19/09/2024 18:38
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Ha salido un editorial panegírico en la Gaceta de la Iberosfera sobre VOX al que no le quito razón en muchas cosas. A VOX lo han matado muchas veces, seis, dice el editorial, pero VOX sigue vivo por la firme voluntad de estarlo. El problema es que se suicide por soberbia, cobardía, desconfianza y tontería.

VOX era una buena idea, incluso un movimiento social, antes de que se dedicara como partido a pegarse tiros en los pies. Y sigue siendo una buena idea, aunque maltrecha por la estupidez de algunos.

Y que conste que yo creo que yendo a un buen traumatólogo que saje, depure, cosa y suelde, y con un periodo de restablecimiento, podríamos tener VOX para rato. Simplemente, porque es un gigante de hierro al que un montón de mediocres le han hecho los pies fosfatina a base de deshacer las bases y los muros de carga. Mediocres… e inútiles. Y con menos vista que un morlaco, que dicen que son miopes y solo ven lo que se mueve si es de color vistoso.

Analicemos los muros. El problema de un proyecto es que se debe percibir una coherencia entre el mensaje y los hechos. Entre lo que se promete a la sociedad y lo que se aplica a nivel interno. Está bien predicar que se va a dar trigo, pero que el trigo se vea donde se gobierna. Prédicas no sé si hay en el interior de los muros de Bambú, pero trigo, me dicen que ni un grano.

Si VOX predica libertad, debe dar algo de ese trigo de libertad a nivel interno. Y si VOX defiende la transparencia, debe demostrar transparencia. Y si se presenta como el garante de la democracia, qué menos que respetar los escasos cauces de democracia interna que quedaban antes de la última siega. Si dice escuchar y llevar la voz del pueblo, que al menos empiece por escuchar a su gente.

Transparencia. Diego de León, Nicasio Gallego, Bambú… se ha ido perdiendo transparencia a medida que se perdían escaparates. Nunca hubo demasiada. Pero es que Bambú es un castillo sin saeteras rodeado de bruma artificial. Que yo no digo que haya que dar información al enemigo y cuartos al pregonero, pero me cuentan que se ha llegado a una desconfianza rayana en lo patológico. Incluso con los de la casa. Sobre todo con los de casa.

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Muchos que se montaron en lo que creyeron velero con rumbo fijo, se ven hoy navegando en un barco que no saben a dónde va, porque no hay explicación sobre las razones de muchas de las decisiones que se toman desde las murallas brumosas de Bambú. Y claro, de un barco a la deriva solo dan ganas de saltar. Si tienes que hacer algo que consideras ridículo, o sin sentido, al menos que te expliquen las razones, dicen los marineros de ese velero que aparenta ir a la deriva.

Los hay que se montaron ya en un crucero con billete de travesía al acta de diputado. Y a lo mejor ir sin rumbo es menos angustioso en un trasatlántico mientras funcionen las cocinas y la sala de máquinas.

Y no les hablo hoy sobre la falta de transparencia en las elecciones provinciales. Algo ya ha contado la prensa. Al que no se fía de Pedro Sánchez porque le pillaron con las manos en la masa “papeletera” de las urnas detrás de un biombo, pocas ganas le dan de fiarse de un partido cuyo proceso interno es menos transparente que las gafas de Rompetechos. Otro día hablamos de eso.

La última Asamblea General, un viernes por la mañana. Y al decir de la militancia, sin avisar. Como si en vez de una Asamblea General fuera la cosa de descargar unos fardos de contrabando. A la chita callando y en horario de poca audiencia. Transparencia, como que poca.

Bambú es la desconfianza, la falta de información. El nulo respeto por muchos que dejaron sus carreras para apoyar un proyecto en el que creían y que, al menos, merecen explicaciones. O debates internos.

¡Ay, debates internos! Qué tontadas digo a veces.

Me dicen las almas en pena que pasean sus cadenas por los muros de Bambú, que debates, ninguno. Menos que trigo. Que los crujen a cursillos sobre temas que ya saben o que no son aplicables. Porque en pocos casos se les deja aplicar tantas y tan doctas sabidurías de comunicación, debates y redes. En ninguno.

Libertad. El control de militancia y cargos es tan férreo que se mata la iniciativa. Y la valía. Tal es el miedo y la desconfianza en todos ellos que las voces tras la bruma cuentan que se les prohíbe salir en los medios, dar conferencias, escribir artículos. Hablamos de gente muy preparada, hasta catedráticos y generales. Los de VOX acumulan talento para esconderlo. Para ningunearlo. Para humillarlo y devaluarlo. A veces los monos con metralleta los ahuyentan con un par de tiros. Otras veces se van antes.

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Y tienen los de VOX la suerte de que muchos son tan fieles al proyecto -porque lo ven como el último tren- que callan y aguantan. Y un día se van sin decir nada de lo que han visto porque no hay otro lugar donde albergar la esperanza, desatados los demonios de una caja que parece imposible cerrar.

Democracia interna. Que VOX comenzó como una panda de amigos bienintencionados diciendo que iban a renunciar a las partidas de dinero público destinadas a los partidos… y descubrieron que si hacían eso jugaban la competición con las manos atadas. Que en VOX empezaron con elecciones de todos los cargos y listas electorales -una locura de bisoños- …y terminaron con todo proceso de democracia interna en el tacho de la basura, previo paso por algunos tribunales por pura soberbia y chapucería. Listas de amiguetes y de elegidos por los monos con metralleta y esa vista de miuras que los caracteriza. Se puede equilibrar democracia y control. Y se debe evitar el espectáculo bochornoso de pucherazos que se ha dado.

Pues sí, lo normal sería confiar en los propios, dar suelta, lucir valías, crear equipo. Pero lo que hay es desconfianza patológica. Miedo a los propios, a la democracia, a la libertad, al debate interno y a la transparencia.

Y el bipartidismo, esa moneda de dos caras, huele el miedo y la debilidad. Son como las hienas. Lo próximo es despedazar la pieza.

Hay que restaurar esos muros, endurecer sin miedo la debilidad de unos pies de barro que no lo eran y darles la consistencia de ese banco sevillano que aguantó, sin saberlo, a un tipo con barba, un megáfono y la esperanza de millones de españoles.

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Casandra Desencadenada