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La Hermosa Cruz de Novgorod, datada en el siglo XIV, se elevaba sobre la cúpula principal de la catedral de Santa Sofía de esa ciudad.

Fue, y sigue siendo gracias a España, una Reliquia histórica y religiosa muy venerada por la Santa Rusia y sus habitantes desde tiempo inmemorial.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el día del Corpus Christi del año 1942, los soviéticos cañonearon intencionadamente la catedral, cuya alta silueta era bien visible desde su campo. El insistente bombardeo acabó dañando gravemente el edificio y derribó la Cruz que se alzaba en su cúpula principal, quedando semidestruida.

El Kremlim de Novgorod, donde estaba ubicada la catedral, era guarnecido por el batallón español de Zapadores de la División Azul, que recogió la maltrecha Cruz, la restauraron y se la llevaron legítimamente a España (de haberse quedado allí es obvio que su destrucción habría sido total), donde presidió y tuvo culto en la capilla de la Academia de Ingenieros durante largas décadas.

La Cruz de Novgorod fue finalmente devuelta a las autoridades religiosas ortodoxas rusas, en el año 2004. La entrega se hizo lamentablemente sin ninguna contraprestación, pues hubo impropias carreras para colgarse medallas y reconocimientos. Entre ellos, el ministro socialista José Bono, siempre oportunista, que fue quien la entregó oficialmente y que dijo pomposamente en dicho acto: “No vengo a entregar esta Cruz en nombre de España, ni siquiera como ministro de defensa en nombre del Ejército español, vengo en nombre de Cristo”. Sin embargo, se olvidó de la Obra de Misericordia de enterrar a los muertos.

La Cruz de Novgorod tiene un gran valor histórico, artístico, simbólico y, en consecuencia, también económico. Pero ninguna institución española, ni a nadie, se le ocurrió pedir una justa contraprestación por su entrega, y es seguro que Rusia la habría dado muy gustosa, dada su actual estabilidad política, las buenas relaciones hispano – rusas y su creciente fervor religioso, seña de identidad de la Rusia Eterna.

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Sólo se buscaron entonces por parte española mezquinos réditos políticos y galardones personales. Bono quería su foto y la obtuvo, junto con muchos minutos en televisión, espejo de sus vanidades pasajeras que hoy nadie recuerda.

Se podía haber sido, con la devolución de la Cruz, mucho más sensible con nuestros Caídos de la División Azul, cuyos restos mortales continuaban abandonados en las estepas y bosques donde cayeron heroicamente.

Así, es oportuno recordar que cuando las tropas de la División Azul se replegaban de la cabeza del río Volkhov, un jefe de pelotón preguntó a los suyos si estaban todos, para no dejarse nadie detrás, y un divisionario le contestó: ¡No!, ¡faltan los muertos! Y allí siguen muchos, abandonados en el campo del Honor.

Se perdió una ocasión única de llegar a un acuerdo integral y definitivo con Rusia, como tiene con otras Naciones, para hacer una obra de caridad facilitando la recuperación a nuestros Héroes caídos en campaña, entre los que se encuentran 8 Caballeros Laureados de San Fernando y 28 Medallas Militares Individuales.

Autor

Guillermo Rocafort