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Ha muerto CARMEN SEVILA… Carmen de España, Carmen García Galisteo. Y siento la necesidad de escribir algo de quien toda mi generación estuvo enamorada. Cuando la conocí personalmente, el 29 de junio de 1959 –hoy se cumplen exactamente sesenta y cuatro años– era una chica maravillosa de veintiocho años –yo, treinta y uno cumplidos el mes anterior–, tenía dos años y medio menos que yo.
La había ido a recoger al aeropuerto de Rancho Boyeros (La Habana) pues su viaje a Cuba la había organizado nuestra empresa –la Agencia Teatral “JORGIL”– que habíamos fundado con mi amigo Jorge Espinosa hacía unos meses.
La Historia es muy simple. Los dos habíamos estudiado en el mismo colegio y manteníamos una gran amistad, aunque éramos diametralmente opuestos… con lo que digo todo. Hacía tiempo que teníamos pensado crear una empresa juntos y, cierto día de principios de 1959, tomando una cerveza en el bar de ARTE Y CINEMA LA RAMPA, muy cerca de donde vivíamos ambos, me dijo: Ya tengo un proposición. Se gana mucho dinero representando artistas de fama mundial y nosotros podemos hacerlo.
Él era muy amigo de RODNEY (Roderico Neira) o sea, del genial coreógrafo que había hecho mundialmente TROPICANA, y cuando íbamos allí nos invitaba a su mesa.
Le había dicho a Jorge, si quieres puedo poneros en bandeja desde Nat King Cole hasta todas las nuevas estrellas… Por otra parte. yo era amigo de Marcote,– Delegado
de CIFESA para América– que tenía por oficina en lo que llamábamos Corea –donde estaban todas las distribuidoras de películas–, en el que solo ocupaba la mitad y ponía a nuestra disposición, gratis, el resto. Y nació ―Jorgil‖.
―¿Por quién empezamos?‖, me preguntó Jorge. No lo dudé: por Carmen Sevilla.
Su ―dueño‖ era ―LUVI‖ (Luis Sanz y Vicente Prieto). Nos pusimos en contacto con ellos y se mostraron encantados de que preparásemos el viaje de Carmen y los contratos que pudiéramos… Lo hice personalmente, pasando casi una semana sin dormir.
Mientras tanto, Fidel iba avanzando en su plan y el P. Amando Llorente, –mi director espiritual en la ACU– me sugirió largarme cuanto antes de Cuba. Yo había notado que me seguían y me saqué el billete de regreso a España en el trasatlántico portugués, ―Santa María‖ el que años después secuestró Galvao, (me encantan los viajes por mar).
Llevé a Carmen al Hilton y, luego, a recorrer y conocer la Habana, A media tarde le dije: Me vas a disculpar que te deje un par de horas en el hotel, luego continuaremos. Yo tenía un apartamento en el Vedado, a unas pocas manzanas del Hilton, y a cien metros una iglesia servida por dominicos. Entonces, el día de san Pedro era de precepto y como no había podido ir a misa por la mañana, fui por la tarde.
C armen, con el arte que tienen las mujeres, me sacó la causa de haberla dejado y cuando se enteró que había sido para ir a misa, me respondió: ―¿Y por qué no me lo dijiste? A mí, con el viaje, se me había olvidado qué día es hoy. No sabes cuánto lo lamento pues no me gusta perder la misa los días de precepto‖.
–Lo siento, le respondí, pero no conocía tú modo de pensar… Pasé con ella con su madre y con Pepe Vaquero, –su representante, y también de Lola Flores y otros artistas españoles—una semana y como ya estaba todo bien atado les avisé que en un par de días regresaba a España. Pepe, luego aparte, me dijo, no lo esperábamos, le has dado un disgusto a Carmen, pues te ha cogido un gran afecto y creo que le haces tilín… ―Lo siento –le dije– pero mi novia me espera. y ella también tiene novio‖. Nos casamos cuatro meses después en el Pilar, donde también ella celebró su boda dos años después con Algueró.
