30/06/2024 02:41

Cuando decenas de miles de personas enterrábamos a nuestros padres sin poder velarlos y en soledad durante el asesinato masivo del plan protocolario-eutanasia por sedación-de exterminación COVID que además este desgobierno criminal aprovechó para lucrarse en tanto nos confinaban durante dos estados de alarma ilegales, el destino del padre de Irene Montero y el de Sabiniano Gómez estaba escrito con olor de muerte. Porque tarde o temprano todos vamos a dar cuenta de nuestras obras ante la aparente dimensión exigua de un nicho o una fosa, pero la amplitud del infinito se abre como un atisbo de esperanza para aquel que haya hecho deberes con la conciencia antes de devolver los talentos que el Señor de la existencia le prestó; otros no se irán con la conciencia tranquila y temblarán con espasmos de terror con la certeza de que les llega un último suspiro.

El padre de Irene Montero cuando expiró no tendría cuentas pendientes con el Demonio como la oportunista del averno que es su hija a la que la carga de lo indecente no le permitirá, si acaso lo intentara de nuevo, arrastrarse de rodillas para implorar favores inconfesables y nutrirse de la carroña implícita que conlleva la malicia política. Aquel mozo de carga seguramente fuera un pobre hombre no muy orgulloso de las andanzas de su hija a poco que tuviera conciencia de lo que es un ventajista sin escrúpulos en comparación con un trabajador honrado. El mozo de carga quizá no haya comprobado el peso de la losa que carga la tumba del alma cuando su vástago es un zombi en vida, alimentada de carroña allá donde puede sacar beneficio desenterrando muertos, como Sánchez; el otro cadáver viviente movido por instintos demasiado terrenos que serán una lacra para rendir cuentas por las obras del espíritu. En realidad una pandilla zombi si consideramos la bancada socialista en pleno.

No serán vapores de sauna como los que enmascararon la jeta del presidente de gobierno más marrullero y criminal de la democracia, probablemente de todas las democracias del mundo por generaciones, sino sombras de pavor allá donde las impresiones se entremezclan como ahora comprueba Sabiniano: la caída aparatosa y por sorpresa; fin de la función. Un buen  cadáver velado a cuyo cuerpo acometió la Parca que juzga más allá de los planes de los confiados, también de los honrados, para truncar la buena vida que brinda la prostitución de la conciencia, las morales ligeras y las conciencias atrofiadas. Un velatorio a la altura del condenado, perdón, del finado, con los ojos terrenos cegados y los de la dimensión adaptada a la muerte, bien abiertos para no perder detalle de lo que le espera según la siembra de las obras. Vapores de duda eterna para los que se quedan, contando los delitos y el tiempo atrás que descuenta los días con la cercanía de un juicio de los hombres que Sabiniano ya no pasará cuando ha tomado el atajo de la muerte. Al menos acompañado el ataúd por cuantos le conocían bien… lo suficiente para pensar en el destino efímero de la vanagloria sepultada, al igual que las ganancias sin escrúpulos, con el ser que porfió por acumularlas como si no hubiese un mañana. Pero hubo un amanecer de muerte para Sabiniano y lo habrá también para los padres sospechosos de corrupción como el pútrido ente que es el hijo Pedro. Se han coronado en la cima de la más inmunda codicia. Se erigen reyes del mambo en un voluptuoso rimero de basuras personales. Vanidad de vanidades y sólo vanidad… Las posiciones hacia el horizonte negro que seguramente contemplan desde el andamiaje de riquezas podridas que se les desmontará sin poder meterlas en el hoyo. En soledad eterna, probablemente conscientes de que los gusanos del infierno roen el alma a cuantos creyeron, según las inmundicias de sus siembras, que las glorias serían para siempre.

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Descanse en Paz mi Padre que fue honrado, honesto, gran persona en un mundo de grandes y mortales malparidos en la carrera a empujones y zancadillas por la gloria del lucro. Los padres de la monclovita, de la marquesa descansen como puedan, si es que pueden y también los otros que seguirán los pasos inequívocos a la tumba; eso sí, sin atajos, que sean antes juzgados sobre la tierra y no se libren de pasar por el banquillo para sacarles las vergüenzas.

En todo caso, loado sea Dios, hasta ellos, los intocables de la corrupción moral, hasta esos se mueren. Tic, tac, Pablo, Pedro y compañía, tic, tac, eterno.

A mi Padre y el resto, sublimes arribistas de seguro destino, a tomar por Parca

Pedro Fernández Labrador: Un año desde que Sánchez e Iglesias mataron a mi Padre. Por Ignacio Fernández Candela

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Wilfredo Astid

EXTRAORDINARIO ARTICULO, Y PORTADA MEJOR IMPOSIBLE, DE UNA TRANSPARENCIA TOTAL Y DE UNA SUBLIME NARRATIVA.

Simplicio

Ya empiezan los muertos, como ocurre con cada macroproceso de corrupción y crimen. Se mueren los testigos, los implicados, los jueces y los fiscales.
El Baile de la Muerte ha comenzado.

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