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Entre las injuriosas declaraciones contra los militares retirados firmantes de las cartas al Rey, que desde nuestro amor a España y sin vulnerar ningún precepto legal hemos intentado alertar a la sociedad española para que rescate a la Patria de su actual postración institucional, política, económica y sanitaria, figuran las del ya exjefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), General del Aire Miguel Angel Villarroya Vilalta que, en un servil ejercicio de obediencia mal entendida, ha compartido opiniones políticas incompatibles con su profesión y cargo.

En un irresponsable ejercicio de locuacidad digno de mejor causa, el personaje en cuestión ha arremetido solamente contra los militares retirados firmantes de las cartas al Rey sobre los que no le corresponde autoridad alguna, respetando a los firmantes civiles en clara discriminación contra los primeros indicadora de un rencor tan improcedente como incomprensible.

Con un inconfundible y egoísta espíritu de conservación, el sujeto de marras se ha vacunado contra la Covid-19, amparado en un protocolo al margen del aprobado por el Ministerio de Sanidad, sin informar previamente a la Ministra de Defensa que se ha enterado del asunto por los medios de comunicación, al tiempo que se ha suspendido la vacunación en el Hospital Central de la Defensa «Gómez Ulla» por falta de vacunas, concitando con ello el malestar y la repulsa de colectivos políticos, civiles y militares.

La actuación de este elemento constituye una afrenta a los imperativos éticos y de conducta proclamados por las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas, como su disposición permanente para defender a España, incluso con la entrega de la vida cuando fuera necesario, primer y más fundamental deber de todo militar del que existen numerosos ejemplos, su constante deseo de ser empleado en las ocasiones de mayor riesgo y fatiga, el respeto a las personas y al bien común, la preocupación constante velar por la protección y seguridad del personal a sus órdenes, o el trato al militar retirado con el respeto y consideración que merecen su dedicación y servicios prestados, guardando las muestras de compañerismo y cortesía pertinentes…

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En el improbable caso de que en la hoja de servicios de este individuo, figure su valor como «acreditado», como en el más probable de «se le supone», parece que las circunstancias de su vacunación aconsejan el oportuno cambio de calificación en consonancia con su actuación al respecto.

La carencia de representatividad del colectivo castrense que el interfecto nos atribuye es totalmente extemporánea puesto que nunca la hemos invocado, agregando que dañamos la imagen de las Fuerzas Armadas y confundimos a la opinión pública, sin expresar motivos, circunstancias y detalles de tales acciones, es decir que acusa por el mero hecho de acusar: cualquier abogado que actúe de la misma forma es preferible que se dedique a otra cosa antes que morir de hambre ejerciendo la abogacía.

Esta sabandija declara igualmente que, las nuestras, son opiniones de ciudadanos particulares, por otra parte con todo derecho a expresar lo que consideremos oportuno: es evidente que su incomprensible berrinche le ha provocado un cruce de cables que le ha impedido expresarse coherentemente, ya que si somos ciudadanos particulares con todo derecho a expresar lo que consideremos oportuno, su agresiva actitud hacia nosotros carece de toda lógica.

Este gratuito fiscal de causas perdidas menciona asimismo la Constitución como «la norma que los militares hemos jurado o prometido defender, que inspira todas las actuaciones y exige el compromiso de neutralidad política de las Fuerzas Armadas», es decir que nos asigna el papel de militares en situación de actividad o reserva sujetos por tanto a la limitación de derechos civiles, falsa afirmación huérfana del propio ejemplo que demanda consiguientemente una buena dosis de seriedad y coherencia.

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El colofón de tamaños desatinos lo pone el B.O.E de hoy, miércoles 27/01/2021, con la publicación del cese de este renegado previa solicitud del mismo a la ministra de Defensa que lo ha aceptado de inmediato, apoyado en «preservar la imagen de las Fuerzas Armadas y en su honesta actuación dominada por el espíritu de servicio y amor a España», asegurando que «siempre se ha esforzado en servir de ejemplo a sus subordinados y en hacer lo correcto», lo que revela una conciencia elástica que estira y encoge a su conveniencia, a la par que unos hechos que desmintiendo sus afirmaciones, le inhabilitan para dar lecciones de moral y ética y acreditan más como representante de los ejércitos enemigos que de los españoles.

Tanta paz lleve como descanso deja.

Autor

REDACCIÓN