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Ayer el gobierno que padecemos acordó un nuevo estado de alarma.
Su duración máxima, según la Constitución, es de quince días (art. 116), pasados los cuales la declaración de una prórroga del mismo debe ser adoptada por el Congreso de los Diputados, y no por el gobierno…, pese a lo cual ya nos anuncia que quiere prorrogarlo hasta el 9 de mayo de 2021.
¿Y por qué no hasta el final de la legislatura, e incluso hasta el fin del mundo?
Vivimos, por si ustedes todavía no se han enterado, en una dictadura, y estamos en las manos –más bien en las garras-, de Pedro Sánchez y de su Rasputín particular, Pablo Iglesias.
Por si no lo saben, durante el Estado de Alarma, el gobierno tiene plenos poderes para hacer lo que le dé la gana, sin contar con nada ni con nadie.
Es decir, a nosotros nos dicen que nos cerremos en nuestras casas, pero ellos siguen campando y viviendo a sus anchas, y haciendo lo que les da la gana.
¿Es normal que el dictador se haya pasado todo el mes de agosto disfrutando unas excelentes vacaciones, por cuenta nuestra, usando y abusando de dependencias gubernamentales y hasta de la Casa Real…?
La Constitución no prevé -como tampoco la ley orgánica 4/1981, de 1 de junio, de los estados de alarma, excepción y sitio- (BOE de 5 de junio), que las competencias se ejerzan por las comunidades autónomas, actuando el gobierno como primus inter pares, al igual que sucede en los estados federales, por ejemplo, si bien es cierto que el artículo séptimo dice que:
“A los efectos del estado de alarma la Autoridad competente será el Gobierno o, por delegación de éste, el Presidente de la Comunidad Autónoma cuando la declaración afecte exclusivamente a todo o parte del territorio de una Comunidad”.
Ergo, en sentido contrario, es decir cuando la pandemia –en este caso- afecte a todo el territorio nacional, es el gobierno quien debe gobernar, que para eso cobran, y tenemos nada menos ¡que 23 ministerios!, en lugar de lavarse las manos como Pilatos, y dejar todo el zancocho en manos de las autonomías, que obviamente actuarán con una total descoordinación, falta de criterios generales, normas únicas, etc., generando un auténtico zafarrancho de combate, en el que cada cual busca solo su propio interés.
Pues eso es lo que quiere el dictador.
Dedicarse a mirarse al espejo a todas horas, para ver lo guapo y alto que es, y pasar de todo.
Pero, eso sí, castigarnos a todas horas con sus interminables alocuciones televisivas, al estilo del “Aló Presidente” de Nicolás Maduro…
¡Y es que, hasta en las formas, se asemejan cada vez más a la dictadura bolivariana venezolana!
Que Dios nos coja confesados a todos, ante la que se avecina.
Solo me resta añadir: señores votantes de la PSOE y de PODEMOS, ¡disfruten de lo votado!
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