí el «Tiberio» porque su autor, Don Gregorio Marañón Moya, tuvo el detalle de regalarme y dedicarme un ejemplar poco antes de morir, cuando intentaba salvarle la vida a la mujer de un amigo de mi pueblo en el San Carlos, de la calle Atocha de Madrid (otro día contaré esa historia)… y, claro está, antes de preguntarle ya me estaba respondiendo:

Preguntas y respuestas

Pregunta: Dr. Marañón: Unamuno dice que entre los Pecados Capitales no figura el resentimiento y, según él, es el más grave de todos, más que la ira, más que la soberbia. ¿está usted de acuerdo?

Respuesta: Es difícil definir la pasión del resentimiento. Una agresión de los otros hombres, o simplemente de la vida, en esa forma imponderable y varia que solemos llamar «mala suerte», produce en nosotros una reacción, fugaz o duradera, de dolor, de fracaso o de cualquiera de los sentimientos de inferioridad. Decimos entonces que estamos «doloridos» o «sentidos». La maravillosa aptitud del espíritu humano para eliminar los componentes desagradables de nuestra conciencia hace que, en condiciones de normalidad, el dolor o el sentimiento, al cabo de algún tiempo, se desvanezcan. En todo caso, si perduran, se convierten en resignada conformidad. Pero, otras veces, la agresión queda presa en el fondo de la conciencia, acaso inadvertida; allí dentro, incuba y fermenta su acritud; se infiltra en todo nuestro ser; y acaba siendo la rectora de nuestra conducta y de nuestras menores reacciones. Este sentimiento, que no se ha eliminado, sino que se ha retenido e incorporado a nuestra alma, es el «resentimiento».

Pregunta: Entonces, si no es un pecado ¿ qué es? ¿puede usted explicarlo para que lo entendamos?

Respuesta: El que una agresión afectiva produzca la pasajera reacción que llamamos «sentimiento» o bien el «resentimiento», no depende de la calidad de la agresión, sino de cómo es el individuo que la recibe. La misma injusticia de la vida, el mismo fracaso de una empresa, idéntico desaire de un poderoso, pueden sufrirlo varios hombres a la vez y con la misma intensidad; pero en unos causará sólo un sentimiento fugaz de depresión o de dolor; otros, quedarán resentidos para siempre. El primer problema que, por lo tanto, sugiere el estudio del resentimiento, es saber cuáles son las almas propicias y cuáles las inmunes a su agresión.

Pregunta: ¿Y quién es para usted resentido?

Respuesta: Si repasamos el material de nuestra experiencia —es decir, los hombres resentidos que hemos ido conociendo en el curso de la vida, y los que pudieron serlo porque sufrieron la misma agresión, y no lo fueron sin embargo— la conclusión surge claramente. El resentido es siempre una persona sin generosidad. Sin duda, la pasión contraria al resentimiento es la generosidad; que no hay que confundir con la capacidad para el perdón. El perdón, que es virtud y no pasión, puede ser impuesto por un imperativo moral a un alma no generosa. El que es generoso no suele tener necesidad de perdonar, porque está siempre dispuesto a comprenderlo todo; y es, por lo tanto, inaccesible a la ofensa que supone el perdón. La última raíz de la generosidad es, pues, la comprensión. Ahora bien, sólo es capaz de comprenderlo todo, el que es capaz de amarlo todo.

El resentido es, en suma, allá en el plano de las causas hondas, un ser mal dotado para el amor; y, por lo tanto, un ser de mediocre calidad moral.