Yo le ponía –además de ayudarle a redactarlos entre risas– los cablegramas que le enviaba pues hablar por teléfono con España, era una ruina; yo lo sabía por propia experiencia. Su novio era un ingeniero cuyo nombre, obviamente, omito. No llegó a buen fin como me lo había intuido…
Siento como una deuda dedicarle un pequeño homenaje a esta maravillosa mujer que dejó siempre muy alto el nombre de la mujer española con su simpatía, su dignidad, su belleza, su embelesadora sonrisa y, sobre todo, su calidad humana, de española y católica convencida y de lo que siempre se mostró orgullosa y confesó valientemente. He de confesar que, aunque antes de conocerla ya la admiraba y sentía por ella lo que toda mi generación, al tratarla personalmente me cautivó aún más.
Era la sencillez en persona y tratar con ella era como haber vivido siempre en su entorno. Recuerdo que recorriendo en el coche los barrios de La Habana, en los momentos de silencio, se ponía a cantar como si susurrara, admirando la ciudad que le encantó desde el primer momento. Yo tenía la ventaja de conocerla bien, Allí había sacado los dos bachilleratos, el doctorado en filosofía, e iniciado la ingeniería, Recorrimos todo lo que valía la pena desde el interminable malecón –que se prolongaba con los nuevos barrios hasta Barlovento, –hoy creo que lo llaman Hemingway por haber vivido allí el famoso escritor del ―Viejo y el Mar‖–, visitamos el Vedado, Miramar, el County Club, la Víbora, etc.
La última vez que vi a Carmen fue cuando siendo Director Gerente de Industrias Relax de Zaragoza –viví allí doce años de lunes a viernes, en el hotel Rey Alfonso— y ella actuó en el hotel del Casino de la ciudad. Fue al final de la década de los ochenta cuando vi anunciada su actuación y ese viernes avisé a mi mujer que regresaría el sábado, pues esa noche dormiría en el Casino, para poder ver a Carmen y
a Pepe Vaquero. Después de su actuación, nos reunimos los tres en la habitación de Carmen y, una vez más, recordamos y vivimos los viejos tiempos en la Isla, arruinada por Fidel.
Como lo hago siempre –y diariamente– por todos mis amigos, he rezado durante estos sesenta y cuatro años por Carmen y Pepe Vaquero –éste hace quince años que murió—. He sentido pena por ella estos sus últimos años de Alzheimer y siento hoy profundamente su ausencia definitiva. Que Dios la haya juzgado como buen padre.
Autor
- GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.
Gracias por compartir este bonito testimonio
Me parece muy bien porque sobre gustos no hay nada escrito. Y supongo que el mismo derecho tendremos otros españoles ( españolísimos ) a detestar a las folclóricas y sus ridículas películas, a lamentar que en aquellos tiempos en los que había directores, guionistas y actores de campeonato, la mayoría de las película se orientasen a la crítica social, las comedietas de pícaros y al folclore flamenco – o similar – sin apenas rozar el de otras regiones de España ( unas pocas pelis en las que sale una sardana, una suelta con una muñeira… ) y con apenas películas históricas – grandes, ni una – o adaptaciones literarias lujosas. Pues no. No hay más que consultar la hemeroteca para maravillarse de la vida teatral gloriosa, obras y obras de todos los países, épocas, autores y temática, pero el cine… lo de siempre. Y, francamente, ver un «Don Juan» que resulta ser una parodia de Fernandel con Carmen Sevilla haciendo el canelo ( ¡flamenco en el siglo XVI ) o una adaptación de «La moza de cántaro»… para que se exhibiese Paquita Rico, es deplorable. Se desperdició la ocasión de crear un cine con enjundia, que marcase de verdad, aunque el número de películas hubiera sido inferior. Carmen Sevilla ( y Lola flores y Paquita Rico ) NO representaron a «la mujer español» más que a la del topicazo ( no sé si representarían a la «mujer andaluza» ), y no hay una sola de las mujeres de mi familia de todas las generaciones que se identifique mínimamente con ellas ni que se sienta representada. Después, cada vez que se cruza la frontera, la misma cantinela: «Ahí va, si no pareces española…» ¡Claro que lo parezco! Pero no a la idea que hemos dado. Dicho queda.