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Continúo con el Proceso de Berna.

El juez se ve en la obligación de poner en libertad a los acusados, de citar a otro experto y a otros testigos y de aplazar nuevamente el proceso.

El teniente coronel retirado Ulrich Fleischhauer, es citado como experto en 1934 y  la defensa presenta 40 testigos. El 15 de enero de 1935 presenta su informe de peritaje (416 páginas)) en las que demuestra que los judíos y sus testigos,  no tienen una sola prueba válida de la falsificación de los Protocolos.

Pero el juez, influido por los sionistas priva a la defensa de una argumentación detallada y, sin motivo, se niega a citar a los cuarenta testigos. Y  en la tercera audiencia, los peritos de la Judería defienden, sin reservas la tesis de la falsificación:

Fleischhauer, refuta el informe de los otros dos peritos suizos y demuestra que la ex-princesa (testigo clave de  los judíos) era una intrigante notoria y una aventurera condenada por el tribunal del Cabo  que si se libró ser condenada a muerte, por alta traición lo debió a la intervención del embajador francés.

. El juez de Berna no tuvo en cuenta la exposición de Fleischhauer y trató su peritaje de «tejido de lucubraciones dictadas por su  parti-pris antijudío.”

El 14 de mayo de 1935 el juez Meyer dicta sentencia y condena a los acusados S. Schnell y Teodoro los Protocolos son una falsificación y un plagio y caen bajo el peso del artículo 14 de la ley.» (Sentencia carente de sentido)

La Judería exulta de gozo; han conseguido lo que pretendían. Un tribunal suizo ha estigmatizado oficialmente la falsificación de los Protocolos.

Schnell y Fischer recurren al Tribunal de casación. El asunto se ve el 27 de octubre de 1937 en la Sala de del Tribunal de Apelación de Berna. La defensa solicita, la casación del juicio y el envío del asunto ante el Tribunal de primera instancia y, la absolución pura y simple de los acusados.

 

El recurso de casación es admitido, pues el juez no había utilizado taquígrafos juramentados sino taquígrafos privados, a sueldo de los querellantes judíos (violando de ese modo el reglamento de procedimiento) para la redacción del acta de la declaración de los testigos y, había omitido el exigir la firma de los testigos. Se alega, además, otro motivo suplementario de casación: la sentencia debe ser anulada: ninguno de los documentos presentados por el perito Loosli y obtenidos del gobierno soviético había sido legalizado, ni certificado ser conforme al original. Y tampoco lo estaban las traducciones hechas por el procurador Dr. Lifschitz de Berna que, presentaban contrasentidos y omisiones. El propio Procurador tuvo que admitir estas faltas en el procedimiento. A pesar de todo, el Tribunal rechaza el recurso de casación declarando que no había habido vicio de forma reprensible, por lo que la revisión del costoso proceso era superflua.

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El 1º de noviembre de 1937 se dicta sentencia y los dos acusados son absueltos. Fisher es condenado, únicamente, a una multa por su artículo periodístico: «Señoritas suizas, no os fiéis de los sátiros judíos».

En los considerandos de la sentencia el Presidente Peter demuestra que “la ley sobre los escritos subversivos no prevé una orden de peritaje” y que “no tenía que haber sido ordenada”. El juez del tribunal de primera instancia “debía simplemente decidir si el texto del folleto violaba la ley o no, pero no si era auténtica o no”.

El folleto, además, “no podía ser calificado de escrito subversivo porque no había ningún carácter inmoral y no excitaba al crimen”.

El proceso había durado cuatro años utilizando documentos no legalizados, de traducciones erróneas y peritajes ten Gracias a un juez marxista, la Judería consiguió, en primera instancia, abusando de una ley no aplicable al caso, hacer declarar que los Protocolos estaban falsificados. Pero el triunfo no duró: el Tribunal de Apelación anuló el juicio.

Pero la judería siguió erre que erre afirmando: “Es cierto que Schell ha sido absuelto, ya que la ley sobre escritos subversivos no era aplicable, pero la falsificación de los Protocolos ha sido reconocida por la Justicia.

Lo importante para ellos era tener algo en que basarse para poder manipular a su antojo la información y la realidad. Este proceder es una prueba de la autenticidad de los Protocolos ya que esa conducta se ajusta perfectamente al texto de los mismos, como podrán comprobarlo leyéndolos atentamente y, sobre todo, estudiándolos a fondo.

La Judería había comprendido perfectamente lo peligroso que era para el desarrollo de los planes de dominio Universal el que fueran conocidos por la publicación de los Protocolos y que la única vía posible era tratar de convencer a la gente de que se trataba de una falsificación, de una patraña urdida para desprestigiar a los judíos y había que lograrlo de cualquier modo y el mejor era una sentencia judicial. Pero les salió el tiro por la culata.

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No solamente no lograron probar que era una falsificación sino, todo lo contrario, sirvió para demostrar que no podían presentar el menor documento, “ni un solo testigo fiable que demostrara su tesis”.

          Por otra parte, es fácil probar que los planteamientos fundamentales y hasta en sus detalles, SE AJUSTAN A LA DOCTRINA Y ENSEÑANZAS DE LOS LIBROS DEL TALMUD Y DE LA KABALA.

Y hasta los propios judíos, que no comulgan con esas enseñanzas, reconocen que los Protocolos son la quinta esencia del sentir judío talmúdico y cabalístico. Es más, se atreven a afirmar que únicamente de una “mente judía” podía salir un texto con las características del famoso libro.

Repito lo ya dicho. Han pasado noventa años justos desde el inicio del proceso y en estos dieciocho lustros no han sido capaces de añadir una prueba más en favor de su teoría lo que demuestra que los PROTOCOLOS  de los Sabios de Sión, son perfectamente autentico sor más que con el dominio de los medios de comunicación  de las Escuelas y Universidades hayan popularizado la idea de la FALSIFICACIÓN: En mi libro «LA PIEDRA ROSETA DE LA CIENCIA POLÍTICICA” encontrarán glosada es realdad.  Por otra parte, se convencerán de que si tuvieran razón “ellos” habría que reconocer que el falsificador,  además de “genio”, sería un nuevo “Elías”, profeta insuperable.

Autor

Gil De la Pisa
Gil De la Pisa
GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.