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Digo precisamente «mediocre», porque la cantidad de maldad necesaria para que incube bien el resentimiento no es nunca excesiva. El hombre rigurosamente malo es sólo un malhechor; y sus posibles resentimientos se pierden en la penumbra de sus fechorías. El resentido no es necesariamente malo. Puede, incluso, ser bueno, si le es favorable la vida. Sólo ante la contrariedad y la injusticia se hace resentido; es decir, ante los trances en que se purifica el hombre de calidad moral superior. Únicamente cuando el resentimiento se acumula y envenena por completo el alma, puede expresarse por un acto criminal; y éste, se distinguirá por ser rigurosamente específico en relación con el origen del resentimiento. El resentido tiene una memoria contumaz, inaccesible al tiempo. Cuando ocurre, esta explosión agresiva del resentimiento suele ser muy tardía; existe siempre entre la ofensa y la vindicta un período muy largo de incubación. Muchas veces la respuesta agresiva del resentido no llega a ocurrir; y éste, puede acabar sus días en olor de santidad. Todo ello: su especificidad, su lenta evolución en la conciencia, su dependencia estrecha del ambiente, diferencia a la maldad del resentido de la del vulgar malhechor.

Inteligencia-Resentimiento

Pregunta: ¿Tiene alguna relación el resentimiento con la inteligencia?

Respuesta: Otros muchos rasgos caracterizan al hombre resentido. Suele tener positiva inteligencia. Casi todos los grandes resentidos son hombres bien dotados. El pobre de espíritu acepta la adversidad sin este tipo de amarga reacción. Es el inteligente el que plantea, ante cada trance adverso, el contraste entre la realidad de aquél y la dicha que cree merecer. Mas se trata, por lo común, de inteligencias no excesivas. El hombre de talento logrado se conoce, en efecto, más que por ninguna otra cosa, por su aptitud de adaptación; y, por lo tanto, nunca se considera defraudado por la vida. Ha habido, es cierto, muchos casos de hombres de inteligencia extraordinaria e incluso genios, que eran típicamente resentidos; pero el mayor contingente de éstos se recluta entre individuos con el talento necesario para todo menos para darse cuenta que el no alcanzar una categoría superior a la que han logrado, no es culpa de la hostilidad de los demás, como ellos suponen, sino de sus propios defectos.

Pregunta: Doctor, envidia, odio, resentimiento ¿ qué tienen de común o en qué se diferencian?

Respuesta: Debe anotarse que el resentimiento, aunque se parece mucho a la envidia y al odio, es diferente de los dos. La envidia y el odio son pecados de proyección estrictamente individual. Suponen siempre un duelo entre el que odia o envidia y el odiado o envidiado. El resentimiento es una pasión que tiene mucho de impersonal, de social. Quien lo causa, puede haber sido no este o aquel ser humano, sino la vida, la «suerte». La reacción del resentido no se dirige tanto contra el que pudo ser injusto o contra el que se aprovechó de la injusticia, como contra el destino. En esto reside lo que tiene de grandeza. El resentimiento se filtra en toda el alma, y se denuncia en cada acción. La envidia o el odio tienen un sitio dentro del alma, y si se extirpan, ésta puede quedar intacta. Además, el odio tiene casi siempre una respuesta rápida ante la ofensa; y el resentimiento es pasión, ya lo hemos dicho, de reacciones tardías, de larga incubación entre sus causas y sus consecuencias sociales.

Pregunta: ¿Hay alguna relación entre la timidez o la hipocresía con el resentimiento?

Respuesta: Coincide muchas veces el resentimiento con la timidez. El hombre fuerte reacciona con directa energía ante la agresión y automáticamente expulsa, como un cuerpo extraño, el agravio de su conciencia. Esta elasticidad salvadora no existe en el resentido. Muchos hombres que ofrecen la otra mejilla después de la bofetada no lo hacen por virtud, sino por disimular su cobardía; y su forzada humildad se convierte después en resentimiento. Pero, si alguna vez alcanzan a ser fuertes, con la fortaleza advenediza que da el mando social, estalla tardíamente la venganza, disfrazada hasta entonces de resignación. Por eso son tan temibles los hombres débiles —y resentidos— cuando el azar les coloca en el poder, como tantas veces ocurre en las revoluciones. He aquí también la razón de que acudan a la confusión revolucionaria tantos resentidos y jueguen en su desarrollo importante papel. Los cabecillas más crueles tienen con frecuencia antecedentes delatores de su timidez antigua y síntomas inequívocos de su actual resentimiento.

