25/11/2024 06:39
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La historia avanza de forma inexorable y nos enseña que, en política, nada hay para siempre, porque lo que ayer fue hoy puede dejar de serlo.  Lo que quiere decir que los sistemas políticos se suceden según las circunstancias lo exigen, por lo que sería ingenuo pensar que vamos a tener un mismo régimen político para siempre.  Nuestro actual sistema, como todos los demás que le han precedido, tiene su fecha de caducidad; tal es la realidad que se impone y no queda otra que rendirse ante la evidencia. Desde hace tiempo, se viene hablando del invierno de la democracia.  A pesar de toda la propaganda desplegada a su favor, cualquiera puede fácilmente ver que está perdiendo fuelle  y que no responde a las expectativas que  en ella  se habían depositado, razón  por la cual los fervores ciudadanos han ido decreciendo, hasta convertirse incluso en una especie de frustración.  Todo esto que estamos diciendo se ha vuelto a poner bien de manifiesto en las recientes elecciones italianas, celebradas el 25 de septiembre de 2022, en donde a pesar de todas las facilidades dadas, se ha registrado la mayor abstención de su historia, con el agravante de que en esta convocatoria se ha permitido acudir a las urnas a los jóvenes de 18 años.  Bueno, pues aun así, el índice de participación ha estado por debajo del 64%, solo a unos pocos peldaños por encima para no vernos obligados a plantear seriamente la validez y representatividad de la misma, esto sin hacer mención de aquellos votantes que se hayan acercado a las urnas con las narices tapadas. ¿Qué quiere decir esto? pues que la gente está cansada de la política y de los políticos, que comienzan a pensar que todos son iguales de indeseables y que van a lo que van, por lo tanto, da igual ir a votar que no ir.

Los resultados de las  reciente elecciones italianas también nos traen un mensaje  nada fácil de descifrar, porque hay cosas que no están nada claras, comenzando por la triunfadora de las mismas, de la que muy poco puede asegurarse, digamos que es una más  entre los políticos al uso y que por lo tanto se mueve en la cuerda floja de la versatilidad, por aquello de que lo que cuenta es sumar votos, vengan de donde vengan y claro está, para contentar a todos es preciso utilizar muchos  y variados registros. Es por esto por lo que Palano, con bastante razón, ha podido decir que: «Nadie en Europa (pero ni siquiera en Italia) sabe si Giorgia Meloni, como primera ministra, se parecerá más a la responsable, europeísta, atlantista, de los últimos meses, o la antisistema, eurocrítica y soberanista, de los diez años anteriores»

 La victoria de Meloni bien pudiera significar el fin del antifascismo italiano, pero no es nada seguro que con ella Italia retorne a un pasado fascista, sobre todo si tomamos en cuenta sus últimas declaraciones. Su ideario político parece haber quedado reflejado en aquellas palabras que pronunciara el 13 de junio del 22 en Marbella, donde en un mitin organizado por Vox, con motivo de las elecciones andaluzas, pudimos escuchar de su boca: «No hay mediaciones posibles, se dice sí o no. Sí a la familia natural, no al lobby LGTB; sí a la identidad sexual, no a la ideología de género; sí a la cultura de la vida, no al abismo de la muerte; sí a la universalidad de la cruz, no a la violencia islámica; sí a fronteras seguras, no a la inmigración masiva». Mucho bla, bla, bla… pero luego vaya usted a saber si de lo dicho no hay nada.  Estamos tan acostumbrados a este circo político… Seguramente que una buena parte de los que han votado a la Sra. Meloni tienen sus recelos; son gente decepcionada, que perdidas ya todas las esperanzas no sabe ya qué hacer y por si acaso votan a un nuevo personaje que aparece en escena, con la posibilidad remota de que sea diferente del resto de los gobernantes que la han precedido. Exactamente lo que sucede en otros países de Europa. ¿O es que acaso en España, en Francia, en Alemania, etc. no pasa lo mismo? ¿Quién es tan ingenuo que después de lo que ha caído,  se presta a creer en la inocencia de los políticos?    

