15/05/2024 19:00
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No consigo entenderlo. Gabriel Tortella, nacido en 1936, catedrático emérito de Economía e historiador, sigue lavando la cara al marxismo criminal. En su artículo de hoy en El Mundo califica a Marx de “gran pensador” pero no señala que fue un pensador para el mal. Marx, hasta su muerte, siguió manteniendo lo que proponía en el Manifiesto Comunista de 1848 “derrocar por la violencia el orden social existente”, principio que han seguido aplicando los marxistas en la treintena de gobiernos que en el mundo ha habido, o sigue habiendo. Lo grave es que no se trata de una “violencia menor” ya que sus cien millones de muertos son una cifra mucho mayor, entre cinco y diez veces, que la que causó el régimen nazi.

Tampoco cabe eludir el hecho de que Marx propugnó la dictadura del proletariado, aunque se esforzó en no declararlo por escrito casi nunca, si bien Lenin, talvez el mejor intérprete de Marx, en su libro “El Estado y la Revolución” señala que la clave esencial del marxismo no es la lucha de clases sino la dictadura del proletariado

Por ello, a estas alturas del siglo XXI, debería ser repudiado todo elogio, comprensión o reconocimiento del pensamiento violento y criminal que Marx y Engels elaboraron y siguieron promoviendo hasta el final de sus días. Esas actitudes son tan condenables como las de quienes señalaran que muchas de las grandes autopistas de Alemania fueron obra de Hitler, pero no condenaran a la vez sus crímenes y sus campos de concentración.

Limitarse a exaltar, como hace Tortella, que “Marx mostró cómo esos mismos intereses económicos moldean la conducta y el pensamiento humanos” es impreciso e inapropiado. Marx no dijo que “moldeaban” sino que “determinaban” la conducta y el pensamiento humano. En 1846 en “La ideología alemana”, Marx decía que “Lo que los individuos son depende… de las condiciones materiales de producción… condiciones… independientes de su voluntad”. De ahí la proclama revolucionaria marxista de “la eliminación despótica de la propiedad”, que se ha realizado, y se sigue realizando, sangrientamente, en nombre del pensamiento marxista, con la falsa justificación de que toda propiedad privada de medios de producción es y será siempre una fuente de explotación para los trabajadores.

Dentro de su lavado de cara del marxismo añade Tortella que “Yo creo que Marx se dio cuenta de que su teoría económica tenía graves defectos que no supo corregir” y que “tuvo que advertir que sus apocalípticas profecías acerca del derrumbamiento del capitalismo no tenían visos de cumplirse”. Parece que Tortella no se da cuenta de que todo ello es tanto como decir que Marx no fue inconsciente de las falsedades de su pensamiento, lo que agravaría su responsabilidad al promover la violencia revolucionaria y sus sangrientas consecuencias.

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Señala a continuación que “poco después de la muerte de Marx se produjo la escisión socialdemócrata (reforma frente a revolución), que a la larga fue la que triunfó”, lo cual es una forma muy suave de decir lo que pasó. La realidad fue que el marxismo tras la muerte de Marx (1883) y de Engels (1895) siguió siendo el gran inspirador de la llamada entonces “socialdemocracia”, a pesar de los esfuerzos de Eduard Bernstein, al cual Marx y Engels persiguieron ferozmente. Las hoy conocidas como socialdemocracias europeas, que repudian las tesis marxistas, no triunfaron hasta después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el 15 de noviembre de 1959, el Partido Socialdemócrata alemán, en su famoso congreso de Bad Godesberg, declaró que el partido no era incompatible con la economía de mercado ni con la propiedad privada y abandonó formalmente el marxismo.

En el caso de España se tardó en llegar a ese punto. El PSOE se proclamaba, desde su fundación en 1879, como partido revolucionario marxista. No abandonó ese ideario hasta que Felipe Gonzalez en 1979, lo exigió como requisito para aceptar el cargo de Secretario General. Al respecto Tortella escribe “Así se puso fin a la peligrosa ambigüedad de un partido que había venido siendo a la vez reformista y revolucionario”, lo cual viene ser una confesión de que el reformismo es incompatible con el marxismo, que siempre es revolucionario, es decir violento, y por tanto criminal.

No creo que actualmente Gabriel Tortella aplauda al marxismo, pero parece que, como muchos otros pensadores marxistas, sigue preso del síndrome de Estocolmo y que le cuesta condenar con firmeza la ideología que apoyó durante mucho tiempo. Se equivoca. No hay nada más honroso que reconocer las realidades. Por otra parte, hacerlo es socialmente muy conveniente en nuestra España para promover la derogación inmediata de las venenosas y sesgadas leyes de Memoria Histórica y Democrática, que quieren hacernos creer que el marxismo del lado rojo fue un “santo” frente al “criminal” conservador del lado azul, de nuestra trágica y lamentable Guerra Civil. Cuanto más rápida, amplia y profundamente se reconozca que el marxismo es una ideología criminal tanto mejor será para caminar hacia la convivencia democrática que propugna nuestra Constitucion.

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Enrique Miguel Sánchez Motos
Administrador Civil del Estado.
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