Asimismo, es muy típico de estos hombres, no sólo la incapacidad de agradecer, sino la facilidad con que transforman el favor que les hacen los demás en combustibles de su resentimiento. Hay una frase de Robespierre, trágico resentido, que no se puede leer sin escalofrío, tal es la claridad que proyecta en la psicología de la Revolución: «Sentí, desde muy temprano, la penosa esclavitud del agradecimiento». Cuando se hace el bien a un resentido, el bienhechor queda inscrito en la lista negra de su incordialidad. El resentido ronda, como animado por sordos impulsos, en torno del poderoso; le atrae y le irrita a la vez. Este doble sentimiento le ata amargamente al séquito del que manda. Por esto encontramos tantas veces al resentido en la corte de los poderosos. Y los poderosos deben saber que a su sombra crece inevitablemente, mil veces más peligroso que la envidia, el resentimiento de aquellos mismos que viven de su favor.

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Es casi siempre el resentido, cauteloso e hipócrita. Casi nunca manifiesta a los que le rodean su acidez interior. Pero debajo de su disimulo se hace, al fin, patente el resentimiento. Cada uno de sus actos, cada uno de sus pensamientos, acaba por estar transido de una indefinible acritud. Sobre todo, ninguna pasión asoma con tanta claridad como ésta a la mirada, menos dócil que la palabra y que el gesto para la cautela. En relación con su hipocresía está la afición del resentido a los anónimos. La casi totalidad de éstos los escribe, no el odio, ni el espíritu de venganza, ni la envidia, sino la mano trémula del resentimiento. Un anonimista infatigable, que pudo ser descubierto, hombre inteligente y muy resentido, declaró que al escribir cada anónimo «se le quitaba un peso de encima»; me lo contó su juez. Pero, a su vez, el resentido, sensible a la herida de sus armas predilectas, suele turbarse hasta el extremo por los anónimos de los demás.

Pregunta: Doctor Marañón ¿en qué profesión cree usted que hay más resentidos?

Respuesta: Entre los políticos, sin duda. El político siempre cree que no está en el puesto que le corresponde, que él se merece más… y por eso nunca está satisfecho. Si es Concejal, quiere ser Alcalde… Y cuando es Alcalde quiere ser Gobernador… Y cuando es Gobernador quiere ser Director General…Y cuando lo es ya quiere ser Ministro… Y luego Presidente del Gobierno… Y si lo es en un Régimen Monárquico querría ser el Rey y si lo es en una República, querrá ser sin duda, el Presidente de la Republica… Es la personalidad propia del resentido. Quizás porque en el resentimiento no hay limites ni fronteras y por ello su lema o su norte es “el fin justifica los medios” .

Pregunta: Doctor, y ahora le pido que me responda con sinceridad. Se dice que usted ha escrito el “Tiberio” donde expone su “Teoría del Resentimiento” pensando en un político muy concreto… ¿nos podría usted decir qué político le sirvió de modelo?

Respuesta: Mire usted, cuando se dice que Maquiavelo escribió “El Príncipe” tomando como modelo a Fernando Católico o a César Borgia, yo me río. El escritor es mucho más amplio que eso. Una teoría es mucho más que un individuo… aunque, naturalmente, la vida y las acciones de algunos personajes son tan curiosas que pueden transformarse en teorías…Pero, si usted lo que quiere es que le diga quién me sirvió a mi de referencia se lo digo: Don Manuel Azaña.

Pregunta: Doctor ¿Y cómo pueden frenarse las ambiciones de un político resentido?

Respuesta: No hay frenos posibles. El resentido siempre piensa que está siendo injustamente tratado y por tanto no renuncia a sus ambiciones.

Por el “invento”

Julio Merino

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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Geppeto

Una tercera República con Díaz Ayuso de presidenta? Donde hay que firmar

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