 Es cierto que por pura visceralidad todavía existe un clientelismo político fiel, pero también lo es que cada vez son más, sobre todo entre los jóvenes, que pasan olímpicamente de la consigna propagandística de que hay que ir a votar y si se acercan a las urnas lo hacen con poca convicción. “Si hay que ir, se va”, porque socialmente está bien visto o porque la esperanza es lo último que se pierde y hay quien sigue esperando el milagro de que alguna vez se acierte, como quien juega a la ruleta y una vez apuesta por este número y otra vez por aquel otro. En fin, que nos encontramos en situación de pura emergencia y así iremos tirando hasta que el cuerpo aguante, pero yo estoy convencido de que ha de llegar el momento en que nos veamos obligados a salir de esta provisionalidad en que ahora nos encontramos y Dios quiera que sea más bien pronto que tarde.  

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 El resultado de las recientes elecciones italianos está siendo motivo de inquietud para la Unión Europea y no menos para los promotores del Nuevo Orden Mundial (NOM), que tiene ya marcado su hoja de ruta en la Agenda del año 2030. Por lo que respecta a Europa, es evidente que lo que suceda en un país tan relevante como Italia va a tener repercusión en el Viejo Continente que, dicho sea de paso, no está viviendo los mejores de su historia:  crisis energética, inflación incontrolada, una guerra que se prolonga peligrosamente, etc. Si con enormes dificultades va sorteando malamente los escollos provenientes de fuera, qué será si a ello se une el agravamiento de la crisis interna. Es como para echase a temblar ¿No?, pues esto es precisamente lo que está pasando.  Repasando la actualidad política vemos como los analistas políticos insisten en que los dirigentes europeos están preocupados, alguno incluso va más allá y dice que están asustados por lo que se les viene encima. No es para menos. Falta ahora por ver si el dinero de Bruselas puede ser capaz de remediar la situación y ser un argumento lo suficientemente convincente como para unir voluntades y suscitar adhesiones. De momento lo que se puede decir es que se han encendido las alarmas y se piensa que la grieta que Europa tenía abierta con Polonia y Hungría no solo va a permanecer ahí, sino que corre el peligro de ensancharse y llegar a otros países, lo cual podría significar el comienzo del fin. Todo está por ver, de lo que hoy podemos hablar es de que la llegada al gobierno italiano de Giorgia Meloni ha traído más incertidumbre de la que ya había.  Su triunfo es así mismo una mala noticia para Gates, Soros y los suyos, que van a tener que remar duro si no quieren ver naufragar su proyecto globalista. Es previsible que a partir de ahora les sea más difícil manejar los hilos entre bambalinas, porque alguien se va encargar de  sacar a la luz lo que ellos  tratan de ocultar.

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    Como suele suceder en política, lo que para unos  es motivo de preocupación para otros lo es de esperanza, tal es el caso de no pocas formaciones políticas repartidas por la geografía europea que han celebrado el triunfo del partido “ Los hermanos de Italia “ como si fuera  el suyo propio  en este contexto hay que situar las declaraciones de  Abascal, asegurando que con lo que acaba de pasar:  “Italia marca el camino de una nueva” Frase que a mí  personalmente me suena muy bien porque es casi imposible llegar a estar peor de lo que actualmente estamos

Autor

Angel Gutierrez Sanz
Angel Gutierrez Sanz
Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, habiendo obtenido la máxima calificación de “Sobresaliente cum laude”. Catedrático de esta misma asignatura, actualmente jubilado. Ha simultaneado la docencia con trabajos de investigación, fruto de los cuales han sido la publicación de varios libros y numerosos artículos. Sigue comprometido con el mundo de la cultura a través de la publicación de sus escritos e impartiendo conferencias en foros de interés cultural, como puede ser el Ateneo de Madrid. Su próxima obra en la que lleva trabajando bastante tiempo será “El Humanismo cristiano en el contexto de una Antropología General".