22/11/2024 00:48
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En los primeros tiempos de mi incursión en prensa me encargaron, muy a mi pesar, la crónica rosa, y ahí pude comprobar que lo de ser humano no es algo tan común como pudiera parecer. Hice promesa de no volver en la vida a escribir sobre lo que se cuece en ese mundo, a no ser, como es en este caso, para que lo escrito sirva como un mensaje de apoyo y ternura que de otro modo nunca llegaría a su destino.

 

No creo exagerar si digo que Tamara Falcó es una persona muy querida en este país. Quizá porque, aunque desde niña esperábamos que terminara siendo estirada o vacía,  no parece serlo en absoluto. Da la impresión de ser una mujer con esos valores que por perdidos resultan ya extraños -y para algunos hasta cómicos-: una mujer que vive sin ánimo ni intención de hacer daño a nadie. Por eso cabe esperar que, a excepción de la gentuza informativa habitual, no se ceben con ella en este momento tan delicado. El problema es que la basura informativa suele cebarse con ese tipo de personas porque las considera débiles o ridículas -es mucho más fácil que admitir que quien no hace daño a nadie es moralmente superior a aquellos que viven de despellejar al prójimo-. 

Hace unos días, en El Hormiguero, declaraba la marquesa de Griñón que se sentía muy feliz, y que deseaba hacer muy feliz también a su prometido, Íñigo Onieva. Lo decía con ese entusiasmo suyo que transmite candor,  y recordando esas palabras despierta en todo el que no tenga todavía el corazón de piedra ese instinto de protección, ese impulso de amparo hacia quien sufre. Para sentirlo no son necesarias siquiera las creencias religiosas de Tamara Falcó: no hay más que ser humano. 

Contaba también Tamara Falcó que su padre la consideraba un cacharrito de hacer feliz. No se me ocurre mejor piropo para hacerle a una hija. Lo malo es que los cacharritos de hacer feliz suelen ser personas con espíritu de sacrificio y una gran capacidad de entrega, y este  tipo de persona tiene muchas veces la mala suerte de no encontrar un compañero que sepa valorarlas. 

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El asunto de la infidelidad de Íñigo Onieva lleva a pensar que, después de todo, Tamara Falcó ha sido afortunada por saber con quién estaba antes de dar el paso del matrimonio, porque aunque el concepto de indisolubilidad resulte arcaico para mucha gente no lo es en el caso de la marquesa de Griñón. En consecuencia es libre de hacer lo que está haciendo: darle a Onieva pasaporte a la Argentina antes de verse atrapada en un matrimonio infeliz. Y lo sería, seguramente, porque hay personas infieles que de repente se entregan a una relación y dejan de serlo, pero quien es desleal lo es durante toda su vida. 

He dicho antes que retomaba el asunto rosa en el caso de Tamara Falcó para hacerle llegar un mensaje de apoyo y consuelo, y me vienen a la memoria las palabras de un sacerdote jesuíta que fue para mí muy importante:

-Cuando uno se siente desgraciado todo el consuelo del mundo se resume en una frase: “Esto también pasará”.

 

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