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Saossure señala que la lengua es un instrumento de comunicación de carácter social. También Ferdinand Saussure sienta las bases de la lingüística moderna, y así sabemos que la lengua tiene un carácter estructural, es un sistema en el que todos sus elementos se interrelacionan. Es una convención entre las personas que determinan cómo se pueden llamar las cosas para poder nombrarlas mejor. «¡Inteligencia dame / el nombre exacto de las cosas!» (JR. Jiménez) Es un instrumento para la comunicación, la convivencia y la paz. Lo malo es cuando se invierte su uso y termina siendo un arma de guerra como sucede hoy. Marx invirtió a Hegel, y creó su filosofía satánica. La lengua como la filosofía son susceptibles de inversión y eso es lo que hizo la izquierda. La primera mala arte que usaba, era el no explicarse bien o hacerse entender, para hacer creer al interlocutor lo ignorante que era. Cuando se cansó de esto recurrió a la neoloengua. Nunca al «román paladino». El poeta Gonzalo de Berceo (S.XIII) acuñó esta expresión en su obra, Vida de Santo Domingo de Silos: «Quiero fer un prosa en román paladino, en qual suele el pueblo fablar a su vecino». Antes que el lenguaje está la voluntad del que habla. Y los listos solo quieren hacerse entender cuando les interesaba. La falta de valores y consideraciones con el prójimo llegan a cambiar el mundo mediante la mentira. El concepto de verdad ya a nadie le interesa. El practicarla, menos. Cuando la herramienta del lenguaje se convierte en arma de guerra, simplemente nos encontramos con España.
Los griegos llegaron a considerar que el lenguaje es un arma tan formidable, que el que tiene el poder de la palabra puede dominar a los demás. Por esa razón, los sofistas lo cultivaron con especial esmero y aprendieron el arte de hacer parecer verdadero lo que es falso, y falso lo que es verdadero. Esto no ha cambiado. En casi todos los gobiernos dirigidos y/o manipulados por socialistas e izquierdistas, muchos de ellos actúan irresponsablemente, solo buscando resolver sus propios problemas e intereses. Véanse los gobiernos socialistas e izquierdista en América, Europa y Asía y se encontrarán las tres características siguientes:
El juego con los pobres y necesitados. Es el uso de la escasez y la miseria de los pueblos para justificarse, en todo lo que dicen. No en lo que hacen que es justo lo contrario. Pero el juego empieza ahí, en el lenguaje.
El único objetivo es la búsqueda y consecución del poder para detentarlo. Nunca se cansarían de él. Pensemos en el líder chino, Xi Jinping. El caso más obvio en España es el de Pedro Sánchez; lo único que le importa y por lo que dará la vida, será por seguir siendo presidente. Por detentar el poder al que nunca debió llegar. Todo lo demás que dice le importa un comino. Es simplemente usado para el último y único fin. Después si vence a la democracia que intenta destruir, hará lo mismo que Xi Jinping.
Todo lo demás lo consiguen estos individuos mediante el lenguaje. La manipulación del lenguaje que utilizan es tan importante porque va dirigida a los sentimientos del pueblo utilizando poderosos aparatos mediáticos. En este caso la compra de sus televisiones y altavoces para que cuanto expresa llegue hasta el último rincón. Una herramienta, termina siendo un arma. La comunicación subliminal, la propaganda, y todo cuando le dé buen resultado.
En sí mismo el lenguaje es una herramienta de comunicación, y como tal es de vital importancia que las palabras tengan el mismo significado para quien las emite que para quien las recibe, para que se produzca la comunicación. El que controla el lenguaje controla el poder. Por eso en el mundo de las ideas no hay arma más poderosa que cambiar el significado mismo de las palabras. He aquí una clave ejercida por los socialista y la extrema izquierda. El primero que la puso en práctica fue Zapatero. Consiguió manipular la verdad. Quien modifica las palabras modifica la mente de quien las recibe y utiliza. Y así el lenguaje como herramienta de sintonía del pensamiento se transforma en arma; en una herramienta de combate y disensión para el antojo de quien utiliza tal herramienta de poder. La palabra ya baja del poder.
Es importante escuchar a los sabios: «El cordobés Séneca nos pide mesura hasta en el sufrimiento y el belmontino Gracián nos aconseja que seamos breves. Pues bien, mesurada y brevemente, siguiendo estas dos sabias y prudentes normas, pruebo a dar mi aviso de la defensa de nuestra lengua común, el español, aquella en que a Cervantes, al decir de Unamuno, Dios le dio el Evangelio del Quijote». (…) «Pido a nuestros gobiernos un poco de dinero para esta noble causa: la defensa de nuestra herramienta de comunicación. La lengua es la más eficaz de todas las armas, ya quedó dicho, y la más rentable de todas las inversiones». Esto lo escribió Camilo José Cela, que además nos daba esta puntual recomendación: «No usemos la lengua para la guerra, y menos para la guerra de las lenguas, sino para la paz, y sobre todo para la paz entre las lenguas. De la defensa de la lengua, de todas las lenguas, sale su fortaleza, y en su cultivo literario y siempre progresivo se fundamenta su auge y su elástica y elegante vigencia».
Bien sabemos que en tiempos de Franco había plena libertad en el uso de las lenguas vernáculas, pero siempre con la preferencia del castellano o español, como lenguaje común de todos los españoles. Jamás hubo guerra en esto y siempre brilló la paz. Hablar en estas lenguas que hoy matan al castellano, resultaba gracioso. (Había orden y respeto) El idioma español era la herramienta fundamental; una de las lenguas más hermosas, poderosas y eficaces del mundo. Hoy que han trastocado todo, invertido y destrozado todo lo bueno, cambiado el significado a las palabras sin respeto a la verdad ni a nada, ni sentido común. Hoy, tenemos, y gracias a los políticos de izquierda, o «progresistas», la palabra, el idioma español, el lenguaje común que es el alma de nuestro espíritu, corrompido, descompuesto, putrefacto, al ser envenenado, tornado en arma de guerra, con la que ya podemos empezar a matarnos.
(Fin)
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